El problema en si, no es en realidad el decir o decirse "soy esto" o "soy así".
El problema es que la mente todo lo congela.
Hace del "así" una foto que no cambia, no fluye con la vida que soy.
Entonces para la mente, ser "así" significa ser exclusiva y excluyentemente así y jamás asá; ése es el problema, y el gérmen del sentimiento de separación con la vida que soy en realidad, con lo que fluye.
Sin tomarme por una imágen del cuerpo con determinadas cualidades pre-determinadas, entonces al no haber noción de "yo", no hay tampoco noción alguna de "no-yo", ni sentimiento de separación de la totalidad de la vida, que es la VIDA misma, ni conflicto, ni carencia, ni sentimiento alguno de amenaza frente a "otra entidad", pues nada es percibido como ajeno o separado de lo que soy; ni hay entonces tampoco temor, ni sufrimiento, ni deseo alguno de devenir así o asá para compensar nuestro habitual sentido de carencia, de incompletitud, pues al no haber sentimiento de separación de la totalidad, no hay tampoco sentimiento de incompletitud.
Al tomarme por una imágen mental del cuerpo así o asá, encuadro lo infinito, informe e incondicionado, y lo reduzco en mi conciencia de ser, a una apariencia, a ese marco finito, con-forme y con esas específicas condiciones de ser.
Me siento entonces como un "yo", una entidad concreta, separada del fluir de la totalidad de la Vida, de la gracia de la Vida, que por ser siempre de condiciones cambiantes, se me antoja ahora como una amenaza en su cambio, para el asegurarme de la continuidad e inamovilidad de las condiciones con las que me he identificado.
Y es a partir de ese sentimiento de separación, a través del cual al ver al mundo y todos los seres como extraños o separados de mi, se crea en mi la desconfianza, el recelo, la inseguridad que anticipa la amenaza posible frente a un entorno que es todo extrañeza.
Es así como nace en uno el temor, que es el sufrimiento.
Temor que no es más que la idea de que lo que sucede a mi alrededor, o sea, en toda esa vastedad que ha sido etiquetada como "no-yo", pueda amenazar o atentar contra la continuidad o integridad de esta imágen con la que me he identificado; esta imágen mental que he tomado por mi mismo, esta imágen en la cual me veo retratado o retratada con determinadas condicones específicas, exclusivas.
Todo temor, no importa a qué, es el sentimiento de que la integridad de la propia existencia está siendo amenazada.
Todo temor, no importa a qué, es el sentimiento de que la propia continuidad puede verse en entredicho de un momento a otro.
Es creer inconcientemente, que si se rompe la imágen en el espejo (en la mente), el sujeto real que se reflejaba sufrirá las mismas consecuencias, pues el sujeto no se da cuenta de ser él mismo, sino que está convencido que es en realidad "la imágen en el espejo".
Es en realidad el miedo a que la dicha de ser se termine, si se terminan las circunstancias o condiciones con las que me he identificado, con las que me he "fotografiado" en la imágen mental que he tejido sobre mi mismo.
Pues no me he dado cuenta que yo soy el ser, la conciencia, la dicha.
Yo soy la dichosa conciencia de ser.
Y no lo puedo jamás dejar de ser, ya que ello no se deriva de nada que haga o no haga, que tenga o no tenga, sino que es mi naturaleza, como la naturaleza de todo lo que es.
Soy Eso que no puede ser amenazado.
Este miedo, que es la identificación con una imágen mental de una apariencia exclusiva y excluyente de ser, con una exclusiva y excluyente forma-de-ser, es lo que la ignorancia de mi verdadera naturaleza es.
Pues no somos la forma de ser; ninguna forma de ser en exclusiva.
Somos lo informe, manifestándose de modo cambiante, fluyente, viviente.
Sin miedo a morir, sin identificación con ninguna imágen finita, condicionada, con ninguna forma-de-ser, lo que queda es la Vida informe, infinita e incondicionada que somos, siendo.
Todo temor, no importa a qué, es la idea de que eso a lo cual se teme (el que las cosas se tornen así o asá), puede atentar contra mi integridad, mi continuidad, o sea, contra mi contínuo fluir en la gracia, que es la dichosa conciencia de existir.
Todo temor es temor a la desgracia.
Y es no darse cuenta de que la única desgracia posible es este temor mismo.
Temor es siempre temor a que lo que soy se termine.
Temor es siempre temor a que la dichosa conciencia de existir se agote, cese, culmine.
Es temor de morir.
Temor del cual no hay forma de librarse modificando las condiciones externas de vida, pues en realidad jamás procedió del exterior.
Temor del cual no puede uno librarse tratando de modificar nada interno, porque tampoco hay nada interno que amenace mi ser.
Como este temor no es otra cosa que un estado emocional, creado en uno por la reacción natural del organismo vivo, frente a una supuesta amenaza en realidad inexistente, sólo el darse cuenta de la irrealidad o inexistencia de la amenaza, es lo que hace al organismo vivo dejar de sentirse como si su supervivencia estuviera amenazada; y así, el sentimiento o reacción emocional llamado temor desaparece, con la misma naturalidad, espontaneidad y carencia de esfuerzo con la que a uno se le pasa el susto, cuando se comprueba que, lo que uno había confundido o tomado por una víbora, no era en realidad, más que una cuerda.
También es cierto a la inversa.
Cuando nos permitimos sentir el temor sin resistirlo ni etiquetarlo, nos damos cuenta de que no es algo separado de nosotros mismos, y de que en realidad no procede por tanto de ninguna amenaza externa a uno o "no-yo".
Entonces esta energía anímica antes etiquetada como "miedo", se disuelve en el fluir de su fuente, o sea, en uno, y con ese fundirse, cesan también cualquier idea de "no-yo", y por tanto la identificación con cualquier imágen mental de un supuesto "yo-amenazado-por-el-fluir-de-la-vida" que uno había asumido ser.
Lo que queda es el fluir de la unidad.
La VIDA.
Todo es visto entonces como lo que realmente es: el fluir de la gracia, que es esta VIDA Informe, manifestándose en la danza infinita de las siempre cambiantes formas con que, a cada instante, se viste y se desviste, en jubilosa y apasionada celebración de si misma.
Richard Mesones.