Ocupado, que ocupo mi atención-conciencia-sensibilidad en o con algo.
E implícitamente, que uno como espacio de atención, ha sido copado, ocupado.
Cuando me paso todo el tiempo ocupado, mi atención-sensibilidad, mi conciencia de ser está pendiente de algo, ya sea de algo externo a mi ser, ya sea de un fragmento que el pensamiento ha etiquetado como importante.
O sea que mi atención reposa "fuera" de la natural sensación de ser.
Y por lo tanto, ajena a la natural alegría de ser que de ella se desprende.
Y al mismo tiempo, al constatar que ya no puedo desenganchar mi atención de algo, pues tengo el hábito de estar siempre ocupado y siempre enganchado con algo, me doy cuenta de que he sido, espacialmente ocupado.
Ya no queda en mi atención nada de esa cualidad espacial que es lo que permite la apreciación de la vida, el contemplar, el observar, el gozo de ver.
Interiormente, hay conflicto, inevitablemente.
Pues el cerebro-pensamiento ha quedado enganchado con algo, y ya no sigue atento al movimiento de la vida, la cual continúa fluyendo, paralelamente y ajena a nuestras ocupaciones mentales.
La vida en mi interior reclama mi atención hacia aquí o allá, pero mi cerebro, administrador en este caso de la atención, la redirige hacia aquello supuestamente importante de lo cual "debo" ocuparme ahora.
A estas alturas, estoy ocupado, re-ocupado, pre-ocupado, fragmentado, etc.
Ya la cualidad del corazón, de nuestra naturaleza original, de nuestra verdadera interioridad no permea más nuestra psiquis.
Ya no sentimos naturalmente desde el simple ser, pues estamos ocupados.
Ocupados, posesos, obsesionados con tener que ocuparnos de algo todo el tiempo, con "aprovechar" el tiempo, con "no perder el tiempo", porque "el tiempo es oro", etc.
Y el tiempo, no es, en los hechos, algo ajeno a la vida, pues es nuestro vivir desplegándose en el tiempo.
O sea, que si miramos atentamente, fríamente, objetivamente, constataremos que, salvo por pequeños períodos o momentos, en general nos hemos pasado la vida ocupados mentalmente, siempre detrás de algo.
Nunca, o casi nunca, nuestra atención descansa en su interioridad.
Nunca, por tanto, o casi nunca, nuestra atención está empapada, embebida, de la cualidad de nuestra interioridad, de la cualidad cordial.
Atendemos a "nuestros asuntos", ya sean éstos los propios sentimientos o ideas, o algo que debo realizar externamente, con una atención fragmentaria, no cordial, des-centrada, extranjerizada.
Atendemos no desde lo que somos, sino desde las ideas sobre lo que nos ocupa; o sea, desde las ideas-creencias por las que somos ocupados.
De modo que nuestra constante ocupación, nuestro hábito de "tener que estar todo el tiempo ocupados con algo", es en realidad, nuestro escudo, nuestra muralla contra la natural e incausada alegría de ser.
Contra la alegría de simplemente ser.
Contra la cualidad o el sentir natural del corazón.
Contra el vivir sensible; sensible para con la vida, para con nosotros, para con todo.
¿Ha probado alguna vez atender desde o con el corazón?
¿Ha probado alguna vez a permitir que la cualidad sensible de la atención, eso que llamamos el corazón, se extienda por todo su ser?
¿Ha probado alguna vez atender a la vida, incluyendo a las ocupaciones, pero hacerlo desde el corazón, desde el sentir, desde esa cualidad interior y no solamente desde el restrictivo pensar sobre...?
¿Ha probado alguna vez a descansar su atención en la región del corazón, sin concentrarse, sin resistirse, y permitir que dicha cualidad vuelva a ocupar, a recuperar cada centímetro de su ser, incluídos sus sentidos, su cerebro, su pensar, su ser todo?
¿Ha probado alguna vez a dejar de resistirse, y permitir que el corazón florezca?
¿Ha probado alguna vez a sonreir desde el corazón?
R.
lunes, 24 de enero de 2011
martes, 18 de enero de 2011
El "yo" es un movimiento que yo hago con el pensamiento.
Todo el problema psicológico, su raíz, es el casi constante sentimiento de carencia, de incompletitud, de no totalidad, el cual es el común denominador de nuestras vidas, y merced al cual emprendemos casi todo lo que emprendemos, con la esperanza de poder erradicar de nosotros dicho sentir.
Es el motivador de nuestra búsqueda, que es siempre la búsqueda de la completitud "perdida", del perdido sentido de totalidad, de plenitud.
No importa el nombre que le pongamos: felicidad, realización, liberación, dios, iluminación, éxito, y una larga lista de etcs.
La diferencia está en la palabra usada, y en las imágenes asociadas a dicha palabra.
Creemos que buscamos la riqueza material, a dios, la pareja perfecta, la comprensión última, etc, pero esto no es así.
En el sentido de que no buscamos esas cosas por si mismas, sino por lo que suponemos que pueden proveernos, que pueden devolvernos, a saber: el sentido de completitud, de ser un todo en unidad, con todos y con el todo.
O sea que todas esas cosas son, en realidad, un medio, que en nuestra fantasía, una vez alcanzadas, nos van a proveer a nosotros, a "yo", o sea, al sujeto de dicha historia mental o psicológica, del tan ansiado sentido de totalidad permanente.
Si, permanente; por que si no, ni siquiera valdría la pena buscarlo con tanto afán.
Si dura lo que un fósforo, no vale la pena invertir en ello tanta leña.
Al menos ese es el consenso popular.
Por supuesto, que en realidad, dichos objetos, ya sean éstos físicos o mentales, no tienen ni han tenido jamás la menor chance de devolvernos a dicho "estado permanente".
¿Cómo lo sé?
Es simple.
Primero, el sentido de plenitud no es un estado, es la conciencia del todo que somos, la cual se mantiene independientemente del estado por el cual estemos atravesando.
Y segundo, porque no existen "estados permanentes".
Todo estado es, por definiciòn y naturaleza, impermanente, evanescente.
Como una ola; aparentemente es, pero sólo mientras dura.
Todos los estados suceden en mi como un todo que los contiene, tal cual las olas suceden en-el-mar; no al-mar.
Todo estado emerge en mi, alcanza naturalmente el apogeo de su intensidad en mi, y se disuelve en mi, sin dejar en mi rastro o modificación alguna de mi pleno sentido de ser el todo que soy.
Esto hasta la intervención del pensamiento.
Pensamiento que no es "otro" pensando en mi, sino yo mismo pensando, pero tomando los pensamientos como si de objetos reales así percibidos se tratase.
Al pensar sobre "mi situación" interior (que soy yo mismo sintiéndome así o asá), lo hago etiquetando el como me siento a mi mismo con una etiqueta correspondiente al sentimiento o la emoción tal o cual, y luego me etiqueto a mi como un "yo" distinto de como me siento a mi mismo!!!
Como un "yo" distinto de como me siento, que debe "hacer algo" con ese sentimiento.
Como si el sentimiento fuese algo separado de mi, y no un movimiento en la corriente anímica de mi ser (lo cual realmente es).
Así, si el sentimiento es placentero, "tengo que hacer algo para retenerlo"; y si por el contrario, fuese doloroso, o por lo menos molesto, "tengo que hacer algo para sacármelo".
Y ésta es la desdicha, el conflicto interior, la fragmentación interior en la cual se esfuma toda nuestra vitalidad; la división interior mediante la cual somos expulsados del paraíso de la unidad, del sentido de totalidad, de plenitud.
Estigma con el cual cargamos toda nuestra existencia, mientras buscamos en los objetos o en los estados, encontrar aquello que lo subsane y haga desaparecer de nuestra conciencia.
En la inmensa mayoría de los casos, se vive "en la esperanza" y se muere "en la esperanza", amargado, frustrado, como sin terminar de entender o asumir que la vida "ya" ha pasado.
No parecemos darnos cuenta de que la fragmentación está en el enfoque, en el movimiento equivocado de la atención a través del pensamiento conceptual, y no en la naturaleza de la realidad.
Sino en la "realidad" interior creada por nosotros mismos al asumir como válida la división del "yo" y el "no-yo", del "yo" y "tal sentimiento" como si fuesen dos cosas distintas o separadas; dos objetos distintos.
