martes, 27 de abril de 2010

Viendo la falsedad de la separación, todo sentimiento de separación cesa.

No es necesario mirar o tratar de mirar más allá; cuando la ilusión y el error se derrumban ya se ha ido más allá de todo lo que tiene medida o es del tiempo, ya se ha ido más allá sin esfuerzo ni recorrido, instantáneamente, se encuentra uno del otro lado del río.

Cuando toda la estructura de la falsedad y el sufrimiento terminan su reinado en uno, entonces florece en uno ese sentido de eso que no es del tiempo, que no es “de este mundo”.

Sin la ilusión creada por lo falso, lo otro está ahí.

Sin la ilusión que nos “separa” de lo que somos y de la vida, entonces hay comunidad, común-unidad.

Pues de hecho, la raìz de toda falsedad, la falsedad misma y el sostenedor de la falsedad en nosotros es, justamente, este sentimiento ficticio, falso, de separación.

Por eso, es que sólo vamos a ocuparnos del más acá.


¿La raíz real y única de todo lo anterior? : la inconciencia.

Me refiero con esto al no darse cuenta de los mecanismos de pensamiento por los cuales uno crea un estado de sentimiento en uno, pero se lo atribuye a una causa externa a uno, haciendo una suerte de “adjudicación anímica” mediante la cual un objeto tiene el poder hacernos sentir así o asá.

El no darse cuenta hace que vivamos en dicho sueño tejido por el pensamiento, sintiéndonos y asumiéndonos como entidades concretas, que son afectadas ineludiblemente por la presencia o ausencia de los objetos-condiciones antes mencionados.

Sin ver los hilos ni las manos que los pulsan, los títeres parecen tener vida propia.

Una vez descubierto el mecanismo, su falsedad o falta de realidad se hace evidente.
La ilusión cesa por si sola en el mismo instante en que se ve su falta de realidad, y junto con este ver, cesan el sentimiento, el poder y el encantamiento que esta ilusión tendía en nuestra mente.

Es la persistencia del sentimiento generado inconcientemente por nosotros mismos, lo que hace que la idea de que hay algo allá afuera de mi de lo que debo encargarme (que me hace sentirme de un modo que no soy yo o que no quiero sentirme), lo que le otorga a esa misma idea una aparente realidad, de la cual en verdad carece por completo.

Sin el sentimiento en uno que hace que la idea parezca real, esta se cae de la mente por el propio peso de su sin-sentido.

Una vez màs, la raìz de la ilusión, la ilusión y el sostenedor de la ilusión es el sentimiento de separación generado por la resistencia interior al fluir emocional.

Sin resistencia no hay màs ese sentimiento de separación en uno, y sin èl, todo sentimiento surge y se disuelve en comunión interior, lo cual posibilita el ser, el vivir, el florecer en comunión con la vida.





Richard Mesones.

martes, 20 de abril de 2010

LIBERACIÓN EMOCIONAL, o principios básicos del arte sin artificios de vivir en natural comunión.

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1-Qué cosas vivo, no depende de mi.
El cómo vivo lo que la vida me trae, eso es lo único que depende de mi; y es determinado por mi estado interior.

2-Si mi estado interior es de comunión, de unidad con y en mi ser, entonces voy a relacionarme, a vivir en ese estado en el mundo, sintiéndome en comunión con la vida.
Si estoy peleado conmigo mismo, entonces así me voy a sentir y relacionar con el mundo; así será mi vivencia de la realidad.

Según sea mi Conciencia de ser, será mi vivencia de la realidad, mi vida.

3-Si mi energía emocional, anímica, fluye sin estancarse, mi sensibilidad se mantiene intacta, reflejando la realidad sin distorsión; sin ningún agregado emocional. Estoy presente a lo que soy en medio de la danza de todo lo que es, tal cual es, y tal cual soy.
Soy en comunión, claridad y lucidez.

