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La "vida" es, realmente, Vida Conciente,o mejor dicho, Absoluta Conciencia de Vida.
Somos esa Conciencia-que-es-la-Vida, no un "yo" separado de la Vida.
E identificarnos con una idea hace que esta se plasme como "nuestra vivencia del mundo".
Esta es la verdadera "justicia divina", que es infalible.
Por ello es que no existe la injusticia, tan sólo la ignorancia de lo que verdaderamente somos.
Todo sucede así, en verdad, porque es la voluntad divina; la voluntad de la Vida-Conciencia que somos al identificarnos con una idea.
Este es el "lila", el divino juego cósmico que es la Vida.
Por tanto, nada hay que cambiar o lograr.
Es el estar identificados con una meta, que es siempre algo a suceder en en el tiempo,lo que nos hace tener este sentimiento de limitación, de finitud y temporalidad, de separación del todo en nuestro fuero íntimo.
La Vida no tiene ninguna meta. Es sólo la constante manifestación de su naturaleza unitaria en la explosión de la diversidad, por el sólo gozo, porque esa es su naturaleza.
La meta de la Vida es vivir.
No hay nada en que "mejorar" a la Vida; nada en que "completarla".
Nada que hacerle, cambiarle o entender.
La Vida no es más que lo-que-ES, y lo que somos, no es otra cosa que la Vida, siendo lo que cada uno y cada cosa ES.
El sufrimiento es la resultante de la identificación con una meta, del tratar de ser, de "llegar a ser", "lograr ser", etc.
Hay en ello un senti-miento de "separación" de la gracia de la Vida, de la totalidad de la Vida.
Y ello me hace asumirme-creerme ser un "yo" separado-aislado de la Vida al cual lo que sucede "le sucede a él".
La "finalidad" de dicho sufrimiento, de este descontento insoslayable e insobornable, de esta "carencia", no es otra que el recordarnos-llamarnos la atención sobre el hecho de que eso que asumimos sobre nosotros mismos y nuestro vivir no es verdad, no va con nuestra naturaleza real, nos limita y constriñe, no nos deja florecer en integridad.
Somos esa Conciencia ilimitada, atemporal, más allá de toda descripción y cualidad, de todo cambio.
Esa Conciencia que es la Vida misma, la Absoluta Conciencia de Vida; la Conciencia-Una(Absoluta)-que-es-la-VIDA.
Liberación es darse cuenta de que no hay ninguna meta que lograr, ni siquiera esa llamada "iluminación", "realización", "liberación", ni hay tampoco ningún "yo" separado de la Conciencia Una, de la Unidad que es la Vida, que deba, pueda o necesite hacer nada para "regresar" a casa.
Nunca hemos partido.
No se puede regresar al lugar de donde nunca nos fuimos; no se puede lograr lo que siempre ES, ha SIDO y SERÁ.
Lo que SOMOS.
Eso es Liberación.
Richard Mesones.
viernes, 30 de octubre de 2009
El vacío danzando... (Preguntas Esenciales)
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¿Y sin la idea de que la VIDA tiene una meta?
¿Y sin la idea de que hay algo que entender?
Entonces la VIDA no es más que lo-que-ES; y lo que SOMOS, no es otra cosa que la VIDA siendo, siendo lo que cada uno y cada cosa ES.
El vacío danzando, arremolinando partículas y átomos por un rato y volviéndolos luego a dispersar.
Lo único que queda es "entregarse".
Entregarse a ser... en el juego de la VIDA...
Richard Mesones.
¿Y sin la idea de que la VIDA tiene una meta?
¿Y sin la idea de que hay algo que entender?
Entonces la VIDA no es más que lo-que-ES; y lo que SOMOS, no es otra cosa que la VIDA siendo, siendo lo que cada uno y cada cosa ES.
El vacío danzando, arremolinando partículas y átomos por un rato y volviéndolos luego a dispersar.
Lo único que queda es "entregarse".
Entregarse a ser... en el juego de la VIDA...
Richard Mesones.
jueves, 29 de octubre de 2009
¿Hay algo más profundo que sentirse en Comunión-Unidad con todo lo que es? o ¿Qué es Liberación? (Preguntas Esenciales)
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Darse cuenta es satori; súbito despertar a la verdad de algo.
Darse cuenta de ser en unidad con todo lo que es, es samadhí, un estado de profundo éxtasis.
Darse cuenta de que esto también es un estado ("esto también pasará") y no lo que uno es, eso es Liberación.
Richard Mesones.
Darse cuenta es satori; súbito despertar a la verdad de algo.
Darse cuenta de ser en unidad con todo lo que es, es samadhí, un estado de profundo éxtasis.
Darse cuenta de que esto también es un estado ("esto también pasará") y no lo que uno es, eso es Liberación.
Richard Mesones.
miércoles, 28 de octubre de 2009
"Esto" también soy YO , o Todos somos la misma Esencia-Unidad con distintas apariencias. (Preguntas Esenciales)
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¿HAY ALGO QUE PUEDA REALMENTE SER LLAMADO MÍO?
Sin la idea de "mío / no-mío" no hay sentido de conflicto o división alguna en el SER.
En el SER, es en el hecho de ser, de existir.
El SER es es "estar" siempre siendo; eso es ser.
Es-ser-el-ser-que-ES-siempre-siendo.
Sentirse, es darse cuenta de ser.
Y esa cualidad de ser es inherente a lo que es vivo, a lo que sea que exista, y no a un objeto que "me haga ser" o que "no me permita ser".
No hay nada que me otorgue el ser, ni nada que me lo pueda arrebatar.
No es el producto de alcanzar "eso" y hacerlo "mío"; ni de "librarme de lo que no es mío".
El ser es eso que uno siempre es.
Es ser!
Y en ese ser-siempre-siendo no hay más ni menos, ni modificación ni diferente, ni otro ni carencia ni incompletitud, ni progreso ni mengua.
¿Cómo es entonces que uno no vive en ese inmutable sentido de unidad?
El senti-miento de división, carencia, incompletitud y conflicto es el producto del "yo" y el "no-yo"; y este falso sentido de identidad es creado por la identificación con lo "mío" que a su vez excluye de mi sentido de ser a lo "no-mío".
Esa asunción o creencia marca en fin - en lo aparente - del sentido natural de unidad.
Y digo natural, porque la unidad-iluminación-liberación o como lo quiera llamar no es ningún objeto-estado extraordinario o especial a alcanzar; es la naturaleza de lo que es, de todo y de todos, sin posibilidad alguna de exclusión.
La dualidad mental de "mío/no-mío" es el cerco conceptual que delimita al "yo" restringiendo así mi sentido de ser a unas apariencias concretas con las que me identifico.
Así nace mi sentido de la dualidad, de estar separado del todo, de la vida, y junto con ello mi "incompletitud", mi sentimiento de carencia de un "algo" que me vuelva a hacer sentir otra vez un todo completo, pleno, absoluto, íntegro.
Una cosa es decir mío con un sentido práctico, funcional.
"Este pantalón es mío y este otro es el tuyo".
"Esta es mi pareja y esta es la tuya".
"Este es mi cuerpo y este es el tuyo".
Otra muy distinta es conferirle a los objetos personas la cualidad de seidad con la cual soy idéntico.
Hacer una especie de "adjudicación anímica".
"Este pantalón es MÍO, MÍO, MÍO, MÍO!!! y no me pongo ningún otro!"
"Esta es MI-pareja". "Ella/Él es MÍO!!!".
"Este es MI cuerpo!, y MI mente! y puedo hacer con ellos lo que quiera como por ejemplo hacer que mi cuerpo mida un metro más, no morir, no enfermar, decidir a qué ritmo van a crecer mis uñas o mi pelo, elegir no escuchar, respirar sólo cuando a mi me de la gana, marcar el ritmo de los latidos del corazón, no aceptar que me ocurra ningún dolor, regular mi metabolismo y mi energía a voluntad, no pensar, pensar en algo que no soy capaz de concebir, y lo que sea que se me ocurra, porque este es MI-cuerpo y esta es MI-mente y hago con ellos lo que a mi se me antoje, ya que ellos son "Yo" y "Yo" soy ellos, son "lo más mío", y si me corto un dedo sería unos centímetros menos yo de lo yo que ahora soy, y si pierdo alguna de las cualidades mentales con las cuales me identifico, entonces tampoco seré "tan yo" como soy ahora".
¿Un tanto estúpido, no?
La identificación con algo-lo-que-sea como mío, crea una división en mi sentido de ser, que de ahora en más deberá restringirse sólamente a esa área de la vida.
Entonces, lo que sea que ocurra ya no ocurre en mi, sino "a-mi"; a lo "mío".
¿Pero hay algo que pueda ser realmente llamado mío?
No en un sentido meramente funcional, lo cual es claro y no crea conflicto alguno.
Me refiero a si puedo decir que algo es mío como cualidad o contenedor de mi sentido de ser.
MÍO, de mi SER, inherente a MI.
¿Hay algo que yo pueda retener en mi o hacer que no cambie según su naturaleza intrínseca?
¿Hay algo sobre lo cual yo pueda enseñorearme a mi antojo como para reclamar que soy algo más que su transitorio usufructuario?
¿Hay algo que pueda ser realmente llamado mío?
¿Algo que pueda decir que ello es YO, tan yo de tal modo que mi sola voluntad le hace moverse o ser según mi parecer del momento?
¿Es que acaso siquiera lo que sea que yo soy puedo elegirlo o modificarlo a voluntad?
¿O soy lo que soy -incluso- a-Pesar "mío"?
Sin "mío" y "no-mío" no hay más sentido de división en el ser;de exclusión del propio sentido de ser.
Sin ningún senti - miento de exclusión en el propio sentido de ser ,sólo hay Unidad.
Entonces, donde quiera que miro no veo un ser distindo de mi.
Siento-veo a mi-YO-Unidad con otra apariencia.
Todos, somos la misma y única UNIDAD manifestándose como organismos distintos.
Darse cuenta de ello no te agrega nada; no darse cuenta de ello no te quita nada.
Darse cuenta lo único que hace es terminar con el velo o filtro de ignorancia extendido por la creencia no investigada, no indagada.
Ya SOMOS la iluminación, tan sólo hay que darse cuenta.
Darse cuenta es el "despertar" al hecho de lo que Somos.
Sin la tiranía del "mío" y "no-mío" ya no hay más "yo" distinto-separado de "no-yo"; no hay separación de la totalidad, ni por lo tanto habrá tampoco ningún sentido de carencia o incompletitud.
Al no haber "mío" no hay más sentido de exclusividad ni de exclusión del propio sentido de ser, no hay nada "no-mío"; nada es "no-yo".
"Esto" también soy YO (unidad-no dualidad-no exclusión).
Entonces hay, nuevamente, sentido de UNIDAD, con todo y con todos, ya nunca más con "otros".
Ya no hay identificación con ningún fenómeno percibido en particular, sea este físico o mental.
Uno no es "esto" o "aquello" en particular.
No es la "mente turbulenta" ni tampoco la "mente silenciosa".
No es su soñar, sus sueños, ni tampoco es la "mente que no sueña".
Usted no es la presencia de pensamientos, ideas e imágenes, ni tampoco su ausencia.
No es ni este estado ni ningún estado en particular.
Usted es eso en donde todo este incesante cambio acontece sin cambiarlo a usted, sin modificarlo, sin afectar su naturaleza real; su natural sentido de ser el SER.
Y como nada es excluído por una identificación exclusiva con "lo mío", entoces todo sucede en un imperturbable sentido de Unidad.
No hay nada que ganar, alcanzar o lograr, nada que recuperar ni lugar a donde volver, no hay camino que recorrer ni pasos que dar ni escalones que subir ni grados que conquistar.
Nada nunca se perdío. Nada cambió jamás.
Usted nunca ha sido un "yo que soy así por no logro ser asá".
Usted siempre ha sido, es y será la Unidad.
Sólo que jamás se puso a cuestionarse seriamente, a indagar en sus creencias sobre la realidad; sus creencias sobre "mío" y "no-mío".
¿Hay algo que pueda realmente ser llamado MÍO?
¿Y sin la idea de que el cuerpo es "MÍO"?
¿Y sin la idea de que la mente es "MÍA"?
¿HAY ALGO QUE PUEDA REALMENTE SER LLAMADO MÍO?...
