martes, 28 de diciembre de 2010

Sobre esta piedra.

¿Hay algo espiritual aparte de ser?

¿Hay alguna verdad aparte de ser?

¿Hay algo sagrado aparte de ser?

¿Hay algo que buscar para ser?

¿Hay alguien aparte de ser?

¿Hay algún despertar aparte de ser?

¿Hay alguna iluminación aparte de ser?

¿Hay algún conocimiento necesario para ser?

¿Hay alguna liberación aparte de ser?

¿Hay alguna lucidez aparte de ser?

¿Hay alguna seguridad aparte de ser?

¿Hay alguna pertenencia aparte de ser?

¿Hay algo que hacer aparte de ser?

¿Hay alguna gracia aparte de ser?

¿Hay algún milagro aparte de ser?


Aparte del simple sentido de ser, aparte de ese sólo ser, ¿puede existir algo más?

¿Puede existir algo que no fundamente o base su existencia apartente y transitoria, en el inmodificable e indestructible sentido de ser?

¿Puede algo ser , sin el sentido de ser?

Nadie parece prestar atención a sólo ser.

Les parece insignificante, carente de gracia o poca cosa sólo ser.

De tan cercano, de tan obvio, de tan elemental, pasa inadvertido, como inadvertida pasa su capital importancia.

Sin embargo, sólo ser es atemporal, inmodificable, incorruptible, indestructible.

Sólo ser es anterior a todo y posterior a todo.

Es el verdadero alfa y omega de todo cuanto pueda existir.

Todos los incontables mundos y universos, todos, reposan y deben su temporal existencia al sólo ser en el cual todos reposan.

Ello es, cómo dijera el poeta, más cercano a ti que tu propia respiración.

Despreciado por todos, sobre él se fundamenta la vida, la conciencia, todo.

Sin sentido de ser, sin sólo ser como base, nada, absolutamente nada existe ni podría jamás existir.

Él es la piedra que todos desprecian, "y he aquí que la piedra que todos desprecian ha venido a ser piedra de tropiezo".

Esta es la verdadera piedra fundamental sobre la cual se apoya todo el edificio del templo de la existencia y la conciencia de ser.

Sobre esta piedra edificaré mi iglesia, la "iglesia" que es mi existir.





R.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Reposa en simplemente ser.

Al filo del despertar y del dormir, en el borde entre en sueño y la vigilia, en esa raja entre dos mundos que son el atardecer y el amanecer de nuestro propio día, es posible observar como surge o se apaga en nosotros, justamente aquello que en realidad no somos.

Si se presta atención, si se observa sin pre-juicios ni pre-conceptos de ningún tipo, el proceso se enrarece, se enlentece de modo tal, que se puede observar lo que realmente sucede.

Es así que, observando, vemos como por la mañana, antes de "estar totalmente despiertos", una "sensación" o sentido de "particular conciencia" comienza a despertar o emerger.

Esa conciencia que es el precursor de la vigilia, y que luego pensando al respecto, asumimos que somos nosotros.

Sin embargo, si prestamos atención con insistencia y detenimiento, vamos a advertir un detalle no menor, y éste es: si nosotros somos esa conciencia que está emergiendo, ¿quién es el que está observando a esa conciencia emerger o despertar?

¿Quién o qué cosa es eso sensible, en lo cual ese despertar de esa "conciencia particular de ser" tiene lugar?


Si seguimos observando, veremos como dicha conciencia-atención se mueve o "avanza" en una "dirección" particular; en dirección al cerebro.

O sea, en dirección al pensamiento, y por consiguiente, hacia el mundo de los sentidos, de donde el pensar toma su contenido básico.

Es así como sentimos que comienzan a aparecer pensamientos en esa conciencia, pensamientos como "estoy despertando", etc.

Y a continuación, vemos como los sentidos del cuerpo se abren hacia el exterior, siguiendo la misma dirección que el movimiento de la atención venía haciendo, siendo arrastrados por este movimiento, por esta dirección "hacia afuera", hacia "el mundo objetivo".

Llegado a este punto, el cerebro declara: "estoy despierto", refiriéndose a uno.

¿Pero es real, es cierto que yo he despertado?

Si yo soy la conciencia de la vigilia, ¿dónde quedo yo cuando el cuerpo y sus sentidos entran en reposo, y así también el cerebro, que deja de soñar en el dormir profundo?

Pues lo que llamamos "conciencia de vigilia" no es más que la atención, esa "conciencia particular de si" atendiéndo "hacia afuera" a través de el pensar y los sentidos.

Lo que llamamos dormir con sueños, es la atención alumbrando los contenidos cerebrales, luego de la entrada en total reposo de lo sentidos, luego de un cierto "retroceso" o introversión de la atención.

Y el dormir sin sueños, o sueño profundo sin sueños, es tanto el cese de los sentidos, como de cualquier movimiento del cerebro-pensamiento; dormir en el cual sólo hay esa "conciencia", pero ahora no asociada, ni a los sentidos ni al pensamiento.

Y más "hacia atrás", más "hacia adentro" aún: eso; eso mismo que se daba cuenta del emerger en su ser de la conciencia, y que ahora se da cuenta de que está habiendo sueño sin sueños.

De forma tal que al despertar, sin saber cómo, podremos igualmente decir con toda certeza que "dormí tan profundo que no soñé nada".

O que "primero soñé, pero después me dormí mucho más profundo hasta ahora que desperté".

¿Qué es eso que se da cuenta, tanto del emerger y moverse de la conciencia-atención hacia afuera, como del movimiento e inmersión de la conciencia-atención hacia adentro?

¿En dónde sucede todo ese drama?

¿En quién?


Exácto!!!

Respuésta correcta!

En uno mismo.

En el si-mismo.

O dicho de otro modo, en el simple y natural sentido de ser.

El sentido inherente a todo lo sensiente, a todo lo vivo.

La natural "sensación" de ser de todo lo que es.

Ese sentido de si, ese si-mismo que es la identidad una y última de todo lo que es.

Más allá aún de la conciencia de si, que emerge en el si mismo que uno es.

Anterior a dicha conciencia.

En eso que es la "base" absoluta que debe estar presente primero, para que cualquier otra cosa o cualidad pueda emerger en ella.

Eso es el sentido de ser.

Y la atención en ello es lo que nos "otorga" la natural conciencia de ser el ser.

De ser el si-mismo dándose cuenta de ser el si-mismo.

De hecho, por la mañana, es "la conciencia corporal" la que despierta en nosotros, y no al revés.

Y por la noche es esta misma conciencia la que se sumerge en su orígen, o sea, en el sólo y simple sentido de ser.

Así, lo que durante el día opera "en el mundo", por la noche, durante el sueño profundo, descansa en la fuente, en su propio orígen.


Durante el día, todo lo que ocurre en esta conciencia vigílica, ocurre en realidad en nosotros, en nuestro sentido de ser como espacio o contenedor de la conciencia y su percepción.

Pero ocurre en-nosotros; no "a" nosotros.

Pues nada de lo que ha ocurrido, ocurre, ni de lo que ocurrirá, modificó ni modifica jamás ese esencial sentido de ser.

Nada.

Todo nuesto drama humano, nuestros problemas y conflictos, nuestros pesares y sufrimientos, son la resultante de una exagerada extroversión de la atención, de una focalización de la atención en algo de lo que está sucediéndo en mi como un todo.

En una percepción objetiva, o en un sentimiento, pensamiento o sensación que estoy teniéndo.

La atención se focaliza tanto en un fragmento que se "olvida" de su orígen: el todo; o sea, el natural y siempre sensiente sentido de ser.

Me confundo a mi mismo con la imágen de mi, sugerida por otros, o creada por mi al pensarme.

Asumo ser el que los demás creen que soy.

O en el mejor de los casos, el que yo creo que soy.

Pero ambos personajes son tan sólo una creación del cerebro, que el mismo cerebro recupera de la memoria por la mañana, con el despertar de la conciencia corporal.

¿Y sin asociarme mentalmente ni con quien los demás creen que soy, ni con quien yo mismo he creído ser?


¿QUÉ SOY POR MI MISMO?


La atención-conciencia-de-si es la posibilidad que tiene el ser humano como expresión particular de la vida, de tomar conciencia de ser el ser, o el si-mismo, lo que es lo mismo (valga la redundancia!).

Y todo el drama, todo el sufrimiento y el conflicto se asientan en nosotros cuando nos identificamos, cuando nos confundimos con el personaje mental "al que le suceden las cosas", y dejamos así de darnos cuanta de ser ese "en" quien suceden las cosas, en quien las cosas pasan sin pasarle, sin modificarle a él.


Nuestra atención, nuestra conciencia de si, se queda atrapada en la representación mental de quien los demás o yo creo ser, en vez de reposar en el simple sentido de ser.

Ese sentido de ser que se mantiene siempre incambiable y evidentemente no implicado en lo que sea que suceda, no condicionado por lo que sea que suceda.

Ese sentido de ser que "nos viene dado", pues es nuestra verdadera naturaleza original, atemporal e inmutable.

Ese que es "antes de que Abraham fuera".

Antes de que todo y lo que sea fuera; y también en medio, y después de que nada ya siga siendo.

Ese desde el cual, al reposar nuestra atención en él, reconocemos inmediatamente como nuesta verdadera naturaleza, como nuestro hogar, del cual en realidad nunca hemos partido.

Ese hogar desde el cual, reposando en la certeza de su inamovilidad, podemos "estar en el mundo sin ser del mundo"; ya que nuestro sentido de ser no es la identidad pasajera y formal concedida a nosotros en base al cuerpo; sino que procede de un "lugar más allá" del mundo.

De ese "lugar" que el pasaje del tiempo y la corrupción no pueden tocar.

De ese "reino" que no es "de este mundo" (que no participa de la naturaleza de lo formal-aparente-transitorio).

Ese reino está en ti; ese reino éres tú mismo.

Y para encontrarlo tan sólo es necesario dejar de buscar (que es dirigir la atención "hacia afuera" del propio sentido de ser).


Reposa en simplemente ser.





R.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

La verdadera espiritualidad.

La espiritualidad, toda la cosa en si, su esencia, no tiene ninguna relación con la religión organizada, ni con un código de conducta, ni con ningún manual, método o técnica para llegar a ser: ser salvo, ser iluminado, ser realizado, ser sabio, ser jesús, ser buda, ser..., etc.

No tiene ninguna relación con el celibato y la neurosis por represión sexual, ni tampoco tiene relación alguna con la así llamada "vía alkímica del tantra", lo cual es un rebuscamiento un tanto patético para solteronas deprimidas y púberes sexuales, independientemente de su edad.

No guarda la más mínima relación con ninguna clase de tratamiento ritualístico, ni con secretos de ningún tipo, ya sean de los "celosamente guardados", ni de los "revelados".

Y fundamentalmente, no tiene que ver con ningún hacer humano, ya sea propio, bajo el formato de "seguidor", "buscador", "adepto", "discìpulo", "estudioso",etc; ni tampoco con el hacer de otro ser humano sobre uno, ya sea que este adopte el disfraz de "maestro", "gurù", "guía", "sacerdote", "monje", "místico", "iluminado", "despierto", "auto-realizado", etc, etc, etc.

Y por si esto fuera poco, la espiritualidad tampoco es el fruto de ninguna reflexiòn, experiencia, comprensión, insight, epifanìa, revelación, meditación, purificación, transmutación, elevación, evolución, revolución, cambio, mejora, o culminación terapéutica, etc.

Todo el meollo, la quintaesencia de lo espiritual, radica en un sólo punto, a saber: el sentido de ser.

Este sentido de ser siempre presente, aún durante el sueño profundo sin sueños.

Este sentido de ser siempre accesible para cada quien, sin importar las condiciones o el estado en que uno se encuentre.

Este sentido de ser, que asociado mentalmente a alguna condición con la cual uno se identifica, queda parcialmente "velado" tras dicha asociación mental, y en consecuencia queda velada también dentro del mismo, la alegría de vivir, el natural contento que es "parte" indisoluble de la misma esencia de existir.

Identificarse con algo, es adjudicarle mentalmente a ese algo, el ser el "contenedor" de la propia alegría de ser, de la propia plenitud de ser.

