domingo, 23 de mayo de 2010

EL salto al vacío; o Cuando se desvanece el suelo bajo los pies.

Este es un salto al vacío.

Si usted lo sigue, se encontrará ahí.

No a "usted" experimentando el vacío.

Sino la completa ausencia del "experimentador"; sólo el vacío.

La Vida, sea lo que sea que esta sea, completamente vacía de cualquier noción de un "yo" que la experimente, que la viva.

"Usted" no va a ir ahí.

"Usted" es la ilusión que no permite el darse cuenta de ser Eso que siempre ha sido, que siempre ha "estado" ahí.

¿Quién se da cuenta de ser Eso?

Nadie.

Nada.

La Vida, sea lo que sea que esta sea, se da cuenta de si-misma.

Sin ningún "alguien" que se de cuenta.

El suelo de lo conocido, de la memoria, se desvanece; pierde su pretensión de realidad, y se revela como lo que realmente es: tan sólo pensamientos, palabras flotando a través de un cerebro...

Sin ninguna realidad.

Palabras, sonidos que no significan verdaderamente nada.

Que son tan sólo una conveniencia inventada por nosotros para comunicarnos (o in-comunicarnos, las más de las veces!).

Lo real, lo verdadero, sea lo que sea que ello sea, no es tocado, no es movido, no es afectado por las palabras, las etiquetas mentales, los pensamientos.

Eso vivo, sigue su curso, su propio movimiento, a su propio ritmo inanticipable, irreproducible, inimitable e incomparable.

Eso vivo, silencioso, sin cualidad descriptible, eso, es uno mismo.

Eso es uno; uno es eso.

Eso que no es tocado por los pensamientos, por las palabras, por lo que pienso.

Lo que sea que crea, lo que sea que asuma, tan sólo disfraza, distorsiona el como saboréo eso, pero no altera para nada la esencia de eso.

Sigo siendo eso, que la vida es, que todos somos, que siempre he sido, sólo que vivo creyendo que soy otra cosa.

Creyendo que soy una cosa, descriptible, una particular apariencia, así o asá.

Pero lo que sea que piense, es tan sólo eso, un pensamiento surgiendo y disolviéndose en eso, en ese silencio.

Pensamientos, palabras, vibraciones en un rincón agitado del entramado de las neuronas..., nada más.

No hay nada más allí.

No hay "otra cosa".

Son tan sólo pensamientos, irrealidades, fantasías, imágenes, fantasmagorías.

Lo que sea que piense, son tan sólo eso: pensamientos.

Lo que sea que pienses, es tan sólo eso: un pensamiento.

Pensa-miento.

Miento.

Me miento y miento, al pretender que lo que no existe, lo que no es real, lo que "existe" tan sólo en el pensamiento, es la realidad de lo que soy o de lo que algo es.

La palabra lo declara y evidencia: pensa - miento.

La realidad, sea lo que sea que esta sea, no son mis opiniones sobre la realidad.

La realidad, sea lo que sea que esta sea, no es pensamiento dependiente.

Lo que es pensamiento dependiente es auto-sugestión.

Auto-hipnósis.

La Vida, lo Real, Eso, sea lo que sea que ello sea, es lo que hay por debajo, más allá, o en realidad, más acá del pensamiento.

Ese telón de fondo en el cual el pensamiento surge, parpadea, titila, y se disuelve sin dejar en ello la más mínima huella.

Y tú, y yo, y todos, no somos más que esa misma vida.

Nada más.

Nadie más.

Sólo la Vida es.

Ni siquiera "yo" soy ESO.

En realidad, tan sólo ESO.

Pues "yo" también es un pensa-miento.





Richard Mesones.

jueves, 13 de mayo de 2010

Sólo SIENDO...

Estríctamente hablando, el "ser-siempre-siendo" es una redundancia, pues lo único que hay es este "siendo".

Siempre Es.
Y siempre es SIENDO!

Siempre SIENDO.

El gerundio en presente es la única conjugación real posible del verbo ser.

El "ser", si no es siendo, ¡no es!; no existe.

Es tan sólo una abstracción filosófica, una abstracción del pensamiento que degenera en la llamada ontología, la cual pretende "estudiar al ser" como si de un objeto experimentable se tratara.

Ser, siendo, no es experimentable por ningún experimentador separado, pues ¿quien hay separado de "mi ser" que pueda experimentar como se siente "ser este ser"?

Ser sólo es vivenciable.

El ser se vivencia a si mismo, no a través de ningún sentido, sino por si mismo, "a través" de si mismo.

Ser, se vivencia del único modo posible: SIENDO.

Pues somos la CONCIENCIA DE SER que es el SER mismo dándose cuenta de ser.

Somos el SER conciente de Si Mismo.

De ser el ES; de ser este SIENDO.

Siendo así ahora, y asá al momento siguiente; constantemente cambiantes en nuestra Forma-de-SER.

Siendo ahora así y al momento siguiente de otro modo, éso es existir.

Siendo solamente; sin así ni asá, eso es lo que hay antes y después.

