lunes, 22 de febrero de 2010

La grán mentira: la falsa amenaza repetida.

En un punto muy temprano de nuestra niñez, frente a una manifestación espontánea de nuestro sentir, pero que no estaba dentro de los parámetros de lo que los padres esperaban de uno, en pro de "encausarnos" o "pulirnos", se nos dejó bien claro que "necesítábamos" no hacer tal o cual cosa, porque si lo hacíamos, algo terrible nos iba a pasar.

Se nos amenaza, y se lo hace de un modo absolutamente desproporcionado y cruel, sin tener en cuenta lo que unas tales palabras y miradas cargadas de semejante intensidad, son capaces de causar en la mente de un niño, el cual confía en sus padres como si éstos fueran dios.

(Comentario de paso, por si no lo sabía: dios son los padres).


Poco importa cual fuera el argumento exácto, la ecuación es la misma.
Y lo que es más importante, la carga emocional intimidatoria y terrorizante de que va cargada la advertencia, es la que hace el verdadero trabajo, pues la convierte en "creíble" frente a nuestros ojos inocentes, y hace que nuestro cerebro la tome por una realidad.

A partir de ese momento, la estrategia va a ser repetida, hasta grabarse a fuego en nuestro ser.

Es la querida y nunca bien ponderada "educación" familiar.
Algo similar a lo que hacía el ruso Pavlov en sus experimentos.

Condicionar una respuesta frente a un estímulo dado (la amenaza).
Así, más el agregado del "premio" si uno se esfuerza por ser como quieren que sea, el resultado es una "doma conductual" que da como producto final, el típico ser neurótico que la cultura y la sociedad reclaman.

O sea, se le dice que no sea así, y que trate por el contrario más bien de ser asá, como fulanito o sutanito, porque si no lo hace...

Siempre es una amenaza, con algo que realmente necesitamos, pero que en modo alguno podría nuestra conducta generarnos su carencia.

Ejemplo: "si te sigues tocando así, mamá no te quiere más."
"si no te duermes ya, va a venir el viejo de la bolsa y te va a llevar."
"si no te portas como papá te dijo, él se va a ir y nos va a dejar solos y no va a volver más por culpa tuya."
"si dices eso es que no me quieres, así que no me abraces ni me pidas nada después."
"¡jamás vuelvas a decir eso!"
"¡NO! ¡NO! y ¡NO!"
"si no haces lo que te dijimos dios te va a castigar."
"¡qué feo lo que hiciste!; ¡jamás creímos eso de ti!."
"mirá lo que te ganaste, ahora tus primos y tus tíos ya no te quieren, ni van a querer que sigas yendo de visita a jugar con ellos."
"los niños que mueren y no fueron bautizados se van al infierno."


En fin, así casi ad infinitum, o ad náuseam, que para el caso, viene siendo lo mismo.

El mensaje es siempre el mismo: NO SEAS TÚ.
Trata más bien de ser-como...
¡Si no, ya sábes... todo tiene consecuencias!

Las amenazas son de las más variadas según el caso, pero esencialmente se refieren a: desamparo, aislamiento, exclusión, privación de alimento, privación de protección, daño potencial, dolor potencial, rechazo y ostrasismo, y muerte.

Se refuerzan con miradas de desprecio, gestos intimidatorios, prohibiciones expresas, insultos de todo tipo, actitudes de rechazo y desinterés, encierro, ser absolútamente ignorado por aquellos de quienes se depende para la propia supervivencia, y golpizas con todo tipo de utensillos y ornamentos caseros.

En fin, todo un compendio de técnicas y métodos tradicionales al servicio de la mejor pedagogía casera.

Esta es la "psicología" de nuestros padres.

Como resultado, nuestra atención queda "presa" fuera.
Focalizada en el afuera, en "los demás".
Pendiente de "los demás".

A tal punto que uno se "olvida" de sentirse a si mismo, se olvida del propio ser.

Se olvida de ser uno mismo, tal cual uno mismo es.
Se "olvida" de cómo es que uno sentía, cuando todavía no tenía que llegar a ser.


Como si esto fuera poco, se vive, como es obvio y esperable frente a este panorama, en una sociedad, en una raza, en la cual ser, solamente ser, no tiene ningún valor en si mismo; sólo tienen valor el ser así o asá, y el llegar a ser.

UNO HA SIDO PROGRAMADO PARA VIVIR PENDIENTE DE LO QUE LOS DEMÁS ESPERAN DE UNO.

Temeroso de lo que los demás pensarán de uno, de que los demás lo puedan desaprobar a uno.
Deseoso de ser aprobado por los demás, aceptado por los demás.

Programado para tratar de controlarse, para disciplinarse, y para controlar.

Programado para buscar en el control y la aprobación, así como en el trabajo, la situación económica, la pareja, la vida familiar, las instituciones, el estado, la religión, el partido político, o la tribu que sea, la seguridad que naturalmente el organismo-ser vivo necesita como garantía de su continuidad.

