El maestro no puede enseñar si el alumno no tiene verdadera sed, verdadero interès para indagar, para cuestionar, para poner a prueba los modelos, las palabras que supuestamente señalan a lo real.
Si hay verdadero interès y seriedad, verdadera sed, entonces no hace falta maestro alguno, pues la honestidad y el discernimiento llevados a la pràctica son suficientes para iluminar la propia oscuridad.
Si no lo hay, todo, maestro incluìdo, no es para mi màs que una distracciòn, un entretenimiento superficial, pero no estoy dispuesto a cuestionar la mentira que me mantiene en la oscuridad.
Si yo no me salvo de mi mismo, de la creencias erradas que tengo sobre mi, sobre la vida, sobre los demàs, ¿quièn me va a salvar?
No importa quien se materialice delante mio para señalarme què, si yo internamente no estoy dispuesto a ver.
Podràn seguir vinièndo salvadores, hablàndo hasta que se les caiga la lengua, y seguiremos como hasta ahora, sin escuchar.
Repitièndo sus palabras, deformàndolas, idolatràndolos, pero sin jamàs mirar, sin jamàs asumir la responsabilidad de nuestro propio interior, de nosotros mismos, de nuestro intransferible vivir.
Y por eso nada va a cambiar.
Y podràn seguir aparecièndo gurùes.
Da la tradiciòn tal o cual.
Reconocidos como tales por el maestro tal y cual.
Gurù, el que disipa la ilusiòn de la falsa oposiciòn, de la falsa dualidad.
Otra ilusiòn màs.
Nadie puede disipar nada por uno.
No en el propio interior.
A lo sumo se puede señalar.
Pero es uno que mira o no mira.
Mira y ve.
O no mira, mira sin ganas, repitièndo lo que le dijeron que repita, pero sin ver nada de aquello sobre lo que habla.
Aquello que ha asumido o no que es asì, pero que jamàs ha saboreado por si mismo.
Sòlo la inteligencia, que es sensibilidad y discernimiento son el ùnico y verdadero gurù.
El ùnico y verdadero maestro interior, el ùnico salvador de esta humanidad llamada yo mismo.
El gurù no es alguien.
El ùnico y verdadero gurù es la vida misma, hablàndome desde mi propio corazòn.
Y si no puedo escuchar al corazòn que es la vida hablàndome a mi a travès de mi, entonces soy sordo, ciego y necio, no importa a cuantos "maestros, salvadores y gurùes" yo lea o vaya a escuchar.
Y si escucho al corazòn, ¿a quièn màs necesito escuchar para librarme de la identificaciòn con lo que no soy?
Y si escucho a quien sea y a lo que sea, a la vida como sea que esta se presente ante mi, escuchàndo desde el corazòn, con el corazòn, ¿entonces para què habrìa de necesitar que otro me dijera lo que es verdadero o falso para mi, lo que corresponde o no con el sentir verdadero de mi propio corazòn?
Y lo que llamo mi corazòn, no es, ni màs ni menos, que el particular latir de la vida en mi.
Es el corazòn del ùnico latiendo en mi.
Es la voz de la verdad en mi interior.
El maestro interior, el ùnico salvador, el gurù supremo.
Todo lo demàs es idolatrìa, insensatez y distorsiòn.
Cada quien lleva en si su propio maestro, su propio gurù, su propio salvador.
No hay entonces nadie que no tenga o necesite de que OTRO lo amaestre.
El rico y el pobre, el instruìdo y el ignorante, el tosco y el refinado, todos tienen su maestro en su propia conciencia de ser, en su mismo interior.
No hay necesidad de buscar afuera lo que abunda en el propio ser.
Ni hay nada que se pueda encontrar afuera sino lo encuentro en mi mismo ser primero.
Y si lo encuentro en mi, ¿para què salir a buscar lo que ya se tiene?
Cada quien es su propio maestro, su propio alumno, su propio gurù, su propio discìpulo, su propio salvador, su propio elegido.
Tan sòlo hay que estar dispuesto a escuchar al propio corazòn, a la voz de la inteligencia, de la sensibilidad, del discernimiento, de la compasiòn.
Estar dispuesto a escuchar-se, y a tener el coraje de obedecer-se.
R.
miércoles, 27 de octubre de 2010
¿Què es yo?
Para empezar, yo es un sonido, una palabra.
Ni buena ni mala palabra.
Simplemente algo, un sonido, que señala, que alude, que apunta en una determinada direcciòn.
Yo no es una entidad aparte de mi a la que yo tengo que tratar de destruìr, ni con la cual yo tengo que tratar de integrarme.
Eso es una insensatez, y si yo me lo creo, esa insensatez es lo que paso a ser yo.
Cuando la palabra yo es asociada a una imàgen con la cual me identifico, entonces me condiciono, me fragmento, me divido.
Esto es "yo".
Un personaje irreal creado por el pensamiento, una fantasìa sobre uno mismo como entidad separada del cambiante fluir real de la vida; una entidad separada del fluir de la realidad.
Eso es lo que sucede cuando la palabra "yo" es tomada con el pensamiento, con la memoria asociativa, y no con el SENTIR natural del ser, del corazòn.
Cuando yo no es asociado a nada, entonces la palabra señala a eso que es uno mismo.
Eso que yo soy.
Sin cualidad definida, concreta, exclusiva, excluyente, ni permanente.
Soy entoces la vida siendo, siendo conciente de ser la vida siendo.
Soy la vida siendo de un modo particular.
Y cuando la vida siendo de este modo particular toma conciencia de si, se da cuenta de ser uno mismo.
Entonces ser si mismo no es ser una entidad separada de la vida, y yo no es màs que el sonido con que la vida habla de si misma en primera persona a travès de cada quien.
Sin sentido alguno de divisiòn, de separaciòn, de conflicto.
Sin nada que "eliminar", y sin nada con lo cual "llegar a fundirse en..."
Por tanto, el error no està en el uso de la palabra yo, sino en confundir su significado con su sentido.
El significado es siempre creado por el pensamiento.
El sentido, es el natural sentido o conciencia de ser.
Es la vida conciente de si misma.
Lo uno jamàs ha existido realmente, salvo en el pensamiento, en fantasìa.
Lo otro jamàs ha dejado de ser.
Cuando admito ser yo, como sea que sea en este momento, en el momento que sea, entonces el pensamiento deja de estar pendiente de "yo"; abandona a "yo", olvida a "yo".
Entonces lo que queda, lo que es, lo real, eso no se nombra a si mismo, no se separa nombràndose.
Se es sin ser.
Hay conciencia de que este sentido de ser no es algo, es tan sòlo una expresiòn de la vida que todo lo es.
La ola no se funde en el mar.
Porque la ola nunca tuvo existencia separada real, existencia propia.
Siempre fue el mar, y nada màs.
Sòlo el mar es lo ùnico real.
R.
Ni buena ni mala palabra.
Simplemente algo, un sonido, que señala, que alude, que apunta en una determinada direcciòn.
Yo no es una entidad aparte de mi a la que yo tengo que tratar de destruìr, ni con la cual yo tengo que tratar de integrarme.
Eso es una insensatez, y si yo me lo creo, esa insensatez es lo que paso a ser yo.
Cuando la palabra yo es asociada a una imàgen con la cual me identifico, entonces me condiciono, me fragmento, me divido.
Esto es "yo".
Un personaje irreal creado por el pensamiento, una fantasìa sobre uno mismo como entidad separada del cambiante fluir real de la vida; una entidad separada del fluir de la realidad.
Eso es lo que sucede cuando la palabra "yo" es tomada con el pensamiento, con la memoria asociativa, y no con el SENTIR natural del ser, del corazòn.