Richard Mesones.
¿HAY ALGO QUE PUEDA REALMENTE SER LLAMADO MÍO?
Sin la idea de "mío / no-mío" no hay sentido de conflicto o división alguna en el SER.
En el SER, es en el hecho de ser, de existir.
El SER es es "estar" siempre siendo; eso es ser.
Es-ser-el-ser-que-ES-siempre-siendo.
Sentirse, es darse cuenta de ser.
Y esa cualidad de ser es inherente a lo que es vivo, a lo que sea que exista, y no a un objeto que "me haga ser" o que "no me permita ser".
No hay nada que me otorgue el ser, ni nada que me lo pueda arrebatar.
No es el producto de alcanzar "eso" y hacerlo "mío"; ni de "librarme de lo que no es mío".
El ser es eso que uno siempre es.
Es ser!
Y en ese ser-siempre-siendo no hay más ni menos, ni modificación ni diferente, ni otro ni carencia ni incompletitud, ni progreso ni mengua.
¿Cómo es entonces que uno no vive en ese inmutable sentido de unidad?
El senti-miento de división, carencia, incompletitud y conflicto es el producto del "yo" y el "no-yo"; y este falso sentido de identidad es creado por la identificación con lo "mío" que a su vez excluye de mi sentido de ser a lo "no-mío".
Esa asunción o creencia marca en fin - en lo aparente - del sentido natural de unidad.
Y digo natural, porque la unidad-iluminación-liberación o como lo quiera llamar no es ningún objeto-estado extraordinario o especial a alcanzar; es la naturaleza de lo que es, de todo y de todos, sin posibilidad alguna de exclusión.
La dualidad mental de "mío/no-mío" es el cerco conceptual que delimita al "yo" restringiendo así mi sentido de ser a unas apariencias concretas con las que me identifico.
Así nace mi sentido de la dualidad, de estar separado del todo, de la vida, y junto con ello mi "incompletitud", mi sentimiento de carencia de un "algo" que me vuelva a hacer sentir otra vez un todo completo, pleno, absoluto, íntegro.
Una cosa es decir mío con un sentido práctico, funcional.
"Este pantalón es mío y este otro es el tuyo".
"Esta es mi pareja y esta es la tuya".
"Este es mi cuerpo y este es el tuyo".
Otra muy distinta es conferirle a los objetos personas la cualidad de seidad con la cual soy idéntico.
Hacer una especie de "adjudicación anímica".
"Este pantalón es MÍO, MÍO, MÍO, MÍO!!! y no me pongo ningún otro!"
"Esta es MI-pareja". "Ella/Él es MÍO!!!".
"Este es MI cuerpo!, y MI mente! y puedo hacer con ellos lo que quiera como por ejemplo hacer que mi cuerpo mida un metro más, no morir, no enfermar, decidir a qué ritmo van a crecer mis uñas o mi pelo, elegir no escuchar, respirar sólo cuando a mi me de la gana, marcar el ritmo de los latidos del corazón, no aceptar que me ocurra ningún dolor, regular mi metabolismo y mi energía a voluntad, no pensar, pensar en algo que no soy capaz de concebir, y lo que sea que se me ocurra, porque este es MI-cuerpo y esta es MI-mente y hago con ellos lo que a mi se me antoje, ya que ellos son "Yo" y "Yo" soy ellos, son "lo más mío", y si me corto un dedo sería unos centímetros menos yo de lo yo que ahora soy, y si pierdo alguna de las cualidades mentales con las cuales me identifico, entonces tampoco seré "tan yo" como soy ahora".
¿Un tanto estúpido, no?
La identificación con algo-lo-que-sea como mío, crea una división en mi sentido de ser, que de ahora en más deberá restringirse sólamente a esa área de la vida.
Entonces, lo que sea que ocurra ya no ocurre en mi, sino "a-mi"; a lo "mío".
¿Pero hay algo que pueda ser realmente llamado mío?
No en un sentido meramente funcional, lo cual es claro y no crea conflicto alguno.
Me refiero a si puedo decir que algo es mío como cualidad o contenedor de mi sentido de ser.
MÍO, de mi SER, inherente a MI.
¿Hay algo que yo pueda retener en mi o hacer que no cambie según su naturaleza intrínseca?
¿Hay algo sobre lo cual yo pueda enseñorearme a mi antojo como para reclamar que soy algo más que su transitorio usufructuario?
¿Hay algo que pueda ser realmente llamado mío?
¿Algo que pueda decir que ello es YO, tan yo de tal modo que mi sola voluntad le hace moverse o ser según mi parecer del momento?
¿Es que acaso siquiera lo que sea que yo soy puedo elegirlo o modificarlo a voluntad?
¿O soy lo que soy -incluso- a-Pesar "mío"?
Sin "mío" y "no-mío" no hay más sentido de división en el ser;de exclusión del propio sentido de ser.
Sin ningún senti - miento de exclusión en el propio sentido de ser ,sólo hay Unidad.
Entonces, donde quiera que miro no veo un ser distindo de mi.
Siento-veo a mi-YO-Unidad con otra apariencia.
Todos, somos la misma y única UNIDAD manifestándose como organismos distintos.
Darse cuenta de ello no te agrega nada; no darse cuenta de ello no te quita nada.
Darse cuenta lo único que hace es terminar con el velo o filtro de ignorancia extendido por la creencia no investigada, no indagada.
Ya SOMOS la iluminación, tan sólo hay que darse cuenta.
Darse cuenta es el "despertar" al hecho de lo que Somos.
Sin la tiranía del "mío" y "no-mío" ya no hay más "yo" distinto-separado de "no-yo"; no hay separación de la totalidad, ni por lo tanto habrá tampoco ningún sentido de carencia o incompletitud.
Al no haber "mío" no hay más sentido de exclusividad ni de exclusión del propio sentido de ser, no hay nada "no-mío"; nada es "no-yo".
"Esto" también soy YO (unidad-no dualidad-no exclusión).
Entonces hay, nuevamente, sentido de UNIDAD, con todo y con todos, ya nunca más con "otros".
Ya no hay identificación con ningún fenómeno percibido en particular, sea este físico o mental.
Uno no es "esto" o "aquello" en particular.
No es la "mente turbulenta" ni tampoco la "mente silenciosa".
No es su soñar, sus sueños, ni tampoco es la "mente que no sueña".
Usted no es la presencia de pensamientos, ideas e imágenes, ni tampoco su ausencia.
No es ni este estado ni ningún estado en particular.
Usted es eso en donde todo este incesante cambio acontece sin cambiarlo a usted, sin modificarlo, sin afectar su naturaleza real; su natural sentido de ser el SER.
Y como nada es excluído por una identificación exclusiva con "lo mío", entoces todo sucede en un imperturbable sentido de Unidad.
No hay nada que ganar, alcanzar o lograr, nada que recuperar ni lugar a donde volver, no hay camino que recorrer ni pasos que dar ni escalones que subir ni grados que conquistar.
Nada nunca se perdío. Nada cambió jamás.
Usted nunca ha sido un "yo que soy así por no logro ser asá".
Usted siempre ha sido, es y será la Unidad.
Sólo que jamás se puso a cuestionarse seriamente, a indagar en sus creencias sobre la realidad; sus creencias sobre "mío" y "no-mío".
¿Hay algo que pueda realmente ser llamado MÍO?
¿Y sin la idea de que el cuerpo es "MÍO"?
¿Y sin la idea de que la mente es "MÍA"?
¿HAY ALGO QUE PUEDA REALMENTE SER LLAMADO MÍO?...
Richard Mesones.
viernes, 23 de octubre de 2009
Lo definitivo... (Preguntas Esenciales)
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¿Qué es para mi lo definitivo?
El mundo es lo que es, como es.
El mundo no tiene problemas, no necesita paz.
El hombre necesita paz; es el hombre el que tiene problemas.
Y el mundo es bastante más que el hormiguero humano.
"El mundo" al que habitualmente hacemos referencia, es, en realidad, el mundo de desvarío y sin-sentido del relacionamiento humano.
"El mundo", entonces, somos usted y yo.
Y siendo nosotros como somos, "el mundo" no podría ser de otro modo.
Punto.
Cualquier otra cosa es más del mismo desvarío y sin-sentido.
Esto es lo que es, tal cual como es.
Y el único cambio posible, real, es darse cuenta.
Mientras no ocurra el darse cuanta, lo que sea que se "haga", cualquiera sea la estrategia o el modelo que se emplee, seguirá siendo el mismo perro con distinto collar.
Mientras usted, yo, el vecino, "el mundo" o quien sea, no se de cuenta de que algo que creo o asumo como bueno para mi, en realidad no lo es sino que me hace mal, entonces no ha habido cambio interno, sólo un cambio postural externo, pero el sentimiento interno es el mismo, y a la larga o a la corta, terminará finalmente imponiéndose.
Uno seguirá viendo "el mundo" a través de sus creencias fundamentales no cuestionadas, no indagadas, y todo lo demás son detalles en el decorado.
Y darse cuenta no es imponible, para nadie, jamás.
Uno no puede decir: "he decidido que a tal hora me voy a dar cuanta de algo (???) ".
Simplemente no funciona así.
Y menos aún para con los demás.
Jamás.
Uno puede juzgar y condenar a cien cadenas perpetuas a los Pinochet, a los Bush, a los Hussein, a los Micheletti, a los Hitler, a los Mussolini, o a quien usted más se le venga en gana.
Nada va a cambiar.
Nada.
Usted simplemente descomprimió su odio por un rato, disfrazándolo de sentido de justicia y venganza justificada.
Pero la verdad, es que usted, yo, el vecino y "el mundo", con contadas excepciones, somos los hijos, herederos, representantes y apóstoles de la cultura e historia de la humanidad, que es la historia y la cultura de la imposición "de lo que yo considero que es la verdad".
Somos los vivos exponentes de la "conciencia de la imposición".
Todos, más aquí o más allá, hemos aceptado o aceptamos, justificando aunque no participemos activamente, que en el nombre de prevenir contra un "posible" peligro futuro, hoy torturemos a todo aquel al que le hallamos mentalmente, colgado la etiqueta de "enemigo".
Y si no vea a las "eternas víctimas" de los judíos, crucificando a cualquiera que no los apoye bajo el mote de "antisemita", y haciendo y deshaciendo a su antojo, con total impunidad en su atropello a los derechos humanos del pueblo palestino, semitas también, por si no lo sabe.
Basta un poco de miedo, y todos nos sentimos deseosos de que la policía de palo, de que los militares salgan a la calle, de que "se haga lo que se tenga que hacer" en el nombre de que a mi no me vaya a pasar nada.
Un poco de amenaza acá, llámese comunismo, tupamaros, guerrilleros, insurgencia, sediciosos, terroristas, o bajo la apariencia que sea con que uno fantasee en su imaginario sobre "esos otros que van a venir a despojarme de lo que es mío".
El miedo está a la órden del día, y su reacción es siempre la misma, huir o atacar.
Siempre hemos creído y apostado a la imposición, tanto colectiva como individualmente.
Tanto el que trata de llegar al poder por las armas, como el que con las armas se defiende de los que tratan de arrebatarle el poder.
De hecho, es el pueblo, la gente, usted, yo y el vecino, los que nos parece bien, o por lo menos no tan mal, que el poder político-religioso tenga siempre a su servicio al poder militar y bélico.
Poder que jamás se ha movilizado inicialmente para algo que no sea reclamar-imponer su visión de las cosas sobre otro estado más débil, en el nombre de "mejores y mayores oportunidades para el comercio y el enriquecimiento de los ya ricos".
"Los invadimos para ayudarlos" como bien fue el slogan de Bush; ya de paso matamos algunos cientos de "inservibles" (que no les gusta trabajar enriqueciendo a otros bajo la esperanza de lograr el sueño americano algún día), sobre los cuales nadie va a reclamar nada, nos quedamos con su petróleo, llevamos nuestras empresas a "su" país, les ponemos unos gobernantes que respondan a nuestros intereses, y todo ello en nombre de..., de lo que sea que se les ocurra, pero en definitiva de que, en este caso, el "pueblo americano" pueda mantener su statu quo, su "american way of life", lo cual incluye el despilfarro estúpido y de modo casi obceno del 80% de los recursos energéticos del mundo, esencialmente, los llamado recursos no-renovables.