El ser no se pierde, no se puede perder, pues es uno mismo.

La alegría de ser tampoco, pues esta es inherente al ser, al existir.

Pero queda velada en la propia conciencia de ser, ahora condicionada en su expresión por las condiciones con las cuales uno mismo se auto-identificó.

Descubrir la falsedad de dichas creencias condicionantes, es recuperar nuestra verdadera conciencia de ser, nuestro real sentido de ser, nuestra naturaleza original.

Y viceversa; investigar y así darse cuenta de la verdadera naturaleza de este nuestro natural sentido de ser, es devenir des-identificado de todo lo que erróneamente, por ignorancia, habíamos asumido como verdadero de nosotros mismos hasta este momento.

De una u otra manera, nuestro sentido de ser se ve desvinculado de toda condición para ser, de toda asociación a cualidad mundana o temporal alguna del tipo que sea.

Brilla entonces lo real por su propia esencia.

Por su propia naturaleza, ilimitada, atemporal, espiritual, inexplicable.

Y ello transforma sin esfuerzo ni disciplina de ningún tipo, la total cualidad de nuestro vivir.


En esto consiste la verdadera espiritualidad.





R.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Asumir es asumirse.

Sin asumirse, o lo que es lo mismo, sin asumir mi sentir en relaciòn a lo que sea, sin asumir que el que se siente asì soy yo, entonces estoy "dividido contra mi mismo".

Estoy peleado conmigo mismo, e inevitàblemente, vivo a travès de este estado; o sea, vivo peleado con la vida.

Pues lo que siento no lo vivo, y lo que vivo no lo siento.

Es un vivir sin-sentido ninguno.

Y eso es algo que, si bien es aprendido, el que se lo termina haciendo a uno, es pura y exclusivamente uno mismo.

Uno se con-vence, se vence a si mismo con argumentos, con creencias con las cuales suplanta su sentir original, hasta imponerse sobre el propio corazòn.

Lo que queda es el personaje.

O sea, uno mismo pretendièndo que no es uno mismo, que no siente como siente, tratando de convencerse a cada momento de que es alguien que no es, y de que siente de un modo que no lo hace.

Hacer esto no es solamente falsificarme, sino dedicarme a atrofiarme interiormente, a paralizar cada vez màs mi sensibilidad ùnica que es mi misma naturaleza e identidad original.

Es sentirme cada dìa un poco menos vivo.

Y sin comumiòn en uno, no se puede ni se podrà jamàs tener comuniòn con nada ni con nadie fuera de uno, nunca.

Lo que resta es sobrevivir, negociando, esforzàndose, luchando, en eterno conflicto, hasta agotar todas nuestras fuerzas vitales en el charco del hastìo sin sentido.

En lo que a cada uno respecta, uno y sòlo uno mismo es, a un mismo tiempo, el victimario de si mismo y su propia vìctima.

Sòlo uno es el responsable, nadie màs; los demàs, partìcipes de la misma situaciòn interior, son tan sòlo còmplices.

Como decìa C, "los egos se ayudan para hacerse la vida imposible".

No asumir lo que siento, como siento en relaciòn a lo que o quien sea, es siempre, no asumirme a mi mismo tal y cual soy.

Los sentimientos y estados, soy yo vibrando de un particular modo, en relaciòn a algo, pero ese sentimiento siempre soy yo; soy yo sintièndome asì!!!

El sentimiento, proceda de un estìmulo externo o interno, es siempre yo sintièndome asì o asà.

El sentimiento no pertenece al objeto que lo despierta ni està contenido en èl.

Y resistirme a sentirme como me siento, no altera, ni modifica para nada, al objeto real que despierta en mi tal o cual sentimiento; me restringe a mi, no a la realidad.

Eso es malestar: no asumir como me siento, como vibro en ralaciòn a, como soy siendo frente a...

Tampoco el resistirse cambia lo que cada uno es; seguimos siendo lo que sea que seamos, como sea que seamos, pero sin permitirnos sentirnos plenamente como somos, sin vivirnos plenamente.

Esto es in-completitud, no-plenitud, CARENCIA.

Carencia no es que me falte algo en mi como integralidad, como totalidad que soy, sino no sentirme, no vivenciarme plenamente.

Es un estado interior que me auto-infrinjo.

Y por tanto, en tanto no me asuma tal y como soy, nada externo que consiga retener o alejar de mi, puede ni podrà jamàs cambiar esta situaciòn interior de la cual soy el creador, mantenedor, y en la cual resido.

Nadie, ningùn Jesùs, ningùn Buda, ningùn Krishna, ningùn Mahoma o Alà pueden ni podràn jamàs cambiar eso.

Ni mucho menos algùn Freud, Jung, o el profeta de turno en nuestras vidas.

El ùnico que puede es uno mismo.

Y la ùnica salida de esta trampa, es rendirse, aceptarse, admitirse, dejar de resistirse; o sea: asumirse.

Como sea que sea que uno se sienta.

Al asumirse hay comuniòn, y al haber comuniòn no hay màs malestar.

Asumirme, sin crear ninguna otra imàgen o estructura mental para emplearla en lugar de mi sensibilidad natural y espontànea.

Ninguna estructura en relaciòn a "como deberìa ser".

Nunca màs.

Ningùn cuento màs, ni siquiera una historia sobre ser especial, etc, etc.

Nada.

Ningùn personaje màs con el cual cargar.

Aùn si este asumirse, se diera en el ùltimo instante de nuestra vida, aùn asì, aùn en ese momento, sentirìamos lo que es ser en comuniòn con la vida toda.

No sòlo serìamos en comuniòn con la VIDA como de hecho siempre lo hemos sido, sino que ademàs tambièn lo estarìamos; o sea, nos sentirìamos serlo.

Pues en todo momento hemos sido y somos el SER siempre siendo, asumièndonos, o no.

Sin jamàs dejar de serlo.

Siempre hemos sido la VIDA, siendo asì, tal cual somos.

Cada ser es la VIDA UNA con-forma-da.

Es la encarnaciòn de la VIDA UNA.

Manifestàndose ùnica en cada quien.

Cada uno es LA VIDA UNA, CAMINANDO, al ritmo de su VERDADero sentir en cada quien.

Cada quien es EL CAMINO, LA VERDAD, Y LA VIDA.

Y jamàs lo ha dejado ni lo dejarà de ser.



Asumirlo o no, he aquì la cuestiòn.






R.

jueves, 11 de noviembre de 2010

In-comparable-mente.

Esa es, en los hechos, en la vivencia, la esencia de su ser.

Usted es incomparable.

Aùn para usted mismo/a.

Usted es ùnico/a.

Ùnico/a en su sentir, en su forma-de-ser, en su existir; en su "viaje", en su tour por esta temporalidad que es el escenario del universo.

Y no asumirlo, no asumirse, es la raìz de todas las desgracias.

Pues usted es la gracia de la vida floreciendo en forma de particularidad, como usted.

Negarse es negarla.


No asumirse es poner en duda la propia incomparabilidad.

¿Còmo?

Comparàndose.

Lo mismo que una vez que hacemos con nosotros mismos, se lo hacemos a todos los demàs incomparables.

Lo mismo que nos hicieron a nosotros en nuestra màs tierna infancia, y que luego nosotros aprendimos a hacernos de por vida.


Comparase es violentarse en lo màs ìntimo, en nuestro sentido de integridad particular.


Es violentar nuestra incomparabilidad.


Compararse con una imàgen de otro, de algùn hèroe, de algùn ìdolo, con la imàgen de como fui, o de como creo que "deberìa ser".

Compararse es comparar este momento, que es como es y en el cual soy como soy, con "otro" momento que sòlo existe ahora en mi imaginaciòn.

Pues este es el ùnico momento, y èste es el ùnico que soy.

Comparar este momento es compararme a mi tal cual soy en este momento, con
una idea de como en este momento deberìa sentirme.

Y es de esa comparaciòn donde nace en nosotros el sentimiento de inadecuaciòn, de separaciòn respecto de la gracia de la vida, la gracia del momento.

Nace en uno el sentimiento y la nociòn mental de que "debe haber algo malo conmigo, algo malo en mi", algo que no està del todo bien conmigo, algo rechazable, mejorable, perfeccionable.

Algo que no es como "deberìa" ser.

Por eso es por lo que, cualquier idea de progresiòn interna, de "mejoramiento", de "perfeccionamiento de si", de "purificaciòn", etc, lleva en si el gèrmen del rechazo hacia uno mismo, de la no-aceptaciòn de si mismo, de la no-admisiòn de si mismo, de la violencia contra si mismo, de la des-integraciòn de si mismo; del propio desamor mismo.

Y mientras esto subsista en nuestro interior, la "carencia" que ello provoca, el sentimiento de separaciòn e inadecuaciòn, etc, jamàs podrà subsanarse mediante la adquisiciòn o experiencia de ninguna cosa ni ningùn estado; mediante ninguna tècnica, mètodo, ni "soluciòn" alguna, mediante ninguna terapia, ni mediante fàrmaco o droga alguna, ya sea de las legales/represivas, o de las ilegales/reveladoras.


Sòlo asumièndo y vivièndo en la propia incomparabilidad puede el ser florecer en integridad, en sanidad, en comuniòn con y en la vida.

Y sòlo esto es vivir.

El resto es tan sòlo imitar, tratar de llegar a ser, de encajar, negociar, luchar, esforzarse, sufrir, y malgastar el precioso e irreversible tiempo vital en el inùtil tratar de no ser como soy por llegar a ser de uno modo que no soy ni serè jamàs.

Pues esto incomparable que soy, no es el producto de algo.

No es el producto de la educaciòn, ni del pasado, ni de la genètica, ni de ningùn hacer en particular.

No es el producto de ser de tal o cual nacionalidad, ni de vivir asì o asà, ni de alimentarse con, o de vestir... o de trabajar... o de no trabajar... o de desvestir...

Esto es anterior aùn a que como ser humano pudiera decir "a".

Ya en la vida fetal, en el mismo comportamiento celular del embriòn, del òvulo fecundado, la chispa de la particularidad està allì.

Observable de manera evidente e incuestionable en el comportamiento de los gemelos idènticos en la placenta, en los cuales cada uno va a tener un comportamiento propio que no es ni adquirido ni heredado.

Todo lo vivo tiene esa chispa de incomparabilidad.

Y es la comparaciòn lo que introduce en uno la idea, el sentimiento, el secreto temor de no ser del todo adecuado, no ser del todo aceptable, amable, de no ser del todo como "deberìa" ser, como se espera de mi que sea...

Sin comparaciòn la vida en uno no està sujeta a ninguna referencia o condiciòn interna para ser.

No està acotada a un movimiento en una direcciòn pre-determinada, pre-meditada.

Sin comparaciòn con una meta, con una imàgen, con una idea, no hay devenir psicològico, ni el temor que el mismo conlleva.

Sin comparaciòn la vida, el vivir, es la pura gracia de ser.

Es incomparable.

Y nada màs se puede agregar o decir.


Puedo usar la funciòn comparativa allì donde si aplica, o sea, en lo externo.

Comparo estos zapatos con estos otros para ver cual me va mejor.

Pero no interiormente.

Interiormente, la comparaciòn es el factor del miedo, de la desgracia, de la "carencia", de la separaciòn, del aislamiento.


¿Y SIN COMPARARME, QUÈ SUCEDE, CÒMO ME SIENTO...?

¿Y SIN COMPARAR A X, QUÈ SUCEDE, CÒMO ME SIENTO...?

¿Y SIN COMPARAR?
(interiormente, claro està)


¿Y SIN COMPARARME?

¿Còmo serìa vivir sin compararme?

Nunca màs...


Pregùnteselo.

Averìgüelo.

Es la ùnica forma en que tiene sentido vivir.








R.

martes, 9 de noviembre de 2010

Auto-referencia.

Este silencio sensiente y diàfano, claro como un cristal, como el aire invernal, es claro y diàfano por si mismo.

Esta es su naturaleza.

No es el producto de ninguna tècnica, de ningùn malabarismo de la atenciòn, no es la consecuencia de nada.

