sábado, 10 de julio de 2010

El flujo de lo divino.

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La vida es el flujo de lo divino, siempre.

El flujo de lo divino, dàndose cuenta de serlo, o no dàndose cuenta de serlo, pero igualmente sièndolo.

Creer que hay que hacer algo o recorrer algùn tipo de camino para "llegar" a lo divino, es-en-si el no darse cuenta de serlo.

Seguir creyèndolo es lo que sigue impidièndome darme cuenta de serlo.

No importa cuanto una creencia, filosofìa o dogma parezca "acercarme" a ello.

Sentirse MUY cerca, es aùn, sentirse SEPARADO.

¿De dònde procede entonces este sentimiento de separaciòn respecto de lo divino, este conflicto, esta constante inseguridad y sufrimiento, este aislamiento respecto de la vida como totalidad?

Procede, inequìvocamente, de una conciencia que jamàs reposa en si misma, sino que està todo el tiempo pendiente de todo lo que es externo a su particularidad de ser, a su particular ser.

Una conciencia que no se ocupa de lo que es asunto suyo por estar constantemente preocupada por lo que no es asunto suyo.

Asì se va por la vida, distraìdo de la vida misma, de lo que la vida demanda de mi a travès de mi propìo sentir.

Distraìdo, inconcientemente "separado" de la vida que es en mi, la vida que soy.

Se vive todo el tiempo como si se estuviera en otra parte, nunca en donde estoy.

Como si fuera otro, no el que soy.

Como si dependieran de mi cosas que jamàs han dependido de mi, y como si las que dependen de mi no fuesen dignas del suficiente interès.

Se vive "desconectado" de si mismo.

"Fuera" del propio centro, de esa centralidad sin punto ni circunferencia externa.

De espaldas a la sensibilidad del puro ser, de espaldas al propio latir de la vida en mi.

En nombre de tal o cual cosa, persona o ideal, lo mismo da.

El HECHO real es que no estoy viviendo una vida verdadera.

Estoy haciendo de cuenta que no siento como siento, y que siento de un modo que no lo hago.

Entonces asì haciendo, por màs buena intenciòn que ponga en lo que sea, lo que doy no es real, no es autèntico, no procede del corazòn, de mi SENTIR real.

Y por tanto tampoco puede tocar, mover, lo real en los demàs.

Èstas son las cosecuencias de no vivir mi vida, por tratar de arreglar, de "solucionar" la vida de los demàs.

Las consecuencias de no ocuparme de lo que es asunto mìo por vivir preocupado en lo que no es asunto mìo.

En un vivir asì no hay jamàs PAZ.

Hay tensiòn, mal-estar, desgaste, desvitalizaciòn, conflicto, excentricidad, desconecciòn, aislamiento, agotamiento, insensibilidad, e inseguridad.

Inseguridad inevitable, pues se vive con la atenciòn prendida de aquellos elementos que son justamente, los que no dependen del propio hacer, del propio vivir.

¿Còmo no sentirse inseguro y constantemente amenazado, cuando nuestra sensibilidad "viaja" aferrada todo el tiempo, a elementos en constante cambio, cuya suerte està màs allà de cualquier cosa que yo pueda o no pueda hacer respecto de ellos?

En un vivir asì es imposible no sentirse como una marioneta a merced de las circunstancias del acontecer en torno nuestro, o en torno de aquellos sobre los cuales gravita nuestra atenciòn.

La PAZ que tanto anhelamos, no es posible sino vivimos en PAZ con nosotros mismos.

Y vivir en PAZ con nostros mismos sòlo es posible cuando vivimos ocupàndonos de lo que es asunto nuestro, sin dejarnos enganchar por lo que no es asunto nuestro.

PAZ, sin conflicto, es la màs perfecta seguridad, y es estar dando lo mejor de uno al mundo y a los que nos rodean, pues es estar viviendo y dando desde el corazòn, y estar compartiendo en PAZ, compartiendo PAZ.

Es vivir siendo en comuniòn, en constante concordancia con el latir del corazòn de la vida en mi.

Y en ese vivir hay lucidez, y darse cuenta de que todo, TODO, es el flujo de lo divino.





R.

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