Antes del así llamado nacer, que es en realidad el nacimiento no de lo que soy, sino del "ser así"; con un cuerpo, unas determinadas condiciones, etc.

Es el emerger del "así" en mi, en el SIENDO atemporal.

¿Qué es lo que queda cuando el Siendo así o asá se termina?

El mismo atemporal inmodificable que había antes de que el así o asá emergiera y vistiera al siendo.

Lo mismo que había durante el Siendo así, sólo que en la conciencia de "ser así", ese SIENDO que somos no se vivencia habitualmente en su plenitud, por nuestra errónea identificación con algún aspecto exclusivo del así; identificación esta que obra como resistencia para que fluya en nuestra conciencia de ser el inherente sentido de plenitud, de totalidad.

Lo que queda "después", es sola y simplemente el SIENDO, nada más.

Claro que esto hay que vivenciarlo; sino son sólo lindas palabras que no significan absolutamente nada.

Dejar de resistir a la Vida es todo lo que es necesario para darse cuenta de ser la Vida SIENDO.

Dejar de resistir; porque resistir es resistir-se, resistir-ser; que es resistir al corazón, que es EL CORAZÓN del Único, de la VIDA latiendo en esta forma de Ser.

CORAZÓN que es también "mi" Corazón.

Dejar de resistir, que es abrazar; abrazar todo lo que surja en mi, como una manifestación particular y única de este empecinado y apasionado latir de la VIDA en mi.

Abrazarlo todo sin condidiones; abrazo que todo lo transmuta en mi mismo; en Unidad.

Abrazar mi propio mundo, lo que soy, como sea que uno sea, pues si no abrazo mi mundo, no podré jamás abrazar no solo "al mundo", sino a ningún mundo, llámese tú, él, ella, o lo que fuere, de manera verdadera.



Dejar de resistirse; eso es todo lo que es necesario.




"Yo no me separo de mi corazón para resistir".







Richard Mesones.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Sin miedo a morir, sólo hay la entrega vital del ser-siempre-siendo.

El problema en si, no es en realidad el decir o decirse "soy esto" o "soy así".
El problema es que la mente todo lo congela.
Hace del "así" una foto que no cambia, no fluye con la vida que soy.
Entonces para la mente, ser "así" significa ser exclusiva y excluyentemente así y jamás asá; ése es el problema, y el gérmen del sentimiento de separación con la vida que soy en realidad, con lo que fluye.

Sin tomarme por una imágen del cuerpo con determinadas cualidades pre-determinadas, entonces al no haber noción de "yo", no hay tampoco noción alguna de "no-yo", ni sentimiento de separación de la totalidad de la vida, que es la VIDA misma, ni conflicto, ni carencia, ni sentimiento alguno de amenaza frente a "otra entidad", pues nada es percibido como ajeno o separado de lo que soy; ni hay entonces tampoco temor, ni sufrimiento, ni deseo alguno de devenir así o asá para compensar nuestro habitual sentido de carencia, de incompletitud, pues al no haber sentimiento de separación de la totalidad, no hay tampoco sentimiento de incompletitud.

Al tomarme por una imágen mental del cuerpo así o asá, encuadro lo infinito, informe e incondicionado, y lo reduzco en mi conciencia de ser, a una apariencia, a ese marco finito, con-forme y con esas específicas condiciones de ser.
Me siento entonces como un "yo", una entidad concreta, separada del fluir de la totalidad de la Vida, de la gracia de la Vida, que por ser siempre de condiciones cambiantes, se me antoja ahora como una amenaza en su cambio, para el asegurarme de la continuidad e inamovilidad de las condiciones con las que me he identificado.

Y es a partir de ese sentimiento de separación, a través del cual al ver al mundo y todos los seres como extraños o separados de mi, se crea en mi la desconfianza, el recelo, la inseguridad que anticipa la amenaza posible frente a un entorno que es todo extrañeza.
Es así como nace en uno el temor, que es el sufrimiento.

Temor que no es más que la idea de que lo que sucede a mi alrededor, o sea, en toda esa vastedad que ha sido etiquetada como "no-yo", pueda amenazar o atentar contra la continuidad o integridad de esta imágen con la que me he identificado; esta imágen mental que he tomado por mi mismo, esta imágen en la cual me veo retratado o retratada con determinadas condicones específicas, exclusivas.

Todo temor, no importa a qué, es el sentimiento de que la integridad de la propia existencia está siendo amenazada.

Todo temor, no importa a qué, es el sentimiento de que la propia continuidad puede verse en entredicho de un momento a otro.

Es creer inconcientemente, que si se rompe la imágen en el espejo (en la mente), el sujeto real que se reflejaba sufrirá las mismas consecuencias, pues el sujeto no se da cuenta de ser él mismo, sino que está convencido que es en realidad "la imágen en el espejo".

Es en realidad el miedo a que la dicha de ser se termine, si se terminan las circunstancias o condiciones con las que me he identificado, con las que me he "fotografiado" en la imágen mental que he tejido sobre mi mismo.

