lunes, 27 de diciembre de 2010

Reposa en simplemente ser.

Al filo del despertar y del dormir, en el borde entre en sueño y la vigilia, en esa raja entre dos mundos que son el atardecer y el amanecer de nuestro propio día, es posible observar como surge o se apaga en nosotros, justamente aquello que en realidad no somos.

Si se presta atención, si se observa sin pre-juicios ni pre-conceptos de ningún tipo, el proceso se enrarece, se enlentece de modo tal, que se puede observar lo que realmente sucede.

Es así que, observando, vemos como por la mañana, antes de "estar totalmente despiertos", una "sensación" o sentido de "particular conciencia" comienza a despertar o emerger.

Esa conciencia que es el precursor de la vigilia, y que luego pensando al respecto, asumimos que somos nosotros.

Sin embargo, si prestamos atención con insistencia y detenimiento, vamos a advertir un detalle no menor, y éste es: si nosotros somos esa conciencia que está emergiendo, ¿quién es el que está observando a esa conciencia emerger o despertar?

¿Quién o qué cosa es eso sensible, en lo cual ese despertar de esa "conciencia particular de ser" tiene lugar?


Si seguimos observando, veremos como dicha conciencia-atención se mueve o "avanza" en una "dirección" particular; en dirección al cerebro.

O sea, en dirección al pensamiento, y por consiguiente, hacia el mundo de los sentidos, de donde el pensar toma su contenido básico.

Es así como sentimos que comienzan a aparecer pensamientos en esa conciencia, pensamientos como "estoy despertando", etc.

Y a continuación, vemos como los sentidos del cuerpo se abren hacia el exterior, siguiendo la misma dirección que el movimiento de la atención venía haciendo, siendo arrastrados por este movimiento, por esta dirección "hacia afuera", hacia "el mundo objetivo".

Llegado a este punto, el cerebro declara: "estoy despierto", refiriéndose a uno.

¿Pero es real, es cierto que yo he despertado?

Si yo soy la conciencia de la vigilia, ¿dónde quedo yo cuando el cuerpo y sus sentidos entran en reposo, y así también el cerebro, que deja de soñar en el dormir profundo?

Pues lo que llamamos "conciencia de vigilia" no es más que la atención, esa "conciencia particular de si" atendiéndo "hacia afuera" a través de el pensar y los sentidos.

Lo que llamamos dormir con sueños, es la atención alumbrando los contenidos cerebrales, luego de la entrada en total reposo de lo sentidos, luego de un cierto "retroceso" o introversión de la atención.

Y el dormir sin sueños, o sueño profundo sin sueños, es tanto el cese de los sentidos, como de cualquier movimiento del cerebro-pensamiento; dormir en el cual sólo hay esa "conciencia", pero ahora no asociada, ni a los sentidos ni al pensamiento.

Y más "hacia atrás", más "hacia adentro" aún: eso; eso mismo que se daba cuenta del emerger en su ser de la conciencia, y que ahora se da cuenta de que está habiendo sueño sin sueños.

De forma tal que al despertar, sin saber cómo, podremos igualmente decir con toda certeza que "dormí tan profundo que no soñé nada".

O que "primero soñé, pero después me dormí mucho más profundo hasta ahora que desperté".

¿Qué es eso que se da cuenta, tanto del emerger y moverse de la conciencia-atención hacia afuera, como del movimiento e inmersión de la conciencia-atención hacia adentro?

¿En dónde sucede todo ese drama?

¿En quién?


Exácto!!!

Respuésta correcta!

En uno mismo.

En el si-mismo.

O dicho de otro modo, en el simple y natural sentido de ser.

El sentido inherente a todo lo sensiente, a todo lo vivo.

La natural "sensación" de ser de todo lo que es.

Ese sentido de si, ese si-mismo que es la identidad una y última de todo lo que es.

Más allá aún de la conciencia de si, que emerge en el si mismo que uno es.

Anterior a dicha conciencia.

En eso que es la "base" absoluta que debe estar presente primero, para que cualquier otra cosa o cualidad pueda emerger en ella.

