viernes, 23 de octubre de 2009

Lo definitivo... (Preguntas Esenciales)

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¿Qué es para mi lo definitivo?

El mundo es lo que es, como es.
El mundo no tiene problemas, no necesita paz.
El hombre necesita paz; es el hombre el que tiene problemas.
Y el mundo es bastante más que el hormiguero humano.


"El mundo" al que habitualmente hacemos referencia, es, en realidad, el mundo de desvarío y sin-sentido del relacionamiento humano.

"El mundo", entonces, somos usted y yo.

Y siendo nosotros como somos, "el mundo" no podría ser de otro modo.

Punto.

Cualquier otra cosa es más del mismo desvarío y sin-sentido.

Esto es lo que es, tal cual como es.

Y el único cambio posible, real, es darse cuenta.

Mientras no ocurra el darse cuanta, lo que sea que se "haga", cualquiera sea la estrategia o el modelo que se emplee, seguirá siendo el mismo perro con distinto collar.

Mientras usted, yo, el vecino, "el mundo" o quien sea, no se de cuenta de que algo que creo o asumo como bueno para mi, en realidad no lo es sino que me hace mal, entonces no ha habido cambio interno, sólo un cambio postural externo, pero el sentimiento interno es el mismo, y a la larga o a la corta, terminará finalmente imponiéndose.


Uno seguirá viendo "el mundo" a través de sus creencias fundamentales no cuestionadas, no indagadas, y todo lo demás son detalles en el decorado.

Y darse cuenta no es imponible, para nadie, jamás.

Uno no puede decir: "he decidido que a tal hora me voy a dar cuanta de algo (???) ".

Simplemente no funciona así.

Y menos aún para con los demás.

Jamás.

Uno puede juzgar y condenar a cien cadenas perpetuas a los Pinochet, a los Bush, a los Hussein, a los Micheletti, a los Hitler, a los Mussolini, o a quien usted más se le venga en gana.

Nada va a cambiar.

Nada.

Usted simplemente descomprimió su odio por un rato, disfrazándolo de sentido de justicia y venganza justificada.

Pero la verdad, es que usted, yo, el vecino y "el mundo", con contadas excepciones, somos los hijos, herederos, representantes y apóstoles de la cultura e historia de la humanidad, que es la historia y la cultura de la imposición "de lo que yo considero que es la verdad".

Somos los vivos exponentes de la "conciencia de la imposición".

Todos, más aquí o más allá, hemos aceptado o aceptamos, justificando aunque no participemos activamente, que en el nombre de prevenir contra un "posible" peligro futuro, hoy torturemos a todo aquel al que le hallamos mentalmente, colgado la etiqueta de "enemigo".

Y si no vea a las "eternas víctimas" de los judíos, crucificando a cualquiera que no los apoye bajo el mote de "antisemita", y haciendo y deshaciendo a su antojo, con total impunidad en su atropello a los derechos humanos del pueblo palestino, semitas también, por si no lo sabe.

Basta un poco de miedo, y todos nos sentimos deseosos de que la policía de palo, de que los militares salgan a la calle, de que "se haga lo que se tenga que hacer" en el nombre de que a mi no me vaya a pasar nada.

Un poco de amenaza acá, llámese comunismo, tupamaros, guerrilleros, insurgencia, sediciosos, terroristas, o bajo la apariencia que sea con que uno fantasee en su imaginario sobre "esos otros que van a venir a despojarme de lo que es mío".

El miedo está a la órden del día, y su reacción es siempre la misma, huir o atacar.

Siempre hemos creído y apostado a la imposición, tanto colectiva como individualmente.

Tanto el que trata de llegar al poder por las armas, como el que con las armas se defiende de los que tratan de arrebatarle el poder.

De hecho, es el pueblo, la gente, usted, yo y el vecino, los que nos parece bien, o por lo menos no tan mal, que el poder político-religioso tenga siempre a su servicio al poder militar y bélico.

Poder que jamás se ha movilizado inicialmente para algo que no sea reclamar-imponer su visión de las cosas sobre otro estado más débil, en el nombre de "mejores y mayores oportunidades para el comercio y el enriquecimiento de los ya ricos".

"Los invadimos para ayudarlos" como bien fue el slogan de Bush; ya de paso matamos algunos cientos de "inservibles" (que no les gusta trabajar enriqueciendo a otros bajo la esperanza de lograr el sueño americano algún día), sobre los cuales nadie va a reclamar nada, nos quedamos con su petróleo, llevamos nuestras empresas a "su" país, les ponemos unos gobernantes que respondan a nuestros intereses, y todo ello en nombre de..., de lo que sea que se les ocurra, pero en definitiva de que, en este caso, el "pueblo americano" pueda mantener su statu quo, su "american way of life", lo cual incluye el despilfarro estúpido y de modo casi obceno del 80% de los recursos energéticos del mundo, esencialmente, los llamado recursos no-renovables.