Cuando yo no es asociado a nada, entonces la palabra señala a eso que es uno mismo.
Eso que yo soy.
Sin cualidad definida, concreta, exclusiva, excluyente, ni permanente.
Soy entoces la vida siendo, siendo conciente de ser la vida siendo.
Soy la vida siendo de un modo particular.
Y cuando la vida siendo de este modo particular toma conciencia de si, se da cuenta de ser uno mismo.
Entonces ser si mismo no es ser una entidad separada de la vida, y yo no es màs que el sonido con que la vida habla de si misma en primera persona a travès de cada quien.
Sin sentido alguno de divisiòn, de separaciòn, de conflicto.
Sin nada que "eliminar", y sin nada con lo cual "llegar a fundirse en..."
Por tanto, el error no està en el uso de la palabra yo, sino en confundir su significado con su sentido.
El significado es siempre creado por el pensamiento.
El sentido, es el natural sentido o conciencia de ser.
Es la vida conciente de si misma.
Lo uno jamàs ha existido realmente, salvo en el pensamiento, en fantasìa.
Lo otro jamàs ha dejado de ser.
Cuando admito ser yo, como sea que sea en este momento, en el momento que sea, entonces el pensamiento deja de estar pendiente de "yo"; abandona a "yo", olvida a "yo".
Entonces lo que queda, lo que es, lo real, eso no se nombra a si mismo, no se separa nombràndose.
Se es sin ser.
Hay conciencia de que este sentido de ser no es algo, es tan sòlo una expresiòn de la vida que todo lo es.
La ola no se funde en el mar.
Porque la ola nunca tuvo existencia separada real, existencia propia.
Siempre fue el mar, y nada màs.
Sòlo el mar es lo ùnico real.
R.
Admitirse es admitir el ser en mi.
Admitirse, sin vueltas, sin condiciones de ningùn tipo.
Rendirse ante la evidencia.
Aceptarse incondicionalmente y sin elecciones.
Dejar de resistirse mentalmente a ser ese que soy, y que por tanto, siente como siente, ve como ve, ve lo que ve, està donde està, piensa como piensa, y actùa como actùa; o sea y resumiendo, ese que es como es.
Ese que soy, y punto.
Le guste a quien le guste, y no le guste a quien no le guste; incluyèndome a mi mismo.
Lo que es, ES.
La realidad no pide permiso.
Nada autèntico lo hace.
No negocia, no està ni se pone jamàs en entredicho.
No depende para ser, de la opiniòn favorable o desfavorable de nadie.
Ni de la aprobaciòn o el afecto de nadie.
Ni del consenso, ni de la autorizaciòn, ni de la validaciòn o el reconocimiento, ni de la aceptaciòn o la valorizaciòn externas.
Asì, lo que es es, y lo que uno es, lo es, sea ello reconocido o no.
Aunque otro lo reconozca o no, lo que es, es; y lo que soy, soy.
Aunque yo lo reconozca o no, lo que es, es; y lo que soy, soy.
Y yo soy este que soy en medio de todo esto que es tal cual y como es.
No otro.
No otro que està en otro lado donde lo que se ve que es, es otra cosa.
Soy este que està aquì en medio de esto que es asì.
Y no admitir, negarme a admitir lo que es, es negarme a mi, el perceptor que por estar en medio de lo que està, percibe lo que percibe.
Negar lo que percibo es negarme a mi que soy el que està teniendo esas percepciones; soy èse/eso en lo cual èstas (y no otras) percepciones estàn ocurriendo.
Negarlo, es como intentar convencerme, imponerme a fuerza de repetirme, que no veo lo que veo, ni oigo lo que oigo, ni siento lo que siento, ni estoy dònde estoy, etc; o sea, que èste que yo soy no soy yo.
"Yo" soy otro; que vive en otra realidad, que tiene otras percepciones, que se siente de otro modo, etc.
Èsa es la voz de la fantasìa, de la irrealidad, la cual si la tomo por mi realidad, es el comienzo de la fragmentaciòn y el conflicto en mi, en mi ser.
El comienzo de la enajenaciòn, del auto-exilio voluntario de la realidad.
Del conflicto entre lo que soy y "el que deberìa ser", entre donde estoy y "donde deberìa estar", entre como me siento y "como me deberìa sentir", etc.
Y todo ello por no admitir que sì, que yo soy este aquì; este al cual le ha sucedido esto y aquello, etc.
Este que se siente asì, còmo sea que uno se sienta.
Aùn cuando no me sienta como los libros, los maestros y yo mismo creo que me "deberìa" de sentir.
Desde el momento mismo en que nos dimos a nosotros mismos la espalda, a la espera del permiso de los demàs para ser, desde ese mismo momento, es que la vida principiò en uno a ser una lucha y una transacciòn para tener derecho a ser, a existir, pero siempre y cuando lo haga dentro de los lìmites, de la condiciones de "lo que se espera que yo sea".
Condiciones que los demàs esperan que yo manifieste en mi vivir, pero que, fundamentalmente, yo creo de mi mismo que las deberìa expresar.
Y ello es la forma en que no admito, ni siquiera para mi, en mi, a mi propio y verdadero ser.
Vivo exiliado del calor de mi propio corazòn, a la sombra inclemente de la imagen, del ìdolo mental de como debo "llegar a ser", de como debo "tratar de ser", "esforzarme por ser".
"Ser como..."
No admitir algo de la realidad en medio de la cual uno es, es no admitir que yo soy este, que me encuentro en medio de esta realidad.
Es no admitirse.
Y no admitir que yo soy este, es desconectarme a su vez de èsta realidad, en medio de la cual este que no quiero admitir que soy, es.
Admitir es admitirse.
Y viceversa.
Admitirse es admitir.
Pues es siempre admitir la realidad tal como es, conmigo siendo en ella.
Pues la realidad y yo no somos dos cosas separadas, como no estàn jamàs separados el perceptor y la percepciòn.
Nada existe separado de nada.
NADA.
Admitirse es darse la bienvenida a la realidad de la cual nunca nos alejamos, pero a la cual dàbamos la espalda.
Y dàndose la bienvenida, dar la bienvenida a la realidad en nuestro ser.
Y viceversa.
Admitir la realidad tal y cual es, es darle la bienvenida en nuestro ser, y hacièndolo, sentirnos intregrados en esa realidad en la cual siempre hemos sido bienvenidos.
Es existir-SER-siendo en comùn-unidad; en integralidad.
Admitirse es admitir ser este que soy; es admitirse ser, admitirse a ser, permitirse ser.
Admitirse, no sòlo en el sentido de dejar de fingir, de pretender que uno no es el que es, que uno es otro, sino en el sentido de permitirse entrar.
Admitirse es permitirse entra de regreso al propio corazòn.
Es volver a casa, como el hijo pròdigo.
Admitirse es el fin de la absurda pretensiòn de ser otro, la absurda pretensiòn de que yo no soy yo.
Y es permitirse entrar de vuelta al propio corazòn.
Es bajar los brazos ante la realidad, y dejar de defender y tratar de sostener la mentira, la farsa enajenante y ridìcula de lo que nunca fue, ni es, ni serà jamàs.
Es dejar de pelearnos en nuestra mente con LO QUE ES.
Es dejar de resistirnos mentalmente a lo que YA ES ASÌ COMO ES.
Y es dejar a la Vida, que es propio ser y la realidad, ser!
Dejar a lo que es ser, pues aunque yo no lo admita, igualmente ello es!
Y el no admitirlo no modifica ni anula lo que es, sòlo hace que yo me sienta separado, aislado de la realidad de la vida, tal y como la vida en este momento es.
Admitir que yo soy yo.
Admitir que yo soy este, y que soy asì como soy.