Y no parezco darme cuenta que éste es el único y sólo conflicto, asuma la forma que asuma.
Y este conflicto, no es algo ajeno a mi: soy yo pensando sobre mi mismo en términos de un "yo" como entidad separada de lo que siento.
En la medida en que mi atención queda enganchada con uno de estos fragmentos, de estas etiquetas, no estoy ya viendo, sintiendo, viviendo desde mi totalidad de ser; desde la totalidad que es siempre inafectada en su cualidad de totalidad o unidad, en la medida en que no se identifica a si misma mental o conceptualmente como un fragmento llamado "yo", en oposición o contraposición a otro fragmento llamado "el sentimiento tal".
¿Existen realmente en mi interior "yo" y el como me siento?
O ¿"yo" no existe, no es más que una abstracción, y lo único real es el como me siento?
Lo único que existe es el como me siento en este momento, y no soy distinto ni separado de ello; jamás.
La dualidad es pues, una fantasía.
Soy esa totalidad, esa integralidad, que en este momento se siente como se siente.
Y punto.
Y al verlo, cesa espontáneamente, sin que tenga que hacer nada para ello, todo sentimiento de conflicto o fragmentación interior.
NO SOY DISTINTO O SEPARADO DE COMO SEA QUE ME SIENTA.
Ver esto, es estar para siempre libres del conflicto.
Entonces la vida se torna muy simple.
No necesariamente fácil, sino simple.
En mi imaginación identifico al imaginario "yo" con algo, con una meta, y así, me paso el resto de la vida tratando infructuosamente de alcanzar tal o cual cosa que me va a dar un "estado permanente de plenitud".
Pero jamás veo la falsedad del conflicto interior que trato de suprimir alcanzando una meta, llámese ésta unidad, iluminación, dios, realización, liberación, éxito, ser millonario, etc.
Y mientras ese sentido de conflicto, de división interior no sea visto como la falsedad que es, entonces no hay ni habrá jamás ni la más remota posibilidad de "volver a sentirme completo", nunca.
Ese "yo" con el que fantaseo, no es algo estático, sino que es siempre un movimiento de oposición, de resistencia, de separación, de distanciamiento, de "escape" de como sea que me sienta hacia el mundo de la fantasía.
Aún cuando siento placer.
El "yo" es la fantasía de retenerlo, de prolongar dicho placer más allá de su duración natural, de hacerlo "permanente".
Es un constante identificarse con un pensamiento en oposición al fluir natural de la vida en uno, al fluir de lo que es.
El "yo" es en si mismo la concretización de la voluntad de separación, de no-comunión con la realidad, de no-comunión con la vida.
Y no es algo que "me pasa"; soy yo pensando.
Pensando: "dios", "camino", "iluminación", "felicidad", "paz interior", "amor", "riqueza", etc, etc, etc.
Y enganchando mi atención a ello como si de objetos reales se tratase, objetos que contuvieran en si ese "estado de placer permanente" que supongo es la plenitud, sin siquiera darme cuenta que dichos objetos portadores de placer permanente no existen; no son más que yo pensando, conceptualizando, y escapándole así con mi atención al sentirme como me siento.
O sea, escapándole a la única puerta a la totalidad que soy.
Eso de lo cual quiero escapar, ¿es algo distinto de mi; o lo que se siente así soy yo?
¿Este conflicto es algo distinto de mi; o el conflicto soy yo pensándome distinto de como me siento, de lo que interiormente es?
Y este reducido y mentalmente inventado, este restringido y carente sentido de "yo-separado", de "yo-objeto" con las cualidades contrarias u opuestas a como sea que me sienta, es el corsé de mi atención, de la atención, de la sensibilidad natural.
Es lo que hace que la atención administrada por el cerebro se focalice en el obtener el objeto de placer, y evitar los objetos de dolor.
Así el vivir se ve reducido a un foco.
Se vive desde un foco, tratando de no sentir nada de lo que pasa por fuera del mismo.
Foco regido por la idea mental referente a "yo" con la cual he identificado al "yo" como un "yo así y asá".
Desde allí se vive, en conflicto, resistiendo, concentradamente, constreñidamente, en franca oposición al movimiento totalitario y totalizador, al movimiento unitario de la vida.
Fantaseando con "algún día" alcanzar la plenitud de la "felicidad", del "amor", de la "iluminación", el "estado de advaita o no-dualidad", etc.
Sobreviviendo desde el foco de nuestra condicionada identificación mental.
Desde el reducto miserable de nuestro insignificante "yo" aislado.
Y en la "esperanza" de que ello algún día, por suerte, azar, esfuerzo, o lo que sea, llegue a cambiar.
Pero sin jamás detenernos a mirar, a cuestionar la realidad o irrealidad de ese supuesto "yo", contrario a como nos sentimos, que creemos ser.
Sin cuestionar la realidad de ese "yo-buscador" que asumimos ser.
Hasta el día en que ya el cuerpo, el cerebro, desgastado por el eterno conflicto, con el corazón ajado, deja de funcionar.
R.
Es el motivador de nuestra búsqueda, que es siempre la búsqueda de la completitud "perdida", del perdido sentido de totalidad, de plenitud.
No importa el nombre que le pongamos: felicidad, realización, liberación, dios, iluminación, éxito, y una larga lista de etcs.
La diferencia está en la palabra usada, y en las imágenes asociadas a dicha palabra.
Creemos que buscamos la riqueza material, a dios, la pareja perfecta, la comprensión última, etc, pero esto no es así.
En el sentido de que no buscamos esas cosas por si mismas, sino por lo que suponemos que pueden proveernos, que pueden devolvernos, a saber: el sentido de completitud, de ser un todo en unidad, con todos y con el todo.
O sea que todas esas cosas son, en realidad, un medio, que en nuestra fantasía, una vez alcanzadas, nos van a proveer a nosotros, a "yo", o sea, al sujeto de dicha historia mental o psicológica, del tan ansiado sentido de totalidad permanente.
Si, permanente; por que si no, ni siquiera valdría la pena buscarlo con tanto afán.
Si dura lo que un fósforo, no vale la pena invertir en ello tanta leña.
Al menos ese es el consenso popular.
Por supuesto, que en realidad, dichos objetos, ya sean éstos físicos o mentales, no tienen ni han tenido jamás la menor chance de devolvernos a dicho "estado permanente".
¿Cómo lo sé?
Es simple.
Primero, el sentido de plenitud no es un estado, es la conciencia del todo que somos, la cual se mantiene independientemente del estado por el cual estemos atravesando.
Y segundo, porque no existen "estados permanentes".
Todo estado es, por definiciòn y naturaleza, impermanente, evanescente.
Como una ola; aparentemente es, pero sólo mientras dura.
Todos los estados suceden en mi como un todo que los contiene, tal cual las olas suceden en-el-mar; no al-mar.
Todo estado emerge en mi, alcanza naturalmente el apogeo de su intensidad en mi, y se disuelve en mi, sin dejar en mi rastro o modificación alguna de mi pleno sentido de ser el todo que soy.
Esto hasta la intervención del pensamiento.
Pensamiento que no es "otro" pensando en mi, sino yo mismo pensando, pero tomando los pensamientos como si de objetos reales así percibidos se tratase.
Al pensar sobre "mi situación" interior (que soy yo mismo sintiéndome así o asá), lo hago etiquetando el como me siento a mi mismo con una etiqueta correspondiente al sentimiento o la emoción tal o cual, y luego me etiqueto a mi como un "yo" distinto de como me siento a mi mismo!!!
Como un "yo" distinto de como me siento, que debe "hacer algo" con ese sentimiento.
Como si el sentimiento fuese algo separado de mi, y no un movimiento en la corriente anímica de mi ser (lo cual realmente es).
Así, si el sentimiento es placentero, "tengo que hacer algo para retenerlo"; y si por el contrario, fuese doloroso, o por lo menos molesto, "tengo que hacer algo para sacármelo".
Y ésta es la desdicha, el conflicto interior, la fragmentación interior en la cual se esfuma toda nuestra vitalidad; la división interior mediante la cual somos expulsados del paraíso de la unidad, del sentido de totalidad, de plenitud.