No es la resultante de ningùn "hacer" en particular; no es el hijo de ninguna visiòn especial, de ninguna revelaciòn o epifanìa.

No lo forjaron maestros ni gurùes, no debe su sacralidad a ningùn sacerdote; no es un estadìo final al cual se pueda acceder mediante el apego a doctrina alguna.

No tiene marca ni signo, ni nacionalidad ni pasado; no pertenece ni se apropia.

No tiene opuesto, ni excluye nada.

Este silencio sensiente, es naturalmente silencioso y sensiente, claro y lìmpido, puro en y por si mismo, incorruptible, espontàneamente.

Es auto-referente.

Ùnico en la particularidad de su sentir, en su sensibilidad en cada quien, no necesita de ninguna voz externa a si para saber de si frente a cada cosa y cada ser; cualquiera sea la circunstancia en la que se encuentre.

Sus sentimientos son el surgir en su ser-siendo, de la informaciòn que su misma naturaleza arroja en vibratoria respuesta a lo visto.

Sus sentimientos son èl, sintièndose vibrar en respuesta a algo.

Y esa informaciòn es el espejo en el cual se basa para adecuar su respuesta a las circustancias, siempre en fidelidad, en inviolable integridad de si mismo.

Siempre desde su auto-referencia.

¿Cuàl es la "puerta" hacia dicha auto-referencia, en caso de que no sea este tu vital funcionar hoy ?

La puerta "hacia" esa auto-referencia es muy sencilla: los sentimientos hablan de ti en relaciòn al hecho o al pensamiento que señalan, no hablan del hecho o del pensamiento en si.

Mis sentimientos de rechazo hacia algo no son un indicativo de que ello "es rechazable", sino simplemente de que no va con mi naturaleza de ser, que no va conmigo, y punto.

Mis sentimientos de interès hacia algo no son indicativos de que ese algo sea especialmente valioso por sobre otros objetos similares, sino simplemente de que en este momento vital de mi existir, mi naturaleza es afìn en su vibrar a dicho objeto, y punto.

Pero en ningùn caso, los sentimientos hablan de que yo deba tratar de modificarle algo al objeto, ni que deba conseguir tal o cual resultado con ese objeto, tan sòlo son una informaciòn, una guìa para mi relacionamiento con dicho objeto, para mi conducta; no para la del objeto en cuetiòn.

Pues este silencio sensiente y claro, es auto-referente por si mismo, por la propia inteligencia inherente a dicho silencio, a esta sensible espaciosidad que es-siendo-ùnica en cada ser.

Y no necesita de nada externo a si para ser si mismo, para ser plenamente si mismo, ìntegramente si mismo.

Sin nada que necesite de saber para ello, sin nada que necesite de hacer, alcanzar, lograr, buscar, llegar a poseer, a despojarse de, a entender, a comprender o a darse cuenta.

Sin nada que necesite cambiar o modificar, en si ni en nadie.



No hay nada que hacer.

Ni hay dilema alguno que resolver.

Es sòlo la creencia a que me aferro en un momento, de que no deberìa sentirme como sea que me sienta, lo que crea un falso conflicto, una falsa dualidad en mi.

Pero no es màs que eso, una FALSA dualidad basada en una creencia errada, nada màs.


¿Y sin la idea de que no deberìa sentirme asì?


Vive un sòlò dìa con esta pregunta, frente a cada tensiòn o incomodidad interior que se presente.


Sin responder verbalmente, pregùntate, y deja que el sentir "traiga" la respuesta.

Ese sentir que es-en-si la repuesta, pues es tu misma naturaleza auto-referente hacièndose sentir!



¿Y SIN LA IDEA DE QUE NO DEBERÌA SENTIRME ASÌ...?










R.

jueves, 4 de noviembre de 2010

A imàgen y semejanza.

Dios no lo creò a usted a su imàgen y semejanza.

No.

Ello es una completa estupidez.

Usted creò a dios (en su imaginaciòn), a su imàgen y semejanza.

¿Pues, dònde màs està ese supuesto dios que existe separado de usted, cuando usted no se lo imagina en algùn lado, cuando no piensa en èl?

¿Dònde ve usted a dios cuando no piensa en èl?

¿Dònde lo siente?

¿Còmo lo siente?

¿Con què lo siente?

¿Con todo su ser, con todo su corazòn?

¿Con toda su "alma"?

¿Dònde està su "alma" cuando usted no piensa en ella, cuando no fantasea con que tiene una?

¿Què usted lo siente igualmente con todo su corazòn?

Entonces señàlese el corazòn.

Cualquier otra cosa o lugar o ser que uno señale es tan sòlo un reflejo externo del corazòn, de lo que se siente con todo el corazòn, en-el-corazòn!

Pues si no se siente en el corazòn, con el corazòn, entonces ello no significa nada; es tan sòlo pensamiento, fantasìa sin sentido, imaginaciòn.

Si no lo siente latir en usted, no hay lugar fuera de usted donde lo pueda ver.

Y lo que se siente en el corazòn no es distinto del corazòn sintièndose asì a si mismo!!!

Por eso es que "su dios" no existe.

Existe usted, pensando: "dios".

Usted lo crea en su imaginaciòn, a su imàgen y semejanza, y no al revès.

¿Dònde està dios cuando no se piensa en èl?

Repita con toda su atenciòn en ello, con toda su sensibilidad pendiente de ello: dios, dios, dios...

Hasta sentirlo.

Y va a ver como lo "ùnico" que siente es a usted mismo, a su propio corazòn.

Entonces va a ver que con todo es lo mismo.

Entonces va a ver que lo que sea que sienta, siempre es usted mismo sintièndose asì, modificado en su sentir transitorio por las circunstancias externas y/o por el pensamiento.

Pero siempre uno mismo.

"Esto" (llàmese dios, buda, hitler, o lo que sea) tambièn soy yo; siempre.


Esto tambièn soy yo.

Yo pensando dios es asì y me mira asà.

Dios me quiere, dios no me quiere.

Dios me castiga, dios me perdona.

Dios esto y dios aquello.

Que humano que es este dios!!!

Tan a nuestra imàgen y semejanza!

Tan parecido a un padre o una madre!

Tan sacado de nuestra memoria!

Tan humano!

Tan yo pensando!!!


Todo, lo que sea que sienta, como sea que lo sienta, siempre, tambièn soy yo.

Todo soy yo.

Soy/Somos el SER ùnico, sintièndo y sintièndose desde cada corazòn.

Y nada hay fuera de esto que SOY.

Todo lo demàs es "conversaciones sobre un supuesto tipo llamado dios".

Fantasìas sobre "el dios que nos creò".

Fantasìas que estoy teniendo yo.

A mi imàgen y semajanza.


Amèn.








R.

Tres preguntas sobre lo mismo.

1) ¿Què necesita el Ser para ser el mismìsimo Ser-siendo èl, màs allà de cualesquiera sean las condiciones en medio de las que sea?

¿Acaso hay alguna condiciòn o circunstancia en particular que el ser necesite para ser, para "siendo"?

Pregùnteselo.


2) ¿Què necesitas tù mismo para ser tù mismo?

¿O tù siempre ères tù?

Màs allà, claro està, de que a veces uno pretenda ser de un modo que no es; pero aùn asì, es uno mismo, pretendièndo no serlo!


Pregùntatelo.


3) Lo que el ES, ese SER es, y tù, eso que se da cuenta de si mismo como la sensaciòn o sentido de ser, como ese Soy, ¿son dos distintos o es el mismo ser, el mismo SOY?

Esa sensaciòn desnuda, desprovista de cualquier imàgen o asociaciòn mental, esa pura "conciencia" que se da cuenta que es y que ningùn cambio o modificaciòn en las circunstancias le modifica, eso que se vivencia a si mismo como "SOY", ¿es distinto de "el SER" de la Vida, de toda vida?

¿O es el mismo ser en toda forma de vida?

Porque se cae de maduro que, desprovista de cualquier asociaciòn de la memoria particular, la "sensaciòn de ser" o "conciencia de ser", o este claro sentido de ser, es inherente a cualquiera que sea!


¿Hay en la vida "el Ser" por un lado, y "mi ser" por otro?
¿O son el mismo ser?

¿Soy yo una vida que existe separada o aparte de la VIDA?

¿O somos uno y el mismo SER?

¿Soy yo uno, y mi Ser o el Ser de la Vida, otro?


¿No son acaso todas estas distinciones o categorizaciones en relaciòn al hecho ser, al hecho "siendo", fantasìas mentales elucubradas por nuestro pensamiento?


De ahì que todo nuestro esfuerzo por "llegar a ser" no sea màs que un absurdo; y la causa de toda nuestra infelicidad.

Pues no es màs que resistencia a ser.

O sea, yo resistièndome a mi mismo tal cual yo mismo soy.

Resistirme a algo, es en realidad, resistirme a sentirme frente a ese algo como frente a ese algo me siento; o sea, resistencia a sentirme, y punto.

Rendirse a la vida, es en realidad, rendirse a ser uno mismo en la vida, como sea que la vida se presente.

Es permitirse, admitirse, aceptarse.

Y es el fin del falso sentimiento de separaciòn entre yo y la vida, entre "el SER Supremo" y esta vivencia de ser, este SOY que yo soy y que cada ser que es Es.

Es el fin de la identificaciòn con "el que necesita que esto sea asì y no asà para poder ser si mismo".

Es el regreso del hijo pròdigo que en realidad nunca partiò.







R.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

El secreto ères tù.

Afuera llueve.

Es una mùsica sorda y primordial, de rìtmos insobornables.

Adentro, el ruido humano, la costumbre, el hàbito, el pensamiento haciendo de las suyas.

Y en medio de todo ello, intocado, este no-algo, esto que se da cuenta de la lluvia y del pensamiento, y que se da cuenta que se da cuenta de ello sin participar de su movimiento.

Esto, esta "conciencia de ser" que se da cuenta de que es, y se da cuenta que es lo que se da cuenta.

Este sentido de ser conciente de si mismo en si mismo.

Esto que es puro darse cuenta; de la lluvia, del pensamiento, y de si.

Esto que se da cuenta de lo que cambia; como el clima, o para el caso, cualquier otra apariencia.

O como el ànimo, el sentimiento, el estado mental, las opiniones, los juicios y los prejuicios, las conclusiones, la "forma de ser"; en fin, todo el mundo psicològico con sus estaciones, las imàgenes propias o de otros propuestas por el pensamiento, la fantasìa y la memoria, la incesante rueda del pensamiento girando sin cesar.

Y sin embargo esto, este, en medio de todo ello, sin cambiar.

Esto que no cambia, que sòlo cree haber cambiado cuando se mira a travès de la creencia, para ver luego por si mismo, que sigue siendo el mismo si mismo, al mirarse sin el filtro distorsionante de la creencia, o sea, de lo que cambia.

Esto que soy, que ères, que somos; esto que se es espontàneamente, sin esfuerzo.

Esto sobre lo que nadie puede reclamar propiedad, exclusivadad, posesiòn, derechos de admministraciòn, poder, pretensiones de aumento o rebaja; de admisiòn o exclusiòn, nada.

Esto, este ser siendo, este siendo, este SOY que todos somos y que todo es.

Esto que ninguna imàgen de si puede ni podrà jamàs contener.

Esto que siente y que ve, no porque haga algo para ello, sino porque èsa es su naturaleza.

Esto que se da cuenta que se da cuenta, porque esta es su naturaleza.

Esto que al darse cuenta de si mismo tal cual siente frente a cada cosa y cada ser, se da cuenta de su sentido.

De lo que para èl tiene sentido, o sea, del ùnico vivir o ser que tiene para mi sentido, pues si falto a dicho sentido, o sea a como yo siento que siento responder, entonces me falto a mi mismo, falto a mi vivir, y vivo ausente de mi, como si no fuera este que soy, esto, sea lo que ello sea, que siente asì.

Eso es un existir, un obrar, sin-sentido!

Eso es i-responsabilidad.

Eso des-integraciòn.

Eso es pecado.

Pecado: errar el blanco.

Sintièndo, y dàndome cuenta de como siento, negarme a mi mismo, negàndome a responder tal y como siento.

Como si no sintiera lo que siento tal cual lo siento.