Y todo ello por que cada "americano" está convencido de su "derecho-de-nacimiento" a tener uno o dos autos así, una casa asá, un anillo de diamantes del tamaño de una manzana granny smith para el día de su boda, y no les interesa demasiado, si, en nombre del "progreso" del mundo occidental (???) y cristiano, o sea de su "mundo", la CIA, el pentágono, y la "inteligencia" militar junto con los capataces de turno en la casa blanca, deben coordinar para ello algunas dictaduras en esos feos paises del tercer mundo, aprovechando la oportunidad para mover la industria armamentista siempre presente detrás del sillón de la sala oval.

Si no estuviesen de acuerdo, conciente o inconcientemente, no mandarían a sus hijos a unirse a la marina, no eligirían a un candidato semejante porque ni siquiera lo propondrían, etc.


"Yo tengo derecho a consumir y a tener lo que quiera" y en nombre de ello estoy dispuesto a lo que sea.

Hoy rematan el punto las delaraciones de los títeres de la UN, las amenazas de pandemias con las que se presiona a los gobiernos para que compren vacunas a las multinacionales farmacéuticas, y el con-vencimiento general de que no es posible salirse de ello.

¿Y qué tiene que ver todo esto ("el mundo") con el darse cuenta?

Pues es simple; siempre van a surgir-emerger de la conciencia popular (o debí decir inconciencia popular)los Pinochet, los Bush, o los que sean con el apellido que sea, mientras usted, yo y el vecino estemos de acuerdo en que el ser humano tiene derecho a imponerse a otros.

Primero trataremos de con-vencer "por las buenas"; y si esto no resulta, en algún momento, alguien propondrá la otra alternativa, que es en realidad la otra cara de la misma moneda, y surgirán entonces los miles que están dispuestos a obedecer las órdenes demenciales de un Bush, un Hitler o un Goyo Álvarez, y surgirán en ese mismo momento los miles de millones que están dispuestos a quedarse en casa mirando la tele mientras "ellos" (no nosotros eh!) hacen el trabajo sucio.

Nunca puede un régimen dictatorial, sea de izquierdas o de derechas, sostenerse en el poder, si no cuenta con un mínimo de apoyo popular activo, y un mucho mayor permiso popular pasivo.

Cuando no se censuran los abusos que se cometen, en el nombre de que es la única forma de restaurar el órden, se está implicitamente dando permiso para abusar. Se da con-sentimiento.

"Mientras a mi no me toquen..."

"Algo habrán hecho".

"Es su karma".

Lo sellan con su bálsamo para conciencias incomodadas, los nuevos gurúes y filósofos de la Ley de Atracción, que como el incalificable de Bob Proctor, proponen que si el 2% de la población mundial se queda con más del 80% de las riquezas del mundo, es porque se "sintonizan" con la abundancia y no con la carencia como hace el otro 98% de la población mundial, y merced a la "espiritual" ley de atracción logran así el "éxito material" que es, en nuestros tiempos, "la auténtica señal de los verdaderos auto-realizados".

Hacerse rico haciendo que otros trabajen para uno, aprovechándose del miedo y la ambición de los demás es el último grito de la moda de la conciencia, lo último de lo último en virtudes para cultivar.

Hace que los ya multi-ricos expriman más y más inescrupulosamente a todo el mundo, y que los ya empobrecidos y re-empobrecidos del mundo no se bajen del carrusel del consumo con la esperanza de algún día poder "progresar" y llegar más cerca de la cima.



"Son pobres porque quieren, porque no les gusta trabajar, porque no son ambiciosos, porque son inferiores, porque son negros, porque piensan en la carencia y no en la riqueza ilimitada, porque no son el pueblo elegido..., etc"


Lindo verso el de la riqueza ilimitada, para la madre de Africa que contempla como de sus pechos secos no sale leche para alimentar al hijo que se muere en sus brazos en medio del abandono , las moscas, y la mirada impasible del mundo y los organismos internacionales.

Lindo verso el de la riqueza ilimitada del universo, que no es falacia pero es verso, pues del universo sólo habitamos la tierra, y en ella la cantidad de alimento que se cosecha si es limitada, y si en nombre de la abundancia y el éxito usted acapara más de lo que realmente necesita para vivir con dignidad, como extrañarse después de que a otros les falte!

Lindo verso para el niño que come del contenedor de la basura mientras mira el desfile de autos en el supermercado o el shopping del cual ha sido excluído, simplemente por haber nacido "en el lugar equivocado".