O mejor dicho, como momentáneo antídoto, contra el temor provocado por la creencia de que "necesito" de esas cosas para sentirme seguro.

Para la grán mayoría, esto es incuestionable.
Es dogma de fe. Convencimiento nato.
Es EL DOGMA, de LA FE.

El miedo psicológico, es el dios incuestionado que ha gobernado y gobierna la mente humana.
Es el verdadero dios detrás de todas las máscarás, el poder detrás del trono, el único que ha gobernado y gobierna los destinos de la humanidad.


Sin embargo, ¿quién se siente seguro en su interior?
¿Quién de los millones que siguen fielmente la receta sin cuestionarla, han logrado vivir libres del miedo?

¿Quién de todos los que pisan y pisaron la tierra desde que el mundo es mundo ha podido vivir en el natural estado libre de temor?

Probablemente, mucho menos que unos muy pocos.


El temor, el miedo psicológico, es exáctamente esto: la reacción anímica natural frente a una supuesta amenaza a nuestra seguridad creada por el pensamiento.


O sea, frente a una amenaza que no es real, que en modo alguno es tal, que NO EXISTE.


Es CREER que necesito para sentirme seguro algo que en realidad no necesito.



Y por tanto, una vez que creo en esa mentira, y veo que no poseo el objeto tal, o que puedo perderlo en cualquier momento, se genera en mi interior, como reacción a ello, un estado de inseguridad.

Esto activa en mi la vieja respuesta adrenalínica del cuerpo frente a un peligro inminente o amenaza, la reacción de luchar o huír.

Es el comienzo del desquicio y la violencia.



Así, mi atención vive al pendiente de las cosas y personas que la creencia me dice que "necesito" para poder sentirme bien, en plena seguridad.

Controlar tal cosa, lograr la aprobación o aceptación de tal grupo o persona, asegurarme que tal o cual condición no cambie en un sentido que no me sea favorable, asegurarme tal o cual resultado en el curso de acción que estoy siguiendo, no sufrir rechazo de parte de tal otra persona, no dar una mala impresión en tal o cual lugar, lograr "éxito", llegar a ser reconocido, etc.

En fin, todo lo que usted habitualmente llama deseos.
Que suelen ser, en realidad, temores camuflados.

Son la resultante de creer que necesito X para sentirme seguro/confiado/amado/bien/en paz/ etc.


Por si no lo entiende aún, usted ES su atención.

Y si se vive tan focalizado que no se siente a si mismo tal cual es, sin la distorsión del "tener que ser", entonces usted no vive, no siente, no late, no ama, no es.

El pecho no está abierto, el aire, mensajero de la vida, no lo puede líbremente por dentro recorrer.

Tiene el pecho angostado; esto es lo que quiere decir la palabra angustia.
Angosto, contraído.

No siente.

Todo lo contrario de lo que sucede espontáneamente con la respiración cuando se contempla algo grandioso cuyo impacto obliga al cerebro neurótico a detenerse.

Uno se expande, se infla y se desinfla en un movimiento unitario y absolútamente distendido.

Suspira.

Y siente.


La constante amenaza en la mente, refuerza la creencia de que necesito tal o cual cosa para sentirme de tal otra.

Así engañado, se sebrevive entre dos fuegos cruzados; el deseo esperanzante y agónico de llegar a obtener, y la angustia solapada que anticipa el dolor de no llegar a obtener.

Este es el llamado "normal vivir", en el cual están inlcuídos psicólogos, psiquiatras, sacerdotes, gurúes, líderes del tipo que sea, maestros, dioses reencarnados, pastores protestantes, obispos pederastas, dirigentes sindicales, economistas, reformadores sociales, licenciados en nada, conferencistas motivacionales, y todos los que pretenden mostrarle a usted "el camino".

El camino que conduce a "la seguridad última".
La seguridad "absoluta".
La "iluminación".
La "realización".
"Dios".
"El éxito inamovible".



En el funcionar diario, esto hace que uno jamás esté presente en donde está presente.
La mente siempre está "llevando" la atención a otro lado.
A fantasía.
A "los demás".

Esto es lo que hace que el cerebro siempre este "ocupado" con algo, con algun "hacer" a través del cual va a lograr sentirse Z.

Esto es el sobrevivir, sintiéndose "desconectado" de la vida, de la realidad.

Pues la vida, la realidad, es lo que me reclama atención a través de mi natural sensibilidad, no los innumerables asuntos que captan mi atención por mi mentalidad.

Vivir, es ser siendo en comunión, y en esa comunión, respondiéndo en cada momento al desafío de la realidad.

A lo que me ocupa en REALIDAD.

No en fantasía.

Ocupándome de lo que es verdaderamente asunto mío.

Y no dejándo de hacerlo por ocuparme de lo que no es asunto mío.

O sea, siendo yo mismo, sin tratrar de hacer esto o lo otro por algo que se supone que debo llegar a ser o que se supone "necesito" para poder sentirme así o ser asá.