Y todo ello por que cada "americano" está convencido de su "derecho-de-nacimiento" a tener uno o dos autos así, una casa asá, un anillo de diamantes del tamaño de una manzana granny smith para el día de su boda, y no les interesa demasiado, si, en nombre del "progreso" del mundo occidental (???) y cristiano, o sea de su "mundo", la CIA, el pentágono, y la "inteligencia" militar junto con los capataces de turno en la casa blanca, deben coordinar para ello algunas dictaduras en esos feos paises del tercer mundo, aprovechando la oportunidad para mover la industria armamentista siempre presente detrás del sillón de la sala oval.
Si no estuviesen de acuerdo, conciente o inconcientemente, no mandarían a sus hijos a unirse a la marina, no eligirían a un candidato semejante porque ni siquiera lo propondrían, etc.
"Yo tengo derecho a consumir y a tener lo que quiera" y en nombre de ello estoy dispuesto a lo que sea.
Hoy rematan el punto las delaraciones de los títeres de la UN, las amenazas de pandemias con las que se presiona a los gobiernos para que compren vacunas a las multinacionales farmacéuticas, y el con-vencimiento general de que no es posible salirse de ello.
¿Y qué tiene que ver todo esto ("el mundo") con el darse cuenta?
Pues es simple; siempre van a surgir-emerger de la conciencia popular (o debí decir inconciencia popular)los Pinochet, los Bush, o los que sean con el apellido que sea, mientras usted, yo y el vecino estemos de acuerdo en que el ser humano tiene derecho a imponerse a otros.
Primero trataremos de con-vencer "por las buenas"; y si esto no resulta, en algún momento, alguien propondrá la otra alternativa, que es en realidad la otra cara de la misma moneda, y surgirán entonces los miles que están dispuestos a obedecer las órdenes demenciales de un Bush, un Hitler o un Goyo Álvarez, y surgirán en ese mismo momento los miles de millones que están dispuestos a quedarse en casa mirando la tele mientras "ellos" (no nosotros eh!) hacen el trabajo sucio.
Nunca puede un régimen dictatorial, sea de izquierdas o de derechas, sostenerse en el poder, si no cuenta con un mínimo de apoyo popular activo, y un mucho mayor permiso popular pasivo.
Cuando no se censuran los abusos que se cometen, en el nombre de que es la única forma de restaurar el órden, se está implicitamente dando permiso para abusar. Se da con-sentimiento.
"Mientras a mi no me toquen..."
"Algo habrán hecho".
"Es su karma".
Lo sellan con su bálsamo para conciencias incomodadas, los nuevos gurúes y filósofos de la Ley de Atracción, que como el incalificable de Bob Proctor, proponen que si el 2% de la población mundial se queda con más del 80% de las riquezas del mundo, es porque se "sintonizan" con la abundancia y no con la carencia como hace el otro 98% de la población mundial, y merced a la "espiritual" ley de atracción logran así el "éxito material" que es, en nuestros tiempos, "la auténtica señal de los verdaderos auto-realizados".
Hacerse rico haciendo que otros trabajen para uno, aprovechándose del miedo y la ambición de los demás es el último grito de la moda de la conciencia, lo último de lo último en virtudes para cultivar.
Hace que los ya multi-ricos expriman más y más inescrupulosamente a todo el mundo, y que los ya empobrecidos y re-empobrecidos del mundo no se bajen del carrusel del consumo con la esperanza de algún día poder "progresar" y llegar más cerca de la cima.
"Son pobres porque quieren, porque no les gusta trabajar, porque no son ambiciosos, porque son inferiores, porque son negros, porque piensan en la carencia y no en la riqueza ilimitada, porque no son el pueblo elegido..., etc"
Lindo verso el de la riqueza ilimitada, para la madre de Africa que contempla como de sus pechos secos no sale leche para alimentar al hijo que se muere en sus brazos en medio del abandono , las moscas, y la mirada impasible del mundo y los organismos internacionales.
Lindo verso el de la riqueza ilimitada del universo, que no es falacia pero es verso, pues del universo sólo habitamos la tierra, y en ella la cantidad de alimento que se cosecha si es limitada, y si en nombre de la abundancia y el éxito usted acapara más de lo que realmente necesita para vivir con dignidad, como extrañarse después de que a otros les falte!
Lindo verso para el niño que come del contenedor de la basura mientras mira el desfile de autos en el supermercado o el shopping del cual ha sido excluído, simplemente por haber nacido "en el lugar equivocado".
La riqueza, el éxito material es ahora el bien más preciado y la meta a alcanzar, o mantener, en caso de que ya lo hubiese logrado.
Definitivamente, al decir del I Ching, estamos en la época "del ascenso de los vulgares".
Si hubiése un profundo sentido del valor de la vida y de la integridad del ser humano, y por ende, un profundo rechazo a cualquier forma de abuso o coerción de la libertad moral, intelectual y física del individuo, ¿cree usted que sería posible que hubieran militares o guerrilleros que en nombre de las ideas que fuesen estuvieran dispuestos a despedazar a balazos a otro ser humano? ¿y a torturar? ¿y a violar?
¿Y habrían civiles que estuvieran igualmente dispuestos a convalidar todo eso?
Si hubiese un profundo sentido del valor de la vida y de la integridad de todo ser humano, ¿cree usted que habría esta demencia consumista que hace que el 30% de la población mundial muera de hambre por que el resto tiene "derecho a tener y a acumular lo que sea que se le antoje"?
Si hubiese un profundo sentido del valor de toda vida, ¿cree usted que trataríamos a los animales, a las plantas y al planeta como lo hacemos sólo porque "dios nos ha puesto sobre toda la creación para que nos enseñoremos de ella"?
Si hubiese un profundo sentido del valor de la vida y su integridad, la imposición sería impensable, a nos ser a los efectos prácticos de enseñarle a un bebé a comer con cuchara y otras cosas por el estilo, pero jamás para impedirle a un ser humano, anciano, adulto, jóven, niño o bebé, hombre o mujer, que sea el mismo; mucho menos para privarle a nadie de los satisfactores a sus necesidades básicas en el nombre de "mi derecho al éxito", o de violentar a nadie en nombre de mis ideales, o de la obtención de mi retorcido placer personal.
Es la voz de la envidia impotente y la estupidez la que grita en todos los ambiciosos: " ¿y si ellos lo pueden tener por qué yo no?!!!"
"¿y por qué no?!"
Si hubiese un profundo sentido del valor de la vida y su integridad, jamás tendríamos ni la clase política que tenemos, ni el estado que tenemos, ni la cultura que tenemos; no tendríamos este "mundo".
Pero yo vivo en un país donde se celebra el descenso de la mortalidad infantil y se proclama como un logro de las políticas llevadas a cabo por el mismo partido de gobierno que impulsa con feroz e irracional vehemencia el "derecho" de las mujeres a matar a sus propios hijos en su vientre, porque en un momento deciden que no se sienten preparadas para "complicarse la vida" con un hijo.
Lideradas ellas entre otros, por un abogado (cuando no un abogado) que lleva adelante casos de derechos humanos por denuncias de detenidos-desaparecidos durante la última dictadura militar de derecha.
(parece que los derechos "humanos" no incluyen a los bebés).
No están psicológicamente preparadas...
"Nosotras parimos, nosotras decidimos".
La comodidad psicológica, es, en este caso, un valor proclamado por encima del valor de la vida en si.
Y para los políticos, es más importante permanecer en el poder al precio que sea, que ser íntegros y coherentes.
Esa es nuestra realidad porque esta es nuestra clase política.
Y esta es nuestra clase política, porque así somos nosotros.
Y así somos nosotros porque nos damos cuenta de lo que nos damos cuenta y no nos damos cuenta de lo que no nos damos cuenta.
Es mundo es lo que es, porque usted y yo, y el vecino, y el político, y el militar, y el jefe de ese militar, y quien sea que a usted se le ocurra somos lo que somos.
Y siendo lo que somos, como somos, "el mundo" no podría ser de otro modo.
El "mundo" es demencia, y usted "viaja" en ese mismo tren.
La pregunta obligada, a estas alturas, es por qué el ser humano es lo que es o actúa como actúa, lo cual en los hechos, viene a ser lo mismo.
¿Bajo qué premisa, bajo qué encantamiento maldito somos los seres humanos movidos a la inhumanización?
Históricamente, el factor común a cualquier cultura, antigua o moderna, de oriente o de occidente, es uno y el mismo: la identificación con la imposición como forma "normal" de relacionamiento.
Imposición por el convencimiento, por la insistencia, por el asedio, por el apabullamiento intelectual, por el menosprecio, por el chantaje emocional, por el miedo suscitado con la amenaza, por el ejercicio impune e insensible de lo amenazado.
Imposición que es verticalismo, intolerancia, odio, fanatismno, fascismo, ya sea de clases o de "entre-casa".
Fascismo que ejerce y ejercerá necesariamente, aquel que se sienta, en mayor o menor grado, como el protagonista "de los cambios que deben darse"; que se sienta como "el que debe mostrarle al otro lo que hay que hacer".
"El que debe cambiar la realidad", "el salvador", "el que sabe lo que hay que hacer, y hacia dónde hay que ir, y cómo las cosa deberían ser".
"El elegido".
"El candidato", "papá", "el que tiene las cosas claras", "el que ve más allá", "el maestro", "el gurú", "el doctor", y una larga lista de etcéteras improvisados como los nuevos pontífices, ministros e iluminados de turno.
La conciencia de imposición es la resultante inequívoca de la asunción del protagonismo del cambio.
De creer que se sabe como las cosas, el mundo y los demás "deberían" ser.
El que cree saber como algo o alguien "debería" ser lleva, inevitablemente, un sentido de conflicto y un deseo de imposición en su interior.
El que ve, ve el desatino, y no puede participar más de él.
Lo único que puede hacer es vivir según lo que ve, y viviendo, compartirlo.
Compartirlo, jamás tratar de imponerlo.
Si trata de imponer, es que no ve.
Ver, es darse cuenta de que el único cambio posible y verdadero es el cambio interior, que es el darse cuenta, que es el ver.
Y este jamás puede ser controlado, monopolizado, administrado o impuesto a voluntad.
Nunca.
Ver, es darse cuenta de que el mundo es como es porque cada quien es como es, y cada quien es como es porque no se da cuanta de lo que no se da cuenta.
Y no hay forma alguna, ninguna forma, de "hacer que el otro se de cuenta".
Ninguna. Jamás.
Lo único que me es posible, es darme cuenta yo, y vivir ese darme cuenta, y viviéndolo, compartirlo.
Darme cuenta de que nada depende de mi.
Nada, ningún cambio verdadero.
Ningún cambio interno, ni en mi ni en nadie, depende de mi.
Uno sólo puede preguntarse sobre si algo depende verdaderamente de uno o no, pero sin contestarse mentalmente.
Entonces, el sentir no distorsionado por el pensamiento, es la respuesta, es darse cuenta.
Pero no puedo fabricarlo mentalmente pensando sobre ello, argumentando, tratando de convencerme o convencer a otros.
¿Hay algo que dependa de mi?
Aparte de lavarme los dientes, prepararme una taza de té verde, limpiar la casa, cocinar, trabajar, o lo que sea que mi situación real me demande en el momento presente, y ese tipo de cosas.
Aparte de eso, internamente, en mi o en otros, ¿hay algo que dependa de mi?
Darse cuenta de que NADA depende de uno, es darse cuenta de que NADA es asunto de uno, internamente hablando, claro está.
Es darme cuenta que no soy ni el ministro, ni el censor, ni el controlador o carcelero de nadie; ni siquiera de mi mismo.
Y es entonces, no tener nada por lo cual luchar, nada que imponerse ni imponerle a nadie, nunca más.
Ningún cambio por el cual se deba uno esforzar o por el cual deba luchar contra si mismo o contra los demás.
Entonces, en uno hay paz.
Uno es paz.
Y es estar, entonces, instantánemente fuera de la corriente ancestral del desatino de la humanidad.
Y sólo desde allí, sin participar más ni nutrir más la confusión y la demencia, puede uno ser para otros un espejo que refleje su verdadera y natural seidad, que es, obviamente, también paz.
Pues sólo quien es paz, puede "llevar" o compartir paz, dar paz.
Es el hombre "que vive en el mundo pero no es del mundo".