Estigma con el cual cargamos toda nuestra existencia, mientras buscamos en los objetos o en los estados, encontrar aquello que lo subsane y haga desaparecer de nuestra conciencia.
En la inmensa mayoría de los casos, se vive "en la esperanza" y se muere "en la esperanza", amargado, frustrado, como sin terminar de entender o asumir que la vida "ya" ha pasado.
No parecemos darnos cuenta de que la fragmentación está en el enfoque, en el movimiento equivocado de la atención a través del pensamiento conceptual, y no en la naturaleza de la realidad.
Sino en la "realidad" interior creada por nosotros mismos al asumir como válida la división del "yo" y el "no-yo", del "yo" y "tal sentimiento" como si fuesen dos cosas distintas o separadas; dos objetos distintos.
Y no parezco darme cuenta que éste es el único y sólo conflicto, asuma la forma que asuma.
Y este conflicto, no es algo ajeno a mi: soy yo pensando sobre mi mismo en términos de un "yo" como entidad separada de lo que siento.
En la medida en que mi atención queda enganchada con uno de estos fragmentos, de estas etiquetas, no estoy ya viendo, sintiendo, viviendo desde mi totalidad de ser; desde la totalidad que es siempre inafectada en su cualidad de totalidad o unidad, en la medida en que no se identifica a si misma mental o conceptualmente como un fragmento llamado "yo", en oposición o contraposición a otro fragmento llamado "el sentimiento tal".
¿Existen realmente en mi interior "yo" y el como me siento?
O ¿"yo" no existe, no es más que una abstracción, y lo único real es el como me siento?
Lo único que existe es el como me siento en este momento, y no soy distinto ni separado de ello; jamás.
La dualidad es pues, una fantasía.
Soy esa totalidad, esa integralidad, que en este momento se siente como se siente.
Y punto.
Y al verlo, cesa espontáneamente, sin que tenga que hacer nada para ello, todo sentimiento de conflicto o fragmentación interior.
NO SOY DISTINTO O SEPARADO DE COMO SEA QUE ME SIENTA.
Ver esto, es estar para siempre libres del conflicto.
Entonces la vida se torna muy simple.
No necesariamente fácil, sino simple.
En mi imaginación identifico al imaginario "yo" con algo, con una meta, y así, me paso el resto de la vida tratando infructuosamente de alcanzar tal o cual cosa que me va a dar un "estado permanente de plenitud".
Pero jamás veo la falsedad del conflicto interior que trato de suprimir alcanzando una meta, llámese ésta unidad, iluminación, dios, realización, liberación, éxito, ser millonario, etc.
Y mientras ese sentido de conflicto, de división interior no sea visto como la falsedad que es, entonces no hay ni habrá jamás ni la más remota posibilidad de "volver a sentirme completo", nunca.
Ese "yo" con el que fantaseo, no es algo estático, sino que es siempre un movimiento de oposición, de resistencia, de separación, de distanciamiento, de "escape" de como sea que me sienta hacia el mundo de la fantasía.
Aún cuando siento placer.
El "yo" es la fantasía de retenerlo, de prolongar dicho placer más allá de su duración natural, de hacerlo "permanente".
Es un constante identificarse con un pensamiento en oposición al fluir natural de la vida en uno, al fluir de lo que es.
El "yo" es en si mismo la concretización de la voluntad de separación, de no-comunión con la realidad, de no-comunión con la vida.
Y no es algo que "me pasa"; soy yo pensando.
Pensando: "dios", "camino", "iluminación", "felicidad", "paz interior", "amor", "riqueza", etc, etc, etc.
Y enganchando mi atención a ello como si de objetos reales se tratase, objetos que contuvieran en si ese "estado de placer permanente" que supongo es la plenitud, sin siquiera darme cuenta que dichos objetos portadores de placer permanente no existen; no son más que yo pensando, conceptualizando, y escapándole así con mi atención al sentirme como me siento.
O sea, escapándole a la única puerta a la totalidad que soy.
Eso de lo cual quiero escapar, ¿es algo distinto de mi; o lo que se siente así soy yo?
¿Este conflicto es algo distinto de mi; o el conflicto soy yo pensándome distinto de como me siento, de lo que interiormente es?
Y este reducido y mentalmente inventado, este restringido y carente sentido de "yo-separado", de "yo-objeto" con las cualidades contrarias u opuestas a como sea que me sienta, es el corsé de mi atención, de la atención, de la sensibilidad natural.
Es lo que hace que la atención administrada por el cerebro se focalice en el obtener el objeto de placer, y evitar los objetos de dolor.
Así el vivir se ve reducido a un foco.
Se vive desde un foco, tratando de no sentir nada de lo que pasa por fuera del mismo.
Foco regido por la idea mental referente a "yo" con la cual he identificado al "yo" como un "yo así y asá".
Desde allí se vive, en conflicto, resistiendo, concentradamente, constreñidamente, en franca oposición al movimiento totalitario y totalizador, al movimiento unitario de la vida.
Fantaseando con "algún día" alcanzar la plenitud de la "felicidad", del "amor", de la "iluminación", el "estado de advaita o no-dualidad", etc.
Sobreviviendo desde el foco de nuestra condicionada identificación mental.
Desde el reducto miserable de nuestro insignificante "yo" aislado.
Y en la "esperanza" de que ello algún día, por suerte, azar, esfuerzo, o lo que sea, llegue a cambiar.
Pero sin jamás detenernos a mirar, a cuestionar la realidad o irrealidad de ese supuesto "yo", contrario a como nos sentimos, que creemos ser.
Sin cuestionar la realidad de ese "yo-buscador" que asumimos ser.
Hasta el día en que ya el cuerpo, el cerebro, desgastado por el eterno conflicto, con el corazón ajado, deja de funcionar.
R.
martes, 11 de enero de 2011
Nada importa.
Nuestro modo habitual de vivir, es correr trás de algo.
No importa qué.
Algo que asumimos que es importante.
Al menos para nosotros.
En pos de conseguirlo, nos esforzamos, luchamos, negociamos, rogamos, nos desvelamos, tratamos de imponer condiciones, o de imponérnoslas a nosotros mismos, etc.
En fin, en pos de la consecución de tal meta, inmediata o al largo plazo, empeñamos nuestro vivir, nuestro tiempo y nuestra vitalidad, nuestro tiempo vital, nuestra vida, y nuestro sentido de integridad y de dignidad en primer término.
Nuestras acciones, son por tanto, en general, motivadas por ésta búsqueda.
O sea que nuestro modo de vivir, nuestro ralacionarnos con la vida y todo lo que hay en ella, está pautado por ésta búsqueda, por esta meta, que es nuestro motivador psicológico.
Y como la vida, que es una danza de impermanencias, se empeña en fluir como le viene en gana, en vez de hacerlo según nuestros planes, esto nos hace sentirnos separados del fluir de la vida tal cual este se presenta en este momento.
Aún en los momentos en que todo nos parece que es "como yo pienso que debería ser", aún en dichos momentos, la tensión subyace junto con el miedo, pues sabemos que dichas condiciones, no importa cuan garantizadas nos parezcan, pueden, y de hecho van, a cambiar, y que pueden hacerlo de un momento a otro.
Por tanto, ni siquiera cuando parece que logramos "salirnos con la nuestra", que logramos imponernos a la vida, ni siquiera en dichos momentos hay verdadera paz adentro.
Nuestra atención sigue en mayor o menor medida extrovertida hacia el externo del propio sentido de ser, al pendiente del más mínimo cambio o variación en las condiciones que nos "aseguran" el estado interior deseado.
Al pendiente de aquello que para nosotros, es más importante que simplemente ser.
Más importante que la vida, que el vivir mismo.
Y por supuesto, como todo nuestro vivir es motivado, entonces no hay amor en nuestro vivir.
Todo lo hacemos de fondo por "ese" motivo, o por lo menos con esa meta como referencia para ser; desde ella y comparándo todo con ella, nos movemos acercándonos o alejándonos de algo, en función de un criterio de conveniencia personal, o sea, de si ello "me sirve" para acercarme a mi meta, o si por el contrario no me sirve.
Y según eso, de si tal o cual cosa "me parece bien", o si por el contrario "me parece mal" que sea así.
Y según ello, entonces "me gusta", o "no me gusta", "no me produce ningún placer", "ningún beneficio".
Claro está que ésto no es vida.