La riqueza, el éxito material es ahora el bien más preciado y la meta a alcanzar, o mantener, en caso de que ya lo hubiese logrado.


Definitivamente, al decir del I Ching, estamos en la época "del ascenso de los vulgares".




Si hubiése un profundo sentido del valor de la vida y de la integridad del ser humano, y por ende, un profundo rechazo a cualquier forma de abuso o coerción de la libertad moral, intelectual y física del individuo, ¿cree usted que sería posible que hubieran militares o guerrilleros que en nombre de las ideas que fuesen estuvieran dispuestos a despedazar a balazos a otro ser humano? ¿y a torturar? ¿y a violar?
¿Y habrían civiles que estuvieran igualmente dispuestos a convalidar todo eso?

Si hubiese un profundo sentido del valor de la vida y de la integridad de todo ser humano, ¿cree usted que habría esta demencia consumista que hace que el 30% de la población mundial muera de hambre por que el resto tiene "derecho a tener y a acumular lo que sea que se le antoje"?

Si hubiese un profundo sentido del valor de toda vida, ¿cree usted que trataríamos a los animales, a las plantas y al planeta como lo hacemos sólo porque "dios nos ha puesto sobre toda la creación para que nos enseñoremos de ella"?

Si hubiese un profundo sentido del valor de la vida y su integridad, la imposición sería impensable, a nos ser a los efectos prácticos de enseñarle a un bebé a comer con cuchara y otras cosas por el estilo, pero jamás para impedirle a un ser humano, anciano, adulto, jóven, niño o bebé, hombre o mujer, que sea el mismo; mucho menos para privarle a nadie de los satisfactores a sus necesidades básicas en el nombre de "mi derecho al éxito", o de violentar a nadie en nombre de mis ideales, o de la obtención de mi retorcido placer personal.

Es la voz de la envidia impotente y la estupidez la que grita en todos los ambiciosos: " ¿y si ellos lo pueden tener por qué yo no?!!!"
"¿y por qué no?!"

Si hubiese un profundo sentido del valor de la vida y su integridad, jamás tendríamos ni la clase política que tenemos, ni el estado que tenemos, ni la cultura que tenemos; no tendríamos este "mundo".


Pero yo vivo en un país donde se celebra el descenso de la mortalidad infantil y se proclama como un logro de las políticas llevadas a cabo por el mismo partido de gobierno que impulsa con feroz e irracional vehemencia el "derecho" de las mujeres a matar a sus propios hijos en su vientre, porque en un momento deciden que no se sienten preparadas para "complicarse la vida" con un hijo.

Lideradas ellas entre otros, por un abogado (cuando no un abogado) que lleva adelante casos de derechos humanos por denuncias de detenidos-desaparecidos durante la última dictadura militar de derecha.
(parece que los derechos "humanos" no incluyen a los bebés).

No están psicológicamente preparadas...
"Nosotras parimos, nosotras decidimos".

La comodidad psicológica, es, en este caso, un valor proclamado por encima del valor de la vida en si.

Y para los políticos, es más importante permanecer en el poder al precio que sea, que ser íntegros y coherentes.

Esa es nuestra realidad porque esta es nuestra clase política.
Y esta es nuestra clase política, porque así somos nosotros.

Y así somos nosotros porque nos damos cuenta de lo que nos damos cuenta y no nos damos cuenta de lo que no nos damos cuenta.

Es mundo es lo que es, porque usted y yo, y el vecino, y el político, y el militar, y el jefe de ese militar, y quien sea que a usted se le ocurra somos lo que somos.

Y siendo lo que somos, como somos, "el mundo" no podría ser de otro modo.

El "mundo" es demencia, y usted "viaja" en ese mismo tren.


La pregunta obligada, a estas alturas, es por qué el ser humano es lo que es o actúa como actúa, lo cual en los hechos, viene a ser lo mismo.


¿Bajo qué premisa, bajo qué encantamiento maldito somos los seres humanos movidos a la inhumanización?

Históricamente, el factor común a cualquier cultura, antigua o moderna, de oriente o de occidente, es uno y el mismo: la identificación con la imposición como forma "normal" de relacionamiento.

Imposición por el convencimiento, por la insistencia, por el asedio, por el apabullamiento intelectual, por el menosprecio, por el chantaje emocional, por el miedo suscitado con la amenaza, por el ejercicio impune e insensible de lo amenazado.

Imposición que es verticalismo, intolerancia, odio, fanatismno, fascismo, ya sea de clases o de "entre-casa".

Fascismo que ejerce y ejercerá necesariamente, aquel que se sienta, en mayor o menor grado, como el protagonista "de los cambios que deben darse"; que se sienta como "el que debe mostrarle al otro lo que hay que hacer".

