Hola Richard: Insisto:todo lo dices muy bien, incluso mejor que yo.-
Pero, no estamos hablando del ser ,al hablar de lo que no lo es?.-
Acaso no lo estamos caracterizando verbalmente? Aunque solo apuntemos a el?
Acaso el propio pensamiento,no se ha formulado una idea del ser?
Me pregunto:No es necesario que el yo termine, que haya un darse cuenta de uno mismo ,para que el ser pueda hablar? Y no lo haga el pensamiento?
Quien es, el que dice todo lo que dice,y que tan bien lo dice?
Yo, para mi, todavía creo que es el pensamiento el que habla , desde mi memoria.=
Solo la transformación de mi vida de relación ,en la que ha desaparecido la actividad egocéntrica, es la clave, el test, de que es el ser el que habla.-Difícilmente me de cuenta yo mismo de mi propia transformación.-
También entiendo ,que la transformación, que la terminación del tiempo psicológico, ocurre en el tiempo cronológico.-
Que difícilmente sea completa ,total, en este instante, ahora.-
En este instante, ahora,puede empezar la destrucción del yo, y la culminación de este proceso que una vez iniciado,ya no se detiene, no se cuando ocurrirá.-
Todo esto lo puedo resumir diciendo: donde esta el yo ,el pensamiento ligado al tiempo,Eso no esta.-
Y Eso,una vez que se inicia,se profundiza,lo toma mas a uno,o,se extiende, se agrada a si mismo, en el tiempo cronológico a medida que se va destruyendo el núcleo yoico de las relaciones interpersonales.-
O, si quieres, solo en las relaciones interpersonales, podemos probarnos si lo que decimos surge del pensamiento, o de Eso.-
Un fuerte abrazo
Roberto
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Hola Roberto, me alegra tener noticias de ti.
Vamos paso a paso.
Quién dice lo que dice?
Quién escribe lo que escribe?
Permítaseme señalar algo: lo único que importa realmente es quién es el que lee.
Aparte de eso, como dato anecdótico, está el que quien escribe no pretende constituírse en autoridad, ni tiene nada que vender.
No es distinto de nadie, y si así lo pretendiera, eso sería la negaciòn de todo lo expresado hasta ahora.
¿Por què escribir?
¿Por qué hablar?
Canto porque esta es mi canción; así es como la vida canta a través de el tipo R.
Y éste es su perfume.
Pero la grán pregunta es: ¿quién es el que lee?
¿Quién es el que escucha?
Y si está dispuesto a abordar el tema con la seriedad y compromiso de un condenado a muerte.
Ciértamente que para comunicarnos, en general, usamos del pensamiento.
En ello no hay problema alguno implícito.
El problema es el conceptualizar; no el señalar.
Decir "ser" es sañalar.
Pensar acerca del ser, ésa es la grán estupidez.
Es el viejo problema de la luna y la confusión de la misma con el dedo que la señala.
Como decía K, la palabra nunca es la cosa.
No en lo interno.
Las ideas sobre ser, las cuales agrupamos bajo el denominador categórico de "yo", son sólo eso, un manojo de ideas, de recuerdos seleccionados más o menos arbitrariamente, y luego el cerebro construyendo una imágen sobre esas ideas, y unas historias sobre dicha imágen.
Pero allí no hay nada!!!
Cómo podría disolverse de-a-poco lo que jamás ha existido?!!!
Cómo podría ello ser jamás un proceso?!!!
Cómo podría el tiempo cronológico modificar un tiempo psicológico que sólo existe en la fantasía de un cerebro que, para medir y dar significado al pasar del tiempo cronológico, toma por referencia de medida a una entidad que no existe?
Acaso el tiempo es el antídoto contra el error?
Entonces la humanidad no tendría milenios en la misma barbarie.
Cuánto tiempo cronológico se requiere para darse cuenta?
De lo que sea.
No cuanto tiempo me toma reunir datos sobre algo, sopesarlos, compararlos, tejer hipótesis al respecto, etc; no.
Sino darme cuenta.
Darse cuenta, ¿ocurre en un segundo?
¿O en un sin-segundo?
Es un proceso?
O en el instante de mirar-sentir sin pre-juicios se ve?
Se ve primero lo que es falso, y luego lo otro va viniéndo de a poco?
Se ve primero lo verdadero, y luego de a poco lo falso va dejando de ser tomado como tal?
O encerder la luz y disiparse el centro de la oscuridad son una sola cosa?
Un sólo y único movimiento?