Se está vivo cuando se ama.
Se está verdaderamente vivo cuando mi hacer vital no es motivado, cuando no hago esto para conseguir esto otro, o para tratar de imponer nada; sino simplemente cuando hago lo que hago por amor, por que lo siento, porque siento que es lo que el corazón me demanda, por integridad; no por un resultado.
O mejor dicho, más allá de cual sea que fuere el resultado.
Ese es el único vivir que tiene sentido.
No "importancia", sino sentido.
Pero "importancia"...
¿Qué cosa o persona es intrínsecamente importante?
¿Qué o quién es importante para la vida?
No para "mi" vida, sino para la vida.
¿O acaso "mi" vida, es importante para la vida?
¿"Mi" permanencia?
No para mi, pues si es para mi, no es entonces que sea importante por sí mismo, sino que yo mental y caprichosamente asumo que es importante.
¿Hay algo que sea importante para la vida?
¿O la vida, en la cual somos una expresión pasajera dentro de la misma, la VIDA es lo importante?
La vida, no "mi" vida o "tú vida".
De hecho, nosotros no nos pertenecemos, le pertenecemos a la vida.
Somos parte de ella y sin ella no somos.
No somos separados de ella.
Somos ella, no un "yo" o un "tú" separados de ella, ajenos o aparte, o distintos de ella.
No existe tal cosa.
"En ella nos movemos y tenemos nuestro ser."
Y esa vida es lo único importante, pues además es lo único que es, lo único que existe realmente.
Todo lo que vemos no son más que las infinitas apariencias que esta vida, que es conciencia, toma para expresarse.
Por ello es que en realidad no hay muerte; la muerte sólo es de lo aparente.
¿Qué puede importar para la vida que mi experiencia de vida sea más así o menos asá, por el ínfimo lapso de tiempo que ésta pudiera durar?
¿Qué importancia puede tener para la vida el conseguir o no conseguir, el lograr o no lograr, el llegar o no llegar, etc?
¿Qué importancia pueden tener para la vida controlar la conducta de X, la aceptación o el rechazo de Z, la garantía de N?
¿Qué importancia puede tener para la vida "mi experiencia"?
¿Qué importancia puede tener para la vida "la experiencia", no importa de quien sea?
¿Qué importancia o diferencia de más o de menos lo puede hacer lo que sea a la vida?
Para la vida, ¿hay alguien importante?
Más aún, para la vida, ¿hay alguien aparte de ella representando tal o cual papel?
¿Qué importancia puede tener para la vida el cómo fuera mi experiencia de vida, o cuánto esta pudiera haber durado?
¿Qué importancia puede tener para eso que llamo "mi" vida, para mi vivir, el que mi experiencia sea más así o más asá?
¿Es realmente importante el-qué vivo?
¿O lo único que cuenta, en un juego en el que nada ni "nadie" es importante, es el-cómo lo vivo?
O sea, cómo vivo lo que sea que me toque vivir.
Pero sin desesperarme, ni correr, ni estar tan al pendiente del qué vivo, ni del resultado de tal o cual cosa que hice, sino del cómo estoy viviéndolo.
Sino el vivir humanamente, íntegramente, con sentido, con dignidad, con afecto.
Haciendo lo que hago y como lo hago por la acción misma, porque libre de cualquier consideración mental o revalúo psicológico acerca de la supuesta "importancia" de tal accionar, es lo que siento hacer, y no porque crea o asuma mentalmente que "hacer tal cosa es importante para que pase o no pase tal otra".
Sino no soy un amante, soy un mercader.
Y a los mercaderes la vida los hecha a patadas del templo del corazón.
¿Hay algo que sea importante por si mismo?
¿Algo trás lo que tengamos que correr, aún a costa de nuestra propia humanidad?
¿Puedo aceptar que nada es importante?
¿Qué lo importante en la vida no es "preferir" esto a aquello, sino abrazar la vida como sea que ésta se presente frente a nosotros, y no "separarnos" de ella, corriendo trás de "lo que para mi es importante"?
Aún así, algunos piensan y seguirán pensando que lo único importante es sobrevivir a cualquier precio.
Pero eso no es vida.
Nada (no-thing), ninguna cosa, ningún algo es importante para la vida.
Nada.
Sólo la vida lo es.
El vivir, no apegado a cosa alguna, es la vida.
Lo único "importante".
P.D.
al final del camino
cuando todo ya sea nada
bajo la luz indeleble
de la última jornada
entonces de seguro sabremos
con certeza indisimulable
qué cosa era lo único
imprescindíble para vivir
y sabremos también entonces
si de verdad vivimos y aún estamos vivos
o si tan sólo
transcurrimos
sin sentido...
P.D.2
el inmensurable océano del no-saber es mi patria
y en él
el inestimable darme cuenta del no-saber es mi hogar
y el insobornable darme cuenta
de que nada importa
es mi barco...
R.
No importa qué.
Algo que asumimos que es importante.
Al menos para nosotros.
En pos de conseguirlo, nos esforzamos, luchamos, negociamos, rogamos, nos desvelamos, tratamos de imponer condiciones, o de imponérnoslas a nosotros mismos, etc.
En fin, en pos de la consecución de tal meta, inmediata o al largo plazo, empeñamos nuestro vivir, nuestro tiempo y nuestra vitalidad, nuestro tiempo vital, nuestra vida, y nuestro sentido de integridad y de dignidad en primer término.
Nuestras acciones, son por tanto, en general, motivadas por ésta búsqueda.
O sea que nuestro modo de vivir, nuestro ralacionarnos con la vida y todo lo que hay en ella, está pautado por ésta búsqueda, por esta meta, que es nuestro motivador psicológico.
Y como la vida, que es una danza de impermanencias, se empeña en fluir como le viene en gana, en vez de hacerlo según nuestros planes, esto nos hace sentirnos separados del fluir de la vida tal cual este se presenta en este momento.
Aún en los momentos en que todo nos parece que es "como yo pienso que debería ser", aún en dichos momentos, la tensión subyace junto con el miedo, pues sabemos que dichas condiciones, no importa cuan garantizadas nos parezcan, pueden, y de hecho van, a cambiar, y que pueden hacerlo de un momento a otro.
Por tanto, ni siquiera cuando parece que logramos "salirnos con la nuestra", que logramos imponernos a la vida, ni siquiera en dichos momentos hay verdadera paz adentro.
Nuestra atención sigue en mayor o menor medida extrovertida hacia el externo del propio sentido de ser, al pendiente del más mínimo cambio o variación en las condiciones que nos "aseguran" el estado interior deseado.
Al pendiente de aquello que para nosotros, es más importante que simplemente ser.
Más importante que la vida, que el vivir mismo.
Y por supuesto, como todo nuestro vivir es motivado, entonces no hay amor en nuestro vivir.
Todo lo hacemos de fondo por "ese" motivo, o por lo menos con esa meta como referencia para ser; desde ella y comparándo todo con ella, nos movemos acercándonos o alejándonos de algo, en función de un criterio de conveniencia personal, o sea, de si ello "me sirve" para acercarme a mi meta, o si por el contrario no me sirve.
Y según eso, de si tal o cual cosa "me parece bien", o si por el contrario "me parece mal" que sea así.
Y según ello, entonces "me gusta", o "no me gusta", "no me produce ningún placer", "ningún beneficio".
Claro está que ésto no es vida.
Se está vivo cuando se ama.
Se está verdaderamente vivo cuando mi hacer vital no es motivado, cuando no hago esto para conseguir esto otro, o para tratar de imponer nada; sino simplemente cuando hago lo que hago por amor, por que lo siento, porque siento que es lo que el corazón me demanda, por integridad; no por un resultado.
O mejor dicho, más allá de cual sea que fuere el resultado.
Ese es el único vivir que tiene sentido.
No "importancia", sino sentido.
Pero "importancia"...
¿Qué cosa o persona es intrínsecamente importante?
¿Qué o quién es importante para la vida?
No para "mi" vida, sino para la vida.
¿O acaso "mi" vida, es importante para la vida?
¿"Mi" permanencia?
No para mi, pues si es para mi, no es entonces que sea importante por sí mismo, sino que yo mental y caprichosamente asumo que es importante.
¿Hay algo que sea importante para la vida?