Si mi energía anímica se estanca, y ya no refleja entonces la realidad en la que estoy inmerso, en la cual soy, estoy aislado, encerrado, y "separado" de mi sentir real; soy rehén de un estado de sentimiento que se ha enquistado en mi ser, separándose del fluir interior, fragmentándose mi conciencia de ser, de existir.
Estoy dividido, dividida mi Conciencia de ser entre "no-yo" y "yo".

Dejo de ser en comunión, cuando dejo de fluir con lo que fluye, de cambiar con lo que cambia.
Mi energía interior ya no refleja el fluir, que es la Vida.

4-AQUELLO A LO QUE SE RESISTE, PERSISTE.
AQUELLO QUE LIBERO, ME LIBERA.
AQUELLO CON LO QUE SE ENTRA EN COMUNIÓN, SE VA MÁS ALLÁ DE ELLO, AÚN EN MEDIO DE ELLO.

5-Al liberar el flujo interior, el fluir de mi energía anímica, esta vuelve a ser espejo perfecto de mi sentir natural frente a la realidad, que es mi auténtica Conciencia de ser en y frente a la Vida.

6-Liberar el fluir anímico-emocional de la prensión del conflicto, es liberar el sentir de las etiquetas y juicios mentales sobre "yo" y "no-yo" con que congelamos este fluír en nuestro propio interior, en nuestra Conciencia de ser.
Atendiéndo a dicho flujo sin tratar de modificar nada, ni de librarme de nada, SIN RESISTIR nada, sin separarme ("yo" y "no-yo", "yo" y "el sentimiento tal", etc), este flujo interior es liberado otra vez al ritmo natural de su propia particularidad de ser; al movimiento natural, supeditado al pulso secreto del misterio que nos anima.

Es volver a sentirme SIN CONDICIONES de ningún tipo.

Sin referencia al pasado, a la exeriencia, a las espectativas propias o ajenas, a nada externo a mi propia Conciencia de ser, ¡que soy yo mismo sintiéndome ser!

7-Cuando el flujo anímico se libera, el sentimiento producto del estancamiento generado por los juicios mentales se disuelve en el fluir.
Sin "no-yo", tampoco hay el sentimiento de ser un "yo" separado, condicionado, restringido, en conflicto con la vida; hay tan sólo UNIDAD.

Estoy "de regreso" en mi sentir natural, en comunión conmigo mismo, y por tanto, con la Vida, en perfecta claridad.

Esto es comunidad.

COMÚN UNIDAD CON TODA VIDA.

Cuando cesa en uno la falsa división mental entre "no-yo" y "yo", entonces se es siendo en Unidad, completitud y paz.

Desde esa unidad interior, que es comunidad, se vive, se siente, se es...

La natural Conciencia de ser es esta natural conciencia de unidad.

Nada más hay por hacer...
Este es el arte sin artificios de la Liberación Emocional.






Richard Mesones.

miércoles, 7 de abril de 2010

Cambiar...

Los seres humanos vivimos luchando, tratando, esforzándonos, para que las cosas, el mundo, nuestra vida, nosotros mismos, podamos ser de un deterninado modo.

¿De qué modo?

Del modo que sea que se haya determinado por el pensamiento de cada quien.

Cualquiera sea la idea con la que uno se haya identificado, así será la imágen que más conciente o inconcientemente uno sostendrá; sobre si mismo, sobre la vida, sobre los demás, etc.

Uno trata de que la vida tome esa dirección.
Que se encamine hacia donde uno quiere que vaya.

Y para ello se esfuerza, lucha, trata de imponerse, de negociar, de hacer que los demás se amolden o que los sentimientos de uno se amolden, etc.

Trata de hacer que algo cambie, para poder ver realizada la imágen que se supone hará que uno se sienta bien con uno mismo.

Ese algo que es "necesario" que cambie, puede ser el vecino, el gobierno, la sociedad, la esposa o la amante, la familia, el perro, el tiempo, el propio cuerpo, la mente, los sentimientos, la autoimágen, la situación económico-financiera propia, etc.