No existe tal cosa como la extinción en el tiempo de aquello que en realidad nunca ha existido realmente.
Y por tanto, no existen tampoco todas esas categorizaciones y separaciones tejidas a partir de dicho referente imaginario.
Categorizaciones artificiosas tales como "mi sufrimiento" y "tú sufrimiento", o "mi mundo" y "tu mundo", o "mi integridad" y "tú integridad", etc.
Visto esto, vista la falsedad, la inexistencia en lo real, del falso centro que cimentaba todo el castillo de naipes de nuestro sentido egóico y separatista, entonces toda la muralla de contenciòn anímica se viene abajo.
Ello si involucra, en mayor o menor medida, al cerebro y sus hábitos, y por lo tanto, al tiempo cronológico.
Pero la situación interior ya es de una total vulnerabilidad, y una total no asociación con ninguna imágen o referencia alguna de ser.
Nada que afirmar o defender.
Y ello ciertamente se traduce en la cualidad del vivir.
No es que a nadie le vaya a salir un halo.
Ni que se convierta en algún tipo de santurrón.
Es que la vida es-integridad.
Y por tanto ninguna accíon de explotación o que vaya en detrimento de dicha integridad será ahora posible.
Nunca más.
Mucho menos aún el relacionamiento de dependencia, entiéndase gurú-discípulo, sacerdote-creyente, salvador-devoto, psicólogo-paciente, etc.
Más para verlo "desde afuera" no sólo hay que estar atento, sino que hay que estar parado allí mismo.
La atención brinda esa posibilidad por un segundo.
Luego "quedarse" allí o desplazarse a "mis ideas sobre como debería lucir y comportarse alguien que habla desde el ser", ya es asunto de la profundidad, el compromiso, la pasión y la entrega a esa indagación.
¿Quién puede decir "yo" estoy iluminado, realizado, encarné la verdad, etc?
Si lo dice, es que es, por puro mérito propio, un completo imbécil.
Y si aquel que ve no lo dice, ¿qué importa lo que pueda decir el que no ve?
¿el que tan sólo especula con lo que ha leído o escuchado sobre ello, y que luego en base a algunas experiencias "misticas" se erige en un experto y autoridad en "iluminología", "despertología", etc?
¿Qué referencia para decir algo de si puede usar aquel que internamente ya no tiene ni guarda ninguna referencia para ser?
¿Qué puede decir sobre si aquel que no se siente jamás tocado por el lenguaje?
¿Hay en él algo nuevo que antes no había?
No.
¿Hay algo menos de lo que antes había?
No.
¿Cuál es entonces la diferencia?
Que ya no hay más en él la ilusión de ser distinto, separado, carente, etc.
O sea, la ilusión de ser ese falso yo que en realidad jamás existió.
Un fuerte abrazo,
R
viernes, 7 de enero de 2011
Más allá del pensamiento.
Cualquier cosa que los demás piensen que soy no es lo que soy, es tan sólo un pensamiento sobre lo que soy, sobre mis apariencias de ser.
Cualquier cosa que yo mismo piense que soy no es lo que soy, es tan sólo un pensamiento sobre lo que soy, sobre mis apariencias de ser.
Y mientras que un pensamiento, una etiqueta, es algo estático, congelado, muerto, lo que sea que yo soy es algo vivo, se mueve, cambia de momento a momento, sin dejar por ello de ser si mismo.
Pero eso que esencialmente soy, no es definible, objetivable, pensable.
El pensamiento sólo puede señalarlo, no describirlo.
Pues el pensamiento no procede del ser, sino del mundo.
Es foráneo, es exterior, extranjero a nuestro ser, a lo que somos esencialmente.
Es adquirido.
Dado a nosotros por la sociedad, la cultura, por el mundo tal cual este era en el momento de nuestra aparición en escena.
El pensamiento es la resultante del conocimiento y la experiencia de la humanidad, o sea, de los que vivieron antes que yo.
Habla, en todo caso, de como ellos percibieron el mundo, no de mi.
Habla en realidad, de un concenso sobre lo que es; concenso del cual los que me enseñaron "como es el mundo" participaron de él.
Pero el pensamiento, ningún pensamiento es mío.
Mío, propio de mi-ser.
Inherente a mi ser.
Ningún pensamiento puede abarcar, contener, o rozar siquiera aquello que soy.
Lo que pueden, más o menos ser señaladas por el pensamiento, son las apariencias que las particularidades de ser toman en un momento dado al manifestarse.