Y es el que será señalado por sus "hermanos" como un traidor por no querer apoyar ninguna de sus causas de lucha, es el que será visto como alguien no comprometido, como un proscripto.
Sin embargo, nadie más comprometido que él.
Y nadie tan sólo.
Darse cuenta de que nada depende de uno, es lo que lo deja a uno libre para poder vivir de manera simple, por el tiempo que sea que la existencia del cuerpo le dure, ocupándose simplemente de los desafíos que la vida le pone delante, disfrutando del estar vivo, viviendo e irradiando esa paz en la que se vive, y teniendo toda la energía y la sensibilidad disponibles para disfrutar de este impresionante espectáculo, profundamente gozoso y misterial e insondable, que es La Vida.
Darse cuenta de que nada depende de uno es lo que termina con la resistencia al fluir de la vida tal cual es, y en ese fluir de la no-resistencia se diluye el "yo", el inexistente "yo", cúmulo de recuerdos muertos y opiniones de como las cosas, los seres y la vida debían ser, puntos de vista en contra de como las cosas y los seres eran, con los cuales nos habíamos indentificado, y con los cuales nos habíamos "separado" del fluir, de la armonía de la totalidad.
Porque el fluir de la totalidad de la vida es armonía, es perfecta paz; siempre lo ha sido y siempre lo será.
Sólo es el hombre quien necesita paz.
Nada depende de mi.
Esto es para mi, lo definitivo...
Richard Mesones
¿Qué es para mi lo definitivo?
El mundo es lo que es, como es.
El mundo no tiene problemas, no necesita paz.
El hombre necesita paz; es el hombre el que tiene problemas.
Y el mundo es bastante más que el hormiguero humano.
"El mundo" al que habitualmente hacemos referencia, es, en realidad, el mundo de desvarío y sin-sentido del relacionamiento humano.
"El mundo", entonces, somos usted y yo.
Y siendo nosotros como somos, "el mundo" no podría ser de otro modo.
Punto.
Cualquier otra cosa es más del mismo desvarío y sin-sentido.
Esto es lo que es, tal cual como es.
Y el único cambio posible, real, es darse cuenta.
Mientras no ocurra el darse cuanta, lo que sea que se "haga", cualquiera sea la estrategia o el modelo que se emplee, seguirá siendo el mismo perro con distinto collar.
Mientras usted, yo, el vecino, "el mundo" o quien sea, no se de cuenta de que algo que creo o asumo como bueno para mi, en realidad no lo es sino que me hace mal, entonces no ha habido cambio interno, sólo un cambio postural externo, pero el sentimiento interno es el mismo, y a la larga o a la corta, terminará finalmente imponiéndose.
Uno seguirá viendo "el mundo" a través de sus creencias fundamentales no cuestionadas, no indagadas, y todo lo demás son detalles en el decorado.
Y darse cuenta no es imponible, para nadie, jamás.
Uno no puede decir: "he decidido que a tal hora me voy a dar cuanta de algo (???) ".
Simplemente no funciona así.
Y menos aún para con los demás.
Jamás.
Uno puede juzgar y condenar a cien cadenas perpetuas a los Pinochet, a los Bush, a los Hussein, a los Micheletti, a los Hitler, a los Mussolini, o a quien usted más se le venga en gana.
Nada va a cambiar.
Nada.
Usted simplemente descomprimió su odio por un rato, disfrazándolo de sentido de justicia y venganza justificada.
Pero la verdad, es que usted, yo, el vecino y "el mundo", con contadas excepciones, somos los hijos, herederos, representantes y apóstoles de la cultura e historia de la humanidad, que es la historia y la cultura de la imposición "de lo que yo considero que es la verdad".
Somos los vivos exponentes de la "conciencia de la imposición".
Todos, más aquí o más allá, hemos aceptado o aceptamos, justificando aunque no participemos activamente, que en el nombre de prevenir contra un "posible" peligro futuro, hoy torturemos a todo aquel al que le hallamos mentalmente, colgado la etiqueta de "enemigo".
Y si no vea a las "eternas víctimas" de los judíos, crucificando a cualquiera que no los apoye bajo el mote de "antisemita", y haciendo y deshaciendo a su antojo, con total impunidad en su atropello a los derechos humanos del pueblo palestino, semitas también, por si no lo sabe.
Basta un poco de miedo, y todos nos sentimos deseosos de que la policía de palo, de que los militares salgan a la calle, de que "se haga lo que se tenga que hacer" en el nombre de que a mi no me vaya a pasar nada.
Un poco de amenaza acá, llámese comunismo, tupamaros, guerrilleros, insurgencia, sediciosos, terroristas, o bajo la apariencia que sea con que uno fantasee en su imaginario sobre "esos otros que van a venir a despojarme de lo que es mío".
El miedo está a la órden del día, y su reacción es siempre la misma, huir o atacar.
Siempre hemos creído y apostado a la imposición, tanto colectiva como individualmente.
Tanto el que trata de llegar al poder por las armas, como el que con las armas se defiende de los que tratan de arrebatarle el poder.
De hecho, es el pueblo, la gente, usted, yo y el vecino, los que nos parece bien, o por lo menos no tan mal, que el poder político-religioso tenga siempre a su servicio al poder militar y bélico.
Poder que jamás se ha movilizado inicialmente para algo que no sea reclamar-imponer su visión de las cosas sobre otro estado más débil, en el nombre de "mejores y mayores oportunidades para el comercio y el enriquecimiento de los ya ricos".
"Los invadimos para ayudarlos" como bien fue el slogan de Bush; ya de paso matamos algunos cientos de "inservibles" (que no les gusta trabajar enriqueciendo a otros bajo la esperanza de lograr el sueño americano algún día), sobre los cuales nadie va a reclamar nada, nos quedamos con su petróleo, llevamos nuestras empresas a "su" país, les ponemos unos gobernantes que respondan a nuestros intereses, y todo ello en nombre de..., de lo que sea que se les ocurra, pero en definitiva de que, en este caso, el "pueblo americano" pueda mantener su statu quo, su "american way of life", lo cual incluye el despilfarro estúpido y de modo casi obceno del 80% de los recursos energéticos del mundo, esencialmente, los llamado recursos no-renovables.
Y todo ello por que cada "americano" está convencido de su "derecho-de-nacimiento" a tener uno o dos autos así, una casa asá, un anillo de diamantes del tamaño de una manzana granny smith para el día de su boda, y no les interesa demasiado, si, en nombre del "progreso" del mundo occidental (???) y cristiano, o sea de su "mundo", la CIA, el pentágono, y la "inteligencia" militar junto con los capataces de turno en la casa blanca, deben coordinar para ello algunas dictaduras en esos feos paises del tercer mundo, aprovechando la oportunidad para mover la industria armamentista siempre presente detrás del sillón de la sala oval.
Si no estuviesen de acuerdo, conciente o inconcientemente, no mandarían a sus hijos a unirse a la marina, no eligirían a un candidato semejante porque ni siquiera lo propondrían, etc.
"Yo tengo derecho a consumir y a tener lo que quiera" y en nombre de ello estoy dispuesto a lo que sea.
Hoy rematan el punto las delaraciones de los títeres de la UN, las amenazas de pandemias con las que se presiona a los gobiernos para que compren vacunas a las multinacionales farmacéuticas, y el con-vencimiento general de que no es posible salirse de ello.
¿Y qué tiene que ver todo esto ("el mundo") con el darse cuenta?
Pues es simple; siempre van a surgir-emerger de la conciencia popular (o debí decir inconciencia popular)los Pinochet, los Bush, o los que sean con el apellido que sea, mientras usted, yo y el vecino estemos de acuerdo en que el ser humano tiene derecho a imponerse a otros.
Primero trataremos de con-vencer "por las buenas"; y si esto no resulta, en algún momento, alguien propondrá la otra alternativa, que es en realidad la otra cara de la misma moneda, y surgirán entonces los miles que están dispuestos a obedecer las órdenes demenciales de un Bush, un Hitler o un Goyo Álvarez, y surgirán en ese mismo momento los miles de millones que están dispuestos a quedarse en casa mirando la tele mientras "ellos" (no nosotros eh!) hacen el trabajo sucio.
Nunca puede un régimen dictatorial, sea de izquierdas o de derechas, sostenerse en el poder, si no cuenta con un mínimo de apoyo popular activo, y un mucho mayor permiso popular pasivo.
Cuando no se censuran los abusos que se cometen, en el nombre de que es la única forma de restaurar el órden, se está implicitamente dando permiso para abusar. Se da con-sentimiento.
"Mientras a mi no me toquen..."
"Algo habrán hecho".
"Es su karma".
Lo sellan con su bálsamo para conciencias incomodadas, los nuevos gurúes y filósofos de la Ley de Atracción, que como el incalificable de Bob Proctor, proponen que si el 2% de la población mundial se queda con más del 80% de las riquezas del mundo, es porque se "sintonizan" con la abundancia y no con la carencia como hace el otro 98% de la población mundial, y merced a la "espiritual" ley de atracción logran así el "éxito material" que es, en nuestros tiempos, "la auténtica señal de los verdaderos auto-realizados".
Hacerse rico haciendo que otros trabajen para uno, aprovechándose del miedo y la ambición de los demás es el último grito de la moda de la conciencia, lo último de lo último en virtudes para cultivar.
Hace que los ya multi-ricos expriman más y más inescrupulosamente a todo el mundo, y que los ya empobrecidos y re-empobrecidos del mundo no se bajen del carrusel del consumo con la esperanza de algún día poder "progresar" y llegar más cerca de la cima.
"Son pobres porque quieren, porque no les gusta trabajar, porque no son ambiciosos, porque son inferiores, porque son negros, porque piensan en la carencia y no en la riqueza ilimitada, porque no son el pueblo elegido..., etc"
Lindo verso el de la riqueza ilimitada, para la madre de Africa que contempla como de sus pechos secos no sale leche para alimentar al hijo que se muere en sus brazos en medio del abandono , las moscas, y la mirada impasible del mundo y los organismos internacionales.
Lindo verso el de la riqueza ilimitada del universo, que no es falacia pero es verso, pues del universo sólo habitamos la tierra, y en ella la cantidad de alimento que se cosecha si es limitada, y si en nombre de la abundancia y el éxito usted acapara más de lo que realmente necesita para vivir con dignidad, como extrañarse después de que a otros les falte!
Lindo verso para el niño que come del contenedor de la basura mientras mira el desfile de autos en el supermercado o el shopping del cual ha sido excluído, simplemente por haber nacido "en el lugar equivocado".
La riqueza, el éxito material es ahora el bien más preciado y la meta a alcanzar, o mantener, en caso de que ya lo hubiese logrado.
Definitivamente, al decir del I Ching, estamos en la época "del ascenso de los vulgares".
Si hubiése un profundo sentido del valor de la vida y de la integridad del ser humano, y por ende, un profundo rechazo a cualquier forma de abuso o coerción de la libertad moral, intelectual y física del individuo, ¿cree usted que sería posible que hubieran militares o guerrilleros que en nombre de las ideas que fuesen estuvieran dispuestos a despedazar a balazos a otro ser humano? ¿y a torturar? ¿y a violar?
¿Y habrían civiles que estuvieran igualmente dispuestos a convalidar todo eso?
Si hubiese un profundo sentido del valor de la vida y de la integridad de todo ser humano, ¿cree usted que habría esta demencia consumista que hace que el 30% de la población mundial muera de hambre por que el resto tiene "derecho a tener y a acumular lo que sea que se le antoje"?
Si hubiese un profundo sentido del valor de toda vida, ¿cree usted que trataríamos a los animales, a las plantas y al planeta como lo hacemos sólo porque "dios nos ha puesto sobre toda la creación para que nos enseñoremos de ella"?
Si hubiese un profundo sentido del valor de la vida y su integridad, la imposición sería impensable, a nos ser a los efectos prácticos de enseñarle a un bebé a comer con cuchara y otras cosas por el estilo, pero jamás para impedirle a un ser humano, anciano, adulto, jóven, niño o bebé, hombre o mujer, que sea el mismo; mucho menos para privarle a nadie de los satisfactores a sus necesidades básicas en el nombre de "mi derecho al éxito", o de violentar a nadie en nombre de mis ideales, o de la obtención de mi retorcido placer personal.