Admitir que sigo siendo yo, este yo que siempre he sido, a pesar de todos los infructuosos esfuerzos y empeños, tanto de los demàs como de mi mismo, por tratar de que yo no fuera este yo que soy.
Admitir que en el fondo, siempre he sabido que yo soy este, y que siempre voy a ser este yo que soy.
Admitir que asì mismo, cada uno es como es, y cada quien es cada quien, me guste o no me guste como sea que cada quien es.
Admitir que el mundo es el mundo, y el mundo es lo que es, y es lo que es porque somos lo que somos, y no puede por tanto ser de otro modo que como es.
El mundo es un reflejo de lo que somos.
Como nuestra vida es un reflejo de lo que somos.
Y es por ello que no habrà jamàs paz afuera, si no la hay en el propio ser.
Y no habrà jamàs paz en el propio ser, si yo no me admito ser como yo soy; sin condiciones, ni excusas, ni peros de ningùn tipo.
¿Admitirse o seguir sufriendo?, he aquì la cuestiòn!!!
Admitir lo que sè que es verdad, es el fin del reinado de la mentira en la propia conciencia de ser.
Y sòlo la verdad, vivenciar esta verdad, nos harà libres.
Libres como en el fondo ya somos, pero no asumimos, no admitimos ser.
¿Tener razòn o ser libre?
¿Què elige usted?
R.
Rendirse ante la evidencia.
Aceptarse incondicionalmente y sin elecciones.
Dejar de resistirse mentalmente a ser ese que soy, y que por tanto, siente como siente, ve como ve, ve lo que ve, està donde està, piensa como piensa, y actùa como actùa; o sea y resumiendo, ese que es como es.
Ese que soy, y punto.
Le guste a quien le guste, y no le guste a quien no le guste; incluyèndome a mi mismo.
Lo que es, ES.
La realidad no pide permiso.
Nada autèntico lo hace.
No negocia, no està ni se pone jamàs en entredicho.
No depende para ser, de la opiniòn favorable o desfavorable de nadie.
Ni de la aprobaciòn o el afecto de nadie.
Ni del consenso, ni de la autorizaciòn, ni de la validaciòn o el reconocimiento, ni de la aceptaciòn o la valorizaciòn externas.
Asì, lo que es es, y lo que uno es, lo es, sea ello reconocido o no.
Aunque otro lo reconozca o no, lo que es, es; y lo que soy, soy.
Aunque yo lo reconozca o no, lo que es, es; y lo que soy, soy.
Y yo soy este que soy en medio de todo esto que es tal cual y como es.
No otro.
No otro que està en otro lado donde lo que se ve que es, es otra cosa.
Soy este que està aquì en medio de esto que es asì.
Y no admitir, negarme a admitir lo que es, es negarme a mi, el perceptor que por estar en medio de lo que està, percibe lo que percibe.
Negar lo que percibo es negarme a mi que soy el que està teniendo esas percepciones; soy èse/eso en lo cual èstas (y no otras) percepciones estàn ocurriendo.
Negarlo, es como intentar convencerme, imponerme a fuerza de repetirme, que no veo lo que veo, ni oigo lo que oigo, ni siento lo que siento, ni estoy dònde estoy, etc; o sea, que èste que yo soy no soy yo.
"Yo" soy otro; que vive en otra realidad, que tiene otras percepciones, que se siente de otro modo, etc.
Èsa es la voz de la fantasìa, de la irrealidad, la cual si la tomo por mi realidad, es el comienzo de la fragmentaciòn y el conflicto en mi, en mi ser.
El comienzo de la enajenaciòn, del auto-exilio voluntario de la realidad.
Del conflicto entre lo que soy y "el que deberìa ser", entre donde estoy y "donde deberìa estar", entre como me siento y "como me deberìa sentir", etc.
Y todo ello por no admitir que sì, que yo soy este aquì; este al cual le ha sucedido esto y aquello, etc.
Este que se siente asì, còmo sea que uno se sienta.
Aùn cuando no me sienta como los libros, los maestros y yo mismo creo que me "deberìa" de sentir.
Desde el momento mismo en que nos dimos a nosotros mismos la espalda, a la espera del permiso de los demàs para ser, desde ese mismo momento, es que la vida principiò en uno a ser una lucha y una transacciòn para tener derecho a ser, a existir, pero siempre y cuando lo haga dentro de los lìmites, de la condiciones de "lo que se espera que yo sea".
Condiciones que los demàs esperan que yo manifieste en mi vivir, pero que, fundamentalmente, yo creo de mi mismo que las deberìa expresar.
Y ello es la forma en que no admito, ni siquiera para mi, en mi, a mi propio y verdadero ser.
Vivo exiliado del calor de mi propio corazòn, a la sombra inclemente de la imagen, del ìdolo mental de como debo "llegar a ser", de como debo "tratar de ser", "esforzarme por ser".
"Ser como..."
No admitir algo de la realidad en medio de la cual uno es, es no admitir que yo soy este, que me encuentro en medio de esta realidad.
Es no admitirse.
Y no admitir que yo soy este, es desconectarme a su vez de èsta realidad, en medio de la cual este que no quiero admitir que soy, es.
Admitir es admitirse.
Y viceversa.
Admitirse es admitir.
Pues es siempre admitir la realidad tal como es, conmigo siendo en ella.
Pues la realidad y yo no somos dos cosas separadas, como no estàn jamàs separados el perceptor y la percepciòn.
Nada existe separado de nada.
NADA.
Admitirse es darse la bienvenida a la realidad de la cual nunca nos alejamos, pero a la cual dàbamos la espalda.
Y dàndose la bienvenida, dar la bienvenida a la realidad en nuestro ser.
Y viceversa.
Admitir la realidad tal y cual es, es darle la bienvenida en nuestro ser, y hacièndolo, sentirnos intregrados en esa realidad en la cual siempre hemos sido bienvenidos.
Es existir-SER-siendo en comùn-unidad; en integralidad.
Admitirse es admitir ser este que soy; es admitirse ser, admitirse a ser, permitirse ser.
Admitirse, no sòlo en el sentido de dejar de fingir, de pretender que uno no es el que es, que uno es otro, sino en el sentido de permitirse entrar.
Admitirse es permitirse entra de regreso al propio corazòn.
Es volver a casa, como el hijo pròdigo.
Admitirse es el fin de la absurda pretensiòn de ser otro, la absurda pretensiòn de que yo no soy yo.
Y es permitirse entrar de vuelta al propio corazòn.
Es bajar los brazos ante la realidad, y dejar de defender y tratar de sostener la mentira, la farsa enajenante y ridìcula de lo que nunca fue, ni es, ni serà jamàs.
Es dejar de pelearnos en nuestra mente con LO QUE ES.
Es dejar de resistirnos mentalmente a lo que YA ES ASÌ COMO ES.
Y es dejar a la Vida, que es propio ser y la realidad, ser!
Dejar a lo que es ser, pues aunque yo no lo admita, igualmente ello es!
Y el no admitirlo no modifica ni anula lo que es, sòlo hace que yo me sienta separado, aislado de la realidad de la vida, tal y como la vida en este momento es.
Admitir que yo soy yo.
Admitir que yo soy este, y que soy asì como soy.
Admitir que sigo siendo yo, este yo que siempre he sido, a pesar de todos los infructuosos esfuerzos y empeños, tanto de los demàs como de mi mismo, por tratar de que yo no fuera este yo que soy.
Admitir que en el fondo, siempre he sabido que yo soy este, y que siempre voy a ser este yo que soy.
Admitir que asì mismo, cada uno es como es, y cada quien es cada quien, me guste o no me guste como sea que cada quien es.