Por temor, "conveniencia", deseo de aprobaciòn, etc.

Por el hàbito de negociar lo innegociable.

Yo finjo ser de un modo que no soy, asì tu finges que me aceptas como soy, siempre y cuando yo me mantenga siendo asì!!!

Que uno crea que necesita que otro ser humano se degrade faltando a su propia integridad, para aparecer frente a uno como un personaje "aceptable", para llenar "mis espectativas y necesidades", para hacerme sentir asì o asà, es en primerìsimo lugar una auto-degradaciòn.

Y lo mismo, es al revès.

Creer que necesito "tratar de ser màs asì y menos asà" para que X me quiera o acepte, es la misma degradaciòn a la cual voluntariamente me someto.

Soy mi verdugo y mi vìctima; sòlo yo y nadie màs.

Los demàs solo pueden, a lo sumo, ser còmplices; pero el poder de sentenciar e identificarme con la vìctima ha sido, es, y seguirà siendo siempre todo mio.

La responsabilidad es toda mìa.

Y por tanto, la irresponsabilidad tambièn.

Pues soy yo que siento asì como siento, y me doy cuenta de èsto que siento, y de que el que lo siente asì soy yo.

Ni tù, ni èl, o ella.

Que de ùltimas es asunto de ella o de èl, pero no mìo.

Asunto mìo es asumir que en realidad, en relaciòn a lo que sea que la vida me plantèe, siento asì, como sea que sienta; y por tanto es asì como siento responder, pues responder de un modo que no siento, no tiene para mi ningùn sentido!

Darme cuenta de mi sentir, y resistir, eso es irresponsabilidad.

Eso es negarme a ser.

Es resistir-me a ser tal cual siento ser.

Eso es tratar de no ser como soy, para tratar de "llegar a ser" como no soy, ni lograrè ser jamàs!

Eso es dejar de asumirme como esto que siente como siente, para tratar de encajar en una imàgen de mi que asumo es "como yo deberìa ser".

Es cosificarme.

Condicionarme.

Rechazarme.

Negarme.

Traicionarme.

E identificarme con una imàgen, o sea, con algo que cambia.

Y vivir, o sobrevivir, en consecuencia.

Como si lo que cambia realmente me afectàse en mi sentido de ser.

Como si necesitase que las cosas fuesen asì o asà, para poder sentirme ser tal como siento y soy.

Como si mi sentido de ser esto que SOY, necesitase de que salga el sol, o de que no acontezcan pensamientos, o lo que fuere.

Como si mi naturaleza fuese el cambio.

Cuando mi naturaleza verdadera, es la de presenciador de lo que cambia en medio del cambio, pero sin ser por ello modificado!

No cambia, ni ha cambiado, ni cambiarà jamàs lo que SOY.

Esta conciencia de ser lo que se da cuenta de ser!

Cambia a lo sumo el como me veo, en virtud de las creencias que hoy tengo sobre mi y que mañana dejo de tener.

Pero no lo que SOY.

JAMÀS.

Este SOY que yo soy, que tù tambièn ères; que todo y todos SOMOS.

Este SOY que es el ùnico Ser siendo, manifestàndose ùnico en cada quien.

Este que ningùn esfuerzo ni nada necesita de hacer, o que otro haga o no haga para ser èl mismo.

Este SOY que tambièn ères tù.

Y que al rendirse, o sea al rendirse a ser-lo, no se "transforma" en lo que ya es y siempre ha sido, sino que tan sòlo se da cuenta de siempre haberlo sido.

Pues rendirse, es dejar de resistirse a darse cuenta de ser este que siente asì, como sea que sienta, frente a como sea que la realidad de algo aparezca ante mi.

Es rendirse al fluir de ser este que SOY sièndolo, sintièndo como siento frente a la realidad que veo y siento, y repondièndo por tanto desde esto que me doy cuenta que siento, desde esto que soy.

Rendirme no añade nada a lo que SOY.

Rendirme es simplemente dejar de resistirme; es abandonar el sin-sentido, cortar en mi con el movimiento de la degradaciòn, con el falsearme.

Es rendirme a ser como siento desde mi ser frente a cada cosa y cada ser.

Es ser siendo simplemente y sin esfuerzo desde lo que SOY, tal cual siento que soy; sintièndome frente a lo que sea que estè.

Este SOY que tambièn ères tù, y ella, y èl, y cada cosa y cada ser.

Este mismo SOY, que es tambièn el secreto.

El secreto al que apuntan sin jamàs poder contenerlo o alcanzarlo, todas las inùtiles catedrales, las iglesias, los templos, las mezquitas, las piràmides, las obras de arte, las ciencias, las doctrinas y religiones, las fàbulas y mitologìas, las constituciones y estatutos, los jeroglìficos y los ideogramas, los oscuros sìmbolos y el estèril lenguaje, la lengua ingenua de los sabios y la lengua hipòcrita de los idiotas, el delirio de los delirantes, y todas las fantasìas sobre el paraìso màs sublime e inefable que pueda haber imaginado el ser humano desde su primer dìa en este planeta.

Ese secreto, el màs recòndito de todos, el jamàs agotado o agotable, el inescondible e inmonopolizable.

Ese secreto a voces, ese inigualable, incomparable; ese frente al cual todo es nada y nada es todo.

Ese secreto que es la naturaleza inmortal y primordial, esencial de todo el universo.

Eso que es siempre el-desde-donde se vè, sin importar cual sea el paisaje real o mental que se vè!

¿Ese "EL" secreto?

TÙ.

Ni màs, ni menos.

El secreto ères tù.







R.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Ni maestro, ni salvador, ni gurù.

El maestro no puede enseñar si el alumno no tiene verdadera sed, verdadero interès para indagar, para cuestionar, para poner a prueba los modelos, las palabras que supuestamente señalan a lo real.

Si hay verdadero interès y seriedad, verdadera sed, entonces no hace falta maestro alguno, pues la honestidad y el discernimiento llevados a la pràctica son suficientes para iluminar la propia oscuridad.

Si no lo hay, todo, maestro incluìdo, no es para mi màs que una distracciòn, un entretenimiento superficial, pero no estoy dispuesto a cuestionar la mentira que me mantiene en la oscuridad.


Si yo no me salvo de mi mismo, de la creencias erradas que tengo sobre mi, sobre la vida, sobre los demàs, ¿quièn me va a salvar?

No importa quien se materialice delante mio para señalarme què, si yo internamente no estoy dispuesto a ver.

Podràn seguir vinièndo salvadores, hablàndo hasta que se les caiga la lengua, y seguiremos como hasta ahora, sin escuchar.

Repitièndo sus palabras, deformàndolas, idolatràndolos, pero sin jamàs mirar, sin jamàs asumir la responsabilidad de nuestro propio interior, de nosotros mismos, de nuestro intransferible vivir.

Y por eso nada va a cambiar.


Y podràn seguir aparecièndo gurùes.

Da la tradiciòn tal o cual.

Reconocidos como tales por el maestro tal y cual.

Gurù, el que disipa la ilusiòn de la falsa oposiciòn, de la falsa dualidad.

Otra ilusiòn màs.

Nadie puede disipar nada por uno.

No en el propio interior.

A lo sumo se puede señalar.

Pero es uno que mira o no mira.

Mira y ve.

O no mira, mira sin ganas, repitièndo lo que le dijeron que repita, pero sin ver nada de aquello sobre lo que habla.

Aquello que ha asumido o no que es asì, pero que jamàs ha saboreado por si mismo.



Sòlo la inteligencia, que es sensibilidad y discernimiento son el ùnico y verdadero gurù.

El ùnico y verdadero maestro interior, el ùnico salvador de esta humanidad llamada yo mismo.


El gurù no es alguien.

El ùnico y verdadero gurù es la vida misma, hablàndome desde mi propio corazòn.

Y si no puedo escuchar al corazòn que es la vida hablàndome a mi a travès de mi, entonces soy sordo, ciego y necio, no importa a cuantos "maestros, salvadores y gurùes" yo lea o vaya a escuchar.


Y si escucho al corazòn, ¿a quièn màs necesito escuchar para librarme de la identificaciòn con lo que no soy?

Y si escucho a quien sea y a lo que sea, a la vida como sea que esta se presente ante mi, escuchàndo desde el corazòn, con el corazòn, ¿entonces para què habrìa de necesitar que otro me dijera lo que es verdadero o falso para mi, lo que corresponde o no con el sentir verdadero de mi propio corazòn?


Y lo que llamo mi corazòn, no es, ni màs ni menos, que el particular latir de la vida en mi.

Es el corazòn del ùnico latiendo en mi.

Es la voz de la verdad en mi interior.

El maestro interior, el ùnico salvador, el gurù supremo.

Todo lo demàs es idolatrìa, insensatez y distorsiòn.


Cada quien lleva en si su propio maestro, su propio gurù, su propio salvador.

No hay entonces nadie que no tenga o necesite de que OTRO lo amaestre.

El rico y el pobre, el instruìdo y el ignorante, el tosco y el refinado, todos tienen su maestro en su propia conciencia de ser, en su mismo interior.



No hay necesidad de buscar afuera lo que abunda en el propio ser.

Ni hay nada que se pueda encontrar afuera sino lo encuentro en mi mismo ser primero.

Y si lo encuentro en mi, ¿para què salir a buscar lo que ya se tiene?


Cada quien es su propio maestro, su propio alumno, su propio gurù, su propio discìpulo, su propio salvador, su propio elegido.

Tan sòlo hay que estar dispuesto a escuchar al propio corazòn, a la voz de la inteligencia, de la sensibilidad, del discernimiento, de la compasiòn.

Estar dispuesto a escuchar-se, y a tener el coraje de obedecer-se.








R.

¿Què es yo?

Para empezar, yo es un sonido, una palabra.

Ni buena ni mala palabra.

Simplemente algo, un sonido, que señala, que alude, que apunta en una determinada direcciòn.

Yo no es una entidad aparte de mi a la que yo tengo que tratar de destruìr, ni con la cual yo tengo que tratar de integrarme.

Eso es una insensatez, y si yo me lo creo, esa insensatez es lo que paso a ser yo.

Cuando la palabra yo es asociada a una imàgen con la cual me identifico, entonces me condiciono, me fragmento, me divido.

Esto es "yo".

Un personaje irreal creado por el pensamiento, una fantasìa sobre uno mismo como entidad separada del cambiante fluir real de la vida; una entidad separada del fluir de la realidad.

Eso es lo que sucede cuando la palabra "yo" es tomada con el pensamiento, con la memoria asociativa, y no con el SENTIR natural del ser, del corazòn.

Cuando yo no es asociado a nada, entonces la palabra señala a eso que es uno mismo.

Eso que yo soy.

Sin cualidad definida, concreta, exclusiva, excluyente, ni permanente.

Soy entoces la vida siendo, siendo conciente de ser la vida siendo.

Soy la vida siendo de un modo particular.

Y cuando la vida siendo de este modo particular toma conciencia de si, se da cuenta de ser uno mismo.

Entonces ser si mismo no es ser una entidad separada de la vida, y yo no es màs que el sonido con que la vida habla de si misma en primera persona a travès de cada quien.

Sin sentido alguno de divisiòn, de separaciòn, de conflicto.

Sin nada que "eliminar", y sin nada con lo cual "llegar a fundirse en..."

Por tanto, el error no està en el uso de la palabra yo, sino en confundir su significado con su sentido.

El significado es siempre creado por el pensamiento.

El sentido, es el natural sentido o conciencia de ser.

Es la vida conciente de si misma.

Lo uno jamàs ha existido realmente, salvo en el pensamiento, en fantasìa.

Lo otro jamàs ha dejado de ser.

Cuando admito ser yo, como sea que sea en este momento, en el momento que sea, entonces el pensamiento deja de estar pendiente de "yo"; abandona a "yo", olvida a "yo".

Entonces lo que queda, lo que es, lo real, eso no se nombra a si mismo, no se separa nombràndose.

Se es sin ser.

Hay conciencia de que este sentido de ser no es algo, es tan sòlo una expresiòn de la vida que todo lo es.

La ola no se funde en el mar.

