Los seres humanos vivimos luchando, tratando, esforzándonos, para que las cosas, el mundo, nuestra vida, nosotros mismos, podamos ser de un deterninado modo.
¿De qué modo?
Del modo que sea que se haya determinado por el pensamiento de cada quien.
Cualquiera sea la idea con la que uno se haya identificado, así será la imágen que más conciente o inconcientemente uno sostendrá; sobre si mismo, sobre la vida, sobre los demás, etc.
Uno trata de que la vida tome esa dirección.
Que se encamine hacia donde uno quiere que vaya.
Y para ello se esfuerza, lucha, trata de imponerse, de negociar, de hacer que los demás se amolden o que los sentimientos de uno se amolden, etc.
Trata de hacer que algo cambie, para poder ver realizada la imágen que se supone hará que uno se sienta bien con uno mismo.
Ese algo que es "necesario" que cambie, puede ser el vecino, el gobierno, la sociedad, la esposa o la amante, la familia, el perro, el tiempo, el propio cuerpo, la mente, los sentimientos, la autoimágen, la situación económico-financiera propia, etc.
Así, ello se convierte en nuestra meta, nuestro motivo de acción, nuestro propósito para vivir como lo hacemos, nuestra búsqueda, nuestra ansiedad, nuestro deseo y nuestro temor.
Y se convierte también en nuestra ocupación de tiempo completo, aquello de lo cual nuestro pensamiento no puede dejar de ocuparse, aquello por lo cual nuestra mente, nuestro cerebro, no puede dejar de agitarse, aún en sueños.
Aquello hacia lo que deberíamos (?) "progesar".
Y es a su vez, el ídolo interno, la autoridad interior, la vara de la verdad respecto de la cual nos comparamos, con la cual nos medimos para poder sentirnos contentos si parece que nos aproximamos a su medida, o tristes, irascibles y frustrados, si vemos que no "avanzamos" o nos alejamos de la misma.
Todo ello, claro está, construído por el pensamiento.
No por la realidad, no por la vida.
Es la eterna trampa del tratar de devenir, de llegar a ser así o asá, del llegar a sentirse, a verse, a lograr, a tener, etc.
La trampa del "ser como...", como sea que indique la imágen interior, la idea que me hice sobre como yo o algo o alquien "debería" ser para que yo pueda sentirme bien conmigo mismo, en comunión con la vida; "realizado".
Entonces todo el vivir se convierte en un conflicto.
Un conflicto que se nos antoja inevitable.
Ya no es importante el momento presente, el único momento en que se está vivo.
Es importante el pasado, de donde se obtiene la información de la experiencia, y el futuro, el cual proyecto mentalmente como el tiempo en el cual, gracias a la experiencia adquirida, voy a poder "llegar a ser".
Así se "pierde" el ahora, y con él la vida, que es el ser siendo ¡ahora!.
Se pierde la sensibilidad, pues no se está atento a lo que se siente en medio de la realidad viva en la cual uno es y está inmerso, sino que la atención vive presa de las proyecciones y cálculos del pensamiento anticipativo y conceptual.
El cerebro está todo el tiempo ocupado en "el grán asunto".
Y en ello se drena la mayor parte de nuestra energía vital, de nuestro ánimo de vida, del hálito que nos anima.
Y sin sensibilidad no hay belleza.
Y sin belleza, sin el sentido de la belleza, que nos permita apreciar todo aquello de lo que estoy rodeado; el cielo, los árboles, el ladrido del perro, las hojas secas que el viento barre, las caras y las miradas de los seres con que me cruzo, la tierra, el suelo, la mugre, los olores, la miseria creada por la locura, la avidez, el río, los colores de la luz sobre las cosas a lo largo del día y las estrellas en la noche, la tibia desnudez de alguien con quien sentimos el gozo de compartirnos en el sexo,
la amistad, etc; sin ese sentido de la belleza, por más que uno viaje y recorra el mundo visitando espléndidos lugares, uno está seco, muerto por dentro, muerto en vida.
Uno acopia, colecciona sensaciones y estados en la memoria, pero no vive.
Acapara trofeos, mariposas disecadas prendidas de un alfiler, que ya no tienen ni volverán jamás a tener la exquisita e indescriptible belleza de su vuelo.
Un ser insensible es un ser sin inteligencia.
Podrá tener un alto coeficiente intelectual, pero no inteligencia.
Pues inteligencia es sensibilidad, capacidad de discernir lo verdadero de lo falso, de ver lo falso como tal, y lo verdadero como tal.