"El que debe cambiar la realidad", "el salvador", "el que sabe lo que hay que hacer, y hacia dónde hay que ir, y cómo las cosa deberían ser".

"El elegido".

"El candidato", "papá", "el que tiene las cosas claras", "el que ve más allá", "el maestro", "el gurú", "el doctor", y una larga lista de etcéteras improvisados como los nuevos pontífices, ministros e iluminados de turno.


La conciencia de imposición es la resultante inequívoca de la asunción del protagonismo del cambio.

De creer que se sabe como las cosas, el mundo y los demás "deberían" ser.

El que cree saber como algo o alguien "debería" ser lleva, inevitablemente, un sentido de conflicto y un deseo de imposición en su interior.

El que ve, ve el desatino, y no puede participar más de él.
Lo único que puede hacer es vivir según lo que ve, y viviendo, compartirlo.

Compartirlo, jamás tratar de imponerlo.

Si trata de imponer, es que no ve.


Ver, es darse cuenta de que el único cambio posible y verdadero es el cambio interior, que es el darse cuenta, que es el ver.

Y este jamás puede ser controlado, monopolizado, administrado o impuesto a voluntad.

Nunca.

Ver, es darse cuenta de que el mundo es como es porque cada quien es como es, y cada quien es como es porque no se da cuanta de lo que no se da cuenta.

Y no hay forma alguna, ninguna forma, de "hacer que el otro se de cuenta".

Ninguna. Jamás.

Lo único que me es posible, es darme cuenta yo, y vivir ese darme cuenta, y viviéndolo, compartirlo.



Darme cuenta de que nada depende de mi.



Nada, ningún cambio verdadero.

Ningún cambio interno, ni en mi ni en nadie, depende de mi.

Uno sólo puede preguntarse sobre si algo depende verdaderamente de uno o no, pero sin contestarse mentalmente.
Entonces, el sentir no distorsionado por el pensamiento, es la respuesta, es darse cuenta.

Pero no puedo fabricarlo mentalmente pensando sobre ello, argumentando, tratando de convencerme o convencer a otros.

¿Hay algo que dependa de mi?


Aparte de lavarme los dientes, prepararme una taza de té verde, limpiar la casa, cocinar, trabajar, o lo que sea que mi situación real me demande en el momento presente, y ese tipo de cosas.


Aparte de eso, internamente, en mi o en otros, ¿hay algo que dependa de mi?


Darse cuenta de que NADA depende de uno, es darse cuenta de que NADA es asunto de uno, internamente hablando, claro está.

Es darme cuenta que no soy ni el ministro, ni el censor, ni el controlador o carcelero de nadie; ni siquiera de mi mismo.

Y es entonces, no tener nada por lo cual luchar, nada que imponerse ni imponerle a nadie, nunca más.

Ningún cambio por el cual se deba uno esforzar o por el cual deba luchar contra si mismo o contra los demás.

Entonces, en uno hay paz.

Uno es paz.


Y es estar, entonces, instantánemente fuera de la corriente ancestral del desatino de la humanidad.


Y sólo desde allí, sin participar más ni nutrir más la confusión y la demencia, puede uno ser para otros un espejo que refleje su verdadera y natural seidad, que es, obviamente, también paz.


Pues sólo quien es paz, puede "llevar" o compartir paz, dar paz.

Es el hombre "que vive en el mundo pero no es del mundo".

Y es el que será señalado por sus "hermanos" como un traidor por no querer apoyar ninguna de sus causas de lucha, es el que será visto como alguien no comprometido, como un proscripto.

Sin embargo, nadie más comprometido que él.

Y nadie tan sólo.


Darse cuenta de que nada depende de uno, es lo que lo deja a uno libre para poder vivir de manera simple, por el tiempo que sea que la existencia del cuerpo le dure, ocupándose simplemente de los desafíos que la vida le pone delante, disfrutando del estar vivo, viviendo e irradiando esa paz en la que se vive, y teniendo toda la energía y la sensibilidad disponibles para disfrutar de este impresionante espectáculo, profundamente gozoso y misterial e insondable, que es La Vida.



Darse cuenta de que nada depende de uno es lo que termina con la resistencia al fluir de la vida tal cual es, y en ese fluir de la no-resistencia se diluye el "yo", el inexistente "yo", cúmulo de recuerdos muertos y opiniones de como las cosas, los seres y la vida debían ser, puntos de vista en contra de como las cosas y los seres eran, con los cuales nos habíamos indentificado, y con los cuales nos habíamos "separado" del fluir, de la armonía de la totalidad.


Porque el fluir de la totalidad de la vida es armonía, es perfecta paz; siempre lo ha sido y siempre lo será.


Sólo es el hombre quien necesita paz.



Nada depende de mi.


Esto es para mi, lo definitivo...







Richard Mesones

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