domingo, 16 de noviembre de 2008

Sentirse bien o “tener razón”, ¿qué desea usted ?

Por Richard Mesones
Si se identifica con lo segundo, bien; tiene razón.
Pero si no, su única “opción” real es indagar en su modo de pensar sobre la realidad, en sus historias sobre como la vida debería ser; las “razones” a las cuales estamos apegados y que forman el filtro de nuestra sensibilidad, de nuestra percepción de la realidad, de nuestra inteligencia innata y nuestra capacidad para vivir y relacionarnos de una manera armoniosa, fluída y vital, sin enredarnos ni anudarnos con juicios mentales que no nos permiten sentirnos en comunión con la vida.

Libres de toda distorsión interior, libres de la imposición de tener que ser de un modo u otro, libres de autoridad interna o de cualquier forma de presión, libres de toda imágen o ideal con el cual estemos identificados, libres de toda búsqueda compensatoria; sólo así puede el Ser florecer.
Solo en integridad, en libertad, podemos ser nosotros mismos, en comunión con todo lo que somos, con lo que la vida es. Y sólo así nuestra sensibilidad (que es identidad única), nuestro sentir, nos puede posibilitar un vivir pleno, sentido e incomparable. Aunque externamente nos diferenciemos, internamente la humanidad pasada y presente ha estado y está buscando lo mismo.

Todos tenemos esta sensación de carencia, de incompletitud, aún en los momentos en que todo parece “marchar bien”.
Usando entonces el pensamiento concebimos la idea de que “nos falta algo”; así es como nace el “buscador”, y a partir de ese momento emplearemos toda nuestra energía en tratar de “llegar a ser” millonarios, o realizarnos a través de la pareja, o el sexo, o buscamos la realización espiritual, a dios, la iluminación, etc.

Todo esto no son más que nombres, rótulos, para una sola y única cosa, el sentido de plenitud, de totalidad, de completitud, de paz interior y natural bienestar.
Y como el malestar es interior, nada externo, ningún tener o hacer para llegar a ser ha funcionado ni funcionará jamás.
No pierda más tiempo, le repito: nada externo ha funcionado ni lo hará jamás.

La razón es tan simple como lógica: usted, identificado con cosas que no le son propias, que no son verdaderas o reales en usted, es todo lo que constituye el problema. Y como darse cuenta no es transferible, nada ni nadie le pueden ayudar.
Cualquier cosa que usted crea, asuma o se imponga generará malestar y tensión en su naturalidad; atentará contra su integridad, su libertad inherente y su sentir único e incomparable. Darse cuenta en uno mismo de lo falso como tal nos libera de la identificación con lo que no es real.

En nuestro organismo, en nuestro mismo ser, subyace la inteligencia que nos permite discernir sintiendo lo falso de lo real.

Ese es el cambio real. Cuando uno se da cuenta de algo que no se había dado cuenta, el cambio ya ha ocurrido. Cambiará inmediatamente nuestra visión de lo esclarecido, nuestro sentir al respecto, nuestra conducta, nuestro relacionarnos, nuestro vivir.
No se cambia a voluntad “queriendo” cambiar, no es un tema de esfuerzo sino de sensibilidad. Ninguna cantidad de conocimiento o técnica o método alguno puede suscitar el aflorar del sentir real.

Todo hacer para ser es artificial, por tanto todo lo que sea que haga sólo creará distorsión y mayor confusión, inhibiendo la sensibilidad natural siempre presente en nosotros, la inteligencia natural que a través de las sensaciones de bienestar y malestar, tensión y distensión, y del inviolable sentido de sanidad (integridad) es el verdadero maestro que cada uno lleva en lo más íntimo de su ser.

Ninguna doctrina religiosa o filosófica, ningún dogma o tradición por antigua y respetable que sea, ningún maestro o gurú o sacerdote, ninguna disciplina ni fármaco ni método ni técnica ni conocimiento de ninguna índole , ninguna institución ni cosa alguna creada por nadie puede sustituir o acercarse siquiera al funcionamiento irremplazable de esta energía inteligente que opera en cada ser.

La inteligencia es el único y verdadero maestro; lo demás es cuento e idolatría, culto a la importancia personal y mercadeo.
Nadie, ni siquiera uno mismo sabe mejor que esta inteligencia que se expresa en mi sensibilidad, lo que es correcto y mejor para responder a la circunstancia actual en cada momento.
Así, todos tenemos en nosotros al maestro que necesitamos en cada momento de la vida, y no somos ni seremos jamás de este modo víctimas de la explotación por el conocimiento.

En nuestra capacidad para indagar cuestionándonos y dejando que nuestro sentir traiga a la conciencia la respuesta natural está el pasaje a una vida plena y liberada. Preguntarme verbalmente sin contestarme y recibir sintiendo la respuesta es el darse cuenta que es la verdadera respuesta, porque es la verdad viva en nosotros respondiendo, haciéndose sentir. La verdad única de lo que somos tomando conciencia de si misma al descartarse lo irreal, al verse lo falso como tal. Cuando el ojo no está obstruido la resultante es la visión (claridad exterior); cuando la conciencia no está obstruida el resultado natural es el caerse de toda imposición que creaba la contradicción, el conflicto interior, el malestar y el sufrimiento.

Usted es y tiene en usted mismo las respuestas a sus interrogantes más profundos y vitales.
La auto-indagación es lo que lo posibilita el aflorar de esas respuestas en usted.
Las herramientas de auto- indagación detienen el diálogo interior de la mente posibilitando a la sensibilidad, al sentir real florecer en nuestra conciencia de SER.
Por eso la pregunta inicial: sentirse bien o tener razón, ¿qué desea usted ?
Si su respuesta es sentirse bien, entonces le ha llegado el momento de indagar en las historias que su pensamiento entreteje sobre la realidad y que al ser tomadas como válidas están creando en usted todo el sufrimiento y la presión interior que no le permiten vivir su natural e incomparable totalidad como ser libre y único que usted ES.

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