Es la voz de la envidia impotente y la estupidez la que grita en todos los ambiciosos: " ¿y si ellos lo pueden tener por qué yo no?!!!"
"¿y por qué no?!"
Si hubiese un profundo sentido del valor de la vida y su integridad, jamás tendríamos ni la clase política que tenemos, ni el estado que tenemos, ni la cultura que tenemos; no tendríamos este "mundo".
Pero yo vivo en un país donde se celebra el descenso de la mortalidad infantil y se proclama como un logro de las políticas llevadas a cabo por el mismo partido de gobierno que impulsa con feroz e irracional vehemencia el "derecho" de las mujeres a matar a sus propios hijos en su vientre, porque en un momento deciden que no se sienten preparadas para "complicarse la vida" con un hijo.
Lideradas ellas entre otros, por un abogado (cuando no un abogado) que lleva adelante casos de derechos humanos por denuncias de detenidos-desaparecidos durante la última dictadura militar de derecha.
(parece que los derechos "humanos" no incluyen a los bebés).
No están psicológicamente preparadas...
"Nosotras parimos, nosotras decidimos".
La comodidad psicológica, es, en este caso, un valor proclamado por encima del valor de la vida en si.
Y para los políticos, es más importante permanecer en el poder al precio que sea, que ser íntegros y coherentes.
Esa es nuestra realidad porque esta es nuestra clase política.
Y esta es nuestra clase política, porque así somos nosotros.
Y así somos nosotros porque nos damos cuenta de lo que nos damos cuenta y no nos damos cuenta de lo que no nos damos cuenta.
Es mundo es lo que es, porque usted y yo, y el vecino, y el político, y el militar, y el jefe de ese militar, y quien sea que a usted se le ocurra somos lo que somos.
Y siendo lo que somos, como somos, "el mundo" no podría ser de otro modo.
El "mundo" es demencia, y usted "viaja" en ese mismo tren.
La pregunta obligada, a estas alturas, es por qué el ser humano es lo que es o actúa como actúa, lo cual en los hechos, viene a ser lo mismo.
¿Bajo qué premisa, bajo qué encantamiento maldito somos los seres humanos movidos a la inhumanización?
Históricamente, el factor común a cualquier cultura, antigua o moderna, de oriente o de occidente, es uno y el mismo: la identificación con la imposición como forma "normal" de relacionamiento.
Imposición por el convencimiento, por la insistencia, por el asedio, por el apabullamiento intelectual, por el menosprecio, por el chantaje emocional, por el miedo suscitado con la amenaza, por el ejercicio impune e insensible de lo amenazado.
Imposición que es verticalismo, intolerancia, odio, fanatismno, fascismo, ya sea de clases o de "entre-casa".
Fascismo que ejerce y ejercerá necesariamente, aquel que se sienta, en mayor o menor grado, como el protagonista "de los cambios que deben darse"; que se sienta como "el que debe mostrarle al otro lo que hay que hacer".
"El que debe cambiar la realidad", "el salvador", "el que sabe lo que hay que hacer, y hacia dónde hay que ir, y cómo las cosa deberían ser".
"El elegido".
"El candidato", "papá", "el que tiene las cosas claras", "el que ve más allá", "el maestro", "el gurú", "el doctor", y una larga lista de etcéteras improvisados como los nuevos pontífices, ministros e iluminados de turno.
La conciencia de imposición es la resultante inequívoca de la asunción del protagonismo del cambio.
De creer que se sabe como las cosas, el mundo y los demás "deberían" ser.
El que cree saber como algo o alguien "debería" ser lleva, inevitablemente, un sentido de conflicto y un deseo de imposición en su interior.
El que ve, ve el desatino, y no puede participar más de él.
Lo único que puede hacer es vivir según lo que ve, y viviendo, compartirlo.
Compartirlo, jamás tratar de imponerlo.
Si trata de imponer, es que no ve.
Ver, es darse cuenta de que el único cambio posible y verdadero es el cambio interior, que es el darse cuenta, que es el ver.
Y este jamás puede ser controlado, monopolizado, administrado o impuesto a voluntad.
Nunca.
Ver, es darse cuenta de que el mundo es como es porque cada quien es como es, y cada quien es como es porque no se da cuanta de lo que no se da cuenta.
Y no hay forma alguna, ninguna forma, de "hacer que el otro se de cuenta".
Ninguna. Jamás.
Lo único que me es posible, es darme cuenta yo, y vivir ese darme cuenta, y viviéndolo, compartirlo.
Darme cuenta de que nada depende de mi.
Nada, ningún cambio verdadero.
Ningún cambio interno, ni en mi ni en nadie, depende de mi.
Uno sólo puede preguntarse sobre si algo depende verdaderamente de uno o no, pero sin contestarse mentalmente.
Entonces, el sentir no distorsionado por el pensamiento, es la respuesta, es darse cuenta.
Pero no puedo fabricarlo mentalmente pensando sobre ello, argumentando, tratando de convencerme o convencer a otros.
¿Hay algo que dependa de mi?
Aparte de lavarme los dientes, prepararme una taza de té verde, limpiar la casa, cocinar, trabajar, o lo que sea que mi situación real me demande en el momento presente, y ese tipo de cosas.
Aparte de eso, internamente, en mi o en otros, ¿hay algo que dependa de mi?
Darse cuenta de que NADA depende de uno, es darse cuenta de que NADA es asunto de uno, internamente hablando, claro está.
Es darme cuenta que no soy ni el ministro, ni el censor, ni el controlador o carcelero de nadie; ni siquiera de mi mismo.
Y es entonces, no tener nada por lo cual luchar, nada que imponerse ni imponerle a nadie, nunca más.
Ningún cambio por el cual se deba uno esforzar o por el cual deba luchar contra si mismo o contra los demás.
Entonces, en uno hay paz.
Uno es paz.
Y es estar, entonces, instantánemente fuera de la corriente ancestral del desatino de la humanidad.
Y sólo desde allí, sin participar más ni nutrir más la confusión y la demencia, puede uno ser para otros un espejo que refleje su verdadera y natural seidad, que es, obviamente, también paz.
Pues sólo quien es paz, puede "llevar" o compartir paz, dar paz.
Es el hombre "que vive en el mundo pero no es del mundo".
Y es el que será señalado por sus "hermanos" como un traidor por no querer apoyar ninguna de sus causas de lucha, es el que será visto como alguien no comprometido, como un proscripto.
Sin embargo, nadie más comprometido que él.
Y nadie tan sólo.
Darse cuenta de que nada depende de uno, es lo que lo deja a uno libre para poder vivir de manera simple, por el tiempo que sea que la existencia del cuerpo le dure, ocupándose simplemente de los desafíos que la vida le pone delante, disfrutando del estar vivo, viviendo e irradiando esa paz en la que se vive, y teniendo toda la energía y la sensibilidad disponibles para disfrutar de este impresionante espectáculo, profundamente gozoso y misterial e insondable, que es La Vida.
Darse cuenta de que nada depende de uno es lo que termina con la resistencia al fluir de la vida tal cual es, y en ese fluir de la no-resistencia se diluye el "yo", el inexistente "yo", cúmulo de recuerdos muertos y opiniones de como las cosas, los seres y la vida debían ser, puntos de vista en contra de como las cosas y los seres eran, con los cuales nos habíamos indentificado, y con los cuales nos habíamos "separado" del fluir, de la armonía de la totalidad.
Porque el fluir de la totalidad de la vida es armonía, es perfecta paz; siempre lo ha sido y siempre lo será.
Sólo es el hombre quien necesita paz.
Nada depende de mi.
Esto es para mi, lo definitivo...
Richard Mesones
martes, 6 de octubre de 2009
Perdonar-se.-
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Perdonar es morir internamente para el sufrimiento.
Es soltar, sin regateos, el fardo inútil del pasado que ya no es, pero que adentro nuestro nunca supimos "resolver".
Es dejar los cadáveres del ayer descansar en la paz de un corazón que nada les reclama, para que lo mejor de ellos, que es también lo mejor nuestro, libre del peso absurdo de tener que mantener vivo en uno el recuerdo de la herida, pueda florecer en la alegría y la liviandad de un espítitu que se hace nuevo cada día.
Y que los muertos entierren a sus muertos; pues cargar con muertos no deja vivir ni revive a los que ya se fueron.
Perdonar es morir para el rencor, para el ansia de revancha que nos corroe las entrañas.
Es soltar el recuerdo, la pintura mental de la herida con que una vez la verdad nos despertó, y que nosotros nos hemos encargado de re-crear día trás día.
Una vez, un ser herido de desamor e inconsciencia nos tiró el golpe, y nosotros, apegados a otra espectativa lo recibimos, entre incrédulos y abrumados por la sorpresa de constatar aún sin saberlo, que ni papá ni mamá eran gigantes, ni así tampoco los fabulosos adultos "grandes" lo eran.
De ahí en más, golpe más o golpe menos, "decidimos" dar la espalda a nuestra vulnerabilidad, y en su lugar, la memoria de la herida y la anticipación mental de su regreso han sido la temática por excelencia de nuestra mente.
Y eso es la herida, el recordar la herida y re-crearla constantemente para que "no me vaya a pasar otra vez algo que me haga sentir de nuevo así".
¿Así cómo?
Así mismo como el recuerdo contante y la fantasía del "daño por venir" me lo hacen sentir en este momento, así como en cada momento en que pienso en ello.
La retorcida oración de un cerebro así, es más o menos algo como: "aýudame señor a ser herido mil veces, cien mil veces anticipadamente, para no sufrir "otra vez" inesperadamente."
Esa es nuestra "esperanza".
Y el precio que pagamos por no estar dispuestos a olvidar, a soltar, a perdonar.
El precio por nuestra "seguridad" psicológica.
Que por supuesto no existe más que en nuestra fantasía, pués la vida trae placer y dolor por igual, y esto jamás va a cambiar.
O sea que como estrategia "preventiva", el recordar y cargar con el sentimiento de la herida, es totalmente ineficaz.
Y como contrapartida, nos "asegura" que, además de mantenernos vulnerables a cualquier otra cosa que traiga la vida, vamos a sufrir permanentemente por el recuerdo, por esa imágen que la mente no suelta, y con la cual nos laceramos una y mil y cien mil veces más de lo que la realidad lo hizo.
Responabilizamos por ello a la vida, a dios, al estado, al mundo, al destino, a los astros, a la madre que nos parió, a adán y a eva, a la capa de ozono, al perro del vecino y a lo que sea que se nos cruce por enfrente.
¿Pero quién es el responsable de seguir en su mente haciéndose una y otra vez aquello que ya pasó, que en la realidad ya no es más ni lo será?
¿Quién?
Exácto; uno mismo.
La palabra evoca la imágen, y este contiene-recrea el sentimiento de dolor interior que-es-la-herida.
Recordar es pensar sobre lo que ya no es.
Y la vida jamás se repite.
Sólo la memoria lo hace.
No soltamos el sentimiento de haber sido heridos injustamente, para tener en nuestra fantasía, el "derecho" a sentir odio, tristeza, y sed de destrucción. A sentirnos perpetuamente resentidos.
Sin exagerar.
Y porque además hemos sido educados para "no olvidar"; para cargar en la memoria el recuerdo de la afrenta o el insulto, de la mañana a la noche, y de esta al día siguiente, a la semana siguiente, al resto de la vida, y a las generaciones venideras de no poder nosotros "resolverlo" antes.
A cada generación que aparece sobre esta tierra, nos encargamos de cargarlos inevitablemente con el fardo de lo que nosotros no hemos podido soltar.
Incluso llegamos a hacer de eso nuestra identidad, como personas y como naciones.
Se suma a ello la lástima por uno mismo, que provoca ese sentimiento "tan dulce", tan de "desprotegido", que el sentirse la eterna víctima, "el que todos apalean sin que él les haga nada" se transforma más que en identidad, en un imperativo.
A estas alturas creo que ya es obvio...
"LA CRUZ QUE QUISIERAS ECHAR SOBRE LOS OTROS, LA CARGARÁS TÚ MISMO, INDEFECTIBLEMENTE."
"No olvido la tristeza y el dolor que me provocaste, para poder enrostrártelo cada vez que me veas."
"Me concentro en lo que me dolió para que no me vaya a invadir la primavera, y me olvide así de reclamártelo."