Admitir que el mundo es el mundo, y el mundo es lo que es, y es lo que es porque somos lo que somos, y no puede por tanto ser de otro modo que como es.
El mundo es un reflejo de lo que somos.
Como nuestra vida es un reflejo de lo que somos.
Y es por ello que no habrà jamàs paz afuera, si no la hay en el propio ser.
Y no habrà jamàs paz en el propio ser, si yo no me admito ser como yo soy; sin condiciones, ni excusas, ni peros de ningùn tipo.
¿Admitirse o seguir sufriendo?, he aquì la cuestiòn!!!
Admitir lo que sè que es verdad, es el fin del reinado de la mentira en la propia conciencia de ser.
Y sòlo la verdad, vivenciar esta verdad, nos harà libres.
Libres como en el fondo ya somos, pero no asumimos, no admitimos ser.
¿Tener razòn o ser libre?
¿Què elige usted?
R.
miércoles, 6 de octubre de 2010
Solamente siendo.
Desde la misma apariciòn del ser en este mundo, hay sensibilidad, inteligencia, y particularidad de ser.
O sea, eso de lo cual se "construye" en nuevo ser, es en sì, materia sensible, conciencia materializada.
Energìa conciente.
Y la inteligencia, esa que coordina seis trillones de procesos por segundo que se dan en nuestro organismo, esa misma que se encarga de la formaciòn de las galaxias, la migraciòn de las aves, el crecimiento de la hierba, y de todo lo que sucede en esta danza còsmica, esa misma inteligencia està allì desde el comienzo.
Està en todo, siempre.
Pero ademàs, desde el mismo embriòn, desde el momento mismo de la fecundaciòn, ya hay particularidad; hay ser-ùnico.
Eso que va a "madurar" luego como lo que podrìa llamarse el psiquismo original del individuo, su forma ùnica de sentir la vida, su conciencia de ser èl mismo siendo la vida sintièndo asì, como sòlo èl siente.
Todo està ya dado, desde un comienzo.
Desde el inicio, somos la Vida manifestàndose particularmente en infinitas formas de ser, ùnicas, incomparables, irrepetibles.
Somos la Vida, unidad, manifestàndose como multiplicidad, o sea, existiendo en el tiempo como manifestaciones particulares.
Somos la gracia de existir.
Y existir es sin motivo ni propòsito, sin meta; tan sòlo por el puro gozo de existir.
Ella lo es todo, y siendolo todo y lo ùnico que Es, nada puede agregàrsele ni quitàrsele.
Luego aparecen el lenguaje, el pensamiento, y con el mismo, la idea de "yo" definida como lo contrario de lo que no soy yo; o sea, el pensamiento crea una divisiòn en mi vivencia del existir, del ser, en la cual "el mundo" y "yo" somos dos cosas separadas que se sufren la una a la otra.
¿Hay en la realidad, una tal separaciòn?
¿Hay, o es posible la vivencia de "yo" sin el mundo?
¿O del "mundo" sin "yo"?
¿O inevitàblemente cuando aparece el uno tambièn y simultàneamente el otro està presente?
¿Surgen separadamente en la conciencia, o surgen conjuntamente?
Conceptualmente, estamos acostumbrados a separarlos, o sea, a pensarlos por separado pensando que son dos cosas separadas.
¿Pero lo son realmente, en los HECHOS?
No en el concepto, no en "opiniones y fantasìas filosòficas y teològicas sobre la realidad", sino en la vivencia real.
En la vivencia real, no distorsionada por el pensamiento conceptual, lo que soy no es separable de dònde soy.
Pues para empezar, el ùnico modo en que soy, y esto es asì siempre, es SIENDO!!!
Siendo!!!
Pues no existe el ser sino es siendo.
Si no es siedo, serà una idea, una posibilidad, pero no una realidad; o sea que si no se es siendo, NO SE ES.
Y siendo siempre es en un contexto, en un mundo perceptual en el cual emerjo, al tiempo que èste como percepciòn aparece a su vez en mi como conciencia.
El ùnico "momento" en que esto no es asì, es cuando la particularidad se disuelve en su fuente que es ella misma como absoluto indiferenciado.
Pero a no ser en dicha instancia, el mundo y la particularidad son un co-surgimiento simultàneo.
Y en el mismo, que es lo que llamamos existir, o sea siendo, este siendo es sensibilidad-inteligencia-particularidad desde el inicio, o sea, desde antes del surgimiento conceptual de un supuesto "yo" separado e independiente de "el mundo".
Creer en esta falsa separaciòn del "resto" de la vida manifestàndose, es lo que genera en uno como particularidad, esos tan bien conocidos sentimientos de separaciòn, aislamiento, extrañeza, carencia, y sufrimiento.
Creer en esta errònea conceptualizaciòn es lo que nos hace sentirnos un "yo" separado del fluir de la vida, al cual lo que sucede "le sucede" a èl.
Sin dicha creencia, aùn seguirìa habiendo lo que siempre ha habido, o sea, la vida manifestàndose particularmente como cada cosa y cada quien, incluìdo uno mismo, pero sin sentimiento alguno de separaciòn, aislamiento, extrañeza, carencia o sufrimiento.
Habrìa natural conciencia de integraciòn, de integralidad, de comunidad (comùn unidad).
Conciencia en la cual la particularidad de ser siendo ùnico no es "lo contrario" de dicha unidad, sino el manifestarse particular de dicha unidad.
Dejemos por un momento de lado el hàbito conceptual con el cual nos venìamos manejando y observemos la realidad.
¿Hay "yo" siendo?
¿O hay sòlamente SIENDO?
¿Hay "yo" sintièndome asì?
¿O hay sòlamente sintièndome asì?
¿Hay "yo" y este vivir?
¿O hay este vivir siendo?
¿Hay "yo" y los pensamientos?
¿O hay los pensamientos? ¿pensamientos de "yo"?
¿Hay "yo" al cual le duele tal cosa?
¿O hay doliendo tal cosa?
¿Hay "yo" que fulana o mengano me rechaza?
¿O hay simplemente fulano rechazando?
¿Hay "yo" que me encuentro o me desencuentro con "otro yo"?
¿O hay encuentros y desencuentros de la vida siendo con la vida siendo, particularmente en cada caso como en cada caso y momento sea?
¿Acaso este conceptualizar "yo" y "lo otro", "yo" y "no-yo", no es una forma de crear distancia psicològica, de "separarme", de resistirme a sentir algo?
¿Acaso este conceptualizar "yo" como separado de "lo otro", no es levantar una divisiòn, una muralla conceptual en mi conciencia de ser, en mi sensibilidad, en mi forma de sentir la vida, para no sentir algo que si estoy sintiendo?
¿Acaso no es este "dividirme", la raìz de todo conflicto, de todo sufrimiento, de toda carencia, de toda indignidad?
¿Puedo aceptar que hay siendo asì o asà?
¿Puedo aceptar que hay esta vida, este vivir?
¿Puedo aceptar que hay pensamientos?
¿Puedo aceptar que hay rechazo?
¿Puedo aceptar que hay dolor?
¿Puedo aceptar que hay sufrimiento?
¿Puedo aceptar que hay no-aceptar?
Fin del sufrimiento.
R.
O sea, eso de lo cual se "construye" en nuevo ser, es en sì, materia sensible, conciencia materializada.
Energìa conciente.
Y la inteligencia, esa que coordina seis trillones de procesos por segundo que se dan en nuestro organismo, esa misma que se encarga de la formaciòn de las galaxias, la migraciòn de las aves, el crecimiento de la hierba, y de todo lo que sucede en esta danza còsmica, esa misma inteligencia està allì desde el comienzo.
Està en todo, siempre.