Porque la ola nunca tuvo existencia separada real, existencia propia.

Siempre fue el mar, y nada màs.

Sòlo el mar es lo ùnico real.





R.

Admitirse es admitir el ser en mi.

Admitirse, sin vueltas, sin condiciones de ningùn tipo.

Rendirse ante la evidencia.

Aceptarse incondicionalmente y sin elecciones.

Dejar de resistirse mentalmente a ser ese que soy, y que por tanto, siente como siente, ve como ve, ve lo que ve, està donde està, piensa como piensa, y actùa como actùa; o sea y resumiendo, ese que es como es.

Ese que soy, y punto.

Le guste a quien le guste, y no le guste a quien no le guste; incluyèndome a mi mismo.

Lo que es, ES.

La realidad no pide permiso.

Nada autèntico lo hace.

No negocia, no està ni se pone jamàs en entredicho.

No depende para ser, de la opiniòn favorable o desfavorable de nadie.

Ni de la aprobaciòn o el afecto de nadie.

Ni del consenso, ni de la autorizaciòn, ni de la validaciòn o el reconocimiento, ni de la aceptaciòn o la valorizaciòn externas.

Asì, lo que es es, y lo que uno es, lo es, sea ello reconocido o no.

Aunque otro lo reconozca o no, lo que es, es; y lo que soy, soy.

Aunque yo lo reconozca o no, lo que es, es; y lo que soy, soy.

Y yo soy este que soy en medio de todo esto que es tal cual y como es.

No otro.

No otro que està en otro lado donde lo que se ve que es, es otra cosa.

Soy este que està aquì en medio de esto que es asì.

Y no admitir, negarme a admitir lo que es, es negarme a mi, el perceptor que por estar en medio de lo que està, percibe lo que percibe.

Negar lo que percibo es negarme a mi que soy el que està teniendo esas percepciones; soy èse/eso en lo cual èstas (y no otras) percepciones estàn ocurriendo.

Negarlo, es como intentar convencerme, imponerme a fuerza de repetirme, que no veo lo que veo, ni oigo lo que oigo, ni siento lo que siento, ni estoy dònde estoy, etc; o sea, que èste que yo soy no soy yo.

"Yo" soy otro; que vive en otra realidad, que tiene otras percepciones, que se siente de otro modo, etc.

Èsa es la voz de la fantasìa, de la irrealidad, la cual si la tomo por mi realidad, es el comienzo de la fragmentaciòn y el conflicto en mi, en mi ser.

El comienzo de la enajenaciòn, del auto-exilio voluntario de la realidad.

Del conflicto entre lo que soy y "el que deberìa ser", entre donde estoy y "donde deberìa estar", entre como me siento y "como me deberìa sentir", etc.

Y todo ello por no admitir que sì, que yo soy este aquì; este al cual le ha sucedido esto y aquello, etc.

Este que se siente asì, còmo sea que uno se sienta.

Aùn cuando no me sienta como los libros, los maestros y yo mismo creo que me "deberìa" de sentir.

Desde el momento mismo en que nos dimos a nosotros mismos la espalda, a la espera del permiso de los demàs para ser, desde ese mismo momento, es que la vida principiò en uno a ser una lucha y una transacciòn para tener derecho a ser, a existir, pero siempre y cuando lo haga dentro de los lìmites, de la condiciones de "lo que se espera que yo sea".

Condiciones que los demàs esperan que yo manifieste en mi vivir, pero que, fundamentalmente, yo creo de mi mismo que las deberìa expresar.

Y ello es la forma en que no admito, ni siquiera para mi, en mi, a mi propio y verdadero ser.

Vivo exiliado del calor de mi propio corazòn, a la sombra inclemente de la imagen, del ìdolo mental de como debo "llegar a ser", de como debo "tratar de ser", "esforzarme por ser".

"Ser como..."

No admitir algo de la realidad en medio de la cual uno es, es no admitir que yo soy este, que me encuentro en medio de esta realidad.

Es no admitirse.

Y no admitir que yo soy este, es desconectarme a su vez de èsta realidad, en medio de la cual este que no quiero admitir que soy, es.

Admitir es admitirse.

Y viceversa.

Admitirse es admitir.

Pues es siempre admitir la realidad tal como es, conmigo siendo en ella.

Pues la realidad y yo no somos dos cosas separadas, como no estàn jamàs separados el perceptor y la percepciòn.

Nada existe separado de nada.

NADA.

Admitirse es darse la bienvenida a la realidad de la cual nunca nos alejamos, pero a la cual dàbamos la espalda.

Y dàndose la bienvenida, dar la bienvenida a la realidad en nuestro ser.

Y viceversa.

Admitir la realidad tal y cual es, es darle la bienvenida en nuestro ser, y hacièndolo, sentirnos intregrados en esa realidad en la cual siempre hemos sido bienvenidos.

Es existir-SER-siendo en comùn-unidad; en integralidad.

Admitirse es admitir ser este que soy; es admitirse ser, admitirse a ser, permitirse ser.

Admitirse, no sòlo en el sentido de dejar de fingir, de pretender que uno no es el que es, que uno es otro, sino en el sentido de permitirse entrar.

Admitirse es permitirse entra de regreso al propio corazòn.

Es volver a casa, como el hijo pròdigo.

Admitirse es el fin de la absurda pretensiòn de ser otro, la absurda pretensiòn de que yo no soy yo.

Y es permitirse entrar de vuelta al propio corazòn.

Es bajar los brazos ante la realidad, y dejar de defender y tratar de sostener la mentira, la farsa enajenante y ridìcula de lo que nunca fue, ni es, ni serà jamàs.

Es dejar de pelearnos en nuestra mente con LO QUE ES.

Es dejar de resistirnos mentalmente a lo que YA ES ASÌ COMO ES.

Y es dejar a la Vida, que es propio ser y la realidad, ser!

Dejar a lo que es ser, pues aunque yo no lo admita, igualmente ello es!

Y el no admitirlo no modifica ni anula lo que es, sòlo hace que yo me sienta separado, aislado de la realidad de la vida, tal y como la vida en este momento es.

Admitir que yo soy yo.

Admitir que yo soy este, y que soy asì como soy.

Admitir que sigo siendo yo, este yo que siempre he sido, a pesar de todos los infructuosos esfuerzos y empeños, tanto de los demàs como de mi mismo, por tratar de que yo no fuera este yo que soy.

Admitir que en el fondo, siempre he sabido que yo soy este, y que siempre voy a ser este yo que soy.

Admitir que asì mismo, cada uno es como es, y cada quien es cada quien, me guste o no me guste como sea que cada quien es.

Admitir que el mundo es el mundo, y el mundo es lo que es, y es lo que es porque somos lo que somos, y no puede por tanto ser de otro modo que como es.

El mundo es un reflejo de lo que somos.

Como nuestra vida es un reflejo de lo que somos.

Y es por ello que no habrà jamàs paz afuera, si no la hay en el propio ser.

Y no habrà jamàs paz en el propio ser, si yo no me admito ser como yo soy; sin condiciones, ni excusas, ni peros de ningùn tipo.

¿Admitirse o seguir sufriendo?, he aquì la cuestiòn!!!

Admitir lo que sè que es verdad, es el fin del reinado de la mentira en la propia conciencia de ser.

Y sòlo la verdad, vivenciar esta verdad, nos harà libres.

Libres como en el fondo ya somos, pero no asumimos, no admitimos ser.

¿Tener razòn o ser libre?

¿Què elige usted?






R.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Solamente siendo.

Desde la misma apariciòn del ser en este mundo, hay sensibilidad, inteligencia, y particularidad de ser.

O sea, eso de lo cual se "construye" en nuevo ser, es en sì, materia sensible, conciencia materializada.

Energìa conciente.

Y la inteligencia, esa que coordina seis trillones de procesos por segundo que se dan en nuestro organismo, esa misma que se encarga de la formaciòn de las galaxias, la migraciòn de las aves, el crecimiento de la hierba, y de todo lo que sucede en esta danza còsmica, esa misma inteligencia està allì desde el comienzo.

Està en todo, siempre.

Pero ademàs, desde el mismo embriòn, desde el momento mismo de la fecundaciòn, ya hay particularidad; hay ser-ùnico.

Eso que va a "madurar" luego como lo que podrìa llamarse el psiquismo original del individuo, su forma ùnica de sentir la vida, su conciencia de ser èl mismo siendo la vida sintièndo asì, como sòlo èl siente.

Todo està ya dado, desde un comienzo.

Desde el inicio, somos la Vida manifestàndose particularmente en infinitas formas de ser, ùnicas, incomparables, irrepetibles.

Somos la Vida, unidad, manifestàndose como multiplicidad, o sea, existiendo en el tiempo como manifestaciones particulares.

Somos la gracia de existir.

Y existir es sin motivo ni propòsito, sin meta; tan sòlo por el puro gozo de existir.

Ella lo es todo, y siendolo todo y lo ùnico que Es, nada puede agregàrsele ni quitàrsele.

Luego aparecen el lenguaje, el pensamiento, y con el mismo, la idea de "yo" definida como lo contrario de lo que no soy yo; o sea, el pensamiento crea una divisiòn en mi vivencia del existir, del ser, en la cual "el mundo" y "yo" somos dos cosas separadas que se sufren la una a la otra.

¿Hay en la realidad, una tal separaciòn?

¿Hay, o es posible la vivencia de "yo" sin el mundo?
¿O del "mundo" sin "yo"?

¿O inevitàblemente cuando aparece el uno tambièn y simultàneamente el otro està presente?

¿Surgen separadamente en la conciencia, o surgen conjuntamente?

Conceptualmente, estamos acostumbrados a separarlos, o sea, a pensarlos por separado pensando que son dos cosas separadas.

¿Pero lo son realmente, en los HECHOS?

No en el concepto, no en "opiniones y fantasìas filosòficas y teològicas sobre la realidad", sino en la vivencia real.

En la vivencia real, no distorsionada por el pensamiento conceptual, lo que soy no es separable de dònde soy.

Pues para empezar, el ùnico modo en que soy, y esto es asì siempre, es SIENDO!!!

Siendo!!!

Pues no existe el ser sino es siendo.

Si no es siedo, serà una idea, una posibilidad, pero no una realidad; o sea que si no se es siendo, NO SE ES.

Y siendo siempre es en un contexto, en un mundo perceptual en el cual emerjo, al tiempo que èste como percepciòn aparece a su vez en mi como conciencia.

El ùnico "momento" en que esto no es asì, es cuando la particularidad se disuelve en su fuente que es ella misma como absoluto indiferenciado.

Pero a no ser en dicha instancia, el mundo y la particularidad son un co-surgimiento simultàneo.

Y en el mismo, que es lo que llamamos existir, o sea siendo, este siendo es sensibilidad-inteligencia-particularidad desde el inicio, o sea, desde antes del surgimiento conceptual de un supuesto "yo" separado e independiente de "el mundo".

Creer en esta falsa separaciòn del "resto" de la vida manifestàndose, es lo que genera en uno como particularidad, esos tan bien conocidos sentimientos de separaciòn, aislamiento, extrañeza, carencia, y sufrimiento.

Creer en esta errònea conceptualizaciòn es lo que nos hace sentirnos un "yo" separado del fluir de la vida, al cual lo que sucede "le sucede" a èl.

Sin dicha creencia, aùn seguirìa habiendo lo que siempre ha habido, o sea, la vida manifestàndose particularmente como cada cosa y cada quien, incluìdo uno mismo, pero sin sentimiento alguno de separaciòn, aislamiento, extrañeza, carencia o sufrimiento.

Habrìa natural conciencia de integraciòn, de integralidad, de comunidad (comùn unidad).

Conciencia en la cual la particularidad de ser siendo ùnico no es "lo contrario" de dicha unidad, sino el manifestarse particular de dicha unidad.


Dejemos por un momento de lado el hàbito conceptual con el cual nos venìamos manejando y observemos la realidad.

¿Hay "yo" siendo?
¿O hay sòlamente SIENDO?

¿Hay "yo" sintièndome asì?
¿O hay sòlamente sintièndome asì?

¿Hay "yo" y este vivir?
¿O hay este vivir siendo?