Así, ello se convierte en nuestra meta, nuestro motivo de acción, nuestro propósito para vivir como lo hacemos, nuestra búsqueda, nuestra ansiedad, nuestro deseo y nuestro temor.

Y se convierte también en nuestra ocupación de tiempo completo, aquello de lo cual nuestro pensamiento no puede dejar de ocuparse, aquello por lo cual nuestra mente, nuestro cerebro, no puede dejar de agitarse, aún en sueños.

Aquello hacia lo que deberíamos (?) "progesar".

Y es a su vez, el ídolo interno, la autoridad interior, la vara de la verdad respecto de la cual nos comparamos, con la cual nos medimos para poder sentirnos contentos si parece que nos aproximamos a su medida, o tristes, irascibles y frustrados, si vemos que no "avanzamos" o nos alejamos de la misma.

Todo ello, claro está, construído por el pensamiento.

No por la realidad, no por la vida.

Es la eterna trampa del tratar de devenir, de llegar a ser así o asá, del llegar a sentirse, a verse, a lograr, a tener, etc.

La trampa del "ser como...", como sea que indique la imágen interior, la idea que me hice sobre como yo o algo o alquien "debería" ser para que yo pueda sentirme bien conmigo mismo, en comunión con la vida; "realizado".

Entonces todo el vivir se convierte en un conflicto.
Un conflicto que se nos antoja inevitable.

Ya no es importante el momento presente, el único momento en que se está vivo.

Es importante el pasado, de donde se obtiene la información de la experiencia, y el futuro, el cual proyecto mentalmente como el tiempo en el cual, gracias a la experiencia adquirida, voy a poder "llegar a ser".

Así se "pierde" el ahora, y con él la vida, que es el ser siendo ¡ahora!.

Se pierde la sensibilidad, pues no se está atento a lo que se siente en medio de la realidad viva en la cual uno es y está inmerso, sino que la atención vive presa de las proyecciones y cálculos del pensamiento anticipativo y conceptual.

El cerebro está todo el tiempo ocupado en "el grán asunto".

Y en ello se drena la mayor parte de nuestra energía vital, de nuestro ánimo de vida, del hálito que nos anima.

Y sin sensibilidad no hay belleza.

Y sin belleza, sin el sentido de la belleza, que nos permita apreciar todo aquello de lo que estoy rodeado; el cielo, los árboles, el ladrido del perro, las hojas secas que el viento barre, las caras y las miradas de los seres con que me cruzo, la tierra, el suelo, la mugre, los olores, la miseria creada por la locura, la avidez, el río, los colores de la luz sobre las cosas a lo largo del día y las estrellas en la noche, la tibia desnudez de alguien con quien sentimos el gozo de compartirnos en el sexo,
la amistad, etc; sin ese sentido de la belleza, por más que uno viaje y recorra el mundo visitando espléndidos lugares, uno está seco, muerto por dentro, muerto en vida.

Uno acopia, colecciona sensaciones y estados en la memoria, pero no vive.
Acapara trofeos, mariposas disecadas prendidas de un alfiler, que ya no tienen ni volverán jamás a tener la exquisita e indescriptible belleza de su vuelo.

Un ser insensible es un ser sin inteligencia.

Podrá tener un alto coeficiente intelectual, pero no inteligencia.

Pues inteligencia es sensibilidad, capacidad de discernir lo verdadero de lo falso, de ver lo falso como tal, y lo verdadero como tal.

Y en esa inteligencia, en esa sensibilidad, hay, naturalmente, compasión; comunión con y en la vida.

Esa es la verdadera vida religiosa; el vivir en comunión con la vida tal cual es.

Esa es la verdadera espiritualidad.

El verdadero despertar.

Y ese es el único y verdadero cambio; la verdadera revolución interior.

No el "tratar de cambiar", que es en realidad más de lo mismo: esfuerzo, imposición, conflicto, tratar de llegar a ser, etc.

Cambiar no se cambia a voluntad.