Pero ademàs, desde el mismo embriòn, desde el momento mismo de la fecundaciòn, ya hay particularidad; hay ser-ùnico.
Eso que va a "madurar" luego como lo que podrìa llamarse el psiquismo original del individuo, su forma ùnica de sentir la vida, su conciencia de ser èl mismo siendo la vida sintièndo asì, como sòlo èl siente.
Todo està ya dado, desde un comienzo.
Desde el inicio, somos la Vida manifestàndose particularmente en infinitas formas de ser, ùnicas, incomparables, irrepetibles.
Somos la Vida, unidad, manifestàndose como multiplicidad, o sea, existiendo en el tiempo como manifestaciones particulares.
Somos la gracia de existir.
Y existir es sin motivo ni propòsito, sin meta; tan sòlo por el puro gozo de existir.
Ella lo es todo, y siendolo todo y lo ùnico que Es, nada puede agregàrsele ni quitàrsele.
Luego aparecen el lenguaje, el pensamiento, y con el mismo, la idea de "yo" definida como lo contrario de lo que no soy yo; o sea, el pensamiento crea una divisiòn en mi vivencia del existir, del ser, en la cual "el mundo" y "yo" somos dos cosas separadas que se sufren la una a la otra.
¿Hay en la realidad, una tal separaciòn?
¿Hay, o es posible la vivencia de "yo" sin el mundo?
¿O del "mundo" sin "yo"?
¿O inevitàblemente cuando aparece el uno tambièn y simultàneamente el otro està presente?
¿Surgen separadamente en la conciencia, o surgen conjuntamente?
Conceptualmente, estamos acostumbrados a separarlos, o sea, a pensarlos por separado pensando que son dos cosas separadas.
¿Pero lo son realmente, en los HECHOS?
No en el concepto, no en "opiniones y fantasìas filosòficas y teològicas sobre la realidad", sino en la vivencia real.
En la vivencia real, no distorsionada por el pensamiento conceptual, lo que soy no es separable de dònde soy.
Pues para empezar, el ùnico modo en que soy, y esto es asì siempre, es SIENDO!!!
Siendo!!!
Pues no existe el ser sino es siendo.
Si no es siedo, serà una idea, una posibilidad, pero no una realidad; o sea que si no se es siendo, NO SE ES.
Y siendo siempre es en un contexto, en un mundo perceptual en el cual emerjo, al tiempo que èste como percepciòn aparece a su vez en mi como conciencia.
El ùnico "momento" en que esto no es asì, es cuando la particularidad se disuelve en su fuente que es ella misma como absoluto indiferenciado.
Pero a no ser en dicha instancia, el mundo y la particularidad son un co-surgimiento simultàneo.
Y en el mismo, que es lo que llamamos existir, o sea siendo, este siendo es sensibilidad-inteligencia-particularidad desde el inicio, o sea, desde antes del surgimiento conceptual de un supuesto "yo" separado e independiente de "el mundo".
Creer en esta falsa separaciòn del "resto" de la vida manifestàndose, es lo que genera en uno como particularidad, esos tan bien conocidos sentimientos de separaciòn, aislamiento, extrañeza, carencia, y sufrimiento.
Creer en esta errònea conceptualizaciòn es lo que nos hace sentirnos un "yo" separado del fluir de la vida, al cual lo que sucede "le sucede" a èl.
Sin dicha creencia, aùn seguirìa habiendo lo que siempre ha habido, o sea, la vida manifestàndose particularmente como cada cosa y cada quien, incluìdo uno mismo, pero sin sentimiento alguno de separaciòn, aislamiento, extrañeza, carencia o sufrimiento.
Habrìa natural conciencia de integraciòn, de integralidad, de comunidad (comùn unidad).
Conciencia en la cual la particularidad de ser siendo ùnico no es "lo contrario" de dicha unidad, sino el manifestarse particular de dicha unidad.
Dejemos por un momento de lado el hàbito conceptual con el cual nos venìamos manejando y observemos la realidad.
¿Hay "yo" siendo?
¿O hay sòlamente SIENDO?
¿Hay "yo" sintièndome asì?
¿O hay sòlamente sintièndome asì?
¿Hay "yo" y este vivir?
¿O hay este vivir siendo?
¿Hay "yo" y los pensamientos?
¿O hay los pensamientos? ¿pensamientos de "yo"?
¿Hay "yo" al cual le duele tal cosa?
¿O hay doliendo tal cosa?
¿Hay "yo" que fulana o mengano me rechaza?
¿O hay simplemente fulano rechazando?
¿Hay "yo" que me encuentro o me desencuentro con "otro yo"?
¿O hay encuentros y desencuentros de la vida siendo con la vida siendo, particularmente en cada caso como en cada caso y momento sea?
¿Acaso este conceptualizar "yo" y "lo otro", "yo" y "no-yo", no es una forma de crear distancia psicològica, de "separarme", de resistirme a sentir algo?
¿Acaso este conceptualizar "yo" como separado de "lo otro", no es levantar una divisiòn, una muralla conceptual en mi conciencia de ser, en mi sensibilidad, en mi forma de sentir la vida, para no sentir algo que si estoy sintiendo?
¿Acaso no es este "dividirme", la raìz de todo conflicto, de todo sufrimiento, de toda carencia, de toda indignidad?
¿Puedo aceptar que hay siendo asì o asà?
¿Puedo aceptar que hay esta vida, este vivir?
¿Puedo aceptar que hay pensamientos?
¿Puedo aceptar que hay rechazo?
¿Puedo aceptar que hay dolor?
¿Puedo aceptar que hay sufrimiento?
¿Puedo aceptar que hay no-aceptar?
Fin del sufrimiento.
R.
domingo, 3 de octubre de 2010
NO HAY NADIE AQUÌ.
Aunque a primera vista esto nos pueda sonar extraño.
Pero es la verdad, y en algùn lugar de nuestro interior lo sabemos.
No hay nadie aquì.
Nadie aquì dentro.
Ni yo, ni personalidad, ni alma, ni yo superior, ni mente, ni atman, ni espìritu.
Nada.
Ese fabuloso personaje de nuestras historietas fantasiosas llamado "yo", como sea que lo concibamos, no existe.
Es tan sòlo eso, pensamiento.
No hay ningùn "fantasma en la màquina" (there`s no ghost in the machine).
¿Què es lo que hay entonces?
Nada; o sea, no-algo (no-thing).
Tan sòlo la sustancia divina que todo es, que ha tomado esta forma de expresiòn particular a la cual hemos llamado fulanita o menganito.
Tan sòlo esa sustancia divina que es conciencia, darse cuenta, apareciendo bajo infinitas formas de vida.
Esa sustancia que es la Vida misma, ella, que es todo y todas las cosas.
La vida esta "hecha" de esa sustancia divina llamada DARSE CUENTA.
No hay ningùn yo.
Ninguna entidad llamada "yo" que habite dentro del cuerpo.
Ni dentro del ensamblaje energètico en sus distintas modalidades.
No hay nadie adentro.
Hay la vida, que es conciencia, que es darse cuenta, dàndose cuenta de si a travès de esta manifestaciòn particular que es cada ser humano.
¿De dònde surge entonces esta persistente y convincente sensaciòn de ser un "yo" separado de la vida, al cual lo que sucede le sucede "a èl"?
Surge tempranamente en nuestra infancia como internalizaciòn de la voluntad de nuestros mayores de que no nos sintamos como nos estamos sintièndo en un momento dado.
Èsto genera una suerte de "divisiòn" en nuestra conciencia de ser, en nuestra sensibilidad respecto de nosotros mismos.