¿O la vida, en la cual somos una expresión pasajera dentro de la misma, la VIDA es lo importante?
La vida, no "mi" vida o "tú vida".
De hecho, nosotros no nos pertenecemos, le pertenecemos a la vida.
Somos parte de ella y sin ella no somos.
No somos separados de ella.
Somos ella, no un "yo" o un "tú" separados de ella, ajenos o aparte, o distintos de ella.
No existe tal cosa.
"En ella nos movemos y tenemos nuestro ser."
Y esa vida es lo único importante, pues además es lo único que es, lo único que existe realmente.
Todo lo que vemos no son más que las infinitas apariencias que esta vida, que es conciencia, toma para expresarse.
Por ello es que en realidad no hay muerte; la muerte sólo es de lo aparente.
¿Qué puede importar para la vida que mi experiencia de vida sea más así o menos asá, por el ínfimo lapso de tiempo que ésta pudiera durar?
¿Qué importancia puede tener para la vida el conseguir o no conseguir, el lograr o no lograr, el llegar o no llegar, etc?
¿Qué importancia pueden tener para la vida controlar la conducta de X, la aceptación o el rechazo de Z, la garantía de N?
¿Qué importancia puede tener para la vida "mi experiencia"?
¿Qué importancia puede tener para la vida "la experiencia", no importa de quien sea?
¿Qué importancia o diferencia de más o de menos lo puede hacer lo que sea a la vida?
Para la vida, ¿hay alguien importante?
Más aún, para la vida, ¿hay alguien aparte de ella representando tal o cual papel?
¿Qué importancia puede tener para la vida el cómo fuera mi experiencia de vida, o cuánto esta pudiera haber durado?
¿Qué importancia puede tener para eso que llamo "mi" vida, para mi vivir, el que mi experiencia sea más así o más asá?
¿Es realmente importante el-qué vivo?
¿O lo único que cuenta, en un juego en el que nada ni "nadie" es importante, es el-cómo lo vivo?
O sea, cómo vivo lo que sea que me toque vivir.
Pero sin desesperarme, ni correr, ni estar tan al pendiente del qué vivo, ni del resultado de tal o cual cosa que hice, sino del cómo estoy viviéndolo.
Sino el vivir humanamente, íntegramente, con sentido, con dignidad, con afecto.
Haciendo lo que hago y como lo hago por la acción misma, porque libre de cualquier consideración mental o revalúo psicológico acerca de la supuesta "importancia" de tal accionar, es lo que siento hacer, y no porque crea o asuma mentalmente que "hacer tal cosa es importante para que pase o no pase tal otra".
Sino no soy un amante, soy un mercader.
Y a los mercaderes la vida los hecha a patadas del templo del corazón.
¿Hay algo que sea importante por si mismo?
¿Algo trás lo que tengamos que correr, aún a costa de nuestra propia humanidad?
¿Puedo aceptar que nada es importante?
¿Qué lo importante en la vida no es "preferir" esto a aquello, sino abrazar la vida como sea que ésta se presente frente a nosotros, y no "separarnos" de ella, corriendo trás de "lo que para mi es importante"?
Aún así, algunos piensan y seguirán pensando que lo único importante es sobrevivir a cualquier precio.
Pero eso no es vida.
Nada (no-thing), ninguna cosa, ningún algo es importante para la vida.
Nada.
Sólo la vida lo es.
El vivir, no apegado a cosa alguna, es la vida.
Lo único "importante".
P.D.
al final del camino
cuando todo ya sea nada
bajo la luz indeleble
de la última jornada
entonces de seguro sabremos
con certeza indisimulable
qué cosa era lo único
imprescindíble para vivir
y sabremos también entonces
si de verdad vivimos y aún estamos vivos
o si tan sólo
transcurrimos
sin sentido...
P.D.2
el inmensurable océano del no-saber es mi patria
y en él
el inestimable darme cuenta del no-saber es mi hogar
y el insobornable darme cuenta
de que nada importa
es mi barco...
R.
viernes, 7 de enero de 2011
En respuesta a una carta de Roberto.
Hola Richard: Insisto:todo lo dices muy bien, incluso mejor que yo.-
Pero, no estamos hablando del ser ,al hablar de lo que no lo es?.-
Acaso no lo estamos caracterizando verbalmente? Aunque solo apuntemos a el?
Acaso el propio pensamiento,no se ha formulado una idea del ser?
Me pregunto:No es necesario que el yo termine, que haya un darse cuenta de uno mismo ,para que el ser pueda hablar? Y no lo haga el pensamiento?
Quien es, el que dice todo lo que dice,y que tan bien lo dice?
Yo, para mi, todavía creo que es el pensamiento el que habla , desde mi memoria.=
Solo la transformación de mi vida de relación ,en la que ha desaparecido la actividad egocéntrica, es la clave, el test, de que es el ser el que habla.-Difícilmente me de cuenta yo mismo de mi propia transformación.-
También entiendo ,que la transformación, que la terminación del tiempo psicológico, ocurre en el tiempo cronológico.-
Que difícilmente sea completa ,total, en este instante, ahora.-
En este instante, ahora,puede empezar la destrucción del yo, y la culminación de este proceso que una vez iniciado,ya no se detiene, no se cuando ocurrirá.-
Todo esto lo puedo resumir diciendo: donde esta el yo ,el pensamiento ligado al tiempo,Eso no esta.-
Y Eso,una vez que se inicia,se profundiza,lo toma mas a uno,o,se extiende, se agrada a si mismo, en el tiempo cronológico a medida que se va destruyendo el núcleo yoico de las relaciones interpersonales.-
O, si quieres, solo en las relaciones interpersonales, podemos probarnos si lo que decimos surge del pensamiento, o de Eso.-
Un fuerte abrazo
Roberto
Responder
Hola Roberto, me alegra tener noticias de ti.
Vamos paso a paso.
Quién dice lo que dice?
Quién escribe lo que escribe?
Permítaseme señalar algo: lo único que importa realmente es quién es el que lee.
Aparte de eso, como dato anecdótico, está el que quien escribe no pretende constituírse en autoridad, ni tiene nada que vender.
No es distinto de nadie, y si así lo pretendiera, eso sería la negaciòn de todo lo expresado hasta ahora.
¿Por què escribir?
¿Por qué hablar?
Canto porque esta es mi canción; así es como la vida canta a través de el tipo R.
Y éste es su perfume.
Pero la grán pregunta es: ¿quién es el que lee?
¿Quién es el que escucha?
Y si está dispuesto a abordar el tema con la seriedad y compromiso de un condenado a muerte.
Ciértamente que para comunicarnos, en general, usamos del pensamiento.
En ello no hay problema alguno implícito.
El problema es el conceptualizar; no el señalar.
Decir "ser" es sañalar.
Pensar acerca del ser, ésa es la grán estupidez.
Es el viejo problema de la luna y la confusión de la misma con el dedo que la señala.
Como decía K, la palabra nunca es la cosa.
No en lo interno.
Las ideas sobre ser, las cuales agrupamos bajo el denominador categórico de "yo", son sólo eso, un manojo de ideas, de recuerdos seleccionados más o menos arbitrariamente, y luego el cerebro construyendo una imágen sobre esas ideas, y unas historias sobre dicha imágen.
Pero allí no hay nada!!!
Cómo podría disolverse de-a-poco lo que jamás ha existido?!!!
Cómo podría ello ser jamás un proceso?!!!
Cómo podría el tiempo cronológico modificar un tiempo psicológico que sólo existe en la fantasía de un cerebro que, para medir y dar significado al pasar del tiempo cronológico, toma por referencia de medida a una entidad que no existe?
Acaso el tiempo es el antídoto contra el error?
Entonces la humanidad no tendría milenios en la misma barbarie.
Cuánto tiempo cronológico se requiere para darse cuenta?
De lo que sea.
No cuanto tiempo me toma reunir datos sobre algo, sopesarlos, compararlos, tejer hipótesis al respecto, etc; no.
Sino darme cuenta.
Darse cuenta, ¿ocurre en un segundo?
¿O en un sin-segundo?
Es un proceso?
O en el instante de mirar-sentir sin pre-juicios se ve?
Se ve primero lo que es falso, y luego lo otro va viniéndo de a poco?
Se ve primero lo verdadero, y luego de a poco lo falso va dejando de ser tomado como tal?