Cambiar acontece, porque cambió la conciencia, y como resultado natural, cambia el como uno se siente, como piensa y como vive, o sea, como se relaciona en y con el mundo.

Cambia uno, entonces el propio vivir cambia, el propio mundo de relaciones cambia.

Pero no es algo que "yo" pueda "hacer" ejercitando la voluntad.

Cambiar es darse cuenta.

Y darse cuenta es cuestionarse y observar; observar, sentir, ver; no tratar de hacer esto o aquello, lo cual es estar otra vez con la atención ocupada en algún plán, algún método, alguna estrategia, lo cual no me permite ver, darme cuenta de lo falso y lo verdadero.

No se trata de "tratar de tener razón", de justificarse mentalmente, de explicarse.

Ni mucho menos de esforzarse por imponerse sobre uno mismo, por convencerse o convencer a otros.

Se trata de ver.

Cuando se ve con claridad algo que no se veía, la conciencia que ve ya no es la misma, pues ya su visión cambió.

Ya se desembarazó del error de visión, de lo que siendo falso, había sido tomado por valedero o verdadero hasta ese momento.

Y para ese observar, para ese ver, no debe haber distancia psicológia alguna.

No debe haber separación.

La separación de las etiquetas mentales, de las categorizaciones, de las concluciones del pasado, de la experiencia, de las espectativas, nada.

No debe haber nada que distorsione o distraiga; nada que "guíe" mi ver.

Ninguna autoridad interior con la cual yo tenga que "hacer conincidir" mi ver.

Ni las palabras del Buda, o de Jesús, ni el corán, o los upanishad, etc.

Nada.

Sino no es ver; es jugarse trampas al solitario, tratando de convencerse, de amoldarse para pertenecer, para formar parte de y ser aceptado, con el sentimiento de seguridad que ello conlleva.

Pero no es ver.

No hay en ello ningún darse cuenta.

Hay ceguera, convenciento, autosugestión, fanatismo, y continuidad de y en el error.

El verdadero cambio es ver, y ver es abrazar lo visto con mi atención sin condiciones.

Sin poner como condición el que lo que observo cambie.

Que sea así o asá.

Sin ninguna condición.

En ese ver, no cambia lo que observo.

Cambia uno.

Uno es lo que cambia.

Y con uno cambia el como uno se siente, el como uno piensa, el como uno se relaciona.

Cambia la propia vida, la propia forma de vivir.

Y al cambiar la forma de vivir, cambia mi mundo, y cambia mi vida.

Toda la cualidad de mi vivir es trasnformada, por esta, la verdadera alquimia interior.



"Necesito que X cambie para poder sentirme bien conmigo mismo/a".

¿Necesito que X cambie para poder sentirme bien conmigo mismo/a?

¿O no me siento bien conmigo mismo/a por pensar que "necesito que X cambie"?

Pensar que "necesito que X cambie" para poder sentirme bien conmigo mismo/a, ¿ no es un sufrimiento?
¿no es esa la idea en la cual estoy estancado desde que tengo uso de razón?
¿no es esto más de lo mismo que ya he vivido?
¿no es lo que me tiene como el hamster, sienpre corriendo trás de "algo", pero al mismo tiempo siempre estancado en el mismo lugar, preso de la misma espectativa?

¿ Y sin la idea de que "necesito que X cambie" para poder sentirme bien conmigo mismo/a?

¿Qué sucede?

¿Cómo me siento?

Entonces la verdad, para mi, en este momento es que: ...




Cada uno verá.

Se cuestionará franca y honestamente, o no.
O hará simplemente un juego mental, o dirá que sí, que esto ya lo "entendió" pero que no funciona en "su caso", etc.

Para quien se interese seriamente, para quien realmente, profundamente desee indagar, esta es la puerta a la libertad.

Libertad respecto de todo sentido de devenir, de tener que llegar a ser, del pensamiento, del tiempo, y libertad respecto de todo lo que cambia.

Esta es la liberación interior a través de la autoindagación.

La puerta abierta a la libertad.






Richard Mesones.