Hasta ese momento somos la vida manifestàndose particularmente como eso que somos en ese momento, eso que se siente como sea que se sienta, eso que se da cuenta de si mismo, sin conceptualizarse como una entidad separada de lo que està sintiendo, del fluìr de lo que es.
La idea de que "tù no ères asì, porque a mamà y a papà eso no le gusta, y si insistes con ello no te atendemos màs, ni te alimentamos, y te dejamos solo/a", hace nacer en esa conciencia, en uno, la voluntad de no ser como es, o sea, de hacer como que uno no siente como si siente, y el deseo de llegar a ser o a sentirse como le han dicho o sugerido a cada uno que "deberìa" sentirse.
La voluntad de no ser esto que se siente asì.
Èse es el nacimiento del personaje mental creado por nuestra fantasìa en base al guiòn aportado por los padres, personaje que bautizo con el pronombre personal de la primera persona, "yo", para asì poder identificarme totalmente con èl.
Entonces, si me sentìa triste, ahora conceptualizo que "la tristeza" y "yo" somos dos cosa distintas, no soy yo sintièndome a mi mismo triste.
No es màs la vida que yo tambièn soy sintièndose asì, sino que "la tristeza" es algo extraño, foràneo, extranjero, que me sucede "a mi", a "yo".
Pero si la tristeza, o para el caso la alegrìa, la euforia, el enojo, el miedo, la rabia, el deseo, la ternura, o lo que sea, es la verdad de lo que soy sintièndose asì, la vida que yo soy, eso sensible sintièndose asì, entonces el "yo", ¿què es?
¿Es real?
El "yo" es resistencia, resistencia a sentirme como en realidad me siento.
Es resistencia a la vida, a darse cuenta.
Es la conciencia de vida resistièndose a sentirse, resistièndose a darse cuenta de si misma tal y cual se siente a si misma.
Es lo UNO, resistièndose a sentirse Uno mismo.
Por el temor de la amenaza, del golpe, del castigo por ser Uno mismo.
Como entidad separada de la vida, no existe, ni existiò jamàs.
¿Y SIN LA IDEA DE QUE UNO NO DEBERÌA SENTIRSE COMO SEA QUE UNO SE SIENTA?
¿Què sucede cuando esto que soy se atiende, se siente a si mismo sin la idea de que no deberìa sentirse como sea que se sienta?
¿Se sigue sintièndo como esa tal entidad separada llamada "yo" a la cual ese "otro" sentimiento le sucede?
¿O se siente a si misma así, como sea que ese asì sea?
¿Y por tanto sin divisiòn, sin conflicto, ni resistencia, ni tensiòn interior, ni malestar, ni sufrimiento?
¿Naturalmente si mismo/a?
Naturalmente la vida, eso conciente, eso sensible, eso que es por su propia naturaleza darse cuenta, dàndose cuenta de si misma como sea que se encuentre vibrando anìmicamente en ese momento, en cada momento.
La sustancia divina y ùnica, esa que se manifiesta en infinitas formas y fenòmenos y que constituye todo lo que llamamos tanto realidad visible como invisible, dàndose cuenta de si misma, contemplàndose, a travès de los ojos de quien se mira.
No una entidad separada, distinta de la vida, que "vive presa en este cuerpo, pero que tiene un alma, y que a travès del recorrido de un camino de purificaciòn, sacrificio, aprendizaje, desarrollo, obediencia, y etc, va a llegar algùn dìa, en esta existencia o en otra, a unirse con el espìritu que es la vida y la fuente de la vida", etc, etc, etc.
No hay nadie aquì.
Ningùn "yo" aquì adentro.
"Yo" no se suponìa que fuera màs que un tèrmino con que denominar a este cuerpo durante una conversaciòn, cuando el que habla es este mismo cuerpo.
Pero no una entidad que "vive dentro del cuerpo", que se "introduce al nacer y lo abandona al morir".
No una entidad separada del sentir al cual le suceden tal y cual, y todos los aburridos o tràgicos enredos que "lo hacen sentirse asì o asà"; que lo hacen sufrir tales o cuales sentimientos.
Sentimientos que, segùn su naturaleza placentera o dolorosa, ese supuesto "yo" tiene que esforzarse por combatir, resistis, alejar, retener, amortiguar, diluìr, atrapar, esconder o conquistar; mantenièndose asì tanto la divisiòn como el inevitable conflicto en nuestro interior.
Conflicto con la vida, conflicto contra la vida; vida que somos nostros mismos pero que ya no nos damos cuenta de serlo.
No hay realmente ningùn "yo" resistièndo a "la vida".
Hay la vida que yo soy, resistièndose a si misma como si no fuese ella misma.
Esa resistencia, èso es el sufrimiento, la incompletitud, la miseria.
No hay ningùn "yo" buscando "la vida"; hay la vida buscàndose, ignorante de si misma, como si no fuera ella.
Hay esto que soy, buscàndome, como si no fuera èste que soy, como si fuera otro que estoy en otro lado.
Como si no fuera esto, esta dicha de si misma, que se basta a si misma, y que no necesita de la aprobaciòn de nada ni de nadie para ser.
No hay nadie aquì adentro.
Ningùn "yo", ni alma, ni superyo, ni personalidad, ni atmàn, ni espìritu, ni dios interior, ni nada.
Y cuando termina la ilusiòn de ser un "yo", termina el sufrir el propio estado, termina el conflicto-que-es-el-sufrimiento.
Sin conflicto, no hay sufrimiento.
Hay sòlo lo que es, o sea la vida, siendo tambièn uno, sintièndose a si mismo/a como sea que uno se sienta.
Darse cuenta de que no hay ningùn "yo" es el fin del conflicto de la falsa e ilusoria dualidad entre "yo", y lo que es, como su supuesto contrario; es el fin del sufrimiento.
Pues, SIN CONFLICTO NO HAY SUFRIMIENTO.
Hay sòlo la Vida Una, la Conciencia, siendo.
La sustancia divina dàndose cuenta de si misma por si misma; saboreàndose.
No hay nadie aquì.
R.
Pero es la verdad, y en algùn lugar de nuestro interior lo sabemos.
No hay nadie aquì.
Nadie aquì dentro.
Ni yo, ni personalidad, ni alma, ni yo superior, ni mente, ni atman, ni espìritu.
Nada.
Ese fabuloso personaje de nuestras historietas fantasiosas llamado "yo", como sea que lo concibamos, no existe.
Es tan sòlo eso, pensamiento.
No hay ningùn "fantasma en la màquina" (there`s no ghost in the machine).
¿Què es lo que hay entonces?
Nada; o sea, no-algo (no-thing).
Tan sòlo la sustancia divina que todo es, que ha tomado esta forma de expresiòn particular a la cual hemos llamado fulanita o menganito.
Tan sòlo esa sustancia divina que es conciencia, darse cuenta, apareciendo bajo infinitas formas de vida.
Esa sustancia que es la Vida misma, ella, que es todo y todas las cosas.
La vida esta "hecha" de esa sustancia divina llamada DARSE CUENTA.
No hay ningùn yo.
Ninguna entidad llamada "yo" que habite dentro del cuerpo.
Ni dentro del ensamblaje energètico en sus distintas modalidades.
No hay nadie adentro.
Hay la vida, que es conciencia, que es darse cuenta, dàndose cuenta de si a travès de esta manifestaciòn particular que es cada ser humano.
¿De dònde surge entonces esta persistente y convincente sensaciòn de ser un "yo" separado de la vida, al cual lo que sucede le sucede "a èl"?
Surge tempranamente en nuestra infancia como internalizaciòn de la voluntad de nuestros mayores de que no nos sintamos como nos estamos sintièndo en un momento dado.
Èsto genera una suerte de "divisiòn" en nuestra conciencia de ser, en nuestra sensibilidad respecto de nosotros mismos.