O encerder la luz y disiparse el centro de la oscuridad son una sola cosa?
Un sólo y único movimiento?
No existe tal cosa como la extinción en el tiempo de aquello que en realidad nunca ha existido realmente.
Y por tanto, no existen tampoco todas esas categorizaciones y separaciones tejidas a partir de dicho referente imaginario.
Categorizaciones artificiosas tales como "mi sufrimiento" y "tú sufrimiento", o "mi mundo" y "tu mundo", o "mi integridad" y "tú integridad", etc.
Visto esto, vista la falsedad, la inexistencia en lo real, del falso centro que cimentaba todo el castillo de naipes de nuestro sentido egóico y separatista, entonces toda la muralla de contenciòn anímica se viene abajo.
Ello si involucra, en mayor o menor medida, al cerebro y sus hábitos, y por lo tanto, al tiempo cronológico.
Pero la situación interior ya es de una total vulnerabilidad, y una total no asociación con ninguna imágen o referencia alguna de ser.
Nada que afirmar o defender.
Y ello ciertamente se traduce en la cualidad del vivir.
No es que a nadie le vaya a salir un halo.
Ni que se convierta en algún tipo de santurrón.
Es que la vida es-integridad.
Y por tanto ninguna accíon de explotación o que vaya en detrimento de dicha integridad será ahora posible.
Nunca más.
Mucho menos aún el relacionamiento de dependencia, entiéndase gurú-discípulo, sacerdote-creyente, salvador-devoto, psicólogo-paciente, etc.
Más para verlo "desde afuera" no sólo hay que estar atento, sino que hay que estar parado allí mismo.
La atención brinda esa posibilidad por un segundo.
Luego "quedarse" allí o desplazarse a "mis ideas sobre como debería lucir y comportarse alguien que habla desde el ser", ya es asunto de la profundidad, el compromiso, la pasión y la entrega a esa indagación.
¿Quién puede decir "yo" estoy iluminado, realizado, encarné la verdad, etc?
Si lo dice, es que es, por puro mérito propio, un completo imbécil.
Y si aquel que ve no lo dice, ¿qué importa lo que pueda decir el que no ve?
¿el que tan sólo especula con lo que ha leído o escuchado sobre ello, y que luego en base a algunas experiencias "misticas" se erige en un experto y autoridad en "iluminología", "despertología", etc?
¿Qué referencia para decir algo de si puede usar aquel que internamente ya no tiene ni guarda ninguna referencia para ser?
¿Qué puede decir sobre si aquel que no se siente jamás tocado por el lenguaje?
¿Hay en él algo nuevo que antes no había?
No.
¿Hay algo menos de lo que antes había?
No.
¿Cuál es entonces la diferencia?
Que ya no hay más en él la ilusión de ser distinto, separado, carente, etc.
O sea, la ilusión de ser ese falso yo que en realidad jamás existió.
Un fuerte abrazo,
R
Pero, no estamos hablando del ser ,al hablar de lo que no lo es?.-
Acaso no lo estamos caracterizando verbalmente? Aunque solo apuntemos a el?
Acaso el propio pensamiento,no se ha formulado una idea del ser?
Me pregunto:No es necesario que el yo termine, que haya un darse cuenta de uno mismo ,para que el ser pueda hablar? Y no lo haga el pensamiento?
Quien es, el que dice todo lo que dice,y que tan bien lo dice?
Yo, para mi, todavía creo que es el pensamiento el que habla , desde mi memoria.=
Solo la transformación de mi vida de relación ,en la que ha desaparecido la actividad egocéntrica, es la clave, el test, de que es el ser el que habla.-Difícilmente me de cuenta yo mismo de mi propia transformación.-
También entiendo ,que la transformación, que la terminación del tiempo psicológico, ocurre en el tiempo cronológico.-
Que difícilmente sea completa ,total, en este instante, ahora.-
En este instante, ahora,puede empezar la destrucción del yo, y la culminación de este proceso que una vez iniciado,ya no se detiene, no se cuando ocurrirá.-
Todo esto lo puedo resumir diciendo: donde esta el yo ,el pensamiento ligado al tiempo,Eso no esta.-
Y Eso,una vez que se inicia,se profundiza,lo toma mas a uno,o,se extiende, se agrada a si mismo, en el tiempo cronológico a medida que se va destruyendo el núcleo yoico de las relaciones interpersonales.-
O, si quieres, solo en las relaciones interpersonales, podemos probarnos si lo que decimos surge del pensamiento, o de Eso.-
Un fuerte abrazo
Roberto
Responder
Hola Roberto, me alegra tener noticias de ti.
Vamos paso a paso.
Quién dice lo que dice?
Quién escribe lo que escribe?
Permítaseme señalar algo: lo único que importa realmente es quién es el que lee.
Aparte de eso, como dato anecdótico, está el que quien escribe no pretende constituírse en autoridad, ni tiene nada que vender.
No es distinto de nadie, y si así lo pretendiera, eso sería la negaciòn de todo lo expresado hasta ahora.
¿Por què escribir?
¿Por qué hablar?
Canto porque esta es mi canción; así es como la vida canta a través de el tipo R.
Y éste es su perfume.
Pero la grán pregunta es: ¿quién es el que lee?
¿Quién es el que escucha?
Y si está dispuesto a abordar el tema con la seriedad y compromiso de un condenado a muerte.
Ciértamente que para comunicarnos, en general, usamos del pensamiento.
En ello no hay problema alguno implícito.
El problema es el conceptualizar; no el señalar.
Decir "ser" es sañalar.
Pensar acerca del ser, ésa es la grán estupidez.
Es el viejo problema de la luna y la confusión de la misma con el dedo que la señala.
Como decía K, la palabra nunca es la cosa.
No en lo interno.
Las ideas sobre ser, las cuales agrupamos bajo el denominador categórico de "yo", son sólo eso, un manojo de ideas, de recuerdos seleccionados más o menos arbitrariamente, y luego el cerebro construyendo una imágen sobre esas ideas, y unas historias sobre dicha imágen.
Pero allí no hay nada!!!
Cómo podría disolverse de-a-poco lo que jamás ha existido?!!!
Cómo podría ello ser jamás un proceso?!!!
Cómo podría el tiempo cronológico modificar un tiempo psicológico que sólo existe en la fantasía de un cerebro que, para medir y dar significado al pasar del tiempo cronológico, toma por referencia de medida a una entidad que no existe?
Acaso el tiempo es el antídoto contra el error?
Entonces la humanidad no tendría milenios en la misma barbarie.
Cuánto tiempo cronológico se requiere para darse cuenta?
De lo que sea.
No cuanto tiempo me toma reunir datos sobre algo, sopesarlos, compararlos, tejer hipótesis al respecto, etc; no.
Sino darme cuenta.
Darse cuenta, ¿ocurre en un segundo?
¿O en un sin-segundo?
Es un proceso?
O en el instante de mirar-sentir sin pre-juicios se ve?
Se ve primero lo que es falso, y luego lo otro va viniéndo de a poco?
Se ve primero lo verdadero, y luego de a poco lo falso va dejando de ser tomado como tal?
O encerder la luz y disiparse el centro de la oscuridad son una sola cosa?
Un sólo y único movimiento?
No existe tal cosa como la extinción en el tiempo de aquello que en realidad nunca ha existido realmente.
Y por tanto, no existen tampoco todas esas categorizaciones y separaciones tejidas a partir de dicho referente imaginario.
Categorizaciones artificiosas tales como "mi sufrimiento" y "tú sufrimiento", o "mi mundo" y "tu mundo", o "mi integridad" y "tú integridad", etc.
Visto esto, vista la falsedad, la inexistencia en lo real, del falso centro que cimentaba todo el castillo de naipes de nuestro sentido egóico y separatista, entonces toda la muralla de contenciòn anímica se viene abajo.
Ello si involucra, en mayor o menor medida, al cerebro y sus hábitos, y por lo tanto, al tiempo cronológico.
Pero la situación interior ya es de una total vulnerabilidad, y una total no asociación con ninguna imágen o referencia alguna de ser.
Nada que afirmar o defender.
Y ello ciertamente se traduce en la cualidad del vivir.
No es que a nadie le vaya a salir un halo.
Ni que se convierta en algún tipo de santurrón.