¿Hay "yo" y los pensamientos?
¿O hay los pensamientos? ¿pensamientos de "yo"?

¿Hay "yo" al cual le duele tal cosa?
¿O hay doliendo tal cosa?

¿Hay "yo" que fulana o mengano me rechaza?
¿O hay simplemente fulano rechazando?

¿Hay "yo" que me encuentro o me desencuentro con "otro yo"?
¿O hay encuentros y desencuentros de la vida siendo con la vida siendo, particularmente en cada caso como en cada caso y momento sea?

¿Acaso este conceptualizar "yo" y "lo otro", "yo" y "no-yo", no es una forma de crear distancia psicològica, de "separarme", de resistirme a sentir algo?

¿Acaso este conceptualizar "yo" como separado de "lo otro", no es levantar una divisiòn, una muralla conceptual en mi conciencia de ser, en mi sensibilidad, en mi forma de sentir la vida, para no sentir algo que si estoy sintiendo?

¿Acaso no es este "dividirme", la raìz de todo conflicto, de todo sufrimiento, de toda carencia, de toda indignidad?


¿Puedo aceptar que hay siendo asì o asà?

¿Puedo aceptar que hay esta vida, este vivir?

¿Puedo aceptar que hay pensamientos?

¿Puedo aceptar que hay rechazo?

¿Puedo aceptar que hay dolor?

¿Puedo aceptar que hay sufrimiento?

¿Puedo aceptar que hay no-aceptar?

Fin del sufrimiento.








R.

domingo, 3 de octubre de 2010

NO HAY NADIE AQUÌ.

Aunque a primera vista esto nos pueda sonar extraño.
Pero es la verdad, y en algùn lugar de nuestro interior lo sabemos.
No hay nadie aquì.
Nadie aquì dentro.
Ni yo, ni personalidad, ni alma, ni yo superior, ni mente, ni atman, ni espìritu.
Nada.
Ese fabuloso personaje de nuestras historietas fantasiosas llamado "yo", como sea que lo concibamos, no existe.
Es tan sòlo eso, pensamiento.

No hay ningùn "fantasma en la màquina" (there`s no ghost in the machine).
¿Què es lo que hay entonces?
Nada; o sea, no-algo (no-thing).

Tan sòlo la sustancia divina que todo es, que ha tomado esta forma de expresiòn particular a la cual hemos llamado fulanita o menganito.
Tan sòlo esa sustancia divina que es conciencia, darse cuenta, apareciendo bajo infinitas formas de vida.
Esa sustancia que es la Vida misma, ella, que es todo y todas las cosas.

La vida esta "hecha" de esa sustancia divina llamada DARSE CUENTA.

No hay ningùn yo.
Ninguna entidad llamada "yo" que habite dentro del cuerpo.
Ni dentro del ensamblaje energètico en sus distintas modalidades.
No hay nadie adentro.
Hay la vida, que es conciencia, que es darse cuenta, dàndose cuenta de si a travès de esta manifestaciòn particular que es cada ser humano.

¿De dònde surge entonces esta persistente y convincente sensaciòn de ser un "yo" separado de la vida, al cual lo que sucede le sucede "a èl"?

Surge tempranamente en nuestra infancia como internalizaciòn de la voluntad de nuestros mayores de que no nos sintamos como nos estamos sintièndo en un momento dado.

Èsto genera una suerte de "divisiòn" en nuestra conciencia de ser, en nuestra sensibilidad respecto de nosotros mismos.

Hasta ese momento somos la vida manifestàndose particularmente como eso que somos en ese momento, eso que se siente como sea que se sienta, eso que se da cuenta de si mismo, sin conceptualizarse como una entidad separada de lo que està sintiendo, del fluìr de lo que es.

La idea de que "tù no ères asì, porque a mamà y a papà eso no le gusta, y si insistes con ello no te atendemos màs, ni te alimentamos, y te dejamos solo/a", hace nacer en esa conciencia, en uno, la voluntad de no ser como es, o sea, de hacer como que uno no siente como si siente, y el deseo de llegar a ser o a sentirse como le han dicho o sugerido a cada uno que "deberìa" sentirse.

La voluntad de no ser esto que se siente asì.

Èse es el nacimiento del personaje mental creado por nuestra fantasìa en base al guiòn aportado por los padres, personaje que bautizo con el pronombre personal de la primera persona, "yo", para asì poder identificarme totalmente con èl.

Entonces, si me sentìa triste, ahora conceptualizo que "la tristeza" y "yo" somos dos cosa distintas, no soy yo sintièndome a mi mismo triste.
No es màs la vida que yo tambièn soy sintièndose asì, sino que "la tristeza" es algo extraño, foràneo, extranjero, que me sucede "a mi", a "yo".

Pero si la tristeza, o para el caso la alegrìa, la euforia, el enojo, el miedo, la rabia, el deseo, la ternura, o lo que sea, es la verdad de lo que soy sintièndose asì, la vida que yo soy, eso sensible sintièndose asì, entonces el "yo", ¿què es?
¿Es real?

El "yo" es resistencia, resistencia a sentirme como en realidad me siento.
Es resistencia a la vida, a darse cuenta.

Es la conciencia de vida resistièndose a sentirse, resistièndose a darse cuenta de si misma tal y cual se siente a si misma.

Es lo UNO, resistièndose a sentirse Uno mismo.
Por el temor de la amenaza, del golpe, del castigo por ser Uno mismo.

Como entidad separada de la vida, no existe, ni existiò jamàs.

¿Y SIN LA IDEA DE QUE UNO NO DEBERÌA SENTIRSE COMO SEA QUE UNO SE SIENTA?

¿Què sucede cuando esto que soy se atiende, se siente a si mismo sin la idea de que no deberìa sentirse como sea que se sienta?

¿Se sigue sintièndo como esa tal entidad separada llamada "yo" a la cual ese "otro" sentimiento le sucede?

¿O se siente a si misma así, como sea que ese asì sea?

¿Y por tanto sin divisiòn, sin conflicto, ni resistencia, ni tensiòn interior, ni malestar, ni sufrimiento?

¿Naturalmente si mismo/a?

Naturalmente la vida, eso conciente, eso sensible, eso que es por su propia naturaleza darse cuenta, dàndose cuenta de si misma como sea que se encuentre vibrando anìmicamente en ese momento, en cada momento.

La sustancia divina y ùnica, esa que se manifiesta en infinitas formas y fenòmenos y que constituye todo lo que llamamos tanto realidad visible como invisible, dàndose cuenta de si misma, contemplàndose, a travès de los ojos de quien se mira.

No una entidad separada, distinta de la vida, que "vive presa en este cuerpo, pero que tiene un alma, y que a travès del recorrido de un camino de purificaciòn, sacrificio, aprendizaje, desarrollo, obediencia, y etc, va a llegar algùn dìa, en esta existencia o en otra, a unirse con el espìritu que es la vida y la fuente de la vida", etc, etc, etc.

No hay nadie aquì.
Ningùn "yo" aquì adentro.

"Yo" no se suponìa que fuera màs que un tèrmino con que denominar a este cuerpo durante una conversaciòn, cuando el que habla es este mismo cuerpo.

Pero no una entidad que "vive dentro del cuerpo", que se "introduce al nacer y lo abandona al morir".

No una entidad separada del sentir al cual le suceden tal y cual, y todos los aburridos o tràgicos enredos que "lo hacen sentirse asì o asà"; que lo hacen sufrir tales o cuales sentimientos.
Sentimientos que, segùn su naturaleza placentera o dolorosa, ese supuesto "yo" tiene que esforzarse por combatir, resistis, alejar, retener, amortiguar, diluìr, atrapar, esconder o conquistar; mantenièndose asì tanto la divisiòn como el inevitable conflicto en nuestro interior.
Conflicto con la vida, conflicto contra la vida; vida que somos nostros mismos pero que ya no nos damos cuenta de serlo.

No hay realmente ningùn "yo" resistièndo a "la vida".
Hay la vida que yo soy, resistièndose a si misma como si no fuese ella misma.

Esa resistencia, èso es el sufrimiento, la incompletitud, la miseria.

No hay ningùn "yo" buscando "la vida"; hay la vida buscàndose, ignorante de si misma, como si no fuera ella.

Hay esto que soy, buscàndome, como si no fuera èste que soy, como si fuera otro que estoy en otro lado.

Como si no fuera esto, esta dicha de si misma, que se basta a si misma, y que no necesita de la aprobaciòn de nada ni de nadie para ser.

No hay nadie aquì adentro.

Ningùn "yo", ni alma, ni superyo, ni personalidad, ni atmàn, ni espìritu, ni dios interior, ni nada.

Y cuando termina la ilusiòn de ser un "yo", termina el sufrir el propio estado, termina el conflicto-que-es-el-sufrimiento.

Sin conflicto, no hay sufrimiento.

Hay sòlo lo que es, o sea la vida, siendo tambièn uno, sintièndose a si mismo/a como sea que uno se sienta.

Darse cuenta de que no hay ningùn "yo" es el fin del conflicto de la falsa e ilusoria dualidad entre "yo", y lo que es, como su supuesto contrario; es el fin del sufrimiento.

Pues, SIN CONFLICTO NO HAY SUFRIMIENTO.

Hay sòlo la Vida Una, la Conciencia, siendo.
La sustancia divina dàndose cuenta de si misma por si misma; saboreàndose.


No hay nadie aquì.








R.

viernes, 1 de octubre de 2010

ACEPTACIÒN.

Aceptar o no aceptar lo que es, no modifica por si mismo lo que es.

Pero modifica mi estar frente a lo que es, mi relaciòn con lo que es, o sea, còmo me siento y me relaciono con lo que es; en definitva, mi vivir, que es mi vida.

Que no somos omnipotentes no es una novedad, aunque para muchos a veces parezca serlo.

Lo que cambia, cambia cuando lo hace; ni antes ni despuès.

Y lo hace hacia donde lo hace, y en ningùn otro sentido, en ninguna otra direcciòn.

Pero nuestra necia creencia de que algo deberìa cambiar cuando nosotros lo deseamos, y en la direcciòn que nosotros creemos es "la que deberìa ser", o "la que es la mejor", no es màs que delirio.

Delirio de que alquien puede ser de un modo que no siente ser.

Delirio de que bajo presiòn, por imposiciòn, podemos hacer que la realidad de lo que es, se modifique a nuestro antojo.

Delirio de que por convencimiento, amenaza o promesa de recompensa puedo hacer que alguien se de cuenta de algo que no se da cuenta.

Delirio de director de orquesta universal.

Delirio de que el universo necesita que "yo" dirija y controle el fluìr de la vida.

Delirio de que realmente tal cosa es posible!

Delirio de que la mente puede hacer que el corazòn sienta lo que a ella se le antoje, y suplantar con sus deseos, caprichos, prejuicios y "conveniencias" el sentir original del ser.

En fin: delirio de omnipotencia.

Pues ademàs, el poder sòlo sirve para eso; para imponer-se.

O sea, ponerse sobre.

Sobre lo real, sobre lo que es, pretendiendo que si lo hago, lo real va a cambiar.

Externamente, hay unas pocas cosas que puedo hacer para modificar algo, y no siempre.

Es muy poco.

Internamente, nada.

Siento como siento, y punto.

Le guste a quien lo guste, incluyendome a mi mismo.

Siento como siento, y no puedo elegir, decidir "què hacer".

"¿Què hago?, ¿sentirè asì como siento o no?"

Simplemente no funciona de ese modo.

No es que no te quiera dar lo que tù me pides, es que yo ni siquiera soy mìo!

O como decìan antiguamente, el corazòn es de dios.

Darse cuenta del corazòn, genera espontàneamente una acciòn cordial, un vivir cordial.

No darse cuenta del corazòn genera incordios.

In-cordis; sin corazòn, o sea, sin SENTIDO.

Y darse cuenta del corazòn no es el producto de ningùn hacer; sucede espontàneamente cuando puedo entrar en comuniòn con el sentir del momento, cualquiera èste sea.

O sea, cuando acepto lo que soy, lo que siento, lo que me pasa, sin juzgarlo ni calificarlo.