Eso es el sentido de ser.

Y la atención en ello es lo que nos "otorga" la natural conciencia de ser el ser.

De ser el si-mismo dándose cuenta de ser el si-mismo.

De hecho, por la mañana, es "la conciencia corporal" la que despierta en nosotros, y no al revés.

Y por la noche es esta misma conciencia la que se sumerge en su orígen, o sea, en el sólo y simple sentido de ser.

Así, lo que durante el día opera "en el mundo", por la noche, durante el sueño profundo, descansa en la fuente, en su propio orígen.


Durante el día, todo lo que ocurre en esta conciencia vigílica, ocurre en realidad en nosotros, en nuestro sentido de ser como espacio o contenedor de la conciencia y su percepción.

Pero ocurre en-nosotros; no "a" nosotros.

Pues nada de lo que ha ocurrido, ocurre, ni de lo que ocurrirá, modificó ni modifica jamás ese esencial sentido de ser.

Nada.

Todo nuesto drama humano, nuestros problemas y conflictos, nuestros pesares y sufrimientos, son la resultante de una exagerada extroversión de la atención, de una focalización de la atención en algo de lo que está sucediéndo en mi como un todo.

En una percepción objetiva, o en un sentimiento, pensamiento o sensación que estoy teniéndo.

La atención se focaliza tanto en un fragmento que se "olvida" de su orígen: el todo; o sea, el natural y siempre sensiente sentido de ser.

Me confundo a mi mismo con la imágen de mi, sugerida por otros, o creada por mi al pensarme.

Asumo ser el que los demás creen que soy.

O en el mejor de los casos, el que yo creo que soy.

Pero ambos personajes son tan sólo una creación del cerebro, que el mismo cerebro recupera de la memoria por la mañana, con el despertar de la conciencia corporal.

¿Y sin asociarme mentalmente ni con quien los demás creen que soy, ni con quien yo mismo he creído ser?


¿QUÉ SOY POR MI MISMO?


La atención-conciencia-de-si es la posibilidad que tiene el ser humano como expresión particular de la vida, de tomar conciencia de ser el ser, o el si-mismo, lo que es lo mismo (valga la redundancia!).

Y todo el drama, todo el sufrimiento y el conflicto se asientan en nosotros cuando nos identificamos, cuando nos confundimos con el personaje mental "al que le suceden las cosas", y dejamos así de darnos cuanta de ser ese "en" quien suceden las cosas, en quien las cosas pasan sin pasarle, sin modificarle a él.


Nuestra atención, nuestra conciencia de si, se queda atrapada en la representación mental de quien los demás o yo creo ser, en vez de reposar en el simple sentido de ser.

Ese sentido de ser que se mantiene siempre incambiable y evidentemente no implicado en lo que sea que suceda, no condicionado por lo que sea que suceda.

Ese sentido de ser que "nos viene dado", pues es nuestra verdadera naturaleza original, atemporal e inmutable.

Ese que es "antes de que Abraham fuera".

Antes de que todo y lo que sea fuera; y también en medio, y después de que nada ya siga siendo.

Ese desde el cual, al reposar nuestra atención en él, reconocemos inmediatamente como nuesta verdadera naturaleza, como nuestro hogar, del cual en realidad nunca hemos partido.

Ese hogar desde el cual, reposando en la certeza de su inamovilidad, podemos "estar en el mundo sin ser del mundo"; ya que nuestro sentido de ser no es la identidad pasajera y formal concedida a nosotros en base al cuerpo; sino que procede de un "lugar más allá" del mundo.

De ese "lugar" que el pasaje del tiempo y la corrupción no pueden tocar.

De ese "reino" que no es "de este mundo" (que no participa de la naturaleza de lo formal-aparente-transitorio).

Ese reino está en ti; ese reino éres tú mismo.

Y para encontrarlo tan sólo es necesario dejar de buscar (que es dirigir la atención "hacia afuera" del propio sentido de ser).


Reposa en simplemente ser.





R.

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