Es que la vida es-integridad.
Y por tanto ninguna accíon de explotación o que vaya en detrimento de dicha integridad será ahora posible.
Nunca más.
Mucho menos aún el relacionamiento de dependencia, entiéndase gurú-discípulo, sacerdote-creyente, salvador-devoto, psicólogo-paciente, etc.
Más para verlo "desde afuera" no sólo hay que estar atento, sino que hay que estar parado allí mismo.
La atención brinda esa posibilidad por un segundo.
Luego "quedarse" allí o desplazarse a "mis ideas sobre como debería lucir y comportarse alguien que habla desde el ser", ya es asunto de la profundidad, el compromiso, la pasión y la entrega a esa indagación.
¿Quién puede decir "yo" estoy iluminado, realizado, encarné la verdad, etc?
Si lo dice, es que es, por puro mérito propio, un completo imbécil.
Y si aquel que ve no lo dice, ¿qué importa lo que pueda decir el que no ve?
¿el que tan sólo especula con lo que ha leído o escuchado sobre ello, y que luego en base a algunas experiencias "misticas" se erige en un experto y autoridad en "iluminología", "despertología", etc?
¿Qué referencia para decir algo de si puede usar aquel que internamente ya no tiene ni guarda ninguna referencia para ser?
¿Qué puede decir sobre si aquel que no se siente jamás tocado por el lenguaje?
¿Hay en él algo nuevo que antes no había?
No.
¿Hay algo menos de lo que antes había?
No.
¿Cuál es entonces la diferencia?
Que ya no hay más en él la ilusión de ser distinto, separado, carente, etc.
O sea, la ilusión de ser ese falso yo que en realidad jamás existió.
Un fuerte abrazo,
R
Más allá del pensamiento.
Cualquier cosa que los demás piensen que soy no es lo que soy, es tan sólo un pensamiento sobre lo que soy, sobre mis apariencias de ser.
Cualquier cosa que yo mismo piense que soy no es lo que soy, es tan sólo un pensamiento sobre lo que soy, sobre mis apariencias de ser.
Y mientras que un pensamiento, una etiqueta, es algo estático, congelado, muerto, lo que sea que yo soy es algo vivo, se mueve, cambia de momento a momento, sin dejar por ello de ser si mismo.
Pero eso que esencialmente soy, no es definible, objetivable, pensable.
El pensamiento sólo puede señalarlo, no describirlo.
Pues el pensamiento no procede del ser, sino del mundo.
Es foráneo, es exterior, extranjero a nuestro ser, a lo que somos esencialmente.
Es adquirido.
Dado a nosotros por la sociedad, la cultura, por el mundo tal cual este era en el momento de nuestra aparición en escena.
El pensamiento es la resultante del conocimiento y la experiencia de la humanidad, o sea, de los que vivieron antes que yo.
Habla, en todo caso, de como ellos percibieron el mundo, no de mi.
Habla en realidad, de un concenso sobre lo que es; concenso del cual los que me enseñaron "como es el mundo" participaron de él.
Pero el pensamiento, ningún pensamiento es mío.
Mío, propio de mi-ser.
Inherente a mi ser.
Ningún pensamiento puede abarcar, contener, o rozar siquiera aquello que soy.
Lo que pueden, más o menos ser señaladas por el pensamiento, son las apariencias que las particularidades de ser toman en un momento dado al manifestarse.
Como por ejemplo, que hoy de mañana tenía ganas de caminar, y que por la tarde tenía ganas de echarme a dormir.
Pero eso no quiere decir que soy-enérgico, ni que soy-perezoso.
Así mismo, puedo ser calificado según mi color de piel, el país de nacimiento de este cuerpo, el idioma que hablo, la filiación política, el club de fútbol al cual tengo particular simpatía, las particularidades culturales de la sociedad del lugar donde habitualmente resido, la profesión con la cual gano mi sustendo, la clase social dentro de la cual soy enmarcado por algún sociólogo, el clán social en el cual nací, la religión dominante en la región que habito, o cualquier otra característica de la historia personal.
Todo ello, sin duda, constituye el material que puede efectívamente ser señalado por el pensamiento.
Así mismo, todos aquellos hábitos o elementos más o menos constantes en mi vida.
Pero aún así, nada de eso dice lo que soy.
Todas esas cosas que el pensamiento señala son las apariencias que esta vida que soy toma en un momento determinado, y nada más.
En otras palabras, son todas características superficiales.
Y son por supuesto, las que nos distinguen, las que nos diferencian unos de otros.
Pero lo que en esencia soy, o somos, ¿puede ser pensado?
¿Puede el pensamiento, que es el resultado del tiempo, la experiencia, la memoria, y por lo tanto el conocimiento limitado, aún por más amplio que este conocimiento puedira ser, puede el pensamiento tocar aquello que no se repite, que está vivo, que palpita y se manifiesta de modo único e irrepetible en cada quien en cada momento de la vida?
¿Puede el archivo de lo muerto, de la memoria, contactar con aquello que está vivo, siendo en este momento de un modo que jamás antes fue? ¿de un modo que no está registrado en la memoria?
Algunos pretenden describir los estados interiores por los cuales atravesamos habitualmente, y confunden esto con ser un "yo", estático, imaginariamente permanente, constante, contínuo, al cual los estados le ocurren "a él".
Y esa es en sí la más grande mentira, la más grande falacia del pensamiento.
La de que "yo" y "lo mío", o sea "yo" y "mis estados", somos dos cosas distintas y separadas.
No hay tal cosa como "yo" y "la ira", "yo que soy pacífico" y "la ira que me atacó en un momento".
"La ira", soy en realidad, yo.
Soy yo sintiéndome así a mi.
No "yo que tengo ira", no "yo y mi ira": yo soy la ira.
No como un concepto estático sobre "yo".
Sino que interiormente, no hay jamás diferencia o separación entre uno mismo,y la cualidad o el sentimiento de como uno siente en el momento en que uno se está observando ser.
Ése es el falso conflicto, creado, alimentado y sostenido por el pensamiento.
El de que "yo" y "mis sentimientos" somos dos cosas distintas, y "yo" debo "hacer algo" con ellos.
Esto es una conciencia dividida contra si misma.
Una conciencia fragmentada por la acción "etiquetante" del pensamiento.
Y el resultado es una vida de conflicto, indignidad, y desgracia.
De falta de integridad, de regateo interior por ser y esperanza de algún día llegar a ser; una vida de una constante miseria interior.
Como la etiqueta "yo" y la etiqueta "tal sentimiento" son distintas y conceptualmente (o sea en fantasía) mutuamente excluyentes, el cerebro asume que "yo" y "mis sentimientos" somos dos cosas distintas y separadas.
Observar en uno el absurdo, la falsedad de semejante propuesta, es el fin absoluto del conflicto en uno.
El fin de la división, de la fragmentación.
Y dichos sentimientos, cualesquiera que estos sean, no son jamás la propiedad particular de un ser, sino que son comunes a todo el género humano.
No son por tanto, características únicas, como para poder tazar en base a ellas una distinción y decir que "yo soy alguien que siente tristeza", y por tanto soy distinto de X "que es alguien que siente rabia".
Todos los seres humanos somos, esencialmente, lo mismo.
Las diferencias son totalmente superficiales.
Cada uno de nosotros es, esencialmente, la misma humanidad; la única humanidad.
O sea que interiormente no sólo no soy separable de como sea que me sienta, y ello está vivo, está cambiando de momento en momento, sino que además, no soy esencialmente distinguible o separable de ningún otro ser humano que exista, o haya existido, o pueda llegar a existir jamás.
Interiormente, no soy un individuo separado.
O más aún, no soy un individuo, no existe interiormente tal cosa.
Interiormente, NO SOY DISTINTO DE NADIE.
Todas las diferencias, todo lo que el pensamiento puede señalar en uno como distinto de otro, no son más que características superficiales.
Pensamiento que es la forma que el ser humano ha creado para medir, cuantificar, direnciar, designar, y así comunicarse.
Pensamiento que es de hechura humana.
Como todos los conceptos creados por el pensar.
Pero lo que soy no es un concepto; no se deja atrapar en la red del pensar.
Y no es de hechura humana.
No hay ningún pensamiento o etiqueta que sea particularmente "mío", propio de mi ser, de mi esencia.