Como por ejemplo, que hoy de mañana tenía ganas de caminar, y que por la tarde tenía ganas de echarme a dormir.
Pero eso no quiere decir que soy-enérgico, ni que soy-perezoso.
Así mismo, puedo ser calificado según mi color de piel, el país de nacimiento de este cuerpo, el idioma que hablo, la filiación política, el club de fútbol al cual tengo particular simpatía, las particularidades culturales de la sociedad del lugar donde habitualmente resido, la profesión con la cual gano mi sustendo, la clase social dentro de la cual soy enmarcado por algún sociólogo, el clán social en el cual nací, la religión dominante en la región que habito, o cualquier otra característica de la historia personal.
Todo ello, sin duda, constituye el material que puede efectívamente ser señalado por el pensamiento.
Así mismo, todos aquellos hábitos o elementos más o menos constantes en mi vida.
Pero aún así, nada de eso dice lo que soy.
Todas esas cosas que el pensamiento señala son las apariencias que esta vida que soy toma en un momento determinado, y nada más.
En otras palabras, son todas características superficiales.
Y son por supuesto, las que nos distinguen, las que nos diferencian unos de otros.
Pero lo que en esencia soy, o somos, ¿puede ser pensado?
¿Puede el pensamiento, que es el resultado del tiempo, la experiencia, la memoria, y por lo tanto el conocimiento limitado, aún por más amplio que este conocimiento puedira ser, puede el pensamiento tocar aquello que no se repite, que está vivo, que palpita y se manifiesta de modo único e irrepetible en cada quien en cada momento de la vida?
¿Puede el archivo de lo muerto, de la memoria, contactar con aquello que está vivo, siendo en este momento de un modo que jamás antes fue? ¿de un modo que no está registrado en la memoria?
Algunos pretenden describir los estados interiores por los cuales atravesamos habitualmente, y confunden esto con ser un "yo", estático, imaginariamente permanente, constante, contínuo, al cual los estados le ocurren "a él".
Y esa es en sí la más grande mentira, la más grande falacia del pensamiento.
La de que "yo" y "lo mío", o sea "yo" y "mis estados", somos dos cosas distintas y separadas.
No hay tal cosa como "yo" y "la ira", "yo que soy pacífico" y "la ira que me atacó en un momento".
"La ira", soy en realidad, yo.
Soy yo sintiéndome así a mi.
No "yo que tengo ira", no "yo y mi ira": yo soy la ira.
No como un concepto estático sobre "yo".
Sino que interiormente, no hay jamás diferencia o separación entre uno mismo,y la cualidad o el sentimiento de como uno siente en el momento en que uno se está observando ser.
Ése es el falso conflicto, creado, alimentado y sostenido por el pensamiento.
El de que "yo" y "mis sentimientos" somos dos cosas distintas, y "yo" debo "hacer algo" con ellos.
Esto es una conciencia dividida contra si misma.
Una conciencia fragmentada por la acción "etiquetante" del pensamiento.
Y el resultado es una vida de conflicto, indignidad, y desgracia.
De falta de integridad, de regateo interior por ser y esperanza de algún día llegar a ser; una vida de una constante miseria interior.
Como la etiqueta "yo" y la etiqueta "tal sentimiento" son distintas y conceptualmente (o sea en fantasía) mutuamente excluyentes, el cerebro asume que "yo" y "mis sentimientos" somos dos cosas distintas y separadas.
Observar en uno el absurdo, la falsedad de semejante propuesta, es el fin absoluto del conflicto en uno.
El fin de la división, de la fragmentación.
Y dichos sentimientos, cualesquiera que estos sean, no son jamás la propiedad particular de un ser, sino que son comunes a todo el género humano.
No son por tanto, características únicas, como para poder tazar en base a ellas una distinción y decir que "yo soy alguien que siente tristeza", y por tanto soy distinto de X "que es alguien que siente rabia".
Todos los seres humanos somos, esencialmente, lo mismo.
Las diferencias son totalmente superficiales.
Cada uno de nosotros es, esencialmente, la misma humanidad; la única humanidad.
O sea que interiormente no sólo no soy separable de como sea que me sienta, y ello está vivo, está cambiando de momento en momento, sino que además, no soy esencialmente distinguible o separable de ningún otro ser humano que exista, o haya existido, o pueda llegar a existir jamás.
Interiormente, no soy un individuo separado.
O más aún, no soy un individuo, no existe interiormente tal cosa.