Cuando puedo estar en incondicional comuniòn en mi interior, en comuniòn "conmigo mismo".

O sea, cuando no hay ninguna "distancia" mental, psicològica, entre "yo" y "conmigo".

Sòlo en paz, en comuniòn, se ve.

Con calma, sensibilidad, lucidez.

Y como hay comuniòn en el corazòn, lo visto, sea èsto lo que sea, es visto desde el afecto, desde el corazòn, y por tanto, no hay sufrimiento.

El sufrimiento subsiste sòlo en tanto se perpetùe el conflicto entre mi sentir y mi idea de còmo me "deberìa de sentir" en relaciòn a algo o alguien.

La aceptaciòn es el final del sufrimiento.

Es renunciar a seguir luchando por imponer e imponerse.

Es rendirse, que es rendirse-a-ser sin importar el cambio o no cambio de las circunstancias externas.

Es dejar de acudir al esfuerzo, la lucha y la imposiciòn como estrategias de vida, de relacionamiento, tanto con uno mismo como con los demàs y el mundo todo.

Aùn y màs allà de que uno sea aceptado por los demàs o no.

Rendirse al hecho incontrastable e ineludible de que siento como siento, independientemente de lo que sea, y que por tanto lo que sea puede ser o cambiar como sea que se le venga en gana; mi sentir es mi sentir, y ello es lo que marca mi vivir.

Sòlo asì puede haber paz en mi vivir.


¿ Puedo aceptar que X me rechaza ?

Y si la respuesta es no:

¿ Puedo aceptar entonces que yo rechazo a X ?


Todo lo demàs, es accesorio, y en la mayorìa de los casos, innecesario.

Palabras y gestos vacìos.

Vacìos de corazòn, vacìos de sentido.

Despertar al propio corazòn, al propio SENTIR o SENTIDO DE SER, a nuestra VERDAD INTERIOR.

Èse, es el final del sufrimiento.

Èsa es la ùnica y verdadera liberaciòn.







R.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Admitirse-Aceptarse-Rendirse-Distenderse.

Es todo lo que es necesario para que el conflicto y el sufrimiento lleguen a su fin en nuestra vida.

No mañana, no en "la pròxima vida", sino ahora.

Esto es tambièn el fin del reinado de la ilusiòn en uno, y el emerger de la lucidez y la sensibilidad vital, junto con el contento inherente a la misma.

Pues todo sufrimiento procede de algo que no acepto en algùn àmbito de mi vida, al querer imponerle que sea de un modo que no es, negàndome a ver que ES COMO ES, y PUNTO.

Ese resistirme a "lo que no me gusta" (displacer/dolor), con el consiguiente movimiento hacia "lo que me gusta" (placer), eso es lo que la esclavitud interior al pasado es; lo que el sufrimiento es.

Y el pasado ya pasò.

Lo que me gustò ya pasò.

Lo que no me gustò tambièn ya pasò.

Incluso este momento que en este momento nombro, al terminar de nombrarlo ya pasò.

Y no hay nada que pueda hacer para que lo que ya pasò no haya ya pasado.

Nada.

Por cuanto resistirme, en nombre no importa de què, es el màs completo y absoluto absurdo.

Es "separarme" del flujo de lo que es.

O sea, de la VIDA.

Y el resultado immediato, es aislamiento, conflicto y sufrimiento.

Y la ùnica soluciòn que no es un escape, una huìda, es rendirme.


¿Y què es rendirme?


Es aceptar que lo que es, es.

Tal y como es.

Y lo que no es, no es.

Me guste o no.

Y punto.


Podrà haber sido o podrà llegar a ser, pero no es.


Y en este momento sòlo lo que es, es; y es siendo en este momento tal y como en este momento es.


¿Puedo aceptar que X es Z?

SI/NO

Si: fin del sufrimiento.

No: fin de la paz.


Y por si fuera poco, ni siquiera podemos en realidad decir que lo que es, es; pues de hecho, al teminar de decirlo descubrimos que ya no es, sino que fuè.

Ya pasò.

Y me guste o no, NO HAY NADA QUE PUEDA HACER PARA QUE LO QUE YA PASÒ NO HAYA YA PASADO.


Como hacer fuerza para atajar en el aire un viejo jarròn que ya se hizo añìcos en el suelo.

Como querer regresar a la boca las palabras que ya fueron dichas.

O deshacer las acciones que ya fueron hechas.

Imposible.


E igualmente innecesario.

Pues por si no lo hemos notado, lo que ya paso, YA PASÒ.

YA NO ESTÀ PASANDO!!!


La reacciòn emocional que experimentamos, es posterior al hecho.

Es cuando el hecho ya fue consumado.

Y el negarnos a ver la realidad tal y cual es, ni deshace lo que es, ni hace que nos sintamos bien, ni nos aporta lucidez en relaciòn a lo que es para responder a ello adecuadamente.

Sòlo nos produce conflicto, sufrimiento, y paràlisis anìmica frente a lo que es.

Sentimiento de separaciòn frente a lo que es.

Y lo que es, es la VIDA expresàndose como eso que es en este momento; en cada momento.


¿Que aùn asì no puedo aceptar que X es Z?

No importa.


Siempre hay una segunda oportunidad de rendirme que està a mi alcance en todo momento.

SIEMPRE.


Y èsta es: ¿Puedo aceptar que no acepto?

Ah!

Ahora si que no hay excusas!


¿Y con eso què?

Que si puedo aceptarme a mi mismo, como sea que me sienta frente al hecho X, entonces puedo sentirme en paz conmigo mismo, a pesar de que X sea Z, y a pesar de que yo aùn no lo acepte.

Entonces descubro, como sin quererlo, que ya ni me afecta tanto, ni me importa entonces tanto el que X sea Z.

Y por sobre todo, lo màs importante: hay paz en mi, en el corazòn de mi vida, de mi vivir.


Paz en el corazòn de la tormenta.


Paz en el corazòn, en MI CORAZÒN.


Y esto es todo lo que cuenta.






R.

lunes, 27 de septiembre de 2010

ESTO ES ESO.

-



Esto es Eso,
no te distraigas,
ni te confundas!

Esto es Eso,
y Eso es todo lo que Es,
y lo es Todo.

Esto es Eso, y
Eso, no es ni màs ni
menos que la VIDA.

Esto es la VIDA,
y nunca se supuso
que debiera ser de otro modo.

Esta es la VIDA,
y la vida es esto;
Eso, en forma de formas de vida.

Esto es Eso, que es
ni màs ni menos que la VIDA,
o sea, Eso, manifestàndose como todo esto.

Esta es la VIDA,
y no hay otra vida
que no sea siempre Eso.

Eso, es esto,
y esto es la VIDA!
no hay otra vida que no sea esto!

Esto es la VIDA,
y la VIDA es esto,
o sea, Eso, que es la VIDA siendo esto.

No te distraigas,
no te confundas,
ni te dejes confundir!

No hay nada que buscar,
no hay ningùn secreto oculto,
lo que es es lo que hay.

Esto es la VIDA!
Esta es la VIDA!
Nunca se supuso que debiera ser diferente.

Esto es la VIDA!
y la VIDA es esto!
no hay nada que hallar!

Y ya sè que suena
como un tonto trabalenguas
difìcil y redundante,

pero sòlo un idiota
se la pasa la vida
saliendo a buscar por ahì

el lugar del que nunca se fuè,
del que nunca partiò,
donde no hay còmo "llegar".

Què tonterìa pasarse la VIDA buscando,
y que se te pase la VIDA de largo,
sin darte cuenta de ser la VIDA pasando!

Creemos ser seres que buscan la VIDA,
y no nos damos cuenta que somos y siempre
hemos sido la VIDA, buscando...








R.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Ser-eterno.

No se trata de filosofar al respecto, sino de ver.

¿Es posible, que aùn cuando existo en este contìnuo espacio-tiempo, pueda mi conciencia de ser, de ser yo mismo, no estar ligada a ninguna cualidad o caracterìstica especìfica de este mundo temporal?

¿Es posible sentirse eterno en medio del tiempo?

¿Es posible "saberse" atemporal mientras se fluye en la corriente de este devenir y acontecer del mundo llamado existencia?

¿Es posible ser eterno y al mismo tiempo absolùtamente ordinario, comùn?

¿Es posible que nuestra conciencia de ser, y por tanto la raìz de todo nuestro hacer, estè absolùtamente libre de toda memoria psicològica que lo liga a cualquier nociòn de temporalidad?

¿Es posible que nuestro diario vivir se vea libre de la anticipaciòn psicològica, y junto con ella, de todo el condicionamiento que significa tener al pasado, a la experiencia y el conocimiento almacenado en la memoria, como referencia o autoridad interior para ser-siendo?

Pues si no es posible, entoces la vida no es màs que una trampa impìa.

Sobrevivimos tratando de compensar mañana segùn la carencia que sentimos y no digerimos ayer.

Evocando constantemente lo que ya no es, superponièndolo a lo que es, negàndonos la posibilidad de florecer sin referencia alguna a nada pasado.

Mantenemos el pasado vivo en nuestra memoria en nuestro afàn de "superarlo".

Sin darnos cuenta que es nuestro mismo esfuerzo por "sanar" el pasado lo que mantiene vivo en nosotros el recuerdo del pasado, la imàgen de lo pasado, que es la que evoca en nosotros y recrea en el momento de recordarla, el dolor propio de dicha circunstancia, vuelta a imaginar por nosotros mismos segùn el "guiòn" del pasado.

Negàndole así al presente la posibilidad de ser nuevo y ùnico a cada instante como realmente es.


La vida jamàs se repite ni vuelve atràs.

Sòlo la memoria lo hace.


Y por màs que uno compare hoy con ayer o con la proyecciòn de un posible mañana, sòlo ahora la vida es, y es asì tal y cual es, y punto.

Insisto, ¿puedo dejar al pasado almacenado en forma de huella de experiencia en mi memoria, sumergirse en definitiva inactividad?


¿Puedo abandonar toda guìa para ser?


¿Puedo abandonar, no por esfuerzo o ejercicio de voluntad, sino por ver su futilidad y el sufrimiento innecesario que me ocaciona, todo intento de "modificar mañana con mis acciones de hoy lo que ayer ya fue y ya no es màs ni jamàs vovlverà a ser"?

¿Puedo morir para todo lo pasado?

No sòlo para el recuerdo del placer y los placeres, ¿sino tambièn para el recuerdo de todo dolor?

¿Puedo dejar que el pasado muera en mi?

¿Puedo abandonarlo, soltarlo, dejarlo partir?

¿Puedo dejar el pasado en paz?

¿Puedo dejar que "los muertos entierren a sus muertos"?

No la memoria de lo que pasò o no pasò, sino la insistencia en tomar lo que pasò o no pasò como referencia para ser ahora, lo cual lo convierte en memoria psicològica.

Quedo preso, con mi atenciòn presa del pasado y mi sensibilidad acotada para vivir y amar y responder al presente, cuando no suelto lo pasado para tratar de "modificarlo".

Cuando hago algo, no porque sienta hacerlo, por que es lo que siento con todo mi ser hacer con contento ahora, sino por que...

Por lo que sea que antes haya pasado o no haya pasado y està tratando entonces ahora de "compensarlo", de "mejorarlo", de "crecer", etc.

Para "vengarme", para "tomar justa revancha", para "desquitarme de la vida", para "prevenirme", etc.


Sòlo cuando se està libre del pasado se està libre del tiempo.


Y sòlo cuando se està libre del tiempo puede el ser, que es lo eterno, lo atemporal, florecer, siendo sin ninguna referencia, "màs allà" del tiempo, y en èl al mismo tiempo.

Entonces, como el bote que està en el agua pero que no tiene agua en èl, asì nosotros existimos-estamos en el tiempo, pero este no està en nuestra conciencia de ser.


Estamos en el mundo, pero no somos del mundo.


Esta es la ùnica y verdadera libertad interior, la verdadera liberaciòn.


No los poderes, ni el circo, ni la extravagancia, ni el "màs allà".

Sino la completa y absoluta libertad respecto de toda idea, de toda condiciòn para ser nacida de la formulaciòn de la temporalidad.