"Me visto con los desamores y sinsabores, con toda la amargura de que soy capaz, para que tú no te sientas con derecho a ser feliz en mi presencia ni donde quiera que yo pueda pensarte."
Es seguir "viviendo" permanentemente en un pasado que ya no es, negándose a vivir un presente que no se deja nunca florecer.
Por ello, perdonar es perdonarse, y reconocerse vulnerable, inmensa y dichosamente vulnerable, para sentir, para vivir, para amar y volver a sonreir.
Es darse nuevamente el derecho a sentir sin tener que anticipar ni "guiarse" por la experiencia condicionente del pasado.
Es decir ya basta de prolongar ad infinitum este dolor inútilmente, como el obligado luto de nuestras viudas a perpetuidad, consagrado en nuestra cultura, que equipara sufrimiento con elevación espiritual y negación de la vida con complacencia de dios.
Perdonar es animarse a decirse lo que hay que decirse, claro y en voz alta, y llorar todas las lágrimas que un día no se lloraron, sin poner ya más excusas ni justificaciones, sin más razones ni reclamos, sin tratar de "entender" o de hacerse fuerte; más es también dejar de negarle su lugar en nuestra alma a la alegría, al real contento, ese que emana de la vida misma en nosotros, sin motivo, por el sólo hecho de estar vivos.
Es dejarse amar por el presente, amando lo que somos gracias a lo que fuimos.
Y es reconocer desde la nada que todos somos, que somos apenas seres humanos, ciegos, heridos, y asustados, tirando manotazos a las tinieblas, sin siquiera darnos cuenta de a quien lastimamos cuando contra otros nos golpeamos.
No son los actos de los demás los que nos hieren.
Son en realidad nuestros pensamientos sobre estos mismos actos.
La idea de que lo que fue no debía haber sido.
Y la de que fue, no por inconciencia de sus actores, sino por la "mala intención" de los victimarios.
Esas son las dos patas sobre las cuales se sostiene el eterno condenado de "lo imperdonable".
Perdonar es animarse a ver, a ver la humanidad del otro como veo la mía, y darse cuenta que no puedo pretender que alguien fuera conmigo en un momento dado, algo distinto de lo que su darse-cuenta en ese momento le permitía.
Y que yo tampoco podía ser distinto de como fui, no por "mala voluntad" sin por no haber visto el daño que hacía y que me hacía.
Perdonar es entonces, por fin bajar los brazos, para abrazarse sin demoras ni disimulos, dejando caer el insoportablemnte pesado fardo de los ayeres con los cuales la mente "protege" al corazón contra la vida.
Y es dicirle al otro, ya no "otro" sino igual, que yo también me equivoqué, y que lamento no haberlo visto antes, pero que no fue mala voluntad ni falta de amor, sino ceguera interior, no ver, no darme cuenta.
Y así volverlo nuestro prójimo, dejando que nuestro corazón recupere del mundo ese sagrado espacio que es el corazón del otro.
Y es recordar que un día, tal vez no tan lejano, nuestros pies y los suyos y los de todos los que hoy somos, dejarán de pisar por estas calles que hoy tan distraídamente transitamos, y entonces todas esas grandes afrentas que nunca perdonamos, cinco minutos antes de la hora de partida, no serán más que lo que siempre fueron, patéticas excusas insignificantes con las que neciamente nos impedimos amarnos sin condiciones ni demoras, sin postergarnos por postergar el florecer del corazón para después de que "la deuda" se nos hubiese pago.
Sólo quien es capaz de perdonar es capaz de perdonarse.
Y sólo quien es capaz de perdonarse es capaz de renovarse.
De recordar con el corazón, que en realidad, la inocencia nunca la perdimos, que el corazón es hoy capaz de amar igual que el primer día, como lo fuimos de niños.
Y que la vida es un presente, y que es demasiado hermosa y demasiado corta como para desperdiciarla no amando.
Te deseo con todo mi SER: que te perdones a ti mismo/a por lo que sea que hayas hecho o dejado de hacer.
De la Vida no te preocupes, Ella nunca te juzgó, ni a ti ni a nadie; jamás te condenó por tu enfermedad, por tu no darte cuenta, y no tiene por tanto, nada que perdonarte.
Nada más temas, y por sobre todas las cosas, no temas en ser el primero en amar, y amar, y amar...
Con el afecto de siempre, para todos, TODOS...
Y mil gracias para Carlos, donde quiera que te encuentres!
Richard Mesones.
Perdonar es morir internamente para el sufrimiento.
Es soltar, sin regateos, el fardo inútil del pasado que ya no es, pero que adentro nuestro nunca supimos "resolver".
Es dejar los cadáveres del ayer descansar en la paz de un corazón que nada les reclama, para que lo mejor de ellos, que es también lo mejor nuestro, libre del peso absurdo de tener que mantener vivo en uno el recuerdo de la herida, pueda florecer en la alegría y la liviandad de un espítitu que se hace nuevo cada día.
Y que los muertos entierren a sus muertos; pues cargar con muertos no deja vivir ni revive a los que ya se fueron.
Perdonar es morir para el rencor, para el ansia de revancha que nos corroe las entrañas.
Es soltar el recuerdo, la pintura mental de la herida con que una vez la verdad nos despertó, y que nosotros nos hemos encargado de re-crear día trás día.
Una vez, un ser herido de desamor e inconsciencia nos tiró el golpe, y nosotros, apegados a otra espectativa lo recibimos, entre incrédulos y abrumados por la sorpresa de constatar aún sin saberlo, que ni papá ni mamá eran gigantes, ni así tampoco los fabulosos adultos "grandes" lo eran.
De ahí en más, golpe más o golpe menos, "decidimos" dar la espalda a nuestra vulnerabilidad, y en su lugar, la memoria de la herida y la anticipación mental de su regreso han sido la temática por excelencia de nuestra mente.
Y eso es la herida, el recordar la herida y re-crearla constantemente para que "no me vaya a pasar otra vez algo que me haga sentir de nuevo así".
¿Así cómo?
Así mismo como el recuerdo contante y la fantasía del "daño por venir" me lo hacen sentir en este momento, así como en cada momento en que pienso en ello.
La retorcida oración de un cerebro así, es más o menos algo como: "aýudame señor a ser herido mil veces, cien mil veces anticipadamente, para no sufrir "otra vez" inesperadamente."
Esa es nuestra "esperanza".
Y el precio que pagamos por no estar dispuestos a olvidar, a soltar, a perdonar.
El precio por nuestra "seguridad" psicológica.
Que por supuesto no existe más que en nuestra fantasía, pués la vida trae placer y dolor por igual, y esto jamás va a cambiar.
O sea que como estrategia "preventiva", el recordar y cargar con el sentimiento de la herida, es totalmente ineficaz.
Y como contrapartida, nos "asegura" que, además de mantenernos vulnerables a cualquier otra cosa que traiga la vida, vamos a sufrir permanentemente por el recuerdo, por esa imágen que la mente no suelta, y con la cual nos laceramos una y mil y cien mil veces más de lo que la realidad lo hizo.
Responabilizamos por ello a la vida, a dios, al estado, al mundo, al destino, a los astros, a la madre que nos parió, a adán y a eva, a la capa de ozono, al perro del vecino y a lo que sea que se nos cruce por enfrente.
¿Pero quién es el responsable de seguir en su mente haciéndose una y otra vez aquello que ya pasó, que en la realidad ya no es más ni lo será?
¿Quién?
Exácto; uno mismo.
La palabra evoca la imágen, y este contiene-recrea el sentimiento de dolor interior que-es-la-herida.
Recordar es pensar sobre lo que ya no es.
Y la vida jamás se repite.
Sólo la memoria lo hace.
No soltamos el sentimiento de haber sido heridos injustamente, para tener en nuestra fantasía, el "derecho" a sentir odio, tristeza, y sed de destrucción. A sentirnos perpetuamente resentidos.
Sin exagerar.
Y porque además hemos sido educados para "no olvidar"; para cargar en la memoria el recuerdo de la afrenta o el insulto, de la mañana a la noche, y de esta al día siguiente, a la semana siguiente, al resto de la vida, y a las generaciones venideras de no poder nosotros "resolverlo" antes.
A cada generación que aparece sobre esta tierra, nos encargamos de cargarlos inevitablemente con el fardo de lo que nosotros no hemos podido soltar.
Incluso llegamos a hacer de eso nuestra identidad, como personas y como naciones.
Se suma a ello la lástima por uno mismo, que provoca ese sentimiento "tan dulce", tan de "desprotegido", que el sentirse la eterna víctima, "el que todos apalean sin que él les haga nada" se transforma más que en identidad, en un imperativo.
A estas alturas creo que ya es obvio...
"LA CRUZ QUE QUISIERAS ECHAR SOBRE LOS OTROS, LA CARGARÁS TÚ MISMO, INDEFECTIBLEMENTE."
"No olvido la tristeza y el dolor que me provocaste, para poder enrostrártelo cada vez que me veas."
"Me concentro en lo que me dolió para que no me vaya a invadir la primavera, y me olvide así de reclamártelo."
"Me visto con los desamores y sinsabores, con toda la amargura de que soy capaz, para que tú no te sientas con derecho a ser feliz en mi presencia ni donde quiera que yo pueda pensarte."
Es seguir "viviendo" permanentemente en un pasado que ya no es, negándose a vivir un presente que no se deja nunca florecer.
Por ello, perdonar es perdonarse, y reconocerse vulnerable, inmensa y dichosamente vulnerable, para sentir, para vivir, para amar y volver a sonreir.
Es darse nuevamente el derecho a sentir sin tener que anticipar ni "guiarse" por la experiencia condicionente del pasado.
Es decir ya basta de prolongar ad infinitum este dolor inútilmente, como el obligado luto de nuestras viudas a perpetuidad, consagrado en nuestra cultura, que equipara sufrimiento con elevación espiritual y negación de la vida con complacencia de dios.
Perdonar es animarse a decirse lo que hay que decirse, claro y en voz alta, y llorar todas las lágrimas que un día no se lloraron, sin poner ya más excusas ni justificaciones, sin más razones ni reclamos, sin tratar de "entender" o de hacerse fuerte; más es también dejar de negarle su lugar en nuestra alma a la alegría, al real contento, ese que emana de la vida misma en nosotros, sin motivo, por el sólo hecho de estar vivos.
Es dejarse amar por el presente, amando lo que somos gracias a lo que fuimos.
Y es reconocer desde la nada que todos somos, que somos apenas seres humanos, ciegos, heridos, y asustados, tirando manotazos a las tinieblas, sin siquiera darnos cuenta de a quien lastimamos cuando contra otros nos golpeamos.
No son los actos de los demás los que nos hieren.
Son en realidad nuestros pensamientos sobre estos mismos actos.
La idea de que lo que fue no debía haber sido.
Y la de que fue, no por inconciencia de sus actores, sino por la "mala intención" de los victimarios.
Esas son las dos patas sobre las cuales se sostiene el eterno condenado de "lo imperdonable".
Perdonar es animarse a ver, a ver la humanidad del otro como veo la mía, y darse cuenta que no puedo pretender que alguien fuera conmigo en un momento dado, algo distinto de lo que su darse-cuenta en ese momento le permitía.
Y que yo tampoco podía ser distinto de como fui, no por "mala voluntad" sin por no haber visto el daño que hacía y que me hacía.
Perdonar es entonces, por fin bajar los brazos, para abrazarse sin demoras ni disimulos, dejando caer el insoportablemnte pesado fardo de los ayeres con los cuales la mente "protege" al corazón contra la vida.
Y es dicirle al otro, ya no "otro" sino igual, que yo también me equivoqué, y que lamento no haberlo visto antes, pero que no fue mala voluntad ni falta de amor, sino ceguera interior, no ver, no darme cuenta.
Y así volverlo nuestro prójimo, dejando que nuestro corazón recupere del mundo ese sagrado espacio que es el corazón del otro.
Y es recordar que un día, tal vez no tan lejano, nuestros pies y los suyos y los de todos los que hoy somos, dejarán de pisar por estas calles que hoy tan distraídamente transitamos, y entonces todas esas grandes afrentas que nunca perdonamos, cinco minutos antes de la hora de partida, no serán más que lo que siempre fueron, patéticas excusas insignificantes con las que neciamente nos impedimos amarnos sin condiciones ni demoras, sin postergarnos por postergar el florecer del corazón para después de que "la deuda" se nos hubiese pago.