Y en esa inteligencia, en esa sensibilidad, hay, naturalmente, compasión; comunión con y en la vida.
Esa es la verdadera vida religiosa; el vivir en comunión con la vida tal cual es.
Esa es la verdadera espiritualidad.
El verdadero despertar.
Y ese es el único y verdadero cambio; la verdadera revolución interior.
No el "tratar de cambiar", que es en realidad más de lo mismo: esfuerzo, imposición, conflicto, tratar de llegar a ser, etc.
Cambiar no se cambia a voluntad.
Cambiar acontece, porque cambió la conciencia, y como resultado natural, cambia el como uno se siente, como piensa y como vive, o sea, como se relaciona en y con el mundo.
Cambia uno, entonces el propio vivir cambia, el propio mundo de relaciones cambia.
Pero no es algo que "yo" pueda "hacer" ejercitando la voluntad.
Cambiar es darse cuenta.
Y darse cuenta es cuestionarse y observar; observar, sentir, ver; no tratar de hacer esto o aquello, lo cual es estar otra vez con la atención ocupada en algún plán, algún método, alguna estrategia, lo cual no me permite ver, darme cuenta de lo falso y lo verdadero.
No se trata de "tratar de tener razón", de justificarse mentalmente, de explicarse.
Ni mucho menos de esforzarse por imponerse sobre uno mismo, por convencerse o convencer a otros.
Se trata de ver.
Cuando se ve con claridad algo que no se veía, la conciencia que ve ya no es la misma, pues ya su visión cambió.
Ya se desembarazó del error de visión, de lo que siendo falso, había sido tomado por valedero o verdadero hasta ese momento.
Y para ese observar, para ese ver, no debe haber distancia psicológia alguna.
No debe haber separación.
La separación de las etiquetas mentales, de las categorizaciones, de las concluciones del pasado, de la experiencia, de las espectativas, nada.
No debe haber nada que distorsione o distraiga; nada que "guíe" mi ver.
Ninguna autoridad interior con la cual yo tenga que "hacer conincidir" mi ver.
Ni las palabras del Buda, o de Jesús, ni el corán, o los upanishad, etc.
Nada.
Sino no es ver; es jugarse trampas al solitario, tratando de convencerse, de amoldarse para pertenecer, para formar parte de y ser aceptado, con el sentimiento de seguridad que ello conlleva.
Pero no es ver.
No hay en ello ningún darse cuenta.
Hay ceguera, convenciento, autosugestión, fanatismo, y continuidad de y en el error.
El verdadero cambio es ver, y ver es abrazar lo visto con mi atención sin condiciones.
Sin poner como condición el que lo que observo cambie.
Que sea así o asá.
Sin ninguna condición.
En ese ver, no cambia lo que observo.
Cambia uno.
Uno es lo que cambia.
Y con uno cambia el como uno se siente, el como uno piensa, el como uno se relaciona.
Cambia la propia vida, la propia forma de vivir.
Y al cambiar la forma de vivir, cambia mi mundo, y cambia mi vida.
Toda la cualidad de mi vivir es trasnformada, por esta, la verdadera alquimia interior.
"Necesito que X cambie para poder sentirme bien conmigo mismo/a".
¿Necesito que X cambie para poder sentirme bien conmigo mismo/a?
¿O no me siento bien conmigo mismo/a por pensar que "necesito que X cambie"?
Pensar que "necesito que X cambie" para poder sentirme bien conmigo mismo/a, ¿ no es un sufrimiento?
¿no es esa la idea en la cual estoy estancado desde que tengo uso de razón?
¿no es esto más de lo mismo que ya he vivido?
¿no es lo que me tiene como el hamster, sienpre corriendo trás de "algo", pero al mismo tiempo siempre estancado en el mismo lugar, preso de la misma espectativa?
¿ Y sin la idea de que "necesito que X cambie" para poder sentirme bien conmigo mismo/a?
¿Qué sucede?
¿Cómo me siento?
Entonces la verdad, para mi, en este momento es que: ...
Cada uno verá.
Se cuestionará franca y honestamente, o no.
O hará simplemente un juego mental, o dirá que sí, que esto ya lo "entendió" pero que no funciona en "su caso", etc.
Para quien se interese seriamente, para quien realmente, profundamente desee indagar, esta es la puerta a la libertad.
Libertad respecto de todo sentido de devenir, de tener que llegar a ser, del pensamiento, del tiempo, y libertad respecto de todo lo que cambia.
Esta es la liberación interior a través de la autoindagación.
La puerta abierta a la libertad.
Richard Mesones.