Y èste es un fruto que ninguna acciòn, ningùn mètodo o aprendizaje, que ningùn esfuerzo ni tècnica, ni nada que tome tiempo nos puede ni nos podrà brindar jamàs.






¿Y sin la idea de que mi historia de vida deberìa haber sido distinta?


¿y sin la idea de que ayer deberìa haber sido distinto?


¿Y sin la idea de que hoy deberìa haber sido distinto?


¿Y sin la idea de ahora deberìa haber sido distinto?


¿Y sin la idea de que yo deberìa haber sido distinto?






Entonces puedo sentir el "perfume" de lo sin-tiempo, siendo.

Floreciendo.

En mi y en todo lo que es a cada instante.

Entonces se ve, se VE, que esto es ESO.

ESO, es esto.

La ilusiòn, el error, es pensar que ESO es otra cosa.

No vemos, porque comparamos constantemente esto con nuestra ideas extraìdas de la experiencia, del pasado.

Entonces nos perdemos en el presente, el perfume inèquivoco de lo eterno floreciendo.

De ESO, siendo esto.

Esto es nirvana.

Darse cuenta de que las apariencias nunca nos engañan ni nos engañaron jamàs.

Sòlo nuestras creencias sobre las apariencias son las que no nos dejan darnos cuenta de ESO apareciendo como esto.

Este es el reino de los cielos, aquì y ahora.



Como lo expresara bellamente William Blake:


"Ver un mundo en un grano de arena y un cielo en una flor silvestre, tener el infinito en la palma de la mano y la Eternidad en una hora."








R.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Que en paz descanses.

Admitirse, distenderse, aceptarse, rendirse.

Como sea que uno se lo plantèe.

El asunto es uno solo y el mismo: el final del conflicto y el sufrimiento en mi interior.

Lo cual marca en final del conflicto y el sufrimiento en mi vida.

Pues si no hay paz adentro, no hay paz afuera.

Si no hay comuniòn con uno mismo, no hay comuniòn con nada ni con nadie; hay tan sòlo aislamiento, conflicto y sufrimiento constante.

El deseo absurdo de querer cambiar lo que somos es lo que no nos deja sentirnos en paz siendo lo que somos.

Es por ello por lo que no podemos jamàs ser-en-paz.

Y es por ello por lo que nuestro vivir es una lucha, un esfuerzo contante, y un desòrden, un sin-sentido.

No hay en ella inteligencia, sensibilidad.

Hay fuerza bruta, voluntad, empuje, deseo de control, de imposiciòn.

Y sufrimiento.

Pues todo el sufrimiento no es otra cosa que nuestro tratar de imponerle un cambio a la realidad.

Y hasta que no sejemos en nuestro empeño, no habrà paz.

Y sin paz, cualquier cambio que creamos haber hecho, es en el fondo, màs de lo mismo.

Es sòlo desde esa paz que la inteligencia puede operar, y dar la respuesta adecuada al reto de la vida en cada momento.

Entonces hay naturalmente òrden.

Pues la inteligencia no pone òrden; la inteligencia nos previene de crear sufrimiento y desòrden, tanto dentro como fuera nuestro.

No "crea abundancia", sino que elimina de uno el sentimiento de carencia, de necesidad.

Pues rico, verdaderamente rico, es quien interiormente carece de necesidades y deseos, y vive por tanto en una constante y renovada completitud de si mismo.

Quien desea o cree necesitar no es jamàs rico; es en realidad, un pordiosero con o sin dinero, pero pordiosero al fin.


¿Puedo aceptar como soy?

Y si la respuesta es no, ¿puedo aceptar que no me acepto?



¿Puedo admitirme?

O sea, ¿puedo admitir que a pesar de todos mis esfuerzos y los de casi todos los que me rodean, yo en realidad sigo siendo simplemente yo?



¿Puedo dejar de resistir-me?

¿Dejar de resistir a sentirme como sea que me sienta?

¿Puedo dejarme ser?

¿Entregarme simplemente a ser?


¿Puedo rendirme?


¿Puedo yo renunciar a seguir tratando de no ser yo?

¿Puedo renunciar a seguir tratando de llegar a ser?

¿Puedo renunciar a seguir tratando de cambiar el mundo, de salvarlo, de imponerme?

¿Puedo renunciar a saber?

¿A anticipar?

¿A seguir rumiando eternamente sobre lo que ya no es, ni jamàs va a volver a ser?

¿Puedo yo renunciar a seguir persiguiendo lo que jamàs fue, ni es, ni jamàs llegarè a ser?



¿Puedo dejar de hacer como que yo no soy yo?

¿Como que no me siento como si me siento?


¿Puedo simplemente rendirme?







R.

El conflicto es nuestra reacciòn a algo que ya no es.

Pues lo que ya pasò, ya pasò!

No importa si hace diez años o diez segundos, o un segundo.

Ya fue; y ya no es.

Y es el no aceptar que ya fue como fue, lo que hace que mi atenciòn siga en el momento presente aferrada a la memoria de lo que ya no es, y me pierda asì la frescura del momento presente.

Momento que por otra parte, es ùnico, nuevo, fresco, absolùtamente efìmero, e irrepetible.

Cuando "vivo" el presente a travès de la distorsiòn de la memoria que se impone como medida de còmo debo vivir en este momento, no estoy viviendo en funciòn de la vida tal y cual la siento en este momento, sino en funciòn de lo que ocurriò o no ocurriò en el pasado.

No vuelvas jamàs la vista atràs , o te volveràs estatua de sal.

Sòlo cuando se muere para todo lo pasado, dejando que el pasado florezca y se marchite muriendo en uno, se es libre en el presente, para vivir el presente libremente, y poder asì en el mismo florecer a cada instante, sin el condicionamiento de tener que ser o no ser en funciòn de lo que un dìa pasò.





R.

Este òmnibus no va a ninguna parte.

.

¿Hay algo que pueda hacer que yo sea màs yo de lo que yo ya soy?

NO.

Nada ni nadie puede hacer que yo sea màs yo de lo que yo ya soy.

Nada.

Ninguna suma de conocimiento, de experiencias, de mètodos o tècnicas, de meditaciones, oraciones o disciplinas, de objetos, personas o circunstancias.

Nada puede agregarme màs yo-soy-dad.

Ni tampoco quitàrmela.

Yo soy yo.

Yo ya soy yo.

Yo siempre he sido yo.

Y nunca podrè "llegar a ser" otro.

Nunca, de ningùn modo.

Yo, es lo mismo que decir Ser, o conciencia de ser èste ser siendo, al cual llamo yo.

Yo; el pronombre con el cual la vida se nombra a si misma al hacerse conciente de si misma, en tanto que particularidad ùnica, o expresiòn ùnica de VIDA.

Yo no es una mala palabra.

Es simplemente un sonido, y no entraña en si ningùn inconveniente ni atrae maldiciòn alguna sobre quien lo usa.

El problema comienza cuando se cree ser idèntico a una circunstancia particular, interior o exterior; cuando se cree ser exclusivamente asì o asà.

Ahì comienza el sentimiento de separaciòn y conflicto en relaciòn al fluìr, siempre cambiante de las manifestaciones de la vida que es uno mismo siendo, en vital relaciòn con todas las demàs cambiantes manifestaciones ùnicas de la misma Vida Una que todo y todos somos.

Ahì comienza el aislamiento, el alienamiento.

"Desconectado" de mi propio y verdadero sentir, de mi verdadero ser, empiezo a desconectar tambièn de la realidad en que, como ser, me muevo.

A desconectarme de la VIDA, en la cual nos movemos y tenemos nuestro ser.

Ahora vivo en fantasìa.

Ya no me siento ser, pues mi atenciòn està presa de la historia del "llegar a ser" o del "volver a ser nuevamente", lo cual es lo mismo.

Asì se gesta en uno el sentimiento de "no ser completamente yo" o carencia interior, y junto con èl, la nociòn de tener que "hacer algo", y junto a la misma, la idea de que necesito adquirir, o en su defecto, desembarazarme de determinados objetos, para asì poder, algùn dìa tal vez, volver a ser totalmente yo, plenamente yo otra vez.

De ese modo la vida deja de ser el vivir, para tranformarse en el delirio de un viaje hacia la tierra prometida del llegar a lograr sentirme yo, YO de nuevo.

Se transforma en una peregrinaciòn hacia fantasìa.

Y en dicha peregrinaciòn desojamos la ùnica oportunidad vital con la que contamos, como si de una margarita se tratase.

Y margaritas hay miles, pero vida, hay sòlo esta.

Sòlo ahora estamos vivos.

Si no es ahora, ¿cuàndo?

Y asì vamos, repitièndonos el cuento con el cual nos convencemos a nosotros mismos de que sabemos, de que estamos seguros, de que entendemos perfèctamente de què se trata vivir, y de que estamos seguros de que al lograr primero esto y luego aquello, vamos a arribar, final y certeramente a la tierra prometida de fantasìa.

Existimos alucinando, alienados, entre la maraña de fantasìas tejidas por las palabras en un cerebro que no discierne la miel de la hiel, el amor del placer, la libertad del sinsentido, la fantasìa de la realidad.

Pues estamos convencidos.

Creemos saber, entender.

Y si no, miren! miren todas las palabras y explicaciones que tenemos para justificar nuestra infelicidad y la desdicha constante en la cual vivimos!


Lo que sea que uno crea saber, lo que sea que uno crea entender, son tan sòlo palabras que no significan nada; nada màs que màs palabras que tampoco significan nada.

Lo que sea que uno crea entender, soy yo pensando; intoxicado, delirando, pensando palabras que carecen de sustancia y significaciòn alguna, a excepciòn de la que yo les otorgue.

Uno cree conocer.

¿Pero què es "lo conocido"?

Tan sòl habito y palabras.

O sea, lo que uno està acostumbrado a nombrar y asociar, jurando que ello tiene un tremendo sentido, aùn cuando ello nos haya conducido de manera evidente a una vida conflictiva, complicada, solitaria, carente, desdichada, y sin sentido.

Palabras y màs palabras, palabras con las que nos convencemos, con las que nos envalentonamos para volver a la carga e intentar otra vez màs por el mismo camino.

Palabras con las que nos damos ànimos y esperanza para no desistir y bajarnos de una vez por todas de esta calesita estùpida, de este drama aburrido y sin pasiòn ni ternura ni gracia alguna.

Palabras que no dicen nada, que sòlo requieren màs palabras que se explican con màs palabras ad nauseam.

Palabras que no significan nada, porque nosotros las hemos inventado tanto a ellas como a sus significados.

Por fuera de ellas, el misterio, sea lo que sea que ello sea, la vida verdadera, real.

Como sea que para cada quien ello se desenvuelva.

Donde ya no hay màs nada que entender.

Renunciar a entender es abrir la puerta al florecer del misterio ùnico e irrepetible de ser, al florecer de esta magnìfica, ùnica e irrepetible oportunidad humana, como gusta llamarla mi amiga S.

Simplemente ser floreciendo, o sea, siendo.

A cada instante.

No "llegar a ser" mañana, que es nunca.

Sino ya.

Basta con darse cuenta de que no hay nada que yo necesite para simplemente ser yo.

Y es de eso de lo que se trata esta, mi vida; mi oportunidad humana.

Pues entèrese: este òmnibus llamado vida no va a ningùn lado, no llega a ninguna parte, no desemboca en ningùn lugar.

Y el viaje no es màs que lo que usted haga de su viajar.

Como sea que usted viva, lo que sea que usted viva en respuesta a lo que vaya apareciendo en el paisaje, èso serà para usted el viaje.

No hay en ello ningùn propòsito.

El propòsito que la vida ha tenido al ser usted es ¡ser usted!

Tal y cual usted es.

La vida no tiene meta.

¡Deje ya de esforzarse por llegar a ser-hacer-tener-sentir!

Y simplemente viva. ¡Viva!

Sea usted mismo tal y cual usted mismo es, ha sido y serà.

No se engañe màs con la idea de que "cuando logre..." voy a poder ser realmente yo y entonces voy a vivir feliz...

No hay lugar donde llegar.

Este òmnibus no va a ninguna parte.

Y la arena del reloj, vertiginosa, ya se està escurriendo...





R.