Hasta ese momento somos la vida manifestàndose particularmente como eso que somos en ese momento, eso que se siente como sea que se sienta, eso que se da cuenta de si mismo, sin conceptualizarse como una entidad separada de lo que està sintiendo, del fluìr de lo que es.
La idea de que "tù no ères asì, porque a mamà y a papà eso no le gusta, y si insistes con ello no te atendemos màs, ni te alimentamos, y te dejamos solo/a", hace nacer en esa conciencia, en uno, la voluntad de no ser como es, o sea, de hacer como que uno no siente como si siente, y el deseo de llegar a ser o a sentirse como le han dicho o sugerido a cada uno que "deberìa" sentirse.
La voluntad de no ser esto que se siente asì.
Èse es el nacimiento del personaje mental creado por nuestra fantasìa en base al guiòn aportado por los padres, personaje que bautizo con el pronombre personal de la primera persona, "yo", para asì poder identificarme totalmente con èl.
Entonces, si me sentìa triste, ahora conceptualizo que "la tristeza" y "yo" somos dos cosa distintas, no soy yo sintièndome a mi mismo triste.
No es màs la vida que yo tambièn soy sintièndose asì, sino que "la tristeza" es algo extraño, foràneo, extranjero, que me sucede "a mi", a "yo".
Pero si la tristeza, o para el caso la alegrìa, la euforia, el enojo, el miedo, la rabia, el deseo, la ternura, o lo que sea, es la verdad de lo que soy sintièndose asì, la vida que yo soy, eso sensible sintièndose asì, entonces el "yo", ¿què es?
¿Es real?
El "yo" es resistencia, resistencia a sentirme como en realidad me siento.
Es resistencia a la vida, a darse cuenta.
Es la conciencia de vida resistièndose a sentirse, resistièndose a darse cuenta de si misma tal y cual se siente a si misma.
Es lo UNO, resistièndose a sentirse Uno mismo.
Por el temor de la amenaza, del golpe, del castigo por ser Uno mismo.
Como entidad separada de la vida, no existe, ni existiò jamàs.
¿Y SIN LA IDEA DE QUE UNO NO DEBERÌA SENTIRSE COMO SEA QUE UNO SE SIENTA?
¿Què sucede cuando esto que soy se atiende, se siente a si mismo sin la idea de que no deberìa sentirse como sea que se sienta?
¿Se sigue sintièndo como esa tal entidad separada llamada "yo" a la cual ese "otro" sentimiento le sucede?
¿O se siente a si misma así, como sea que ese asì sea?
¿Y por tanto sin divisiòn, sin conflicto, ni resistencia, ni tensiòn interior, ni malestar, ni sufrimiento?
¿Naturalmente si mismo/a?
Naturalmente la vida, eso conciente, eso sensible, eso que es por su propia naturaleza darse cuenta, dàndose cuenta de si misma como sea que se encuentre vibrando anìmicamente en ese momento, en cada momento.
La sustancia divina y ùnica, esa que se manifiesta en infinitas formas y fenòmenos y que constituye todo lo que llamamos tanto realidad visible como invisible, dàndose cuenta de si misma, contemplàndose, a travès de los ojos de quien se mira.
No una entidad separada, distinta de la vida, que "vive presa en este cuerpo, pero que tiene un alma, y que a travès del recorrido de un camino de purificaciòn, sacrificio, aprendizaje, desarrollo, obediencia, y etc, va a llegar algùn dìa, en esta existencia o en otra, a unirse con el espìritu que es la vida y la fuente de la vida", etc, etc, etc.
No hay nadie aquì.
Ningùn "yo" aquì adentro.
"Yo" no se suponìa que fuera màs que un tèrmino con que denominar a este cuerpo durante una conversaciòn, cuando el que habla es este mismo cuerpo.
Pero no una entidad que "vive dentro del cuerpo", que se "introduce al nacer y lo abandona al morir".
No una entidad separada del sentir al cual le suceden tal y cual, y todos los aburridos o tràgicos enredos que "lo hacen sentirse asì o asà"; que lo hacen sufrir tales o cuales sentimientos.
Sentimientos que, segùn su naturaleza placentera o dolorosa, ese supuesto "yo" tiene que esforzarse por combatir, resistis, alejar, retener, amortiguar, diluìr, atrapar, esconder o conquistar; mantenièndose asì tanto la divisiòn como el inevitable conflicto en nuestro interior.
Conflicto con la vida, conflicto contra la vida; vida que somos nostros mismos pero que ya no nos damos cuenta de serlo.
No hay realmente ningùn "yo" resistièndo a "la vida".
Hay la vida que yo soy, resistièndose a si misma como si no fuese ella misma.
Esa resistencia, èso es el sufrimiento, la incompletitud, la miseria.
No hay ningùn "yo" buscando "la vida"; hay la vida buscàndose, ignorante de si misma, como si no fuera ella.
Hay esto que soy, buscàndome, como si no fuera èste que soy, como si fuera otro que estoy en otro lado.
Como si no fuera esto, esta dicha de si misma, que se basta a si misma, y que no necesita de la aprobaciòn de nada ni de nadie para ser.
No hay nadie aquì adentro.
Ningùn "yo", ni alma, ni superyo, ni personalidad, ni atmàn, ni espìritu, ni dios interior, ni nada.
Y cuando termina la ilusiòn de ser un "yo", termina el sufrir el propio estado, termina el conflicto-que-es-el-sufrimiento.
Sin conflicto, no hay sufrimiento.
Hay sòlo lo que es, o sea la vida, siendo tambièn uno, sintièndose a si mismo/a como sea que uno se sienta.
Darse cuenta de que no hay ningùn "yo" es el fin del conflicto de la falsa e ilusoria dualidad entre "yo", y lo que es, como su supuesto contrario; es el fin del sufrimiento.
Pues, SIN CONFLICTO NO HAY SUFRIMIENTO.
Hay sòlo la Vida Una, la Conciencia, siendo.
La sustancia divina dàndose cuenta de si misma por si misma; saboreàndose.
No hay nadie aquì.
R.
viernes, 1 de octubre de 2010
ACEPTACIÒN.
Aceptar o no aceptar lo que es, no modifica por si mismo lo que es.
Pero modifica mi estar frente a lo que es, mi relaciòn con lo que es, o sea, còmo me siento y me relaciono con lo que es; en definitva, mi vivir, que es mi vida.
Que no somos omnipotentes no es una novedad, aunque para muchos a veces parezca serlo.
Lo que cambia, cambia cuando lo hace; ni antes ni despuès.
Y lo hace hacia donde lo hace, y en ningùn otro sentido, en ninguna otra direcciòn.
Pero nuestra necia creencia de que algo deberìa cambiar cuando nosotros lo deseamos, y en la direcciòn que nosotros creemos es "la que deberìa ser", o "la que es la mejor", no es màs que delirio.
Delirio de que alquien puede ser de un modo que no siente ser.
Delirio de que bajo presiòn, por imposiciòn, podemos hacer que la realidad de lo que es, se modifique a nuestro antojo.
Delirio de que por convencimiento, amenaza o promesa de recompensa puedo hacer que alguien se de cuenta de algo que no se da cuenta.
Delirio de director de orquesta universal.
Delirio de que el universo necesita que "yo" dirija y controle el fluìr de la vida.
Delirio de que realmente tal cosa es posible!
Delirio de que la mente puede hacer que el corazòn sienta lo que a ella se le antoje, y suplantar con sus deseos, caprichos, prejuicios y "conveniencias" el sentir original del ser.
En fin: delirio de omnipotencia.
Pues ademàs, el poder sòlo sirve para eso; para imponer-se.
O sea, ponerse sobre.