Pues no me he dado cuenta que yo soy el ser, la conciencia, la dicha.

Yo soy la dichosa conciencia de ser.

Y no lo puedo jamás dejar de ser, ya que ello no se deriva de nada que haga o no haga, que tenga o no tenga, sino que es mi naturaleza, como la naturaleza de todo lo que es.

Soy Eso que no puede ser amenazado.

Este miedo, que es la identificación con una imágen mental de una apariencia exclusiva y excluyente de ser, con una exclusiva y excluyente forma-de-ser, es lo que la ignorancia de mi verdadera naturaleza es.

Pues no somos la forma de ser; ninguna forma de ser en exclusiva.

Somos lo informe, manifestándose de modo cambiante, fluyente, viviente.

Sin miedo a morir, sin identificación con ninguna imágen finita, condicionada, con ninguna forma-de-ser, lo que queda es la Vida informe, infinita e incondicionada que somos, siendo.

Todo temor, no importa a qué, es la idea de que eso a lo cual se teme (el que las cosas se tornen así o asá), puede atentar contra mi integridad, mi continuidad, o sea, contra mi contínuo fluir en la gracia, que es la dichosa conciencia de existir.

Todo temor es temor a la desgracia.

Y es no darse cuenta de que la única desgracia posible es este temor mismo.

Temor es siempre temor a que lo que soy se termine.

Temor es siempre temor a que la dichosa conciencia de existir se agote, cese, culmine.

Es temor de morir.


Temor del cual no hay forma de librarse modificando las condiciones externas de vida, pues en realidad jamás procedió del exterior.

Temor del cual no puede uno librarse tratando de modificar nada interno, porque tampoco hay nada interno que amenace mi ser.

Como este temor no es otra cosa que un estado emocional, creado en uno por la reacción natural del organismo vivo, frente a una supuesta amenaza en realidad inexistente, sólo el darse cuenta de la irrealidad o inexistencia de la amenaza, es lo que hace al organismo vivo dejar de sentirse como si su supervivencia estuviera amenazada; y así, el sentimiento o reacción emocional llamado temor desaparece, con la misma naturalidad, espontaneidad y carencia de esfuerzo con la que a uno se le pasa el susto, cuando se comprueba que, lo que uno había confundido o tomado por una víbora, no era en realidad, más que una cuerda.

También es cierto a la inversa.

Cuando nos permitimos sentir el temor sin resistirlo ni etiquetarlo, nos damos cuenta de que no es algo separado de nosotros mismos, y de que en realidad no procede por tanto de ninguna amenaza externa a uno o "no-yo".
Entonces esta energía anímica antes etiquetada como "miedo", se disuelve en el fluir de su fuente, o sea, en uno, y con ese fundirse, cesan también cualquier idea de "no-yo", y por tanto la identificación con cualquier imágen mental de un supuesto "yo-amenazado-por-el-fluir-de-la-vida" que uno había asumido ser.

Lo que queda es el fluir de la unidad.

La VIDA.

Todo es visto entonces como lo que realmente es: el fluir de la gracia, que es esta VIDA Informe, manifestándose en la danza infinita de las siempre cambiantes formas con que, a cada instante, se viste y se desviste, en jubilosa y apasionada celebración de si misma.







Richard Mesones.

lunes, 3 de mayo de 2010

Sentado, acostado, parado, andando.

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Hay sólo cuatro formas reales de estar, de ser siendo, en esta vida.

Sentado, acostado, parado, andando.

Todo el resto es adorno, pensamiento, fantasía, irrealidad.

Y el cómo uno se sienta, se para, se acuesta o anda, es el como uno es, en ese momento; a cada momento, que es lo real: el como soy en este momento, que es el único momento en que soy y puedo ser, AHORA.

Y no es sólo que "físicamente" esté así o asá.

Soy la Vida siendo, en ese momento, así.

Y en ese "así", están incluídos el sentirme como sea que me sienta, el pensar como sea que piense, el darme cuenta de lo que sea que me de cuenta, el no darme cuenta de lo que sea que no me de cuenta, y por ende, el hacer como sea que haga, ya sea: sentado, acostado, de pie, o andando.

Soy la Vida siendo, a cada momento, así como sea que en ese momento sea.

Soy la Vida, siendo así.

El "así" es lo único que cambia.

El hecho de ser la vida siendo, eso es lo que jamás cambia.


Somos siempre la Vida Una siendo.

El Ahora intemporal e informe, manifestándose así, y así, y así, y asá, como sea que ello sea.

La naturaleza del "así" es el cambio, la impermanencia.

La naturaleza de lo esencial, de lo informe, de lo interior, es la inmutabilidad.

Cambia en su apariencia, pero ello no modifica jamás su naturaleza, su conciencia de ser el ES.

Somos la Vida siendo.



Sentados... acostados... parados... andando...




Richard Mesones.

P.D. Visto y escrito el lunes 3 de mayo de 2010, mientras esperaba a la salida de mi ómnibus en la Terminal de Tres Cruces, sentado.