lunes, 20 de septiembre de 2010

Que en paz descanses.

Admitirse, distenderse, aceptarse, rendirse.

Como sea que uno se lo plantèe.

El asunto es uno solo y el mismo: el final del conflicto y el sufrimiento en mi interior.

Lo cual marca en final del conflicto y el sufrimiento en mi vida.

Pues si no hay paz adentro, no hay paz afuera.

Si no hay comuniòn con uno mismo, no hay comuniòn con nada ni con nadie; hay tan sòlo aislamiento, conflicto y sufrimiento constante.

El deseo absurdo de querer cambiar lo que somos es lo que no nos deja sentirnos en paz siendo lo que somos.

Es por ello por lo que no podemos jamàs ser-en-paz.

Y es por ello por lo que nuestro vivir es una lucha, un esfuerzo contante, y un desòrden, un sin-sentido.

No hay en ella inteligencia, sensibilidad.

Hay fuerza bruta, voluntad, empuje, deseo de control, de imposiciòn.

Y sufrimiento.

Pues todo el sufrimiento no es otra cosa que nuestro tratar de imponerle un cambio a la realidad.

Y hasta que no sejemos en nuestro empeño, no habrà paz.

Y sin paz, cualquier cambio que creamos haber hecho, es en el fondo, màs de lo mismo.

Es sòlo desde esa paz que la inteligencia puede operar, y dar la respuesta adecuada al reto de la vida en cada momento.

Entonces hay naturalmente òrden.

Pues la inteligencia no pone òrden; la inteligencia nos previene de crear sufrimiento y desòrden, tanto dentro como fuera nuestro.

No "crea abundancia", sino que elimina de uno el sentimiento de carencia, de necesidad.

Pues rico, verdaderamente rico, es quien interiormente carece de necesidades y deseos, y vive por tanto en una constante y renovada completitud de si mismo.

Quien desea o cree necesitar no es jamàs rico; es en realidad, un pordiosero con o sin dinero, pero pordiosero al fin.


¿Puedo aceptar como soy?

Y si la respuesta es no, ¿puedo aceptar que no me acepto?



¿Puedo admitirme?

O sea, ¿puedo admitir que a pesar de todos mis esfuerzos y los de casi todos los que me rodean, yo en realidad sigo siendo simplemente yo?



¿Puedo dejar de resistir-me?

¿Dejar de resistir a sentirme como sea que me sienta?

¿Puedo dejarme ser?

¿Entregarme simplemente a ser?


¿Puedo rendirme?


¿Puedo yo renunciar a seguir tratando de no ser yo?

¿Puedo renunciar a seguir tratando de llegar a ser?

¿Puedo renunciar a seguir tratando de cambiar el mundo, de salvarlo, de imponerme?

¿Puedo renunciar a saber?

¿A anticipar?

¿A seguir rumiando eternamente sobre lo que ya no es, ni jamàs va a volver a ser?

¿Puedo yo renunciar a seguir persiguiendo lo que jamàs fue, ni es, ni jamàs llegarè a ser?



¿Puedo dejar de hacer como que yo no soy yo?

¿Como que no me siento como si me siento?


¿Puedo simplemente rendirme?







R.

El conflicto es nuestra reacciòn a algo que ya no es.

Pues lo que ya pasò, ya pasò!

No importa si hace diez años o diez segundos, o un segundo.

Ya fue; y ya no es.

Y es el no aceptar que ya fue como fue, lo que hace que mi atenciòn siga en el momento presente aferrada a la memoria de lo que ya no es, y me pierda asì la frescura del momento presente.

Momento que por otra parte, es ùnico, nuevo, fresco, absolùtamente efìmero, e irrepetible.

Cuando "vivo" el presente a travès de la distorsiòn de la memoria que se impone como medida de còmo debo vivir en este momento, no estoy viviendo en funciòn de la vida tal y cual la siento en este momento, sino en funciòn de lo que ocurriò o no ocurriò en el pasado.

No vuelvas jamàs la vista atràs , o te volveràs estatua de sal.

Sòlo cuando se muere para todo lo pasado, dejando que el pasado florezca y se marchite muriendo en uno, se es libre en el presente, para vivir el presente libremente, y poder asì en el mismo florecer a cada instante, sin el condicionamiento de tener que ser o no ser en funciòn de lo que un dìa pasò.





R.

Este òmnibus no va a ninguna parte.

.

¿Hay algo que pueda hacer que yo sea màs yo de lo que yo ya soy?

NO.

Nada ni nadie puede hacer que yo sea màs yo de lo que yo ya soy.

Nada.

Ninguna suma de conocimiento, de experiencias, de mètodos o tècnicas, de meditaciones, oraciones o disciplinas, de objetos, personas o circunstancias.

Nada puede agregarme màs yo-soy-dad.

Ni tampoco quitàrmela.

Yo soy yo.

Yo ya soy yo.

Yo siempre he sido yo.

Y nunca podrè "llegar a ser" otro.

Nunca, de ningùn modo.

Yo, es lo mismo que decir Ser, o conciencia de ser èste ser siendo, al cual llamo yo.

Yo; el pronombre con el cual la vida se nombra a si misma al hacerse conciente de si misma, en tanto que particularidad ùnica, o expresiòn ùnica de VIDA.

Yo no es una mala palabra.

Es simplemente un sonido, y no entraña en si ningùn inconveniente ni atrae maldiciòn alguna sobre quien lo usa.