Interiormente, NO SOY DISTINTO DE NADIE.
Todas las diferencias, todo lo que el pensamiento puede señalar en uno como distinto de otro, no son más que características superficiales.
Pensamiento que es la forma que el ser humano ha creado para medir, cuantificar, direnciar, designar, y así comunicarse.
Pensamiento que es de hechura humana.
Como todos los conceptos creados por el pensar.
Pero lo que soy no es un concepto; no se deja atrapar en la red del pensar.
Y no es de hechura humana.
No hay ningún pensamiento o etiqueta que sea particularmente "mío", propio de mi ser, de mi esencia.
El pensamiento no puede jamás decirme quien soy, ni que o quien es nadie.
El pensamiento sólo puede hablar de lo superficial, de la apariencia.
No del ser.
El pensamiento, aplicado a lo interno, sólo es fuente de confusión, de conflicto, de división, de fragmenteación.
Y no es por tanto la herramienta que podrá ayudarme a "lidiar" conmigo, ni con mis relaciones o problemas vivos, humanos.
El pensamiento no es la herramienta para lidiar con lo interior.
Sólo la observación sin la interferencia del pensamiento conceptual, el lúcido sentir de la vida en uno, es el único medio válido para vivir verdaderamente.
No soy jamás distindo de como sea que me sienta.
No soy distinto de nadie.
Ningún pensamiento es "mío".
Nunca podrá el pensamiento decirme quien son ni quien es nadie; jamás.
Darse cuenta de esto, es estar más allá del pensamiento.
R.
Cualquier cosa que yo mismo piense que soy no es lo que soy, es tan sólo un pensamiento sobre lo que soy, sobre mis apariencias de ser.
Y mientras que un pensamiento, una etiqueta, es algo estático, congelado, muerto, lo que sea que yo soy es algo vivo, se mueve, cambia de momento a momento, sin dejar por ello de ser si mismo.
Pero eso que esencialmente soy, no es definible, objetivable, pensable.
El pensamiento sólo puede señalarlo, no describirlo.
Pues el pensamiento no procede del ser, sino del mundo.
Es foráneo, es exterior, extranjero a nuestro ser, a lo que somos esencialmente.
Es adquirido.
Dado a nosotros por la sociedad, la cultura, por el mundo tal cual este era en el momento de nuestra aparición en escena.
El pensamiento es la resultante del conocimiento y la experiencia de la humanidad, o sea, de los que vivieron antes que yo.
Habla, en todo caso, de como ellos percibieron el mundo, no de mi.
Habla en realidad, de un concenso sobre lo que es; concenso del cual los que me enseñaron "como es el mundo" participaron de él.
Pero el pensamiento, ningún pensamiento es mío.
Mío, propio de mi-ser.
Inherente a mi ser.
Ningún pensamiento puede abarcar, contener, o rozar siquiera aquello que soy.
Lo que pueden, más o menos ser señaladas por el pensamiento, son las apariencias que las particularidades de ser toman en un momento dado al manifestarse.
Como por ejemplo, que hoy de mañana tenía ganas de caminar, y que por la tarde tenía ganas de echarme a dormir.
Pero eso no quiere decir que soy-enérgico, ni que soy-perezoso.
Así mismo, puedo ser calificado según mi color de piel, el país de nacimiento de este cuerpo, el idioma que hablo, la filiación política, el club de fútbol al cual tengo particular simpatía, las particularidades culturales de la sociedad del lugar donde habitualmente resido, la profesión con la cual gano mi sustendo, la clase social dentro de la cual soy enmarcado por algún sociólogo, el clán social en el cual nací, la religión dominante en la región que habito, o cualquier otra característica de la historia personal.
Todo ello, sin duda, constituye el material que puede efectívamente ser señalado por el pensamiento.
Así mismo, todos aquellos hábitos o elementos más o menos constantes en mi vida.
Pero aún así, nada de eso dice lo que soy.
Todas esas cosas que el pensamiento señala son las apariencias que esta vida que soy toma en un momento determinado, y nada más.
En otras palabras, son todas características superficiales.
Y son por supuesto, las que nos distinguen, las que nos diferencian unos de otros.
Pero lo que en esencia soy, o somos, ¿puede ser pensado?
¿Puede el pensamiento, que es el resultado del tiempo, la experiencia, la memoria, y por lo tanto el conocimiento limitado, aún por más amplio que este conocimiento puedira ser, puede el pensamiento tocar aquello que no se repite, que está vivo, que palpita y se manifiesta de modo único e irrepetible en cada quien en cada momento de la vida?