Sólo quien es capaz de perdonar es capaz de perdonarse.
Y sólo quien es capaz de perdonarse es capaz de renovarse.
De recordar con el corazón, que en realidad, la inocencia nunca la perdimos, que el corazón es hoy capaz de amar igual que el primer día, como lo fuimos de niños.
Y que la vida es un presente, y que es demasiado hermosa y demasiado corta como para desperdiciarla no amando.
Te deseo con todo mi SER: que te perdones a ti mismo/a por lo que sea que hayas hecho o dejado de hacer.
De la Vida no te preocupes, Ella nunca te juzgó, ni a ti ni a nadie; jamás te condenó por tu enfermedad, por tu no darte cuenta, y no tiene por tanto, nada que perdonarte.
Nada más temas, y por sobre todas las cosas, no temas en ser el primero en amar, y amar, y amar...
Con el afecto de siempre, para todos, TODOS...
Y mil gracias para Carlos, donde quiera que te encuentres!
Richard Mesones.
lunes, 5 de octubre de 2009
Ser Iluminación.
.
Iluminación es simplemente lo que usted es cuando usted se da cuenta de lo que usted no es.
Iluminación es usted.
No usted y "la iluminación". No hay tal cosa como "yo-que-logré-iluminarme".
Iluminación es Ser-Iluminación.
Es darse cuenta de lo que usted es gracias a darse cuenta de lo que usted no es.
Cuando uno-mismo-conciencia se da cuenta de que no es un "yo", entonces lo que queda-conciencia impersonal, se da cuenta de si-misma; se da cuenta de ser ESO, que es absoluto, inmodificado, y sin cualidad.
ESO de lo cual nada puede decirse...
Sin distorsión.
Eso es iluminación.
Y no hay en ella ningún "yo" para alcanzarla, poseerla, o reclamarla como trofeo o logro propio o personal.
Hay la verdad, lo que hay.
Y sin necesidad de nombrarlo, se ES...
Ni así ni asá, ni con ninguna cualidad como referencia de ser...
SOY, sin etiquetas ni adjetivos, ni "conocimiento" sobre este mi llamado "yo", ni ninguna historia mental sobre el ser.
Simplemente Ser...
Esto es iluminación, liberación, unidad, realización, etc.
Nada especial, nada extraordinario.
¿Qué es la iluminación?
Nada.
Paz.
Y claridad.
Pero nunca "ser especial".
Ni omnisciente, ni "con poderes metafísicos", ni nada con lo que destacar.
Le "reduce" a usted, literalmente, a nada, a nadie.
Por ello es por lo que nunca "alguien" se iluminó, jamás!
Iluminación es darse cuenta de que lo que soy no es un "yo".
Es ser-silencio.
Es ser-iluminación.
Entonces nadie puede ser tan obtuso como para reclamar que es un "yo-iluminado".
La pregunta sobre ser o no ser no surge.
Ni el etiquetarse tampoco, pues ya no hay un "yo" que quiere o necesita saber de si.
Sólo surge la pregunta en aquellos que todavía creen ser un "yo" que debe alcanzar "la iluminación".
Cuando hay iluminación, no hay iluminado, hay sólo iluminación.
O sea que no hay nadie iluminado, ni lo hubo, ni lo habrá jamás.
"Iluminación" es, de últimas (y de primeras) tan sólo una palabra, una etiqueta superpuesta sobre lo único que hay, el SER.
Iluminación es simplemente lo que usted es cuando usted se da cuenta de que no es un "yo".
Y en ese darse cuenta se marchan junto con la ilusión del "yo", la voluntad por "llegar a ser", la necesidad de "decidir", y todos los objetos mentales que mantenían al pensamiento andando sin descanso, como un burro trás la zanahoria inexistente a la cual está condenado a no alcanzar jamás.
Entonces hay Paz.
Richard Mesones.
Iluminación es simplemente lo que usted es cuando usted se da cuenta de lo que usted no es.
Iluminación es usted.
No usted y "la iluminación". No hay tal cosa como "yo-que-logré-iluminarme".
Iluminación es Ser-Iluminación.
Es darse cuenta de lo que usted es gracias a darse cuenta de lo que usted no es.
Cuando uno-mismo-conciencia se da cuenta de que no es un "yo", entonces lo que queda-conciencia impersonal, se da cuenta de si-misma; se da cuenta de ser ESO, que es absoluto, inmodificado, y sin cualidad.
ESO de lo cual nada puede decirse...
Sin distorsión.
Eso es iluminación.
Y no hay en ella ningún "yo" para alcanzarla, poseerla, o reclamarla como trofeo o logro propio o personal.
Hay la verdad, lo que hay.
Y sin necesidad de nombrarlo, se ES...
Ni así ni asá, ni con ninguna cualidad como referencia de ser...
SOY, sin etiquetas ni adjetivos, ni "conocimiento" sobre este mi llamado "yo", ni ninguna historia mental sobre el ser.
Simplemente Ser...
Esto es iluminación, liberación, unidad, realización, etc.
Nada especial, nada extraordinario.
¿Qué es la iluminación?
Nada.
Paz.
Y claridad.
Pero nunca "ser especial".
Ni omnisciente, ni "con poderes metafísicos", ni nada con lo que destacar.
Le "reduce" a usted, literalmente, a nada, a nadie.
Por ello es por lo que nunca "alguien" se iluminó, jamás!
Iluminación es darse cuenta de que lo que soy no es un "yo".
Es ser-silencio.
Es ser-iluminación.
Entonces nadie puede ser tan obtuso como para reclamar que es un "yo-iluminado".
La pregunta sobre ser o no ser no surge.
Ni el etiquetarse tampoco, pues ya no hay un "yo" que quiere o necesita saber de si.
Sólo surge la pregunta en aquellos que todavía creen ser un "yo" que debe alcanzar "la iluminación".
Cuando hay iluminación, no hay iluminado, hay sólo iluminación.
O sea que no hay nadie iluminado, ni lo hubo, ni lo habrá jamás.
"Iluminación" es, de últimas (y de primeras) tan sólo una palabra, una etiqueta superpuesta sobre lo único que hay, el SER.
Iluminación es simplemente lo que usted es cuando usted se da cuenta de que no es un "yo".
Y en ese darse cuenta se marchan junto con la ilusión del "yo", la voluntad por "llegar a ser", la necesidad de "decidir", y todos los objetos mentales que mantenían al pensamiento andando sin descanso, como un burro trás la zanahoria inexistente a la cual está condenado a no alcanzar jamás.
Entonces hay Paz.
Richard Mesones.
sábado, 3 de octubre de 2009
Tratar de entender - II -
.
Tratar de entender lo entendible no es el problema.
El problema es tratar de entender lo que no es entendible, lo que sòlo es sentible.
Eso me hace sentirme "separado" del fluìr de la totalidad de la vida, que se manifiesta como la danza vital de lo innominable.
"Separado" de la Vida.
Y me "transforma" a mi propia vista en un objeto, me reduce a una pobre apariencia material, me vuelve a mis propios ojos un "algo", como tantos otros "algos" del mundo de lo entendible, el mundo de las apariencias, aparentemente todos desconectados entre si.
Entonces me siento como un "yo"-entidad, objeto material desconectado de la esencia de la vida, teniendo que sobrevivir en un mundo de "yoes" y apariencias constantemente cambiantes con conductas incomprensibles a las que es necesario temer y tratar de comprender para poder sentirme asì màs en-control, incluìdo, seguro de ser capaz de perpetuar-asegurar de este modo "mi" continuidad como entidad separada.
El problema, es que sòlo el aspecto material y formal de la vida es entendible, y hasta por ahì nomàs.
Pero no es entendible por què se es como se es, se siente como se siente, o por què en un momento dado uno se da cuenta de algo que se da cuenta, y no se da cuenta de algo de lo cual no se da cuenta.
No es entendible por què cada uno es cada uno, ni por què no es "otro" sino ese-que-es-asì.
No es entendible, pues lo que es ùnico no es comparable, y lo que no es comparable no es entendible pues no hay nada que se pueda decir de ello.
Tratar de entender lo que no es entendible es lo que tiende un manto de etiquetas, palabras, sìmbolos, imàgenes y absurdas historias mentales, que terminan no dejàndome ver còmo algo o alguien es.
Sòlo veo en su lugar la historia mental que justifica o condena "explicando" el por què (por què que es una completa fantasìa) lo que es, es como es.
Mi historia sobre lo que es.
Mi historia sobre X.
Distorsiona el sentir, el poder sentir con absoluta claridad y nitidez de conciencia el como algo o alguien verdaderamente es.
Dejo de sentirme en vital relaciòn con la Vida manifestàndose tal cual lo hace, y creo en mi mente un sentimiento "en paralelo" al que es la expresiòn natural de mi sensibilidad vital.
Un sentimiento que no obedece o procede de mi sensibilidad frente a la realidad, sino de mi historia sobre ella.
Un sentimiento en mi que compite con y anula mi sentir natural, que me extranjeriza de mi mismo y de la patria natural en el cual mi sentido de ser florece, o sea, de la realidad.
Dejo de sentirme en comuniòn; comuniòn conmigo mismo, con mi propio sentir, y con la realidad de la Vida en la cual mi sensibilidad està completa e indisolublemente integrada.
Y ese, es el orìgen de toda la oscuridad, de toda la falta de claridad, de toda la confusiòn interior.
De toda la falta de comuniòn, de comunidad, de totalidad.
Y es el orìgen tambièn de todo el infierno de extravìo en el cual una existencia privada del luminoso sentido aportado por su sensibilidad natural, inevitablemente se precipita.
Ninguna explicaciòn de lo que es tiene jamàs relaciòn real alguna con el hecho, con lo que es.
Es tan sòlo un ejercicio estùpido y pretensioso de una mente mediocre, que cree que puede encasillar en el recipiente muerto de la experiencia personal el fluìr desbordante, y eternamente nuevo de lo inconmensurable, que se vuelve manifiesto de instante en instante.
Ejercicio tan absurdo y tan vano como tratar de entender el murmullo del agua o el crepitar del fuego; la sonrisa de un niño o el rumor de los pinos; el estampido del trueno o la furia de un aguacero; el vuelo de la mariposa o la luz tiritando sobre el rocìo; o el por què hombres y mujeres se encuentran, o el por que un dìa sus caminos los alejan.
¿Quièn puede decir por què usted siente como siente?
¿Por què usted es como usted es?
¿Por què usted no es como usted no es?
¿Por què es casi indiferente a los autos pero se estremece màs allà de lo imaginable ante la silenciosa presencia de los àrboles bajo el oscuro cielo nocturno?
¿Por què? ¿Eh?!
¿Quièn puede decir por què una flor es esa flor y no otra?
¿Quièn puede decir por què el misterio se ha vestido con sus ojos?
¿Quièn puede entenderlo?
Usted no puede ni podrà jamàs entender el mar.
Sòlamente puede, siendo uno con èl, penetrar en su vastedad sin conocerlo.
Y eso es o serà sòlo cuando se de cuenta, de que aparte de lo tècnico, aparte de lo entendible, nada màs hay que deba o necesite o pueda ser entendido.
Aparte de lo entendible,
¿Hay algo que entender?
Richard Mesones.
Tratar de entender lo entendible no es el problema.
El problema es tratar de entender lo que no es entendible, lo que sòlo es sentible.
Eso me hace sentirme "separado" del fluìr de la totalidad de la vida, que se manifiesta como la danza vital de lo innominable.
"Separado" de la Vida.
Y me "transforma" a mi propia vista en un objeto, me reduce a una pobre apariencia material, me vuelve a mis propios ojos un "algo", como tantos otros "algos" del mundo de lo entendible, el mundo de las apariencias, aparentemente todos desconectados entre si.
Entonces me siento como un "yo"-entidad, objeto material desconectado de la esencia de la vida, teniendo que sobrevivir en un mundo de "yoes" y apariencias constantemente cambiantes con conductas incomprensibles a las que es necesario temer y tratar de comprender para poder sentirme asì màs en-control, incluìdo, seguro de ser capaz de perpetuar-asegurar de este modo "mi" continuidad como entidad separada.
El problema, es que sòlo el aspecto material y formal de la vida es entendible, y hasta por ahì nomàs.