El pensamiento no puede jamás decirme quien soy, ni que o quien es nadie.
El pensamiento sólo puede hablar de lo superficial, de la apariencia.
No del ser.
El pensamiento, aplicado a lo interno, sólo es fuente de confusión, de conflicto, de división, de fragmenteación.
Y no es por tanto la herramienta que podrá ayudarme a "lidiar" conmigo, ni con mis relaciones o problemas vivos, humanos.
El pensamiento no es la herramienta para lidiar con lo interior.
Sólo la observación sin la interferencia del pensamiento conceptual, el lúcido sentir de la vida en uno, es el único medio válido para vivir verdaderamente.
No soy jamás distindo de como sea que me sienta.
No soy distinto de nadie.
Ningún pensamiento es "mío".
Nunca podrá el pensamiento decirme quien son ni quien es nadie; jamás.
Darse cuenta de esto, es estar más allá del pensamiento.
R.
Cualquier cosa que yo mismo piense que soy no es lo que soy, es tan sólo un pensamiento sobre lo que soy, sobre mis apariencias de ser.
Y mientras que un pensamiento, una etiqueta, es algo estático, congelado, muerto, lo que sea que yo soy es algo vivo, se mueve, cambia de momento a momento, sin dejar por ello de ser si mismo.
Pero eso que esencialmente soy, no es definible, objetivable, pensable.
El pensamiento sólo puede señalarlo, no describirlo.
Pues el pensamiento no procede del ser, sino del mundo.
Es foráneo, es exterior, extranjero a nuestro ser, a lo que somos esencialmente.
Es adquirido.
Dado a nosotros por la sociedad, la cultura, por el mundo tal cual este era en el momento de nuestra aparición en escena.
El pensamiento es la resultante del conocimiento y la experiencia de la humanidad, o sea, de los que vivieron antes que yo.
Habla, en todo caso, de como ellos percibieron el mundo, no de mi.
Habla en realidad, de un concenso sobre lo que es; concenso del cual los que me enseñaron "como es el mundo" participaron de él.
Pero el pensamiento, ningún pensamiento es mío.
Mío, propio de mi-ser.
Inherente a mi ser.
Ningún pensamiento puede abarcar, contener, o rozar siquiera aquello que soy.
Lo que pueden, más o menos ser señaladas por el pensamiento, son las apariencias que las particularidades de ser toman en un momento dado al manifestarse.
Como por ejemplo, que hoy de mañana tenía ganas de caminar, y que por la tarde tenía ganas de echarme a dormir.
Pero eso no quiere decir que soy-enérgico, ni que soy-perezoso.
Así mismo, puedo ser calificado según mi color de piel, el país de nacimiento de este cuerpo, el idioma que hablo, la filiación política, el club de fútbol al cual tengo particular simpatía, las particularidades culturales de la sociedad del lugar donde habitualmente resido, la profesión con la cual gano mi sustendo, la clase social dentro de la cual soy enmarcado por algún sociólogo, el clán social en el cual nací, la religión dominante en la región que habito, o cualquier otra característica de la historia personal.
Todo ello, sin duda, constituye el material que puede efectívamente ser señalado por el pensamiento.
Así mismo, todos aquellos hábitos o elementos más o menos constantes en mi vida.
Pero aún así, nada de eso dice lo que soy.
Todas esas cosas que el pensamiento señala son las apariencias que esta vida que soy toma en un momento determinado, y nada más.
En otras palabras, son todas características superficiales.
Y son por supuesto, las que nos distinguen, las que nos diferencian unos de otros.
Pero lo que en esencia soy, o somos, ¿puede ser pensado?
¿Puede el pensamiento, que es el resultado del tiempo, la experiencia, la memoria, y por lo tanto el conocimiento limitado, aún por más amplio que este conocimiento puedira ser, puede el pensamiento tocar aquello que no se repite, que está vivo, que palpita y se manifiesta de modo único e irrepetible en cada quien en cada momento de la vida?
¿Puede el archivo de lo muerto, de la memoria, contactar con aquello que está vivo, siendo en este momento de un modo que jamás antes fue? ¿de un modo que no está registrado en la memoria?
Algunos pretenden describir los estados interiores por los cuales atravesamos habitualmente, y confunden esto con ser un "yo", estático, imaginariamente permanente, constante, contínuo, al cual los estados le ocurren "a él".
Y esa es en sí la más grande mentira, la más grande falacia del pensamiento.
La de que "yo" y "lo mío", o sea "yo" y "mis estados", somos dos cosas distintas y separadas.
No hay tal cosa como "yo" y "la ira", "yo que soy pacífico" y "la ira que me atacó en un momento".
"La ira", soy en realidad, yo.
Soy yo sintiéndome así a mi.
No "yo que tengo ira", no "yo y mi ira": yo soy la ira.
No como un concepto estático sobre "yo".
Sino que interiormente, no hay jamás diferencia o separación entre uno mismo,y la cualidad o el sentimiento de como uno siente en el momento en que uno se está observando ser.
Ése es el falso conflicto, creado, alimentado y sostenido por el pensamiento.
El de que "yo" y "mis sentimientos" somos dos cosas distintas, y "yo" debo "hacer algo" con ellos.
Esto es una conciencia dividida contra si misma.
Una conciencia fragmentada por la acción "etiquetante" del pensamiento.
Y el resultado es una vida de conflicto, indignidad, y desgracia.
De falta de integridad, de regateo interior por ser y esperanza de algún día llegar a ser; una vida de una constante miseria interior.
Como la etiqueta "yo" y la etiqueta "tal sentimiento" son distintas y conceptualmente (o sea en fantasía) mutuamente excluyentes, el cerebro asume que "yo" y "mis sentimientos" somos dos cosas distintas y separadas.
Observar en uno el absurdo, la falsedad de semejante propuesta, es el fin absoluto del conflicto en uno.
El fin de la división, de la fragmentación.
Y dichos sentimientos, cualesquiera que estos sean, no son jamás la propiedad particular de un ser, sino que son comunes a todo el género humano.
No son por tanto, características únicas, como para poder tazar en base a ellas una distinción y decir que "yo soy alguien que siente tristeza", y por tanto soy distinto de X "que es alguien que siente rabia".
Todos los seres humanos somos, esencialmente, lo mismo.
Las diferencias son totalmente superficiales.
Cada uno de nosotros es, esencialmente, la misma humanidad; la única humanidad.
O sea que interiormente no sólo no soy separable de como sea que me sienta, y ello está vivo, está cambiando de momento en momento, sino que además, no soy esencialmente distinguible o separable de ningún otro ser humano que exista, o haya existido, o pueda llegar a existir jamás.
Interiormente, no soy un individuo separado.
O más aún, no soy un individuo, no existe interiormente tal cosa.
Interiormente, NO SOY DISTINTO DE NADIE.
Todas las diferencias, todo lo que el pensamiento puede señalar en uno como distinto de otro, no son más que características superficiales.
Pensamiento que es la forma que el ser humano ha creado para medir, cuantificar, direnciar, designar, y así comunicarse.
Pensamiento que es de hechura humana.
Como todos los conceptos creados por el pensar.
Pero lo que soy no es un concepto; no se deja atrapar en la red del pensar.
Y no es de hechura humana.
No hay ningún pensamiento o etiqueta que sea particularmente "mío", propio de mi ser, de mi esencia.
El pensamiento no puede jamás decirme quien soy, ni que o quien es nadie.
El pensamiento sólo puede hablar de lo superficial, de la apariencia.
No del ser.
El pensamiento, aplicado a lo interno, sólo es fuente de confusión, de conflicto, de división, de fragmenteación.
Y no es por tanto la herramienta que podrá ayudarme a "lidiar" conmigo, ni con mis relaciones o problemas vivos, humanos.
El pensamiento no es la herramienta para lidiar con lo interior.
Sólo la observación sin la interferencia del pensamiento conceptual, el lúcido sentir de la vida en uno, es el único medio válido para vivir verdaderamente.
No soy jamás distindo de como sea que me sienta.
No soy distinto de nadie.
Ningún pensamiento es "mío".
Nunca podrá el pensamiento decirme quien son ni quien es nadie; jamás.
Darse cuenta de esto, es estar más allá del pensamiento.
R.
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