¿Puede el archivo de lo muerto, de la memoria, contactar con aquello que está vivo, siendo en este momento de un modo que jamás antes fue? ¿de un modo que no está registrado en la memoria?
Algunos pretenden describir los estados interiores por los cuales atravesamos habitualmente, y confunden esto con ser un "yo", estático, imaginariamente permanente, constante, contínuo, al cual los estados le ocurren "a él".
Y esa es en sí la más grande mentira, la más grande falacia del pensamiento.
La de que "yo" y "lo mío", o sea "yo" y "mis estados", somos dos cosas distintas y separadas.
No hay tal cosa como "yo" y "la ira", "yo que soy pacífico" y "la ira que me atacó en un momento".
"La ira", soy en realidad, yo.
Soy yo sintiéndome así a mi.
No "yo que tengo ira", no "yo y mi ira": yo soy la ira.
No como un concepto estático sobre "yo".
Sino que interiormente, no hay jamás diferencia o separación entre uno mismo,y la cualidad o el sentimiento de como uno siente en el momento en que uno se está observando ser.
Ése es el falso conflicto, creado, alimentado y sostenido por el pensamiento.
El de que "yo" y "mis sentimientos" somos dos cosas distintas, y "yo" debo "hacer algo" con ellos.
Esto es una conciencia dividida contra si misma.
Una conciencia fragmentada por la acción "etiquetante" del pensamiento.
Y el resultado es una vida de conflicto, indignidad, y desgracia.
De falta de integridad, de regateo interior por ser y esperanza de algún día llegar a ser; una vida de una constante miseria interior.
Como la etiqueta "yo" y la etiqueta "tal sentimiento" son distintas y conceptualmente (o sea en fantasía) mutuamente excluyentes, el cerebro asume que "yo" y "mis sentimientos" somos dos cosas distintas y separadas.
Observar en uno el absurdo, la falsedad de semejante propuesta, es el fin absoluto del conflicto en uno.
El fin de la división, de la fragmentación.
Y dichos sentimientos, cualesquiera que estos sean, no son jamás la propiedad particular de un ser, sino que son comunes a todo el género humano.
No son por tanto, características únicas, como para poder tazar en base a ellas una distinción y decir que "yo soy alguien que siente tristeza", y por tanto soy distinto de X "que es alguien que siente rabia".
Todos los seres humanos somos, esencialmente, lo mismo.
Las diferencias son totalmente superficiales.
Cada uno de nosotros es, esencialmente, la misma humanidad; la única humanidad.
O sea que interiormente no sólo no soy separable de como sea que me sienta, y ello está vivo, está cambiando de momento en momento, sino que además, no soy esencialmente distinguible o separable de ningún otro ser humano que exista, o haya existido, o pueda llegar a existir jamás.
Interiormente, no soy un individuo separado.
O más aún, no soy un individuo, no existe interiormente tal cosa.
Interiormente, NO SOY DISTINTO DE NADIE.
Todas las diferencias, todo lo que el pensamiento puede señalar en uno como distinto de otro, no son más que características superficiales.
Pensamiento que es la forma que el ser humano ha creado para medir, cuantificar, direnciar, designar, y así comunicarse.
Pensamiento que es de hechura humana.
Como todos los conceptos creados por el pensar.
Pero lo que soy no es un concepto; no se deja atrapar en la red del pensar.
Y no es de hechura humana.
No hay ningún pensamiento o etiqueta que sea particularmente "mío", propio de mi ser, de mi esencia.
El pensamiento no puede jamás decirme quien soy, ni que o quien es nadie.
El pensamiento sólo puede hablar de lo superficial, de la apariencia.
No del ser.
El pensamiento, aplicado a lo interno, sólo es fuente de confusión, de conflicto, de división, de fragmenteación.
Y no es por tanto la herramienta que podrá ayudarme a "lidiar" conmigo, ni con mis relaciones o problemas vivos, humanos.
El pensamiento no es la herramienta para lidiar con lo interior.
Sólo la observación sin la interferencia del pensamiento conceptual, el lúcido sentir de la vida en uno, es el único medio válido para vivir verdaderamente.
No soy jamás distindo de como sea que me sienta.
No soy distinto de nadie.
Ningún pensamiento es "mío".
Nunca podrá el pensamiento decirme quien son ni quien es nadie; jamás.
Darse cuenta de esto, es estar más allá del pensamiento.
R.
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