El problema comienza cuando se cree ser idèntico a una circunstancia particular, interior o exterior; cuando se cree ser exclusivamente asì o asà.

Ahì comienza el sentimiento de separaciòn y conflicto en relaciòn al fluìr, siempre cambiante de las manifestaciones de la vida que es uno mismo siendo, en vital relaciòn con todas las demàs cambiantes manifestaciones ùnicas de la misma Vida Una que todo y todos somos.

Ahì comienza el aislamiento, el alienamiento.

"Desconectado" de mi propio y verdadero sentir, de mi verdadero ser, empiezo a desconectar tambièn de la realidad en que, como ser, me muevo.

A desconectarme de la VIDA, en la cual nos movemos y tenemos nuestro ser.

Ahora vivo en fantasìa.

Ya no me siento ser, pues mi atenciòn està presa de la historia del "llegar a ser" o del "volver a ser nuevamente", lo cual es lo mismo.

Asì se gesta en uno el sentimiento de "no ser completamente yo" o carencia interior, y junto con èl, la nociòn de tener que "hacer algo", y junto a la misma, la idea de que necesito adquirir, o en su defecto, desembarazarme de determinados objetos, para asì poder, algùn dìa tal vez, volver a ser totalmente yo, plenamente yo otra vez.

De ese modo la vida deja de ser el vivir, para tranformarse en el delirio de un viaje hacia la tierra prometida del llegar a lograr sentirme yo, YO de nuevo.

Se transforma en una peregrinaciòn hacia fantasìa.

Y en dicha peregrinaciòn desojamos la ùnica oportunidad vital con la que contamos, como si de una margarita se tratase.

Y margaritas hay miles, pero vida, hay sòlo esta.

Sòlo ahora estamos vivos.

Si no es ahora, ¿cuàndo?

Y asì vamos, repitièndonos el cuento con el cual nos convencemos a nosotros mismos de que sabemos, de que estamos seguros, de que entendemos perfèctamente de què se trata vivir, y de que estamos seguros de que al lograr primero esto y luego aquello, vamos a arribar, final y certeramente a la tierra prometida de fantasìa.

Existimos alucinando, alienados, entre la maraña de fantasìas tejidas por las palabras en un cerebro que no discierne la miel de la hiel, el amor del placer, la libertad del sinsentido, la fantasìa de la realidad.

Pues estamos convencidos.

Creemos saber, entender.

Y si no, miren! miren todas las palabras y explicaciones que tenemos para justificar nuestra infelicidad y la desdicha constante en la cual vivimos!


Lo que sea que uno crea saber, lo que sea que uno crea entender, son tan sòlo palabras que no significan nada; nada màs que màs palabras que tampoco significan nada.

Lo que sea que uno crea entender, soy yo pensando; intoxicado, delirando, pensando palabras que carecen de sustancia y significaciòn alguna, a excepciòn de la que yo les otorgue.

Uno cree conocer.

¿Pero què es "lo conocido"?

Tan sòl habito y palabras.

O sea, lo que uno està acostumbrado a nombrar y asociar, jurando que ello tiene un tremendo sentido, aùn cuando ello nos haya conducido de manera evidente a una vida conflictiva, complicada, solitaria, carente, desdichada, y sin sentido.

Palabras y màs palabras, palabras con las que nos convencemos, con las que nos envalentonamos para volver a la carga e intentar otra vez màs por el mismo camino.

Palabras con las que nos damos ànimos y esperanza para no desistir y bajarnos de una vez por todas de esta calesita estùpida, de este drama aburrido y sin pasiòn ni ternura ni gracia alguna.

Palabras que no dicen nada, que sòlo requieren màs palabras que se explican con màs palabras ad nauseam.

Palabras que no significan nada, porque nosotros las hemos inventado tanto a ellas como a sus significados.

Por fuera de ellas, el misterio, sea lo que sea que ello sea, la vida verdadera, real.

Como sea que para cada quien ello se desenvuelva.

Donde ya no hay màs nada que entender.

Renunciar a entender es abrir la puerta al florecer del misterio ùnico e irrepetible de ser, al florecer de esta magnìfica, ùnica e irrepetible oportunidad humana, como gusta llamarla mi amiga S.

Simplemente ser floreciendo, o sea, siendo.

A cada instante.

No "llegar a ser" mañana, que es nunca.

Sino ya.

Basta con darse cuenta de que no hay nada que yo necesite para simplemente ser yo.

Y es de eso de lo que se trata esta, mi vida; mi oportunidad humana.

Pues entèrese: este òmnibus llamado vida no va a ningùn lado, no llega a ninguna parte, no desemboca en ningùn lugar.

Y el viaje no es màs que lo que usted haga de su viajar.

Como sea que usted viva, lo que sea que usted viva en respuesta a lo que vaya apareciendo en el paisaje, èso serà para usted el viaje.

No hay en ello ningùn propòsito.

El propòsito que la vida ha tenido al ser usted es ¡ser usted!

Tal y cual usted es.

La vida no tiene meta.

¡Deje ya de esforzarse por llegar a ser-hacer-tener-sentir!

Y simplemente viva. ¡Viva!

Sea usted mismo tal y cual usted mismo es, ha sido y serà.

No se engañe màs con la idea de que "cuando logre..." voy a poder ser realmente yo y entonces voy a vivir feliz...

No hay lugar donde llegar.

Este òmnibus no va a ninguna parte.

Y la arena del reloj, vertiginosa, ya se està escurriendo...





R.