Ser uno mimsmo siendo, es, en comunión responder a la realidad, ocupándome de lo que es asunto mío, porque la realidad me lo reclama a través de mi sensibilidad natural.

Ocuparme de lo que no es asunto mío, es desoír-me mi propio y verdadero sentir por creer en lo mental.

¿Cómo saber qué es asunto mío y qué no lo es?

Es simple.

Asunto mío es lo que depende de mi.

Y lo que no depende de mi, puedo no saber de quien depende o de quien es asunto, pero asunto mío no es.


Lo que depende de mi, es asunto mío.
Lo que no depende de mi, no es asunto mío.


Asunto mío es hacer lo que el sentir natural me reclama hacer.
Y nada más.

Cualquier otra cosa es querer imponer sobre otros o sobre uno mismo, una idea de como algo debería ser.

Es querer forzar.

Y es creer que necesito que algo sobre lo cual no tengo forma de incidir, sea así o asá para poderme sentir bien/seguro/amado, etc.


Cuando algo no depende de mi, no importa cuanta fuerza física o mental haga en esa dirección, ello no cambiará ni en un milímetro.
Porque simplemente, el que eso cambie o no cambie, así como hacia dónde cambie o cuando lo haga, NO DEPENDE DE MI!!!

Y por tanto no hay nada que yo pueda, ni deba, o necesite hacer al respecto.

Es tan sólo que ha aparecido en la mente la idea de que necesito que ello sea distinto de como es, y como me lo he creído, lo he convertido en un supuesto "asunto mío".

Mi atención ya no está más en la realidad y lo que esta me reclama; ya no estoy más conciente de mi verdadero sentir, sino que está ocupada en la mente, en fantasía, tratando de "resolver" ese asunto que tanto reclama ahora mi atención.

Estoy viviendo en la burbuja mental.

Estoy "divorciado" de la vida, de la realidad.


Este es habitualmente el curso que toma la atención, cuando se ha sido reiteradamente amenazado y convencido sobre necesitar, para poder vivir en natural bienestar, de elementos ajenos a uno y a lo que de uno depende.


Esta es la trampa que mantiene la atención focalizada fuera, inconciente de su fuente ,que es ser.


SER en el cual todas las cualidades necesarias para la plenitud de ese vivir, de ese Ser-siendo, se encuentras presentes, pues son y siempre han sido parte integral de la naturaleza misma del ser.


Por eso, cuando se pierde el poder sobre la atención, se "pierde" el propio ser, con sus cualidades de órden integrativo, amor omni-incluyente e incondicional, seguridad, confianza, unidad, particularidad incomparable, etc.

A partir de ese momento se lo comienza a buscar fuera.

Esto es lo que la ignorancia es.

La ignorancia del propio ser y sus cualidades inherentes.

Esto es lo que la esclavitud es.

Lo que mantiene a la mente permanentemente ocupada en lo que no es asunto suyo, y no permite que la atención descanse naturalmente en el Ser-siempre-siendo.

No permite al ser sentir-SE, naturalmente.

Naturalmente quiere decir, simplemente ser.

Sin carencias, y por tanto, sin necesidad psicológica, ni deseo alguno al cual apegarse, ni objeto o situación alguna a la cual temer.

Simplemente ser.

Y en consecuencia, hacer o no hacer, según las circunstancias lo requieran.


Sin nada más de lo que tener que ocuparse, más que lo que la realidad en ese momento me reclame.

Sin ninguna otra cosa que "tener que".

Simplemente ser.

Y para ello, como todo, lo único que la mente precisa, es que la asistamos a poder ver, cláramente, si X, es asunto mío, o no.

Si cada vez que me ocupo de lo que no es asunto mío, no me estoy ocupando de lo que sí es asunto mío, y como consecuencia me siento como "desconectado", incómodo interiormente, tenso, frustrado, y agotado, no es para la mente nada difícil el soltar tan molesto asunto, cuando VE que se está generando a si misma semejante malestar por ocuparse de ello, en vez de atender a la realidad en la cual está verdaderamente inmersa; la realidad en la cual ES.


Lo único necesario es asistir a la mente a ver, a poder ver cláramente, si algo es asunto mío o no lo es.

Esto es todo lo que se necesita para que la mente suelte espontáneamente aquello que no lo es, y que es fuente de mal-estar, de "desconección", separación o asilamiento de la realidad.


La herramienta, como siempre, es igual de simple:




1- El como sea X, ¿depende de mi?

Resp.

2- Entonces, el cómo sea X, ¿es asunto mío?

Resp.



Pruebe, y verá cómo cuando la mente deja de ocuparse de lo que no le incumbe, la atención reposa naturalmente en el ser, y usted se siente "nuevamente" usted mismo, distendido, sensible, "conectado", naturalmente centrado, y sin tener que hacer absolútamente nada para ello.

Verá entonces que no siente "necesitar" nada de lo que creía necesitar para sentirse naturalmente bien, seguro, confiado, afectuoso.

Verá, como no se necesita de absolútamente nada, para ser en común unidad natural con todo lo que es.








Richard Mesones.

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