Sobre lo real, sobre lo que es, pretendiendo que si lo hago, lo real va a cambiar.
Externamente, hay unas pocas cosas que puedo hacer para modificar algo, y no siempre.
Es muy poco.
Internamente, nada.
Siento como siento, y punto.
Le guste a quien lo guste, incluyendome a mi mismo.
Siento como siento, y no puedo elegir, decidir "què hacer".
"¿Què hago?, ¿sentirè asì como siento o no?"
Simplemente no funciona de ese modo.
No es que no te quiera dar lo que tù me pides, es que yo ni siquiera soy mìo!
O como decìan antiguamente, el corazòn es de dios.
Darse cuenta del corazòn, genera espontàneamente una acciòn cordial, un vivir cordial.
No darse cuenta del corazòn genera incordios.
In-cordis; sin corazòn, o sea, sin SENTIDO.
Y darse cuenta del corazòn no es el producto de ningùn hacer; sucede espontàneamente cuando puedo entrar en comuniòn con el sentir del momento, cualquiera èste sea.
O sea, cuando acepto lo que soy, lo que siento, lo que me pasa, sin juzgarlo ni calificarlo.
Cuando puedo estar en incondicional comuniòn en mi interior, en comuniòn "conmigo mismo".
O sea, cuando no hay ninguna "distancia" mental, psicològica, entre "yo" y "conmigo".
Sòlo en paz, en comuniòn, se ve.
Con calma, sensibilidad, lucidez.
Y como hay comuniòn en el corazòn, lo visto, sea èsto lo que sea, es visto desde el afecto, desde el corazòn, y por tanto, no hay sufrimiento.
El sufrimiento subsiste sòlo en tanto se perpetùe el conflicto entre mi sentir y mi idea de còmo me "deberìa de sentir" en relaciòn a algo o alguien.
La aceptaciòn es el final del sufrimiento.
Es renunciar a seguir luchando por imponer e imponerse.
Es rendirse, que es rendirse-a-ser sin importar el cambio o no cambio de las circunstancias externas.
Es dejar de acudir al esfuerzo, la lucha y la imposiciòn como estrategias de vida, de relacionamiento, tanto con uno mismo como con los demàs y el mundo todo.
Aùn y màs allà de que uno sea aceptado por los demàs o no.
Rendirse al hecho incontrastable e ineludible de que siento como siento, independientemente de lo que sea, y que por tanto lo que sea puede ser o cambiar como sea que se le venga en gana; mi sentir es mi sentir, y ello es lo que marca mi vivir.
Sòlo asì puede haber paz en mi vivir.
¿ Puedo aceptar que X me rechaza ?
Y si la respuesta es no:
¿ Puedo aceptar entonces que yo rechazo a X ?
Todo lo demàs, es accesorio, y en la mayorìa de los casos, innecesario.
Palabras y gestos vacìos.
Vacìos de corazòn, vacìos de sentido.
Despertar al propio corazòn, al propio SENTIR o SENTIDO DE SER, a nuestra VERDAD INTERIOR.
Èse, es el final del sufrimiento.
Èsa es la ùnica y verdadera liberaciòn.
R.
Pero modifica mi estar frente a lo que es, mi relaciòn con lo que es, o sea, còmo me siento y me relaciono con lo que es; en definitva, mi vivir, que es mi vida.
Que no somos omnipotentes no es una novedad, aunque para muchos a veces parezca serlo.
Lo que cambia, cambia cuando lo hace; ni antes ni despuès.
Y lo hace hacia donde lo hace, y en ningùn otro sentido, en ninguna otra direcciòn.
Pero nuestra necia creencia de que algo deberìa cambiar cuando nosotros lo deseamos, y en la direcciòn que nosotros creemos es "la que deberìa ser", o "la que es la mejor", no es màs que delirio.
Delirio de que alquien puede ser de un modo que no siente ser.
Delirio de que bajo presiòn, por imposiciòn, podemos hacer que la realidad de lo que es, se modifique a nuestro antojo.
Delirio de que por convencimiento, amenaza o promesa de recompensa puedo hacer que alguien se de cuenta de algo que no se da cuenta.
Delirio de director de orquesta universal.
Delirio de que el universo necesita que "yo" dirija y controle el fluìr de la vida.
Delirio de que realmente tal cosa es posible!
Delirio de que la mente puede hacer que el corazòn sienta lo que a ella se le antoje, y suplantar con sus deseos, caprichos, prejuicios y "conveniencias" el sentir original del ser.
En fin: delirio de omnipotencia.
Pues ademàs, el poder sòlo sirve para eso; para imponer-se.
O sea, ponerse sobre.
Sobre lo real, sobre lo que es, pretendiendo que si lo hago, lo real va a cambiar.
Externamente, hay unas pocas cosas que puedo hacer para modificar algo, y no siempre.
Es muy poco.
Internamente, nada.
Siento como siento, y punto.
Le guste a quien lo guste, incluyendome a mi mismo.
Siento como siento, y no puedo elegir, decidir "què hacer".
"¿Què hago?, ¿sentirè asì como siento o no?"
Simplemente no funciona de ese modo.
No es que no te quiera dar lo que tù me pides, es que yo ni siquiera soy mìo!
O como decìan antiguamente, el corazòn es de dios.
Darse cuenta del corazòn, genera espontàneamente una acciòn cordial, un vivir cordial.
No darse cuenta del corazòn genera incordios.
In-cordis; sin corazòn, o sea, sin SENTIDO.
Y darse cuenta del corazòn no es el producto de ningùn hacer; sucede espontàneamente cuando puedo entrar en comuniòn con el sentir del momento, cualquiera èste sea.
O sea, cuando acepto lo que soy, lo que siento, lo que me pasa, sin juzgarlo ni calificarlo.
Cuando puedo estar en incondicional comuniòn en mi interior, en comuniòn "conmigo mismo".
O sea, cuando no hay ninguna "distancia" mental, psicològica, entre "yo" y "conmigo".
Sòlo en paz, en comuniòn, se ve.
Con calma, sensibilidad, lucidez.
Y como hay comuniòn en el corazòn, lo visto, sea èsto lo que sea, es visto desde el afecto, desde el corazòn, y por tanto, no hay sufrimiento.
El sufrimiento subsiste sòlo en tanto se perpetùe el conflicto entre mi sentir y mi idea de còmo me "deberìa de sentir" en relaciòn a algo o alguien.
La aceptaciòn es el final del sufrimiento.
Es renunciar a seguir luchando por imponer e imponerse.
Es rendirse, que es rendirse-a-ser sin importar el cambio o no cambio de las circunstancias externas.
Es dejar de acudir al esfuerzo, la lucha y la imposiciòn como estrategias de vida, de relacionamiento, tanto con uno mismo como con los demàs y el mundo todo.
Aùn y màs allà de que uno sea aceptado por los demàs o no.
Rendirse al hecho incontrastable e ineludible de que siento como siento, independientemente de lo que sea, y que por tanto lo que sea puede ser o cambiar como sea que se le venga en gana; mi sentir es mi sentir, y ello es lo que marca mi vivir.
Sòlo asì puede haber paz en mi vivir.
¿ Puedo aceptar que X me rechaza ?
Y si la respuesta es no:
¿ Puedo aceptar entonces que yo rechazo a X ?
Todo lo demàs, es accesorio, y en la mayorìa de los casos, innecesario.
Palabras y gestos vacìos.
Vacìos de corazòn, vacìos de sentido.
Despertar al propio corazòn, al propio SENTIR o SENTIDO DE SER, a nuestra VERDAD INTERIOR.
Èse, es el final del sufrimiento.
Èsa es la ùnica y verdadera liberaciòn.
R.
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