Pero no es entendible por què se es como se es, se siente como se siente, o por què en un momento dado uno se da cuenta de algo que se da cuenta, y no se da cuenta de algo de lo cual no se da cuenta.
No es entendible por què cada uno es cada uno, ni por què no es "otro" sino ese-que-es-asì.
No es entendible, pues lo que es ùnico no es comparable, y lo que no es comparable no es entendible pues no hay nada que se pueda decir de ello.
Tratar de entender lo que no es entendible es lo que tiende un manto de etiquetas, palabras, sìmbolos, imàgenes y absurdas historias mentales, que terminan no dejàndome ver còmo algo o alguien es.
Sòlo veo en su lugar la historia mental que justifica o condena "explicando" el por què (por què que es una completa fantasìa) lo que es, es como es.
Mi historia sobre lo que es.
Mi historia sobre X.
Distorsiona el sentir, el poder sentir con absoluta claridad y nitidez de conciencia el como algo o alguien verdaderamente es.
Dejo de sentirme en vital relaciòn con la Vida manifestàndose tal cual lo hace, y creo en mi mente un sentimiento "en paralelo" al que es la expresiòn natural de mi sensibilidad vital.
Un sentimiento que no obedece o procede de mi sensibilidad frente a la realidad, sino de mi historia sobre ella.
Un sentimiento en mi que compite con y anula mi sentir natural, que me extranjeriza de mi mismo y de la patria natural en el cual mi sentido de ser florece, o sea, de la realidad.
Dejo de sentirme en comuniòn; comuniòn conmigo mismo, con mi propio sentir, y con la realidad de la Vida en la cual mi sensibilidad està completa e indisolublemente integrada.
Y ese, es el orìgen de toda la oscuridad, de toda la falta de claridad, de toda la confusiòn interior.
De toda la falta de comuniòn, de comunidad, de totalidad.
Y es el orìgen tambièn de todo el infierno de extravìo en el cual una existencia privada del luminoso sentido aportado por su sensibilidad natural, inevitablemente se precipita.
Ninguna explicaciòn de lo que es tiene jamàs relaciòn real alguna con el hecho, con lo que es.
Es tan sòlo un ejercicio estùpido y pretensioso de una mente mediocre, que cree que puede encasillar en el recipiente muerto de la experiencia personal el fluìr desbordante, y eternamente nuevo de lo inconmensurable, que se vuelve manifiesto de instante en instante.
Ejercicio tan absurdo y tan vano como tratar de entender el murmullo del agua o el crepitar del fuego; la sonrisa de un niño o el rumor de los pinos; el estampido del trueno o la furia de un aguacero; el vuelo de la mariposa o la luz tiritando sobre el rocìo; o el por què hombres y mujeres se encuentran, o el por que un dìa sus caminos los alejan.
¿Quièn puede decir por què usted siente como siente?
¿Por què usted es como usted es?
¿Por què usted no es como usted no es?
¿Por què es casi indiferente a los autos pero se estremece màs allà de lo imaginable ante la silenciosa presencia de los àrboles bajo el oscuro cielo nocturno?
¿Por què? ¿Eh?!
¿Quièn puede decir por què una flor es esa flor y no otra?
¿Quièn puede decir por què el misterio se ha vestido con sus ojos?
¿Quièn puede entenderlo?
Usted no puede ni podrà jamàs entender el mar.
Sòlamente puede, siendo uno con èl, penetrar en su vastedad sin conocerlo.
Y eso es o serà sòlo cuando se de cuenta, de que aparte de lo tècnico, aparte de lo entendible, nada màs hay que deba o necesite o pueda ser entendido.
Aparte de lo entendible,
¿Hay algo que entender?
Richard Mesones.
Apariencias en el SER -
.
Todo lo que percibimos son apariencias en el SER, que es la unidad.
El SER ùnico que somos "tù", "yo", "ellos", etc.
Yo, es el nombre con que el SER ùnico se nombra a si-mismo en "cada uno".
Y todo, no sòlo lo que percibo exteriormente en forma de apariencias, sino lo que percibo como interno, como sentimientos, sensaciones, etc, todo sucede en este mismo SER que Yo soy.
Darse cuenta de ello es darse cuenta de ser el SER, de ser la Unidad.
Y es por tanto, sentirse-siendo-en-unidad con todo lo que existe, pues sòlo existe realmente un sòlo SER, un ùnico YO que "todos" somos.
Por ello todo lo que percibo como fenòmenos internos no son màs que modificaciones en la energìa anìmica del ser.
Y todo lo que percibo externamente no son màs que apariencias en el SER.
Estar en discordia con una apariencia externa es sentirme separado, como si fuera una entidad aparte de la unidad que se manifiesta externamente como el fluir constantemente cambiante de las apariencias.
Estar en discordia con como me siento es sentirme separado de mi mismo como expresiòn anìmica ùnica de la Vida una.
Como sea, pensar que algo o alguien no deberìa ser como es, no me deja sentirme-ser_siendo-en-comuniòn, en comùn-unidad con y en todo lo que es.
Y visceversa, no sentirme en comuniòn conmigo mismo no me deja sentirme en comuniòn con la vida, como sea que esta se estè manifestando externamente, aparentemente.
Sin la idea de que "yo" u "otro" deberìa ser distinto de como es, sòlo hay YO, comuniòn.
YO; no "yo".
Sòlo YO.
Pero ninguna apariencia me dijo nunca que ella era el SER, que era YO.
O que era no-yo.
Es el pensamiento quien me lo dijo.
Y Yo se lo creì.
Son tan sòlo las apariencias que toma el SER.
Percibir es siempre percibir las apariencias.
Lo importante es atender allì donde las apariencias y los sentimientos ocurren y darse cuenta de que, independientemente de las apariencias superpuestas o de los olas anìmicas sucitadas , lo que se percibe es siempre YO percibiendo.
Siempre me siento a mi mismo.
Son los pensamientos sobre lo que aparece (apariencias) en la Conciencia de SER los que, al ser tomados como realidades y no como YO pensando,
crean la sensacion de que hay dos, "yo" y "eso".
Dualidad en vez de unidad.
Divisiòn. Separaciòn.
Las percepciones por si mismas no generan jamàs un sentido interior de separaciòn, sòlo los pensamientos lo hacen.
Suceden en el SER; no al SER.
Entonces todo lo que sea que sienta, ya sea que provenga de mi propio interior en forma de sentir autogenerado, o en forma de reacciòn emocional a los pensamientos sobre lo percibido, lo importante es darse cuenta que sòlo hay Yo, sintièndome asì o asà; Yo pensando asì y por eso sintièndome asà, pero siempre YO, nunca "no-yo".
YO idèntico a mi mismo.
YO idèntico a si-mismo.
Sòlo YO.
No ese "yo" que es "no tu", "no eso"; etc, no.
YO que es UNIDAD.
Entonces sòlo hay Unidad, que soy YO.
Y YO siendo asì, no soy ni me siento distindo de la Unidad,
sino la Unidad siendo asì, siendo Yo.
Entonces nadie es "otro".
Todos somos YO.
Lo que sea que sienta siempre soy YO.
"Esto" tambien soy YO.
Y al haber unidad interior hay tambièn comunidad exterior.
Todo y todos somos manifestaciones de la misma y ùnica unidad, del ùnico SER, del ùnico YO.
Hay un solo YO que emerge como "yo", "tù", "ellos", etc.
Pero eso son sòlo apariencias.
Y la sensaciòn de dualidad creada por la asunciòn de los pensamientos como "otras" realidades fuera de YO.
Cuando uno se da cuenta que sentir asì es tan sòlo un producto de YO pensando, entonces la sensaciòn de dualidad se disuelve en YO.
Y YO es todo lo que queda, todo lo que ES.
No importa lo que sea que sienta ("esto") o por que lo sienta o de donde provenga, siempre soy YO-sintièndome-asì; no Yo y "eso", sino solamente YO...
"Esto" tambièn soy YO, es el "rezo", el susurro de la Unidad.
Unidad es "estar en Casa", "otra vez".
Richard Mesones.
Todo lo que percibimos son apariencias en el SER, que es la unidad.
El SER ùnico que somos "tù", "yo", "ellos", etc.
Yo, es el nombre con que el SER ùnico se nombra a si-mismo en "cada uno".
Y todo, no sòlo lo que percibo exteriormente en forma de apariencias, sino lo que percibo como interno, como sentimientos, sensaciones, etc, todo sucede en este mismo SER que Yo soy.
Darse cuenta de ello es darse cuenta de ser el SER, de ser la Unidad.
Y es por tanto, sentirse-siendo-en-unidad con todo lo que existe, pues sòlo existe realmente un sòlo SER, un ùnico YO que "todos" somos.
Por ello todo lo que percibo como fenòmenos internos no son màs que modificaciones en la energìa anìmica del ser.
Y todo lo que percibo externamente no son màs que apariencias en el SER.
Estar en discordia con una apariencia externa es sentirme separado, como si fuera una entidad aparte de la unidad que se manifiesta externamente como el fluir constantemente cambiante de las apariencias.
Estar en discordia con como me siento es sentirme separado de mi mismo como expresiòn anìmica ùnica de la Vida una.
Como sea, pensar que algo o alguien no deberìa ser como es, no me deja sentirme-ser_siendo-en-comuniòn, en comùn-unidad con y en todo lo que es.
Y visceversa, no sentirme en comuniòn conmigo mismo no me deja sentirme en comuniòn con la vida, como sea que esta se estè manifestando externamente, aparentemente.
Sin la idea de que "yo" u "otro" deberìa ser distinto de como es, sòlo hay YO, comuniòn.
YO; no "yo".
Sòlo YO.
Pero ninguna apariencia me dijo nunca que ella era el SER, que era YO.
O que era no-yo.
Es el pensamiento quien me lo dijo.
Y Yo se lo creì.
Son tan sòlo las apariencias que toma el SER.
Percibir es siempre percibir las apariencias.
Lo importante es atender allì donde las apariencias y los sentimientos ocurren y darse cuenta de que, independientemente de las apariencias superpuestas o de los olas anìmicas sucitadas , lo que se percibe es siempre YO percibiendo.
Siempre me siento a mi mismo.
Son los pensamientos sobre lo que aparece (apariencias) en la Conciencia de SER los que, al ser tomados como realidades y no como YO pensando,
crean la sensacion de que hay dos, "yo" y "eso".
Dualidad en vez de unidad.
Divisiòn. Separaciòn.
Las percepciones por si mismas no generan jamàs un sentido interior de separaciòn, sòlo los pensamientos lo hacen.
Suceden en el SER; no al SER.
Entonces todo lo que sea que sienta, ya sea que provenga de mi propio interior en forma de sentir autogenerado, o en forma de reacciòn emocional a los pensamientos sobre lo percibido, lo importante es darse cuenta que sòlo hay Yo, sintièndome asì o asà; Yo pensando asì y por eso sintièndome asà, pero siempre YO, nunca "no-yo".
YO idèntico a mi mismo.
YO idèntico a si-mismo.
Sòlo YO.
No ese "yo" que es "no tu", "no eso"; etc, no.
YO que es UNIDAD.
Entonces sòlo hay Unidad, que soy YO.
Y YO siendo asì, no soy ni me siento distindo de la Unidad,
sino la Unidad siendo asì, siendo Yo.
Entonces nadie es "otro".
Todos somos YO.
Lo que sea que sienta siempre soy YO.
"Esto" tambien soy YO.
Y al haber unidad interior hay tambièn comunidad exterior.
Todo y todos somos manifestaciones de la misma y ùnica unidad, del ùnico SER, del ùnico YO.
Hay un solo YO que emerge como "yo", "tù", "ellos", etc.
Pero eso son sòlo apariencias.
Y la sensaciòn de dualidad creada por la asunciòn de los pensamientos como "otras" realidades fuera de YO.
Cuando uno se da cuenta que sentir asì es tan sòlo un producto de YO pensando, entonces la sensaciòn de dualidad se disuelve en YO.
Y YO es todo lo que queda, todo lo que ES.
No importa lo que sea que sienta ("esto") o por que lo sienta o de donde provenga, siempre soy YO-sintièndome-asì; no Yo y "eso", sino solamente YO...
"Esto" tambièn soy YO, es el "rezo", el susurro de la Unidad.
Unidad es "estar en Casa", "otra vez".
Richard Mesones.
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