lunes, 14 de septiembre de 2009

Interior y exterior.

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No hay dos vidas; no hay tal cosa como la vida "exterior" y la vida "interior".

Hay tan sólo la vida, indefinible, en su constante movimiento vertiginósamente armónico de flujo y reflujo, de reto y respuesta, desplegándose.

"Exterior" e "interior" son sólamente una convención trazada por el pensamiento humano, pero que muy a menudo olvidamos que existe tan sólo en el pensamiento humano.

No en la vida!

La vida es un movimiento unitario.

El reto y la respuesta no pueden separarse, como el flujo y el reflujo de una misma corriente.

El evento "exterior" y el estado "interior" son las dos caras de la misma moneda, la moneda de la existencia.

A través del estado interno miro la existencia, y ello determina mi "vivir", creando-atrayendo para mi las circustancias que lo reflejan.

A través de las circunstancias externas me reflejo, y ello despierta mi reflexión; o al menos, así sería deseable; y esto modifica mi estado interior, o al menos, así sería deseable.

Según sea mi estado interior es como me voy a sentir "conmigo mismo" y por tanto también con-y-en el mundo; es el color del cristal con el que estoy mirando, y serán los eventos que concordantemente voy a estar vivenciando.

Todos inequívocamente teñidos con el color de ese estado, todos de su misma cualidad.

Y si además me identifico mentalmente con unas determinadas y concretas circunstancias externas, entonces éstas (las circunstancias externas que están siempre cambiando, mutando) van a determinar mi mal-estar interior inevitable.

Como reza un viejo proverbio chino: "no hay forma más segura de sufrir que el aferrarse a lo que va a cambiar".

Si estoy en paz con el flujo permanentemente cambiante de la vida, de lo que es tal como es en cada momento, entonces estoy en paz en mi interior.

Si estoy en paz con el flujo permanentemente cambiante de la vida en mi interior, entonces estoy en paz con el mundo.

Y no es el mundo el que necesita paz; es el ser humano, soy yo.

¿Significa esto resignarse?

No.

Significa sentirse-ser-estar-viviendo-siendo en paz, y desde esa paz, vivir.

Vivir que es responder al reto constante de lo desconocido, del misterio, de la vida.

Vivir que es también: cambiar lo que necesite ser cambiado, no cambiar lo que no necesita ser cambiado, y saber ver la diferencia.

Y todo ello en paz.

Entonces en esa paz, no hay más la división de lo exterior y lo interior, pues no hay más la identificación con ningún evento exterior ni estado interior, que es lo que crea la resistencia al fluir de la vida; hay sólo el movimiento unitario de la vida, el flujo y reflujo de la vida, a través de esta puerta abierta, de esta vacuidad, de esta silenciosa espaciosidad que yo soy, de esta conciencia vacía.


Hay, la apasionada danza inimitable de la propia finitud, entre las dos orillas del océano infinito de lo innominable.









Richard Mesones.

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